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Entre los muertos: el Spiderman de Mark Millar

Bienvenidos, auténticos creyentes, a La Tapa del Obseso, la sección de Raúl Sánchez.

En este sacrosanto sitio ya hemos hablado más de una vez de Mark Millar. Es decir, de, posiblemente, el guionista más influyente del género del cómic de superhéroes del siglo XXI. Como se ha dicho muchas veces, su etapa en The Authority es el pistoletazo de salida a este siglo para la gente con mallas y superpoderes, su etapa en The Ultimates es una de las mejores cosas hechas en este siglo para cualquier supergrupo, Red Son es de las más originales y cosas como Secret Service o Kick-Ass le han hecho nadar en dólares.

Antes de tener más dinero que dios todavía era mortal, y trabajaba para Marvel o DC. Hoy hablaremos de cuando su camino se cruzó con el buque insignia de Marvel (y el personaje del que tengo más cómics): Spiderman. Hacer Spiderman no es fácil: ha sido el gran escaparate de Marvel junto a la Patrulla X. Muchas presiones editoriales, muchísima falta de libertad creativa por arriba (la propia Marvel) y por abajo (el aficionado medio). Las propias esencias del personaje (otro día hablamos de ello) es la tercera barrera: lo que ha hecho mitológico a Spidey es también lo que más barreras pone a seguir creando cosas buenas.

Alguien como Mark Millar, tan dado a los “¿qué pasaría si…?”, no iba a estar así. Por eso le dejaron hacer una especie de historia en 12 cómics en el sello Marvel Knights de 2004 a 2005, que ha recuperado recientemente Panini en un bonito tomo al que han llamado “Entre los muertos“.

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Dancing in the dark

Es una historia que parece que empieza de un modo más o menos sencillo: Spiderman se enfrenta al Duende Verde, le vence y le mete en la cárcel. Justo ahí desaparece la Tía May: alguien la ha raptado. Peter Parker se zambulle en un viaje cada vez más opresivo, lleno de planes y contraplanes, conspiraciones y contraconspiraciones, para descubrir quien ha raptado a su tía, qué es lo que quiere y, claro, enfrentarse con quien sea al final.

Los números tienen sus momentos de genialidad muy de Millar y otros momentos más de pasar de puntillas. Hay que decir que Mark Millar es raro el cómic en el que no consigue sorprender. Es, vamos a decirlo, increíble que tras leer décadas de cómics el malvado escocés consiga sorprenderte otra vez con otro giro que no te esperabas. Lo hace siempre. Aquí está limitado por el historial del personaje, pero vuelve a conseguir que cada paso adelante en los descubrimientos de Spiderman de lo que hay detrás del secuestro de la tía May te intente sorprender con algo: casas de apuestas de villanos por cosas perfectamente lógicas y poco exploradas, conspiraciones gubernamentales, conspiraciones de supervillanos, etc. El ritmo de las sorpresas lo tiene perfectamente medido. Es su especialidad, vaya.

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Millar no puede desenvolverse como quisiera, y todo el macarrismo y violencia está muy suavizado. A ver, está ahí, que nadie se espere un cómic de 1969, pero tremendamente contenido. Quizás para compensar la trama es una cuesta hacia abajo, sin frenos, hacia algo que parece cada más oscuro, inevitable, terrible y definitivo. Cada paso revela cosas nuevas pero para mal. Más obstáculos. Más cosas sórdidas (dentro de lo posible). Al final del cómic todo parece de verdad perdido, nos han estado curtiendo el lomo durante el camino como para pensar otra cosa. Lo que pasa no lo diremos, claro, pero por más que podamos sentir alivio momentáneo (sobre todo por el recordatorio de alguien importante para Spidey sobre qué es el heroísmo) la última página del tomo, la que cierra los doce cómics, nos pondrá la carne de gallina. Es simplemente una carta a Spidey de uno de sus enemigos. Una carta que parece sacada del cerebro de Hannibal Lecter, de Drácula, del Lex Luthor de John Byrne.

Hay que destacar la muy divertida explicación, muy típica del autor, del porqué los supervillanos en el universo Marvel van casi siempre a por los mismos superhéroes…o del porqué casi nunca los supervillanos mataron a nadie importante. Aquí lo tenéis:

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Toda esta teoría de la conspiración dentro del comic es una crítica descarada a cómo los grandes poderes económicos mueven los hilos de los gobiernos. Pero va un paso más allá: lo que hacen los poderes económicos (“que ponen al gobierno en sus despachos“, como se dice en el comic) no es montar escuadrones de la muerte con superpoderes para que maten a los superhéroes, no. Crean a los supervillanos para que tengan entretenidos a los superhéroes, entretenidos para que nunca se pongan a mirar, literalmente, los libros de cuentas sobre cómo funciona realmente el mundo. Es decir, los supervillanos de Marvel son, mayoritariamente, instrumentos de los ricos para mantener entretenidos en cosas irrelevantes a los superhéroes, como por ejemplo pegarse con otros pirados disfrazados. Los supervillanos pasan de ser un elemento de caos y crimen a ser, al final, un elemento usado para preservar el sistema establecido. Más allá de la conspiranoia, la idea de tener a un adversario entretenido con cosas irrelevantes para que no se encargue de cosas que te harían daño de verdad es algo propio de gente inteligente, y desde luego contribuye aún más a que nuestro Spidey se sienta más y más y más pequeño.

Porque se lo va a sentir. No sólo como Spiderman al luchar por encontrar a la tía May, también como Peter Parker, al que ya incluso de adulto van a intentar hacerle sentir como un empollón al que dar de hostias por listillo más de una vez, con Mary Jane como excusa. Al fin y al cabo, una de las cosas clásicas del héroe siempre ha sido su soledad ante multitud de amenazas, enemigos y poderes. Sólo contra el mundo. Luego podrá encontrar aliados o amigos, pero su camino es la mayor parte del tiempo un camino de soledad ante un Mal abrumador. En estos 12 comics es complicado que sienta más y más solo, por más que tenga gente alrededor. Es complicado sobreponerse más a todo el ambiente depresivo y casi determinista al que se va poco a poco. Por momentos parece más un cómic de Batman luchando contra los pirados de Arkham que uno de Spiderman.

I’m going down

De entre lo menos bonito, decir que para conseguir todo esto Mark Millar fuerza unas cuantas cosas, no siendo muy convincente. Es poco creíble por ejemplo la reacción que tienen los Vengadores cuando Spiderman va a pedirles ayuda: llevan años haciéndose favores, compartiendo aventuras, llevándose bien con el Capitán América o demás. No tiene sentido que de repente le traten como si fuera la primera vez que se ven a finales de los años 60. Pero claro: si Los Vengadores te ayudan desde el inicio no hay cómic que contar. No está bien resuelta esa parte vaya. Otra cosa es el carácter de Mary Jane, aunque no es un problema sólo de Mark Millar. Como es habitual, casi nadie le pilla el punto adecuado a cómo se comporta Mary Jane o las razones por las que está con Peter. Además,  hay algo que hace ella casi al final del cómic, que es decisivo para el final, que podría haber hecho casi desde el inicio: es un poco como lo de Los Vengadores. Como casi siempre que aparece la Gata Negra, es ésta la que es mucho más comprensible en cómo actúa y porqué hace lo que hace.

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También es cierto que Peter cae un poco como un bobo en alguna trampa de algún supervillano de segunda, aunque todos tenemos días malos. Es más raro, de nuevo, que Peter sea maquiavélico y sea capaz de hacer algo tremendamente sucio a un amigo suyo para salvar al culo (me refiero a la revelación que hace a J. Jonah Jameson). O al pacto con un supervillano, mucho más fácil que acudir a Los Vengadores, claro. En definitiva, el problema de Mark Millar es que quería contar una historia de bajona continuada con un final con ochocientos personajes en mallas pegándose en medio de un clima que hiciera creíble que todo podía acabar mal, pero para eso ha pasado de puntillas por cosas que no cuadran y ha torcido demasiado a algún personaje para ello. Ningún problema en eso, pero esas cosas hacen que lo que es un cómic muy disfrutable, bien narrado y dibujado (sin matarnos, pero este apartado es competente) no llegue a clásico del personaje ni del género.

Y es una pena. Mark Millar tenía talento para mucho más. Esta última frase me la repito ya con demasiados cómics suyos, sobre todo los últimos. A ver si es posible que me esté equivocando y, realmente, no haya más que lo que hay. No es poco, ojo, pero siempre tuve la sensación de que Millar era, del siglo XXI, el que más cerca estaba de hacernos una obra maestra a la altura de los gigantes ochenteros de Alan Moore o Frank Miller. ¿Quizás The Authority está en esa liga? No lo sé, otro día deberíamos hablar de ello. Pero siempre me quedo igual con Mark Millar que Bruce Springsteen en “I´m going down”: “I’m sick and tired of you setting me up/ Setting me up just to knock-a knock-a knock-a me down, down, down, down“.

Sed felices.

Raúl Sánchez
Raúl Sánchez
Arriba es abajo, y negro es blanco. Respiro regularmente. Mi supervivencia de momento parece relativamente segura, por lo que un sentimiento de considerable satisfacción invade mi cuerpo con sobrepeso. Espero que tal regularidad respiratoria se mantenga cuando duerma esta noche. Si esto no pasa tienen vds. mi permiso para vender mis órganos a carnicerías de Ulan Bator.
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