Los finales felices también existen en American Horror Story. Cuando todos pensábamos que iba a suceder una masacre en el Campamento Redwood, no se llevó a cabo, ni tampoco el gran recital que iba a reunir a las grandes glorias del rock de la década del 80. No hubo Billy Idiol. Lo que sí hubo fueron las “chicas del final”. Con este noveno capítulo le ponemos punto final a una temporada que, en líneas generales, ha sido entretenida y ha estado a la altura. Extrañaremos la mágica década del 80.
Comenzando por hacer una crítica general, a esta nueva temporada de American Horror Story le sucedió lo que venía sucediendo a las predecesoras últimamente. Comienzan con gran trama, de una forma muy interesante, pero todo eso se va perdiendo capítulo tras capítulo, con muertes y apariciones de personajes sin sentido, solo para llenar huecos, hasta terminar con un final muy decoroso, algo empalagoso y feliz para todos.
El principio del fin comienza con un muchacho llegando al campamento en el presente. Ya nada es lo mismo. El tiempo pasa, hasta para Redwood, que luce totalmente inhabitable y descuidado. Este joven entra a pesar del paisaje desolador. Se nota que va en busca de algo. Solo alguien que tiene un propósito muy definido se animaría a entrar a ese lugar. Y si, él es nada menos que Billy, el hijo de Richter, y va en busca de su padre quien le estuvo mandando dinero durante todos estos años.
De aquí en adelante, dentro del campamento vemos una serie de acciones moralmente correctas. Todos los fantasmas esperaban a este joven, con Montana a la cabeza haciendo de anfitriona. Ha pasado de ser un fantasma malvado, asesino y vengativo que solo mataba por puro placer y aburrimiento a una especie de ángel protector que logró la redención.
Montana, como buena anfitriona, le dice que lo estuvo esperando durante años, y le cuenta todos los sucesos en Redwood, incluido que su padre no ha sido visto desde el frustrado concierto. Como no podía ser de otra manera, para acomodar todo para el final decoroso y de cuentos de hadas, Margaret, la gran villana de la temporada, tuvo su merecido, acorde a todo el mal que ocasionó. Fue despedazada en una máquina para picar carne. Toda una delicadeza.
Siguiendo con la felicidad de toda la comunidad fantasma, Montana cuenta que su odiada Brooke fue quien “salvó” o dejó morir a su amado Trevor dentro del campamento, y de esa forma obtuvo la vida eterna que tanto buscaba. Este hecho fue el que terminó de reivindicar a la ex novia del Acosador Nocturno. Con esta muestra de amor, ella cambió por completo para ser ética y moralmente correcta, algo que no abunda en la vida real ¿Será que solo los fantasmas tienen ese don?
Y si hablamos del Acosador Nocturno, hablamos de alguien que también recibió su merecido. Los fantasmas encontraron la forma de matarlo en la misma cantidad de que reviva. Recordemos que es inmortal por el poder oscuro que hay sobre él, por lo tanto, se van turnando para custodiarlo y asesinarlo nuevamente, cuantas veces sea necesario.
Pero justo cuando Billy estaba en Redwood hubo un descuido que pudo haber costado muy caro. Ramírez se escapó y va en busca del hijo de Mr Jingles. Tras una pelea y huida gracias a la ayuda de los fantasmas, se dirige al ex manicomio donde supo estar internado su padre, que ahora es un hospital. Tras ser asistido, tiene una charla con su directora, nada más ni menos que Donna. Ella le cuenta que nunca transfirió dinero a la cuenta del joven, por lo que sin duda debió ser Brooke, que creían muerta.
Tras seguir una series de datos, se encuentran con Brooke que es quien transfiere dinero a Bille. Brooke fue salvada por su enamorado Ray, que también se reivindica de su egoísmo y poca valentía. Ya con todas las piezas acomodadas, solo quedaba volver a Redwood para el abrazo del final. Benjamin y su hijo por fin se pueden reencontrar para terminar el episodio con un profundo abrazo.
Conclusión
Fue una temporada entretenida, pero sucedió lo que siempre temí. En los últimos capítulos la serie se fue desinflando hasta dejarnos un final feliz, pero con sabor a poco. Las “chicas del final” fueron Donna y Brooke, los demás protagonistas quedaron dentro del campamento con la nostalgia de saber que los 80 ya pasaron de moda y que ellos nunca envejecerán. Nosotros nos quedamos con la nostalgia de saber que otra temporada paso muy rápido y que otra nueva vendrá.