Bienvenidos al análisis del segundo capítulo de El Tercer Día una serie complicada y compleja que pide al público un esfuerzo para poder comprenderla. En este episodio vamos a conocer el pasado de los protagonistas a la vez que conocemos un poco más el día a día de la Isla de Osea, un lugar plagado de secretos que amenazan con volver loco a quien la visite.
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La acción empieza con Sam soñando con una caravana que se incendia con alguien atrapado dentro, algo que le hace recordar un suceso de su trágico pasado hasta que se despierta en la cama con una sorprendida Jess. Es lo que tienen las noches locas, que luego no te acuerdas de lo que has hecho. Todo parece indicar que se han acostado, algo que, aunque al principio no les hace mucha gracia, al final no parece importarles demasiado.
El hecho de haber intimado hace que Sam y Jess se sinceren el uno con el otro y así conocemos su pasado. La mujer ha salido de un matrimonio con un hombre horrible que se ha quedado con la custodia de sus dos hijas debido a unos episodios de mal comportamiento por parte de Jess de los que no está muy orgullosa (alcohol, hombres, drogas…). Su marido parece tener mucho poder y ella esta aterrada por que le pueda impedir volver a ver sus niñas.
El pasado de Sam ya se había insinuado en el capítulo anterior y es mucho más traumático. Tenía un hijo pequeño que desapareció cuando estaba con él en una feria para aparecer una semana después muerto en el bosque donde conoció a Epona en el capitulo anterior (ya sabemos que hacía allí). El niño apareció muerto a la semana y cuando pillaron a su asesino resultó ser un inmigrante rumano con antecedente en su país y problemas mentales. Pero pocas respuestas pudieron obtener ya que al poco tiempo se suicidó.
Ya sabemos porqué, Mrs. Martín, la dueña del hostal (Emily Watson) le conocía y le decía las cosas que le decía sobre los inmigrantes. Sam siempre defendió que no todos eran malos, que no había que culpabilizar a un grupo, solo a la persona que mató a su hijo.
Esta escena resulta tremenda ya que como hemos visto durante toda la serie, está contada a través de primeros planos de un Jude Law que hace un trabajo enorme, trasmitiendo el dolor y la resignación (que no olvido), en el que vive actualmente. Un dolor personal que hace que se esté alejando de su esposa. Por eso se siente tan cercano como Jess, otra alma rota que no comparte su pasado y con la que le supone un alivio estar.
Después de esta confesión Sam quiere saber más del Festival y Jess le pone un poco en antecedentes, contándole que antiguamente en la isla se sacrificaban extranjeros en rituales paganos, algo muy tranquilizador viendo el ambiente. También le dice que el experto en el tema es un arqueólogo llamado Mimir, un nombre que parece sonar a Sam aunque diga que no.
Sam va a ver a Mimir, un anciano demacrado y hecho polvo que le reconoce y le dice “¿Qué te hemos hecho?”. No sabemos a que se refiere, pero todo parece muy turbio, sobre todo cuando nos enteramos de que el tal Mimir fue el forense que se encargo del asesinato del hijo de Sam.
Pero antes de poder hablar más con el llegan tres hombres con las capuchas propias del festival que hacen huir a Sam y le persiguen por el bosque lanzándole un hierro que casi le abre la cabeza. El salvador de nuestro protagonista no puede ser más inesperado. El padre de Epona aparece con una escopeta para espantar a los hombres, pero asustar más a nuestro protagonista.
Sam acude a Jess y le cuenta todo para que se marchen de allí cuanto antes. Todo le tiene acojonado, además no le dejan ver a Epona, así que tampoco sabe si la joven está bien, aunque viendo a su padre, empieza a dudarlo. Entonces llegan los Martín para intentar poner orden. Le explican todo lo que ha pasado, echando las culpas del ataque de los encapuchados a unos jóvenes idiotas y le enseñan a una Epona que está perfectamente, aunque dice que tiene miedo a Sam y sólo a Sam. Y cuentan que el padre de la chica está como está ya que hace unos años su hijo murió en un accidente con una cosechadora que el conducía y justo ahora es el aniversario de ese terrible suceso.
Nuestro protagonista está cada vez más confundido, pero a la vez no duda que en Osea pasa algo raro, y por eso decide aprovechar que ha bajado la marea para marcharse. Aunque su acercamiento cada vez mayor a una Jess que sin duda se siente atraída por él, le hace volver para ver el ensayo nocturno del Festival. Hay gente que no aprende.
Esa noche vuelve a encontrarse con Epona y la joven le da un beso, la pobre se ha enamorado de su salvador, del extranjero que puede suponer su salida de la isla. Nuestro protagonista no responde, pero uno de los lugareños que siempre anda cabreado lo ve y eso no puede ser bueno.
Así que Sam acaba pasando otra noche de fiesta con Jess. Una noche loca en la que los dos se toman un acido para recordar sus tiempos jóvenes. Mala idea ya que Mrs. Martín llega para advertirles de que los lugareños van a por Sam por lo que ha pasado con Epona. Así emprenden huida mientras el pobre colocado de ácido va alucinando sin saber lo que es real y lo que no (ni los espectadores tampoco). Al final se queda solo en un claro mientras su benefactora busca refugio y es atrapado por el lugareño que vio el beso y que está acompañado de alguien que parece ser el gran patriarca de la isla.
Valoración del segundo episodio de El Tercer Día.
La serie sigue por el mismo camino que ya vimos en el capítulo anterior. Los responsables quieren vincular el tema del trauma de Sam al pasado oscuro de la Isla de Osea. Por eso poco a poco vamos desgranando el pasado de nuestro protagonista a la vez que se siembran las dudas en la mente de este y ya de paso en la del espectador. ¿Qué diablos pasa en la isla?¿En qué consiste exactamente el festival?¿Por qué los lugareños parecen siempre tan enfadados?¿Quién es el misterios patriarca y qué pretende?¿Cómo se relaciona todo con el pasado de Sam? Son múltiples preguntas que esperemos que se respondan poco a poco.
Igual que el trauma es uno de los temas principales de la trama, podemos añadir a la mezcla la ira, el odio soterrado que no dejamos salir para quedar bien en la sociedad en la que vivimos. Como Sam, que tiene dentro todo su cabreo y su dolor por la muerte de su hijo, aunque cuando salía en televisión se controlaba y decía que no había que culpar a todos los inmigrantes. Pero su corazón estaba lleno de ira, al no poder culpar más que a un pobre retrasado que encima acabo suicidándose sin darle respuestas. Y esa ira y eso odio es mejor dejarlo salir por que si no te pudres por dentro.
También quiero llamar la atención sobre el asunto del niño que estaba con Epona cuando esta intentó suicidarse. Ella dice que estaba sola y sólo Sam parece ver al chico. Mi opinión es que este niño podría ser un avatar del hijo que perdió que quiere guiar a su padre para que supere el trauma que supuso su muerte.
A todo esto la realización de la serie vuelve a ser brillante… si te gusta su estilo propio. El uso de los primeros planos cuando los personajes desnudan sus almas esta muy logrado por el gran trabajo de los actores. Por otro lado, la manera de contar la historia, siempre de manera confusa, hace que los espectadores anden tan perdidos como el pobre Sam. El paradigma de esto es el viaje de ácido de nuestro protagonista, que acaba con funestas consecuencias.
Al final Sam es un personaje atrapado entre su pasado y su presente que parece encontrar en Jess una tabla de salvación. Y parece que Osea esconde respuestas sobre el asesinato de su hijo que podrían servirle para pasar página de la mejor manera posible, aunque esta isla puede que se cobre un precio muy alto por esas respuestas.