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Análisis de Los Amos del Aire. Miniserie. Episodio 9: Final

Llegó a su desenlace Los Amos del Aire, miniserie que, producida por Steven Spielberg y Tom Hanks, retrata los eventos y personajes ligados al 100° Grupo de Bombardeo durante la Segunda Guerra Mundial. El noveno y último episodio, cuyo título es simplemente Parte 9, ha tenido luces y sombras. Creada y desarrollada por John Shiban y John Orloff, la miniserie puede ser visionada, ahora en su totalidad, por Apple TV+.

Y llegamos al final de Los Amos del Aire con un episodio de una hora y veinte minutos de duración. Un cierre que, distribuido entre el agua y la tierra, ha devuelto a la serie mucho de su suspenso, además de tener una intensa carga emotiva, aunque también, y sobre todo hacia el último tercio, algunos lugares comunes y toques patrióticos innecesarios que deslucen el concepto que, se suponía, estaba detrás.

Pero vayamos a ver qué nos ha dejado entonces esta entrega final, cumpliendo en advertir que SE VIENEN SPOILERS DE LA TRAMA y recordando que pueden leer aquí nuestros análisis previos.

 

Quien luche contra monstruos, cuide de no convertirse él mismo en un monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti” (Friedrich Nietzsche)

Salvado por Stalin

Presionado desde el este y el oeste, el III Reich se halla en sus días finales. Prueba de ello es que, a medida que las fuerzas aliadas avanzan hacia Alemania, los bombarderos que las acompañan encuentran el cielo prácticamente despejado, signo inequívoco de que la Luftwaffe se está quedando sin aviones.

Ello no significa, desde luego, que no tengan artillería aérea y, de hecho, un cohete alcanza el avión de Rosenthal. Con uno de los motores en problemas y otro directamente en llamas, la tripulación debe abandonarlo a riesgo de caer entre las líneas alemanas. La opción es llegar más allá del río Oder, cuya margen oriental está ya en manos de los rusos, pero el único que logra saltar allí es Rosenthal, precisamente último en dejar el avión.

Y tampoco es que ello sea el gran alivio porque está el riesgo de que los soldados del Ejército Rojo le confundan con un alemán y le maten, cosa que, de hecho y apenas poner pie en tierra, comprueba que hacen con los que encuentran. Al momento de ser sorprendido en su escondite, sin embargo, levanta las manos y grita desesperadamente: “¡Amerikani! ¡Roosevelt, Stalin, Coca Cola!”, lo cual hace que le identifiquen como aliado y se zafe de terminar sus días bajo las balas soviéticas.

Un traductor ruso le pone más tarde al tanto de que será subido a un avión con destino a Teherán y luego trasladado a Inglaterra en un camino que se le anticipa peligroso. Nada para él si se lo compara con haber sobrevivido a un avión en llamas y estar a fracción de segundo de ser ajusticiado como supuesto nazi.

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Por el camino le toca ser testigo involuntario del horror de los campos de concentración, imagen que remite a aquel crudo noveno episodio de Hermanos de Sangre. El hedor es insoportable. Cadáveres quemados y congelados se amontonan ante las ahora vacías barracas mientras un oficial le anoticia de que han encontrado otros campos como ese y ni siquiera es el más grande. El espanto tiñe el rostro de Rosenthal, que de esta forma toma conocimiento de un aspecto de la guerra que no conocía y que golpea especialmente a su condición de judío.

Antes de ir a tomar su avión, habla incluso con algunos de los sobrevivientes, particularmente un hombre que dice que si Dios existe, se ha olvidado de él. A diferencia de Rosenthal, no tiene ninguna familia a la cual regresar, pues él mismo ha enterrado a la que tenía por órdenes alemanas. Desgarrador momento que hace al piloto americano tomar conciencia de que su situación dista de ser la peor en una guerra de cuyas reales dimensiones recién toma conciencia…

Nüremberg

En la base aérea americana hay clima de nerviosismo por la falta de noticias de Rosenthal o de su avión. Ello se nota especialmente en Crosby, ya de vuelta de su excursión neoyorquina y sintiéndose quizás culpable por haber trazado las rutas de la misión que puede eventualmente haber costado la vida a su amigo. Se le ve incluso irascible y hasta reacciona con violencia ante sus propios compañeros, como cuando uno desliza una broma sobre Westgate, la oficial-espía británica de quien, por otra parte y sorprendentemente, nada sabemos en este episodio.

Pero el gran arco de la historia, sin duda, tiene relación con los pilotos prisioneros del otro lado. De hecho, hay orden de evacuación en Stalag Luft III, lo que evidencia que los rusos están demasiado cerca y por tal razón se los trasladará más hacia el oeste.

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En tortuosa caminata bajo la nieve y después en tren, acaban arribando a Nüremberg, donde un desgarrador y gris panorama de destrucción muestra que no ha quedado edificio en pie mientras algunos sobrevivientes hurgan entre las ruinas intentando probablemente rescatar algún alimento u objeto de valor.

Pero hay más imágenes devastadoras, como el encuentro con las nuevas fuerzas del III Reich, integradas mayormente por ancianos y adolescentes que son poco más que niños. La inminente derrota del nazismo está mostrando la peor de sus caras: la desalmada pérdida de todo sentido de humanidad, ahora también extensiva a su propia gente…

Fuga en la Nieve

Los alemanes deciden retomar el camino, aparentemente con destino de cruzar el río Danubio, lo cual preocupa especialmente a los norteamericanos porque una vez traspuesto el mismo estarán en punto de no retorno y con la posibilidad de que les acaben matando a todos, lo que Gale descarta porque entonces no tendría sentido tanto traslado.

Pero no es la única preocupación: los oficiales nazis pretenden, además, que caminen de noche, lo cual les convierte no solo en víctimas del inclemente frío nocturno sino también de los propios cazas estadounidenses que, imposibilitados de identificarles desde el aire, acaban incluso disparándoles y matando, sin saberlo, a varios de sus connacionales.

Al pasar por una población abandonada, John urde un plan de escape y esta vez con apoyo de Gale. No se trata de una fuga masiva, como la que en su momento y con desigual suerte intentaran los británicos, sino de que unos pocos logren zafarse de los guardias para alcanzar las líneas de los aliados y ponerles al tanto de la situación del resto. Al ser pocos, las posibilidades de éxito son mayores.

Sin embargo, al momento en que intentan saltar un muro, John es capturado y solo la oportuna mediación de uno de sus superiores americanos, amenaza de motín incluida, impide que los alemanes le den muerte. Gale, mientras tanto, ha logrado trasponer el muro e internarse en el bosque junto a otros dos compañeros. En una imagen bellamente poética y a la vez estremecedora, se cruzan un caballo blanco con la cruz y la cresta manchadas en sangre.

Pero jóvenes alemanes (presumiblemente de las Juventudes Hitlerianas) los alcanzan e incluso dan muerte a uno atravesándolo desde atrás con una bayoneta. Los otros dos, no obstante, logran desarmar a los atacantes y Gale está a punto de acabar con uno de ellos, pero la imagen de un niño asustado en el suelo es demasiado fuerte, así que le permite irse: si un título se ha ganado Gale a lo largo de la serie es el de “muchacho bueno”. Las armas alemanas, por otra parte, ni siquiera tenían balas: es obvio que también están escaseando…

Atrapa la Bandera

El resto de los prisioneros, ya en pleno corazón de Alemania, llega hasta su nuevo campo de detención, pero de inmediato celebran la aparición en el cielo de los P-51 americanos, uno de los cuales destruye un puesto de guardia.

En su necedad, los alemanes abren fuego contra los presos y la cosa acaba en motín. Logran eliminar a los guardias restantes y, para alertar a los aviones de que el campo ya está en sus manos, John se trepa al mástil a los fines de arriar la bandera nazi y colocar la de barras y estrellas, que no sé por qué les permitían aún tener con ellos: imagen innecesaria, burda y obvia que está entre lo peor de la serie…

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Adiós a Europa

Y vienen los reencuentros. Rosenthal ha logrado regresar a la base, lo cual es festejado efusivamente por todos y confirma una vez su papel como referente. Particularmente emotivo es, desde luego, el reencuentro con Crosby, quien lo anoticia de que Jean está embarazada. Interesante momento se produce cuando, reflexionando sobre el horror de la guerra, Crosby lanza a Rosenthal la cita nietzscheana antes mencionada y este responde que los nazis lo tienen merecido, frase que solo él logra dimensionar al haber visto con propios ojos el espanto de los campos de concentración.

Gale y John (Buck y Bucky, como sistemáticamente me he negado a llamarlos para evitar dolores de cabeza) también se vuelven a encontrar con el resto y a treparse a los aviones, que sobrevuelan Holanda arrojando alimentos a los hambrientos locales que en el suelo escriben “Gracias, Yankees”. Madre mía: ¿era necesario?…

Y de allí a la rendición alemana de agosto de 1945, que es celebrada a pura felicidad, como también la noticia de que pronto regresarán a sus casas. Gale y John vuelven a subirse a un avión y, en acto simbólico, el primero ocupa el lado izquierdo. Más lugares comunes: tras decirles que los extrañarán, niños desde el suelo les ven partir mientras sus miradas traslucen tanto nostalgia como admiración y suena música emocionante de fondo.

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Por último y antes de los créditos finales, se narra en leyendas el destino final de los distintos involucrados y (esta vez no hay ironía) emociona realmente ver los verdaderos rostros y saber qué ha sido de ellos…

Balance Final

Pudo haber sido un perfecto final: no lo fue. Pudo haber sido una perfecta miniserie: no lo fue. No me malentiendan: hemos visto un buen episodio y una buena serie, que viene a cerrar (¿será así?) la trilogía de la segunda guerra mundial producida por Steven Spielberg y Tom Hanks. Pero claramente se queda un par de escalones por debajo si la comparamos con las casi perfectas Hermanos de Sangre y The Pacific.

Lo que hacía grande a las mismas era lo descarnado y desolador del concepto. Cuando hace algunos meses escribí una retrospectiva sobre Hermanos de Sangre, puse como título “cuando el dolor opaca toda victoria”, idea que, en mi modesta opinión, resumía en pocas palabras el sentido final de la propuesta: no se trataba de retratar el heroísmo de modo sentimental, sino de retorcer la conciencia al mostrarnos las devastadoras consecuencias humanas de las guerras, incluso del bando vencedor. Porque el concepto central era justamente que no había vencedor…

En Los Amos del Aire, esa idea guía solo ha aparecido esporádicamente y en este último episodio ha tenido su mejor expresión en ese diálogo entre Crosby y Rosenthal en el cual, aunque contrapuestas, sus posturas resultan creíbles y mueven a la reflexión. Y si decidí encabezar con una frase de Nietzsche, no es por lo que la serie haya sido, sino por lo que quizás podría o debería haber sido. Pero como siempre, no podemos analizar lo que no se hizo sino solo lo que se hizo…

Los Amos del Aire ha tenido luces y sombras, a lo que este episodio no ha sido la excepción. Quizás sea una pena que lo hayan hecho tan largo porque hasta los dos tercios la cosa funciona muy bien y pinta para final memorable que nos haga incluso olvidar algunas irregularidades y huecos narrativos de episodios previos.

Pero la avalancha de lugares comunes e imágenes sensibleras del último tercio ha exhibido y potenciado hasta el paroxismo muchos de los defectos de la serie. Bandera flameante con John en lo alto del mástil, niños corriendo en cámara lenta, apretón de manos entre oficial blanco y oficial negro y, por último, un “gracias yankees”: todos momentos que podrían haber sido evitados y deslucen el resultado final en aras de un sentimentalismo barato y rayano en el patrioterismo (que no debe ser confundido con el patriotismo).

Quizás el problema más recurrente en la serie haya sido el tratamiento de los personajes. Rescato como los de más sólida construcción a Crosby y Rosenthal, magníficamente interpretados por Anthony Boyle y Nate Mann. Ambos son personajes completos con contradicciones, dudas y conflictos que les atormentan.

Crosby es, de hecho, quien más se acerca a la profundidad de Hermanos de Sangre. Y no hablo solo del sentido de culpa y autocrítica que se desprende de la cita de Nietzsche, sino también de sus dudas por el mundo que han dejado atrás y en el que quizás ya no tengan lugar. Lejos de la imagen de “buenazo” del principio, terminó incluso mostrando reacciones violentas o siendo capaz de ceder a la tentación y permitirse una infidelidad (por cierto, ¿qué demonios pasó con Westgate?).

Otro tanto para Rosenthal, en cuyo caso pesa además el ser judío. También tiene sus dudas, pero las ahoga en el horror de la guerra. Cuando le dice a Crosby que los alemanes merecen lo que les pasa, busca tranquilizar su conciencia convenciéndose de que el espanto por él presenciado en el campo de concentración es capaz de justificar la acción más criminal contra sus responsables. En su interior anida el monstruo del que habla Nietzsche

En cambio y de manera paradójica, los dos personajes principales fueron poco a poco perdiendo interés aun cuando la trama girara mayormente en torno a ellos. Gale (Austin Butler) jamás pudo dejar su lugar de “muchacho bueno y atractivo” sin matiz ni tormenta interior alguna: es el único que se acerca a hablar con Alex (Branden Cook) cuando caen los afroamericanos en Stalag Luft III y hasta es capaz de perdonar la vida al adolescente alemán que acaba de matar a su compañero. Poco creíble…

En cuanto a John (Callum Turner), que pintaba para personaje más cruzado por sentimientos y conflictos, se ha terminado desdibujando en este último episodio y ya ni siquiera sabemos por qué hace lo que hace ni en qué momento dejó atrás el desquicio y falta de cordura que parecían haberse apoderado de él en episodios previos. Un personaje que termina desperdiciado…

Y luego están todos esos secundarios que, por temprana muerte o simple e inexplicable desaparición, salen de la serie con la misma rapidez que entran y solo consiguen que sintamos desorientación acerca de si debíamos prestarles atención o no: es el caso de Curt (Barry Keoghan), de Quinn (Kai Alexander), de Bailey (Ian Dunnett Jnr), de Paulina (Joanna Kulig), de las muchachas de la resistencia belga, del primer interrogador alemán o, desde luego, de la ya mencionada Westgate (Bel Powley), de quien terminamos sabiendo incluso menos que Crosby…

Y si dejé para el final a los pilotos de Tuskegee no es porque les dé menos importancia, sino todo lo contrario. Su aparición algo tardía en el episodio anterior contribuía a echar luz sobre un aspecto de la segunda guerra mundial no suficientemente tratado. Y no hablo de inclusión forzosa ni reivindicaciones étnicas, sino de un tema interesantísimo, tanto desde el punto de vista histórico como desde el sociológico o antropológico.

Ya sabemos, en ese sentido, que Spielberg es un hombre que actúa muchas veces por reacción: si se le acusa de ausencia de actores afroamericanos, responde con El Color Púrpura (1985) y si se le recrimina hacer cine demasiado pasatista con Jurassic Park (1993), ya está listo para responder con La Lista de Schindler (1993): hasta parece autoindulgencia…

A lo que voy: es posible que, por las críticas sobre falta de actores negros en Hermanos de Sangre, haya respondido en esta serie con los pilotos de Tuskegee, pero solo les dedicó un capítulo y ni Alex ni Macon (Josiah Cross) pintaron absolutamente nada en esta última entrega, que solo se limitó a mostarles dibujando (en el caso de Alex) o con rostros que expresaban tristeza o felicidad según el momento.

Entonces, si el tratamiento de los afroamericanos en la guerra ha sido tan superficial, tenemos que caer en la cuenta de que, en lugar del sentido sociológico que podría muy bien haber tenido, su inclusión ha sido única y lamentablemente una forma de cumplir con las exigencias de agenda en los tiempos actuales.

Insisto: Los Amos del Aire ha sido en el balance una buena serie. Ha tenido una factura visual impresionante con batallas y acciones aéreas muy impactantes en los episodios tercero, quinto y noveno, de las mejores que se hayan visto en cualquier propuesta de tv o streaming.

Ha tenido asimismo momentos de alto suspenso, incluso en esta última entrega, que nos tuvo con el corazón en la boca a la espera de que Rosenthal pudiera caer tras las líneas rusas o haciéndonos sufrir con los aviones norteamericanos disparando a sus propios compatriotas.

Ha entregado además algunas grandes actuaciones e intensos momentos de reflexión que, particularmente, tuvieron su mayor fuerza en el cuarto episodio, así como algunas imágenes inolvidables que han bordeado lo poético sin perjuicio de lo estremecedor, como el avance a través de la ciudad de Nüremberg en ruinas o la escena del caballo.

Pero el poco aprovechamiento de muchos personajes y la insufrible colección de lugares comunes al final hacen que el resultado definitivo se quede por debajo de Hermanos de Sangre o The Pacific y, sobre todo, no acierte en el concepto final que destilaban esas series. Quizás tampoco era la intención…

Agradeciendo el haberme acompañado durante estos análisis, nos encontramos en cualquier momento por esta web. Hasta pronto y sean felices…

Rodolfo Del Bene
Rodolfo Del Bene
Soy profesor de historia graduado en la Universidad Nacional de La Plata. Entusiasta del cine, los cómics, la literatura, las series, la ciencia ficción y demás cosas que ayuden a mantener mi cerebro lo suficientemente alienado y trastornado.
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4 COMENTARIOS

  1. Vista los amos del aire.
    Habiéndome gustado , me.ha dejado ciertamente frío y todo. No he empatizado con ningún personaje. Y ahí mal empezamos.
    Las batallas aéreas no se…. me han dejado un poco meh. Después de 3 batallas me parecían iguales.
    Los dos últimos capítulos bien, pero con pegas. El de Tuskegee pues no se pero me parece que ha sido muy precipitado presentarnos el batallón de negros y después el último tiene un epílogo insufrible ,parecía Michael Bay en Pearl Harbor.
    Le pondría un 7/10

  2. Hola Carlos, gracias por comentar! Coincido prácticamente en cada palabra y muy especialmente en cuanto a lo insufrible del epílogo, digamos los últimos 35 ó 40 minutos. Buena serie, pero se queda por debajo de Hermanos de Sangre y The Pacific, superiores tanto en desarrollo de personajes como en concepto. Un saludo y gracias por el aporte!

  3. Vista los amos del aire.
    Habiéndome gustado , me.ha dejado ciertamente frío y todo. No he empatizado con ningún personaje. Y ahí mal empezamos.
    Las batallas aéreas no se…. me han dejado un poco meh. Después de 3 batallas me parecían iguales.
    Los dos últimos capítulos bien, pero con pegas. El de Tuskegee pues no se pero me parece que ha sido muy precipitado presentarnos el batallón de negros y después el último tiene un epílogo insufrible ,parecía Michael Bay en Pearl Harbor.
    Le pondría un 7/10

  4. Hola Carlos, gracias por comentar! Coincido prácticamente en cada palabra y muy especialmente en cuanto a lo insufrible del epílogo, digamos los últimos 35 ó 40 minutos. Buena serie, pero se queda por debajo de Hermanos de Sangre y The Pacific, superiores tanto en desarrollo de personajes como en concepto. Un saludo y gracias por el aporte!

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