Con Jim Mickle como showrunner y Robert Downey Jr. como productor, Netflix nos trae Sweet Tooth, serie que adapta el cómic homónimo de Jeff Lemire de modo bastante edulcorado, pero no por ello carente de encanto ni atractivo.
Lo primero que tengo para decir es que, al momento de recomendar o no esta primera temporada de Sweet Tooth, justamente no sé qué decir, pues la respuesta diferirá según destinatario: quizás quien nunca haya leído el cómic original quede satisfecho con el producto y hasta le encante, pero quien sí lo haya hecho, puede llegar a sentirse decepcionado o hasta traicionado en cuanto al concepto original.
Cómic y Serie
En efecto, Sweet Tooth es, en su origen, un cómic del canadiense Jeff Lemire publicado entre 2009 y 2013 (en España bajo el título Glotón) que pertenece al catálogo del sello Vertigo, hoy reconvertido a DC Black Label, lo cual solo puede implicar que se trata de un cómic adulto y allí es donde radican las diferencias esenciales con esta serie.
En las viñetas, el dibujo de Jeff Lemire tiene un fuerte sesgo expresionista con algo de “feísmo”: sus personajes distan de lucir agradables y, por el contrario, rezuman angustia y frustración; de hecho, casi nunca sonríen. A ello hay que sumar una cierta monocromía en los colores y una violencia gráfica lindante con el gore.
¿Qué hay de todo ello en esta serie? Muy poco: se han respetado algunos de los personajes principales y la idea base del argumento, pero todo luce mucho más agradable y lleno de luz, desde los rostros de los personajes hasta un entorno que, aun apocalíptico, dista aquí de verse sombrío.
Virus y Paranoia
La historia, tanto en el cómic como en la serie, nos puede parecer ya vista e, incluso, oportunista bajo la lupa de la pandemia actual: sin embargo, hay que alegar en su defensa que tanto el cómic como la gestación de la serie son previos a la misma.
El mundo ha sufrido un gran colapso como consecuencia de un virus mortal que ha llegado en simultáneo con una oleada de nacimientos de niños de aspecto zoomorfo a los que se conoce como híbridos. No se sabe si ambos fenómenos están interrelacionados y esta primera temporada no lo termina de revelar, pero poco importa: como en tantas otras épocas de la humanidad, la gente busca un chivo expiatorio y lo encuentra en los híbridos, del mismo modo que durante las grandes pestes de la edad media lo hiciera en los judíos o hasta en los gatos.
Amigos y Enemigos
Los híbridos, por ende, son perseguidos y exterminados, sobre todo por una corriente fundamentalista a la que se conoce como Los Últimos Hombres, cuyo líder se hace llamar “general Abbot”(Neil Sandilands).
En tal contexto se desarrolla la historia de Gus (Christian Convery), niño al que, habiendo nacido con cornamenta y orejas de venado, su padre ha mantenido oculto en los bosques mientras el paradero de su madre permanece incierto.
El origen de Gus encubre algunos detalles escabrosos que, poco a poco, iremos conociendo (entre ellos, el real sentido de su nombre) pero, al ir este creciendo y ya sin la presencia de su padre por motivos que no revelaré, se obsesiona con la idea de llegar a Colorado, en donde cree que está su madre.
Ello lo llevará a formar dupla con Jepperd (Nonso Anozie), un rudo hombretón al que él llama Grandote (Big Man) y cuyo pasado también encubre secretos que, de ser conocidos por el niño, podrían llevar a que este le viera como un peligro.
No todos, sin embargo, ven a los híbridos como una calamidad o siquiera un problema. Así como existen Los Últimos Hombres, también hay, antagónicamente, grupos de adolescentes que, rindiendo culto a la naturaleza y usando, incluso, máscaras de animales, consideran que los híbridos son la esperanza y salvación para la humanidad, así que, como tales, buscan defenderlos y protegerlos. Entre ellos está, justamente, Osa (Stefanie LaVie Owen), quien, por disidencias con sus propios compañeros, termina sumándose a Gus y a Jepperd en el viaje a Colorado.
Y fuera de esos grupos, pero, en alguna forma, del mismo bando, tenemos a Aimee (Dania Ramírez), personaje que no aparece en el cómic y que es una terapista que ha convertido un zoo abandonado en refugio y santuario para niños híbridos.
En paralelo, la serie nos va contando la historia del doctor Singh (Adeel Akhtar), cuya esposa Rani (Aliza Vellani) padece el virus (identificable por el temblor en el dedo meñique): él experimenta con híbridos para poder llegar a una cura, pero lo hace ocultando la enfermedad de su esposa, ya que la sola presencia de un infectado da lugar a una especie de cruzada vecinal para echarle fuego. No quiero contar cómo se van uniendo los destinos de los personajes, pero la subtrama del doctor Singh se terminará cruzando con la del general Abbot.
Además de moverse en dos líneas paralelas, la serie recurre también al salto temporal a través del flashback, lo cual nos revela mucho sobre el pasado de los personajes, particularmente en los dos últimos episodios de la temporada (son ocho en total).
Balance de Temporada
A pesar de algunas irregularidades en el ritmo y falencias de presupuesto que, presumo, se irán corrigiendo con el correr de las temporadas en la medida en que el éxito acompañe, la serie está, en general, bien narrada y realzada por una bella fotografía y una acertada banda sonora (Jeff Grace), sumándole encanto los relatos en off del veterano actor James Brolin (padre de Josh “Thanos” Brolin) que se oyen al inicio y al cierre de cada episodio.
Las actuaciones, en general, están muy bien y a medida que la historia avanza, los personajes dan mayores posibilidades de lucimiento a quienes los interpretan al irse revelando sus conflictivas historias personales: para destacar, el trabajo de Nonso Anozie o el del niño Christian Convery, de solo once años de edad.
Se advierte que se ha buscado una adaptación más familiar y allí radican, como dijimos, las principales diferencias con el cómic original, tanto que la serie podría pasar perfectamente por producto Disney o Spielberg con toques de Stranger Things. El apocalipsis que se ha cernido sobre la humanidad luce bastante menos lúgubre y amenazante; por el contrario, es mucho más luminoso, con la naturaleza abriéndose paso sobre las ruinas de la civilización mientras cebras, jirafas y elefantes cruzan las praderas centrales de Estados Unidos.
Como también fue dicho, hay personajes que no aparecen en el cómic y los que sí lo hacen (mayoría) presentan diferencias de personalidad: el doctor Singh es aquí mucho más cándido y las intenciones de Jepp hacia Gus son buenas desde un principio mientras que en el cómic hay todo un proceso de transformación. La historia también muestra cambios, como lo de Gus buscando a su madre.
Y ya hemos mencionado la cuestión del aspecto de los personajes: en el cómic, el carácter zoomorfo en los híbridos está mucho más acentuado y los deshumaniza, mientras que aquí casi parecen niños salidos de las fotografías de Anne Geddes. Otro tanto para la banda de Osa, que en la serie están un poco más cerca de los “niños perdidos” de Peter Pan.
La llegada de niños temidos por ser especiales siempre será asociada a una historia que influyó y sigue influyendo: X-Men, del mismo modo que la historia del rudo grandote devenido en impensado protector de un niño o niña en medio de un entorno hostil puede hallarse en el manga (Lobo Solitario y su Cachorro) o el cine (La Carretera, El Profesional: León). Y lo mismo el niño especial al que alguien ha ocultado en los bosques, que puede relacionarse con la serie Hanna, de Prime Video (analizada en esta web por un servidor).
En el balance, Sweet Tooth termina siendo un producto recomendable que se deja ver, entretiene y crea intriga con el cliffhanger final aun cuando no se hayan respondido todavía las más importantes de nuestras preguntas. Pero en caso de acercarse a ella habiendo leído el cómic, recomiendo dejarlo a un costado, olvidar haberlo leído y tomar la serie como un propuesta diferente.
Hasta la próxima y sean felices…