Esto era un tipo tan rico tan rico tan rico, que como hizo su fortuna con trapicheos económicos muy turbios, ahora tiene problemas legales con el Estado. Esto es la trama de fondo en Billions, una de las series de Showtime que más fuerte está pegando este año. Pero el punto fuerte no es el trasfondo sino las relaciones personales de todos los implicados en una investigación estatal.
La analogía con House of Cards, una de las series más reconocidas de la actualidad, es obvia. Las tramas se pueden resumir de manera muy simple. Si una es el ascenso al poder político gracias a codazos, marrullerías y métodos tan ilegales como inmorales, la otra es conservar una empresa de brokers y el poder económico a base de lo mismo. Y también con un protagonista reconocido, en este caso Damian Lewis (el pelirrojo de Homeland, Life y candidato a ser el nuevo 007). Pero lo importante aquí son las relaciones personales, las amistades y las tensiones que surgen mientras se investiga el origen de grandes sumas de dinero.
El protagonista es Bobby Axelrod (Damian Lewis), que es el multimillonario propietario de una empresa de brokers que genera muchísimo dinero al día. En su equipo está Whendy Rhoades, que está interpretada por Maggie Siff (la novia del prota de Sons of Anarchy) y que es la psiquiatra de la misma compañía, por lo que tiene que escuchar los problemas de todos los empleados incluido su jefe, con quien tiene una gran amistad e incluso una gran tensión sexual. Pero es que el marido de esta es un tipo llamado Charles Rhoades (interpretado por Paul Giamatti) y es nada más y nada menos que el fiscal estatal encargado de investigar a Bobby, el protagonista. Por tanto ya tenemos un trío muy extraño y cargado de tensiones. Y a esto se le suma más protagonistas secundarios cada uno con sus ambiciones y ganas de prosperar en uno y otro bando.
Otro punto fuerte de la serie es, además de las relaciones entre protagonistas, es que vamos descubriendo a cada personaje poco a poco, dándonos cuenta así, de manera paulatina, del lado oscuro de cada uno, y es que todos tienen mucho que esconder. Así Bobby comienza como un simpático rico que cuida de sus empleados y se va a conciertos de Metallica en su jet privado (sí, el grupo de metal de California tiene un cameo en la serie), pero esos lujos, y ese conocimiento privilegiado del mercado bursátil no es fruto de la casualidad. Se ha tenido que manchar las manos. Y su contrincante, el que representa los intereses del Estado y está atado por la ley, también tiene secretos, como una vida sexual que una gran parte de la sociedad consideraría escandalosa.
Por tanto tenemos drama, personajes completos y mucha pasta de por medio. Una combinación que gustará a los amantes de las intrigas y las conspiraciones para ascender en esta sociedad. Por el contrario, si no te gusta ese estilo, te puede aburrir. A veces da la sensación de que estas series, incluida House of Cards, se podrían grabar casi enteras en un piso pequeño sin salir de ahí. Casi todo diálogos y eso a veces cansa. En cualquier caso se trata de uno de los éxitos de este año.