Este viernes 19 de abril se estrena en España Civil War (2024), la nueva película de Alex Garland, el director de Ex Machina (2014), Aniquilación (2018) y Men (2022), además de guionista de la aclamada 28 días después (2002). Es una road movie violenta, cruda y con una tensión angustiante, que da un golpe sobre la mesa en advertencia de un panorama menos distópico y más cercano de lo que parece.
Tráiler de Civil War (2024) de Alex Garland
En un futuro cercano donde América está sumida en una cruenta guerra civil, un equipo de periodistas y fotógrafos de guerra emprenderá un viaje por carretera en dirección a Washington D.C. Su misión: llegar antes de que las fuerzas rebeldes asalten la Casa Blanca y arrebaten el control al presidente de los Estados Unidos.
Póster de Civil War (2024) de Alex Garland
Advertencia de la inmediata catástrofe
En Civil War, Garland no reconstruye una guerra real como suelen hacer los films del género (Salvar al soldado Ryan, Apocalypse Now, Platoon), pero tampoco acerca su relato bélico a la ciencia ficción (Terminator Salvation, Al filo del mañana). El británico propone un escenario de destrucción en un futuro cercano, derivado de los extremismos políticos y la polarización social, desde un realismo que permite identificar la veracidad de su mensaje en relación con nuestra situación global actual.
La película funciona como una advertencia sobre nuestro posible devenir como sociedad y, aunque se ubica en Estados Unidos quizá por una cuestión de ideologías más marcadas, podría tener lugar en casi cualquier país.
El auge del trumpismo y la concepción generalizada del país norteamericano como nación podrida, ayudan a construir una hipérbole que, si puede parecer de antemano producto de una superproducción laxa y poco incisiva, opta por exponer una realidad cruda, violenta y ciertamente minimalista que huye de la epicidad bélica. El propio Garland dice que pretendían despojarse de cualquier intención romantizadora a la que conduce inevitablemente el cauce de estas películas, para dar espacio al potente mensaje reconciliador y antibelicista que buscaban transmitir.
La película, como la realidad que retrata, es dura y la fortuidad de algunas muertes demuestra el afán por —casi como si el director fuese un reportero de guerra más— mostrarla sin florituras cinematográficas, dando al azar un importante papel dentro de su narración.
El formato road movie al que aboca este viaje periodístico, permite hablar de la cinta como una ruta a través del infierno con paradas a cada cual más terrorífica.
Hay varias escenas en la película que, en el marco de su tono realista y crudo, crean una tensión asfixiante que hace mella en los protagonistas, cuya integridad mental se va degradando a lo largo del relato, y en los espectadores, que recordarán por mucho tiempo momentos como el del militar interpretado por Jesse Plemons —un personaje fugaz, directo al imaginario colectivo del cine bélico posmoderno— o los francotiradores “clavados”.
La labor del periodismo. Coraje y futuro
En tiempos de posverdad y manipulación mediática, no hay verdad más irrefutable que la que viven —y se desviven por transmitir— estos periodistas. Es difícil imaginar labores más peligrosas que fotografiar escenas de una guerra al pie del cañón y sin apenas protección. Cuando se propone la idea de viajar a Washington con intención de reportar la situación, Sammy (Stephen McKinley Henderson) se alborota: “a los periodistas los matan en la capital”. Pero a Lee (Kirsten Dunst) y Joel (Wagner Moura) no les importa lo más mínimo, pues están hechos para eso: son periodistas, aunque puedan perder la vida en ello.
Frente a la vejación generalizada que sufre el periodismo a día de hoy, Garland busca plasmar el coraje de un oficio que parece el último bastión de la certeza (al menos para los que lo viven). La cámara siempre activa — una cámara analógica—, haya muerte, sufrimiento o pólvora e incluso en momentos como el trágico final, y la fotografía que se convierte en una suerte de arma para la trascendencia, más potente incluso que los fusiles o granadas militares.
La relación entre los personajes de Kirsten Dunst y Cailee Spaeny plantea también la idea del futuro del periodismo. Lee (Dunst) es veterana y de amplio reconocimiento en el sector del fotorreportaje, pero libra una civil war propia en su interior, quemada por tanta desgracia conocida.
Hay una breve pero magnífica escena en la bañera, en que la periodista se cubre el rostro con las manos rememorando imágenes terroríficas de guerra —momento que remite inevitablemente a los personajes atormentados de Paul Schrader (Taxi Driver, El contador de cartas, El maestro jardinero)— y que propone de forma muy precisa un conflicto interno desarrollado a lo largo de la película —llega un punto en que deja de fotografiar la barbarie e incluso borra algunas instantáneas hundida en el sufrimiento—.
La joven Jessie (Spaney) idolatra a su compañera de viaje y trata de aprender de su labor. Es inexperta e impulsiva pero de una valentía desbordante. Durante la cinta, paralelo al conflicto exterior, tiene lugar un trasvase elemental de capacidades periodísticas en esta relación madre-hija/maestra-alumna, que culmina con la polémica y atrevida “instantánea de la muerte”. Estos dos personajes representan en esencia el periodismo asentado y su incierto futuro, la conciliación entre las dos partes y el legado generacional de un oficio imprescindible.
Conclusión
Alex Garland entrega una cinta cruda y violenta con una utilización sublime del sonido que funciona como advertencia para una sociedad convulsa y que rima con el planteamiento destructivo de sus anteriores trabajos. Rinde un homenaje a la labor de la prensa focalizando la acción a través de un grupo de periodistas, para —además de sumar originalidad y permitir ciertos gestos formales magistrales— darle a este sector el lugar que merece en una situación así.
Civil War se erige como una suerte de viaje a través del infierno, en que la integridad de personajes y espectadores se destruye paulatinamente, hasta finalizar el visionado con un poso de angustia que ratifica el calado de un mensaje profundamente antibelicista. Garland es un previsor y, cuando la catástrofe salga de la pantalla, él podrá decir: ¡Os lo dije!
Muchas gracias por leerme e id al cine.
Alex Garland en la sede de proyecciones de la Academia de Cine en un coloquio con el público moderado por el periodista Javier Zurro