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Crítica de El Conde, cóctel de vampiros y sátira política que no acaba de cuajar

Netflix ha estrenado El Conde, película dirigida por Pablo Larraín (director de Spencer; no, la de Mark Whalberg no, la de Kirsten Stewart haciendo de Diana de Gales) que parte de una premisa interesante pero que se queda a medio camino de todo.

Pinochet Vampire

La premisa es que el dictador Augusto Pinochet (Jaime Vadell) es un vampiro que lleva paseando su maldad por el mundo desde los tiempos de la revolución francesa. Acorralado social y políticamente más por la corrupción que por los crímenes cometidos contra la humanidad, fingió su propia muerte y se retiró a un páramo chileno, donde acabará por desear morir mientras su mujer y sus hijos revuelven todo en busca de su herencia.

Sí, como ya he dicho el punto de partida podía dar mucho juego pero Larraín acaba por entregarnos una mezcla de géneros que no funciona más que a ratos. Y es que no sabemos si estamos ante una sátira o una película de vampiros. El Conde tiene sus momentos algo gore (tampoco muchos, la verdad) y otros de crítica pura y dura que destilan brillantez pero todo junto no consigue despegar.

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Tampoco es que la cadencia de la película ayude mucho a que nos absorba la historia. El Conde se inicia con una voz en off en inglés, tal que fuese un documental, con un ritmo lento y una estética marcada por una gran fotografía en blanco y negro que es de largo lo mejor de la cinta. De repente, ese formato semi-documental da paso a una narración más de autor, con primeros planos y una puesta en escena que, junto a la estética y la inclusión de monjas exorcistas, habría hecho las delicias de Buñuel.

A partir de aquí se suceden escenas que pretenden ser más graciosas (como cuando los protagonistas tratan de justificarse) con escenas de surrealismo puro y duro (lo de la monja fornicando con Pinochet y luego vestida de María Antonieta no lo hubiese superado el maño)

Pinochet: la mascarada

Con todo, hay que reconocerle a Pablo Larraín que se moja (y mucho) a la hora de retratar a Pinochet y su familia como lo que verdaderamente fueron, aunque puede que también se le pueda acusar de frivolizar con un tema demasiado serio como es la dictadura chilena.

Y es que si a mitad de la cinta, con el cara a cara entre Carmen (la monja exorcista interpretada por Paula Luchsinger) y los hijos de Pinochet, te arranca una sonrisa y te muestra de qué pasta estaban hechos y qué piensa el director de ellos, al final la cosa se va de madre, con esa explicación de quién es la voz en off, cayendo en un mensaje demasiado burdo para lo que nos ha venido contado (si, más aún).

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En fin, que El Conde es puro cine de autor de esos que no abundan en Netflix, una mezcla de géneros que no acaba de definirse y una película no apta para todos los paladares, a pesar de ganar el premio del Festival de Cine de Venecia al mejor guión. ¿Valen la pena sus casi dos horas de duración? Sinceramente, le sobran minutos como también pretenciosidad y le falta humor, pero tampoco es un desastre y no tiene uno la sensación de haber perdido el tiempo.

Eso sí, películas que pongan en solfa a dictadores las tenemos mucho mejores y uno no puede evitar pensar en esa obra maestra de Antonio Mercero que es Espérame en el cielo, donde se cachondeaban de Franco a base de bien sin caer en la frivolidad. A Larraín le ha faltado eso: humor, aunque pueda que las heridas estén aun demasiado recientes. Un saludo, sed felices.

Pedro Pérez S.
Pedro Pérez S.
Aficionado también al cine, las series de televisión, la literatura fantástica y de ciencia ficción, a la comida, la cerveza y a todas las pequeñas cosas que nos hacen felices.
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2 COMENTARIOS

  1. Hola Pedro! estoy de acuerdo con el planteamiento analítico que haces en tu artículo de esta peli, (impecable en su ejecución como siempre): un tanto frívola, incluso fría en ocasiones, muy gore en momentos, con desenlaces un tanto decepcionantes, el humor de un nivel un tanto irregular, pero al fin y al cabo una propuesta original y con cierto “sentido” histórico, en un impecable Noir. Se la recomendaría a cinéfilos con ganas de ver experimentos.

    Un saludo a todos desde Barcelona y a seguir disfrutando de las cosas que nos hacen felices!!

    • Gracias por tus palabras, Jordi. Es una película muy irregular, como ya comentas. Creo que es un cine que hoy en día ya está algo superado, o por lo menos para mi. Quiero decir que experimentos de este tipo ya los hemos visto y mucho mejores. No sólo me remite a Espérame en el cielo sino que a ratos me recuerda a aquella de Willem Dafoe metido a vampiro en el rodaje de Nosferatu. Un saludo y gracias por tus comentarios.

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