En 1978 Stephen King publicó su primera antología de cuentos y allí aparecía El Coco (The Boogeyman), relato en el que se basa la película del mismo título que hoy nos ocupa y que, dirigida por el británico Rob Savage, se ha estrenado como El Hombre del Saco para España y Boogeyman: Tu Miedo es Real para América Latina. Habiendo llegado ahora a Disney+, te damos nuestra impresión.
Cuando The Boogeyman se estrenó en los cines hace cuatro meses, no tenía yo leído el relato original de Stephen King en que se basa. Por recomendación de un amigo, lo he hecho y ello me permite otra perspectiva ahora que la adaptación ha llegado a Disney+ (Star+ para América Latina). El título, claro, alude al clásico personaje conocido, según los casos, como El Cuco, El Coco, El Hombre del Saco o El Hombre de la Bolsa, con el cual se suele asustar a los niños y cuya desagradable costumbre es ocultarse en la oscuridad de las habitaciones y particularmente en armarios.
El principal problema que plantea la adaptación es que el material original es un relato muy breve, lo que conlleva estiramiento de la historia, introducción de nuevos personajes y mayor desarrollo de los ya existentes. De esos tres aspectos, curiosamente, el tercero es el más deficiente, al punto que hasta diría que los dos principales están mejor desarrollados en las doce o trece páginas del cuento.
La cosa pintaba bien, no solo por basarse en una historia del gran maestro del terror de los últimos cincuenta años, sino por estar además dirigida por Rob Savage, quien ha demostrado un enfoque artesanal y muy creativo del género en la interesante Host (2020), a lo que hay que sumar en el guion a Bryan Woods y Scott Beck, responsables de esa joya de terror survival y psicológico que fue Un Lugar Tranquilo (A Quiet Place, 2020). La impresión inicial ante tamaños nombres involucrados es que nada podría ir mal: veremos…
Aun cuando la premisa inicial no lo ponga fácil, intentaré hacer el menor spoiler posible. Es que basar una película de una hora y cuarenta minutos en un cuento de tan pocas páginas lleva necesariamente a adiciones y cambios, lo que me pone en el doble compromiso de no hacer spoiler a los que aún no hayan visto el filme ni a quienes nunca hayan leído el relato.
A nivel general, diré que el mismo se basa con exclusividad en una sesión de terapia, lo cual nos deja únicamente con dos personajes, más allá de que vayan apareciendo otros a medida en que se deconstruye el trauma del paciente, que se presenta al terapeuta atormentado por la culpa de haber matado a sus tres hijos pequeños.
Pero como en ese gran relato de Ray Bradbury que es El Asesino, la confesión tiene matices: no los ha matado de manera directa, sino que se culpa por no haberlos cuidado lo suficiente de la criatura que acechaba en sus habitaciones y a la que llamaban El Hombre del Saco.
En la película, al igual que en el cuento, el nombre del terapeuta es Will Harper (Chris Messina) y el del paciente Lester Billings (David Dastmalchian), pero la terapia no es en sí la historia principal ni tan siquiera el comienzo del filme en sentido estricto, sino apenas la base de lo que después vendrá.
De hecho, y por circunstancias que no revelaré, ese encuentro entre paciente y terapeuta ocupa muy pocos minutos, lo cual lleva a poco desarrollo de ambos personajes y especialmente del primero, que en el libro tiene una personalidad muy definida junto con un discurso racista y conservador que aquí está por completo ausente.
Y si hablamos de ausencias, inverso es el caso de la familia Harper, de la cual no hay ni rastro en el relato pero aquí desempeña un papel fundamental, especialmente las hijas de Will, que son la adolescente Sadie (Sophie Thatcher) y la pequeña Sawyer (Vivien Lyra Blair). La primera está atormentada por la reciente pérdida de su madre en un accidente y la segunda vive atemorizada por la presencia de “algo” en la oscuridad de su habitación, de lo cual se protege con una esfera luminosa imitación Luna (ey, quiero una).
Lo sorprendente es que con lo innovador y rupturista que ha mostrado ser Savage como director, se ciña aquí a fórmulas manidas al momento de crear relleno para la historia del cuento: quizás sea el clásico trauma de la “primera película hollywoodense” y, en ese caso, muestre algo más de osadía en futuras experiencias; o tal vez el temor a Stephen King le haya redundado en cobardía.
De hecho, se advierte un esfuerzo por incorporar a la historia elementos bien característicos del escritor: no lo digo por la muerte infantil, ya presente en el cuento (la primera escena de la película es impactante), sino por la muerte en accidente de tránsito o los clásicos acosadores de colegio que hacen la vida imposible a quienes consideran “freakies”, en este caso la infortunada Sadie que, inexistente en el material original, pasa a ser aquí, sin embargo, personaje principal del filme.
No hace falta decir que los terrores infantiles, de los cuales la criatura acaba siendo metáfora, tienen un lugar central en la historia, lo mismo que la oscuridad, que impregna la estética de la película hasta cuando es de día. Hay un interesante manejo de sombras y encuadres, con ángulos originales como cuando la cámara gira por encima de la cama de Sawyer al escrutar la niña bajo la misma para comprobar que no hay nada. Y una gran idea, por cierto, lo de las luces navideñas que, si bien ahuyentan a la criatura, provocan suspenso en cada parpadeo.
Pero sacando algunos buenos momentos de sobresalto, no me ocurrió con esta película lo que sí con Un Lugar Tranquilo, que me tuvo en tensión de principio a fin y me hizo sufrirla en el buen sentido. Los climas son irregulares y hay momentos en que la intensidad pierde clima, lo cual no debería ocurrir en una película de terror que no llega a dos horas.
No existe en el filme la revelación final del cuento y el terapeuta no termina de oírse como uno de verdad: le pregunta a su hija si había fumado marihuana antes de ver a la criatura, cosa que quizás un padre haría, pero se supone que un profesional debería saber que la marihuana no es alucinógena…
Los lugares comunes abundan: desde el padre que no les cree a sus hijas hasta la clásica chica tonta que entra sin cuidado a una casa cuyo interior está lleno de velas y en la cual vivía un sujeto acusado de matar a sus hijos. No faltan el cuchillo ubicado estratégicamente cerca cuando te están atacando o el tercero que interviene desde atrás para salvarte. Y la resolución final hace acordar a El Monstruo (Bryan Bertino, 2016), interesante película independiente no del todo valorada en su momento.
Lo mejor, sin duda, el trabajo de Sophie Thatcher, a quien quizás hayan visto en Yellowjackets, así como el de la pequeña Vivien Lyra Blair (apellido que parece predestinado a grandes actuaciones infantiles en filmes de horror), quien cuenta hoy con once años, pero ya se lució a los cinco en A Ciegas (Susanne Bier, 2018). También son dignos de mención, aunque breves, los desempeños de David Dastmalchian como el atormentado Lester Billings o de Marin Ireland como su esposa y a la postre viuda.
Balance Final
El Hombre del Saco (The Boogeyman) termina siendo una adaptación que se queda a mitad de camino por la poca osadía con que ha sido acometida. No es que no pueda verse: sacando un par de momentos algo aburridos, entretiene y es ideal para estos días en que se aproxima Halloween, máxime cuando tiene calificación para trece años.
Presenta algunas buenas actuaciones, con una rutilante Sophie Thatcher, pero falla en aportar algo novedoso y lo paradójico es que al ser tan breve el material original, la posibilidad estaba servida. El innecesario recurso a manidos lugares comunes del género ha jugado en contra de que así fuera.
No es la peor adaptación de Stephen King que se haya hecho, pero no hace falta decir que hay mucho mejores. Veremos cómo viene la precuela de Cementerio de Animales, de la cual seguramente estaremos también hablando aquí.
Hasta pronto y sean felices…