Hoy vamos a reseñar el nuevo acierto de Netflix con la animación, en este caso se trata de una película imaginativa y llena de fantasía, nos referimos a Orión y la oscuridad. Una película dirigida por Sean Charmatz (en su debut como director) y escrita por Charlie Kaufman, basada en el libro infantil del mismo nombre de Emma Yarlett. Producida por DreamWorks Animation, la película se estrenó en Netflix el 2 de febrero de 2024.
Se está produciendo un hecho curioso, ante la falta de ideas o fórmulas repetitivas de Disney, se está generando un hueco grande en la producción de películas de animación. Ocasión que parece querer aprovechar Netflix para asentarse como un nuevo generador de series y películas animadas que están arrasando entre los espectadores.
Y es que Orión y la oscuridad demuestra que Netflix no se está equivocando a la hora de entender que la animación no solo es un género para niños, o solamente familiar, sino que tiene una entidad propia con la que se puede experimentar mucho más que con las películas de acción real. La animación ha dejado de ser definitivamente solo dibujos, para convertirse en la vanguardia de la experimentación, de la fantasía y de las nuevas narrativas del siglo XXI.
La trama de Orión y la oscuridad parte de una premisa compleja, que nos cuenta los temores que tiene un niño a casi todo, sobre todo a la oscuridad. Temores que se pueden extrapolar a todos los seres humanos, ya que este miedos son universales. Con lo cual, ya tenemos el primer acierto de la película. Un tema que llame la atención y con el que se sientan identificados todo tipo de espectadores.
He de reconocer que el guion es una autentica maravilla, que se desborda en unos diálogos de un nivel exquisito. Sin embargo, le falta ese ligero toque de aventura que hace que haya momentos en que la fluidez de las palabras no se acompañe con el desarrollo de las imágenes y de la acción.
Hay pocos momentos en los que realmente se sienta que el niño está disfrutando de una verdadera aventura, quedándose en un terreno plano que no termina de despegar. Repito, gracias a la trama inteligente y el giro de guion con el padre contando el cuento, y a diálogos profundos y maduros, estoy seguro de que en el futuro Orión y la oscuridad, adquirirá tintes de película de culto. Pero le seguirá faltando el dinamismo y la comicidad que, por ejemplo, demuestra Monstruos de Pixar.
Orión y la oscuridad es una cinta que es muy recomendable para toda la familia, por sus dibujos preciosistas que logran captar el tono tradicional de un cuento infantil, como para los adultos, por sus bromas inteligentes y sobre todo, las reflexiones filosóficas que plantea. Aunque flojea el ritmo de la película, entrando a veces en baches planos de los que no sabe salir, como por ejemplo, la poca presencia y personalidad que desprenden los personajes secundarios.
La música no es especialmente memorable o épica y la animación no eleva las secuencias de acción, lo cual hace que no terminen de impresionar al espectador. Sin embargo, el guion, la niña y el desarrollo de la fantasía, como mecanismo para enfrentar los miedos, ayuda a levantar la película. Este mecanismo se da, de manera original, en la forma que tiene cada integrante de la familia de elaborar su propio final del cuento.
A mí particularmente me ha fascinado mucho más toda la parte en la que interactúa la niña que el propio protagonista. También porque es a partir de su aparición, cuando la película adquiere su tono meta-narrativo, en lo que es una contribución notable a la evolución del cine infantil. Orión y la oscuridad consigue retratar los miedos con una ficción realista y humana, en la que los menores también tienen su espacio personal, en el que poder aprender a valorar sus virtudes, tanto como a ser capaces de enfrentarse a sus terrores.
Y quizás sea ese el mayor acierto de la película, la de trascender los miedos, mientras describe de manera fabulosa la ansiedad infantil. Lo logra a través de una historia divertida, bien hilvanada, que termina emocionando por encima de la media. Que logra al finalizar la película, que sintamos que nos han contado una buena historia. Eso es lo que debe ser, al fin y al cabo, el cine.
Antes he nombrado a Monstruos, no por casualidad, sino porque esta película está en sintonía con la animación de Pixar. Orión y la oscuridad, intenta coquetear con el estilo Pixar para poder deconstruir ese estilo y generar una nueva forma de animación que se presuma única.
Aunque logra conseguirlo, gracias a un protagonista neurótico y una historia densa, a lo largo del metraje se va desinflando esa novedad, y como decía antes, no es capaz de sacarle el jugo a la aventura que si logra Pixar en sus mejores trabajos. Como ejemplo, el accidentado tramo final que aunque visualmente apabullante, no logra crear ese sentimiento de tensión o de emoción porque se sufre de la desconexión con los personajes, sobre todo con oscuridad. Quien por cierto tiene un parecido extremadamente similar, creo que con intención, a Sully de Monstruos.
Se define la oscuridad como la falta de claridad o de luz que dificulta la visibilidad de las cosas. La animación ofrece múltiples posibilidades para que la oscuridad no opaque las buenas historias. Y Orión y la oscuridad es una gran historia, contada con claridad que hace visible un tierno cuento sobre los miedos, ofreciendo una manera moderna de afrontarlos lejos de cursiladas y fenómenos trillados. Pese a sus defectos, es la primera película óptima, que no redonda, de animación del 2024. Una narración inteligente, atractiva y ambiciosa, que resulta igual de interesante tanto para niños como para adultos.