El pasado viernes 26 se estrenó en España Pobres criaturas (2023), la nueva película del realizador griego Yorgos Lanthimos tras su consagración internacional con la laureada La favorita (2018), que obtuvo 10 nominaciones al Óscar. Pobres criaturas es un viaje sobre la toma de conciencia ética y el conocimiento del mundo, que explora la naturaleza de la masculinidad tóxica y el descubrimiento femenino, bajo una sobrecargada estética y un ambiente de desenfreno sexual.
Tráiler de Pobres criaturas (2023) de Yorgos Lanthimos
Pobres criaturas cuenta la historia de Bella (Emma Stone) que, devuelta a la vida por el prestigioso científico Godwin Baxter (Willem Dafoe) y hambrienta por conocer mundo, se fuga de la casa del doctor junto a un peculiar abogado (Mark Ruffalo) para vivir un viaje de autodescubrimiento y liberación.
Póster de Pobres criaturas (2023) de Yorgos Lanthimos
Yorgos Lanthimos: un director autor
A lo largo de su escueta carrera cinematográfica, Yorgos Lanthimos ha demostrado una enorme capacidad para dotar de autoría sus películas. El griego formula ecosistemas perturbadores, en un mundo hecho a su medida que reconstruye la moral humana, para deleitarse experimentando con el individuo ante las que, a nuestros ojos, resultan situaciones de una extrema crudeza y falta de humanidad.
En Canino aisla a sus personajes del exterior, exponiendo la maleabilidad humana y su dependencia del entorno. En Alps se despoja de los valores éticos de nuestro mundo y fantasea con la elusión de la muerte a través de la suplantación póstuma. En Langosta su ambición crece y desgrana la naturaleza de las relaciones amorosas y su estrecha relación con la sociedad. El sacrificio de un ciervo sagrado es una situación de vida o muerte constante ligada a un macabro dilema familiar. En La favorita abre un poco su cine (se refleja en los premios) para hablar de hipocresía y podredumbre en un microcosmos aristocrático.
Pobres criaturas es quizá su películas más accesible y laxa hasta el momento. En ella se percibe el espíritu del director e incluso remite a sus trabajos anteriores (el tramo inicial en blanco y negro en casa del Dr. Baxter refleja la esencia de Canino; desconocimiento fruto del aislamiento y la falta de libertad), pero el fondo más macabro y retorcido clave en su cine queda aquí en la superficie y el mensaje se vuelve algo obvio por momentos (aunque entiendo que, en parte, esta obviedad es inherente al concepto de “aprendizaje” que plantea la película respecto a su personaje principal). No obstante y, aunque algo más diluido que en sus primeras obras por la forma en que se aborda, ese carácter analítico del ser humano y su relación consigo mismo y con la sociedad, está presente en la última película del griego.
El director innova además con un humor más directo y descifrable que en sus primeras películas. En Pobres criaturas el chiste es recurrente, incluso en momentos y con temas delicados, al tiempo que suele ser sencillo y no demasiado rebuscado; aspecto nuevamente inherente a la naturaleza ignorante de su protagonista y el sentido de la película, que no por ello deja de resultar algo excesivo a veces.
La reformulación del viaje de Frankenstein
A principios del siglo XIX, la jovencísima Mary Shelley publicó una novela que pasaría a la historia: Frankenstein o el moderno Prometeo (1818). Un joven estudiante de ciencias naturales lleva a la vida a un ser de grandes dimensiones que se escapa para conocer mundo, descubriendo la naturaleza humana desde cero. La novela de Shelley se ha llevado a la gran pantalla en muchas ocasiones de forma directa (El doctor Frankenstein de James Whale, La maldición de Frankenstein de Terence Fisher o Frankenstein de Mary Shelley de Kenneth Branagh entre otras), así como otros directores aluden a la esencia del relato de forma indirecta. Pienso sobre todo, en el Jonathan Glazer de Under the skin, en la que trae a la tierra a una mujer de otro lugar para narrar su paulatina comprensión de los mecanismos de nuestro mundo (con una gran importancia de la sexualidad igual que en Pobres criaturas).
Yorgos Lanthimos configura una suerte de reformulación de la historia de Frankenstein en clave femenina. Un bizarro (pero entrañable) doctor devuelve a la vida un cuerpo inerte que despierta con la mente de un recién nacido y, tras su reclusión inicial, escapa y descubre mundo construyendo progresivamente una visión propia de la realidad y de su persona. Los paralelismos con la obra literaria son más que obvios. No hay que olvidar que la película es una adaptación de la novela homónima del escocés Alasdair Gray.
Bella Baxter adquiere conocimientos enfrentándose a un mundo despiadado, en el que a pesar de su condición, parece ser la persona más razonable. A través de su visión se dibujan a la perfección los roles de género tradicionales y la histórica subyugación y sexualización de la mujer. Es un viaje de autodescubrimiento y formación de identidad personal, que enseña la importancia de “conocer para ser”: Bella dice a su “padre” que es su creación, y este le deja claro que ha sido ella la que se ha ido creando a sí misma con sus acciones.
Estética particular y ética retorcida. Un mundo decadente
Si en las anteriores películas de Lanthimos, su estética era más sobria, aquí llama la atención la ornamentación visual que despliega. Desde el juego con el blanco y negro, a la llamativa fotografía, el uso de lentes atípicas buscando lo bizarro y la propia escenografía retrofuturista. Lo que vemos en pantalla parece una proyección de la mente confusa de Bella Baxter que es pasado y presente al mismo tiempo, al igual que su entorno. Todo desprende una extrañeza muy bien construida: nada parece real, cada escenario es retorcidamente onírico; hermoso y perturbador al mismo tiempo. Los fondos parecen cuadros y los oscuros intertítulos transitorios, acentúan la sensación de perturbación.
Este dibujo de un mundo irregular y deformado construido desde la propia estética de la película, parece una representación física de la confusión que inunda a la protagonista, así como de la propia corrupción ética que desprenden los personajes: un científico reputado que devuelve a la vida cuerpos robados para su experimentación, el ayudante del doctor que se enamora de una mujer con cerebro de recién nacido, el abogado ricachón perdido en su vanidad; la madame sin escrúpulos, el marido déspota y controlador… No hay hueco en este decadente panorama para la ética y Bella Baxter tiene que aprender discerniendo.
Personas deformes, animales mezclados unos con otros, y ese final… viene a mi cabeza como referencia la mítica La parada de los monstruos (1932) de Tod Browning, tan cuestionada en su momento. Así como el cuadro de Brueghel Las tentaciones de San Antonio que inspiró la novela dieciochesca La tentación de San Antonio de Flaubert, por la sensación que transmiten de abigarramiento de la perturbación y lo inmoral; bastante similar a la que siento con la película.
Las tentaciones de San Antonio (s. XVI) de Jan Brueghel
Conclusión
Pobres criaturas es un viaje a través de la identificación personal y el descubrimiento del mundo, en que Emma Stone tiene un papel memorable. La atmósfera que construye en base a estética y música, puede resultar excesiva pero atiende a la proyección de su protagonista y el mundo cruel que busca retratar. Hay un gran cambio respecto a las primeras películas del griego, tanto en lo visual como en el tratamiento del fondo y en el uso del humor.
No es la mejor película de Lanthimos, pero sí un excelente relato con tintes feministas que destruye la masculinidad negativa. Es la versión bizarra de Barbie (2023). Ya veremos en marzo, pero Pobres criaturas ¡huele a Óscar!
