Bienvenidos, auténticos creyentes, a La Tapa del Obseso, la sección de Raúl Sánchez.
Estamos aquí para hablar de un libro. Como siempre en estos casos, pedimos perdón por anticipado por las molestias que esto pueda ocasionar. Somos conscientes, como hemos dicho muchas veces por este sacrosanto sitio, que leer es cansadísimo, te duele la cabeza y te pide estar horas leyendo lo mismo sin saltar de asunto, pestaña o tuit, pudiendo incluso resultar que el mismo hecho de leer resulte fascista: al fin y al cabo alguien te está dictando que su visión del mundo es tan interesante que te tiene absorbido durante tantas horas, aceptándolo tú gustoso. No leáis, de verdad. Ya lo hacemos aquí por vosotros y ponemos resúmenes que no son tan largos, con los que podéis impresionar/avergonzar a vuestros semejantes como si lo hubiérais hecho. Hacer a la gente feliz y ofrecer un servicio público, todo en uno, así somos en este blog. A ver cuando nos llega la subvención.
Al final me he leído por tercera vez Drácula (1897), de Bram Stoker. Con este libro pasa como con tantos referentes de algo: realmente no es la primera novela de un vampiro, hay relatos de criaturas parecidas hasta el principio de los registros escritos de la Humanidad y muchos de los elementos fundamentales aparecían en otras novelas anteriores (El vampiro, de Polidori o Carmilla, de Le Fanu). Se ha hablado mucho del éxito sobre relatos vampíricos, hablando de la representación de un depredador del ser humano, de fantasías sexuales de poder y muchas más. Lo cierto es que desde el siglo XIX en la literatura no pasan muchas décadas sin un resurgir del tema, el último de ellos con el famoso Crepúsculo. El interés ha saltado al cine desde los inicios de éste de manera casi constante hasta hoy mismo, siendo la lista de títulos algo desmadrado. En los juegos de rol es un juego sobre vampiros, Vampiro: la mascarada, el que fue sin dudas el juego de rol por excelencia de todos los años 90. Incluso el padre de los juegos de rol, Dungeons & Dragons, tiene a un vampiro como uno de sus más icónicos villanos: el mismísimo conde Von Sthrad. En los videojuegos una de las sagas míticas de la Historia de los videojuegos es Castlevania, apareciendo vampiros en no sabemos ya cuantos juegos. Por no decir que uno de los juegos de mesa clásicos, perfectamente jugable hoy aún, es La Furia de Drácula. La gente sigue tratanto de vender juegos de mesa de vampiros aún hoy.
Todo este éxito comercial y artístico en casi todo medio posible desde entonces tiene que ver con la novela en cuestión. No sólo, claro, pero, como hemos dicho, Drácula sin ser la primera sí fue la que con el paso del tiempo terminaría siendo la decisiva, en la que se basaría casi todo lo que vendría después. Drácula, como todo, hay que entenderlo en el contexto en que está escrita. Bram Stoker la escribió a finales del siglo XIX, ambientada en gran parte en la Gran Bretaña victoriana. Es famoso el hecho de que está escrita en formato epistolar, es decir, que cada parte de la novela es un fragmento de un diario o escrito personal de uno de los personajes de la novela. Este enfoque tan subjetivo de ir narrando la historia desde muchos puntos de vista diferentes no lo inventó él, claro, pero impactó su uso en una novela de terror. Posiblemente algo parecido pasó en Juego de Tronos: las novelas del género de fantasía no habían recibido muchos ejemplos exitosos de esta forma de contar las cosas. Ésta requiere unas habilidades muy especiales para escribir, claro: no se expresa igual una mujer casadera de la alta sociedad británica que un médico holandés aficionado al ocultismo. Ni piensan igual, ni usan las mismas expresiones ni razonan del mismo modo. Es fácil caer en vicios del mal escritor como relatar las cosas subjetivamente de muchos personajes pero en la práctica poner que todos piensan y hablan igual. Stoker sale airoso al diferenciar claramente los relatos de los personajes, tanto en el fondo como en la forma.
Aunque, claro, nos separan océanos de distancia de aquella época. Con la perspectiva actual muchos pensamientos, frases o acciones resultan tremendamente desfasadas, teniendo que entender en su época. Es decir, hay demasiadas partes descaradamente machistas, clasistas o racistas (no hay más que ver cómo pinta a cualquiera que no sea del Imperio Británico). Pero es que hablamos de gente de clase alta del siglo XIX en Gran Bretaña: es muy posible que los tiros fueran por ahí. Aún y con todo hay partes un poco desquiciadas en los diarios de la protagonista, Mina, presentándose poco más o menos por momentos como una menor de edad psicológicamente y en otros como una mujer extraordinariamente fuerte, oscilando de manera un poco desconcertante. Y bien puede ser que se la describa como alguien emocionalmente inestable o inmaduro, porqué no. De todos modos no es ninguna sorpresa que son los relatos de los hombres los que están mejor llevados, introduciendo notas ocasionales de humor (como cuando Van Helsing malinterpreta algunas cosas que le dicen).
La historia es mundialmente conocida y hay poco que decir en realidad: un abogado británico va a Rumanía a trabajar con un cliente noble, el noble es Drácula, tras arreglar papeles para que el conde compre casas en el centro del universo en el siglo XIX queda preso en su castillo y éste parte a Gran Bretaña para alimentarse y expandir el terror, tras lo cual un grupo de gente de la alta sociedad tratará de detenerle. Stoker parece que recogió leyendas de allí y acá, puso de su cosecha varias cosas respecto a cómo funciona un vampiro y a correr. Con esto quiero decir que la mismísima novela que parece canónica de lo que son los vampiros es una mezcla de cosas de oídas, cosas que puso el autor y a saber qué más. Es un personaje de ficción, recordamos, y no hay santas escrituras que valgan o que puedan pervertir algo.
Por lo demás sigue siendo una novela de hace más de 100 años que sigue siendo leíble y disfrutable hoy en el siglo XXI, lo cual no pueden decir muchas con tanto tiempo. Los múltiples puntos de vista la hacen más ágil que muchas novelas de la época, de hecho durante muchísimos años fue considerada una novela de poca calidad, infraliteratura para las masas ignorantes y demás. Es cierto que puede hacerse pesado lo muchísimo que tardan en decirse que se quieren, que se apoyan y que unos son la guía de los otros, pero me temo que se debe a usos y costumbres, de nuevo, de la época. Eran más cursis desde nuestra perspectiva, qué le vamos a hacer.
Al final Drácula es indudablemente malvado. No tiene nada de romántico ni de idealista ni nada por el estilo que pudo verse en la mejor adaptación de la novela al cine, la de Coppola. Es un monstruo puro, el hombre del saco, el violador, el asesino en serie, el psicópata. Todos los que nos aportan sus testimonios personales a través de sus diarios o cartas hablan directa o indirectamente de él, nunca sabemos de primera mano qué piensa el conde. Drácula siempre está flotando en el ambiente, como una sombra ceniza que convierte toda lucha contra él en algo desconocido, siniestro, muy anterior a nosotros y peligrosísimo. El gran mérito de la novela y la fascinación posterior hasta hoy en tantos otros productos culturales viene de este logro tremendo del autor: Drácula se desliza entre líneas, entre las páginas, incluso cuando no se habla de él directamente.
Siempre se ha dicho que la novela trata muchos temas: la inmigración, la sociedad victoriana y su puritanismo, el colonialismo, etc, pero creo que casi nunca se menciona el más importante en la segunda parte. Es decir, el tema de la lucha contra el Mal. El Mal aquí es absoluto y nada relativizable: un monstruo quiere devorar y esclavizar a cuantos más humanos mejor. A través del ya famoso doctor Van Helsing y el resto de la cuadrilla se enfrentaran al Mal mediante el dinero, la razón y la actuación en grupo. No hay un heroísmo de un solo individuo, no hay un acto de voluntad contra voluntad (por más que se recalque mucho la importancia de no perder la fe). La victoria contra una maldad del nivel de Drácula sólo es posible con muchísimos medios económicos (y se expone así abiertamente en la novela), con mucho trabajo gris documentando y organizando los conocimientos y con una coordinación efectiva de un grupo de personas motivadas y decididas a llevar a cabo los planes. Puede entenderse que es una receta ilustrada y materialista de lucha contra la maldad, por vieja, poderosa y terrible que sea.
Sed felices.