Bienvenidos, auténticos creyentes, a La Tapa del Obseso, la sección de Raúl Sánchez.
Hoy hablaremos de una de las mejores colecciones del cómic anglosajón de este siglo, publicada dentro del sello Vértigo: Fábulas, de Bill Willingham y Mark Buckingham. En España la hemos visto publicada íntegra por ECC en 15 tomos que recogen los 150 números de los que consta la colección (además de incluir extras, especiales y demás).
Lo de reinterpretar los cuentos infantiles se ha hecho muchas veces. Es lo normal: cada generación necesita contar su propia versión de los mitos culturales que se repiten una y otra vez. Si en sus inicios los cuentos infantiles estaban repletos de violencia y finales aterradores, hoy en Occidente quien se las vea con cuentos infantiles sabrá que los cuentos que pueden comprarse han eliminado casi cualquier referencia a la violencia, seres malvados y demás. Hay una casi total ausencia de conflicto y posible peligro consecuencia de las acciones del protagonista. Más allá de que nos parezca que esto elimina una ansiedad innecesaria para los más pequeños o que se les está educando en la debilidad, la forma en que se cuentan los cuentos infantiles pertenece al espíritu de los tiempos.
Hacerlo desde el cómic tiene otro peligro añadido: la propia expresión gráfica y argumental de los protagonistas. Es fácil caer en una simplificación de las cosas y pasarnos de frenada, cayendo en el macarrismo con la intención de vender que lo nuestro es un relato adulto. Más aún si hacemos un cómic en Vértigo, donde en principio se supone que se hacen cosas destinadas a un público más maduro que el habitual en la gran escena estadounidense. La serie de la que hablamos, Fábulas, ha sorteado todos estos peligros espectacularmente. Lo ha hecho convirtiéndose en un clásico del cómic para adultos, ni más ni menos.
La historia en principio es simple. Todos los personajes de los cuentos y las fábulas son reales, pero tuvieron que huir de sus respectivos mundos y reinos por la invasión de un ejército comandado por un misterioso y desconocido líder, el Adversario. Y huyeron a la Tierra, a nuestro planeta. Escondidos en Nueva York gracias a la magia de algunas de las fábulas, intentando sobrevivir como pueden mientras sueñan año tras año con derrotar a los incontables ejércitos del Adversario y volver a sus respectivos y casi infinitos mundos. Como un grupo de refugiados, se organizan de un modo peculiar, intentando hacer que los humanos no sean conscientes que están allí. Pero el foco de las historias prácticamente nunca es ese.
Lo que hace fascinante a toda la serie es algo parecido, salvando las distancias, a lo que hacía fascinante a la primera mitad de la serie Galáctica. Es decir, cómo los personajes de los cuentos se enfrentan a un enemigo casi invencible que quiere aniquilarlos y a la vez a todo un conjunto de problemas internos de carácter político o militar. Esto unido a las muy diferentes personalidades de personajes como el mítico Lobo Feroz, Bella y Bestia, Cenicienta, el Príncipe Encantador, la bruja de Hansel y Gretel, el espejito mágico y demás. Personajes a los que se desarrolla en un sentido mucho más complejo y vergonzosamente realista psicológicamente que en cualquier representación infantil, como es obvio, pero sin dejar de mantener su trasfondo mítico (es por eso que aparece un personaje tan olvidado por los cuentos en los últimos años como el horripilante Barba Azul). La propia historia de Blancanieves es crudamente sórdida y despiadada, muy en consonancia con los orígenes violentos y ásperos de los cuentos infantiles, incluso va más allá (sí, pensaos lo peor cuando la historia nos habla de su “relación” con los enanitos).
El Lobo Feroz aparece como el detective y la policía de las Fábulas, gracias a la amnistía general que hubo tras la huída a la Tierra. Aparece como el clásico detective con gabardina, seco, contundente, muy perspicaz y terriblemente peligroso. Podríamos decir que funciona como el protagonista de la serie, ya que gran parte de los acontecimientos importantes pasan por él. Ejerce de garante de la seguridad de todos, pero se recuerda más de una y más de dos veces que antes de llegar a la Tierra el Lobo Feroz era el dios de los monstruos. La encarnación de la violencia, del asesinato de inocentes, de la brutalidad. En su forma humana la mayor parte del tiempo, Feroz es un héroe políticamente muy conservador, como no deja de recordar en sus intenciones amorosas o en el desempeño de sus funciones como protector de todas las fábulas. Es decir, actúa como policía y como director de inteligencia.
Porque otra de las cosas fascinantes de la historia, más que un desfile de todos los personajes de cuento que nos podamos imaginar, es cómo se plasma sin ningún tapujo ni paño caliente las operaciones de inteligencia de un país. Cómo usan sus limitados recursos para jugar todo lo sucio posible para sobrevivir como comunidad, cómo no dudan en usar lo que sea necesario para obtener información valiosa, cómo no hay código ético cuando es la supervivencia lo que está en juego. Esto con protagonistas de cuentos tomando papeles principales. Es absolutamente creíble como funcionan políticamente sus tretas, reuniones y toma decisiones a la hora de enfrentarse a los peligros, amenazas y fugas de información.
Es normal. Viven una realidad muy poco infantil, en la que casi siempre es una cuestión de matar o morir. En la que casi siempre hay magia, que actúa como tecnología punta a robar, usar y gestionar. En la que los errores acaban con una muerte seca, rápida y sin una segunda oportunidad. Es un mundo despiadado en el que los sacrificios son necesarios para preservar el bien común, y en el que apenas hay finales felices. Por supuesto, hay todo un juego de los autores con el tono y el desarrollo de la historia y las ideas clásicas que tenemos sobre los cuentos infantiles y sus protagonistas (es especialmente divertido el papel que juega Pinocho y cómo va evolucionando, hasta su fantástico y tronchante final). Todo el agobio, la paranoia, la permanente sensación de asedio consiguen condensarlo en una trama de espías mezclada a veces con una trama bélica y a veces con una trama detectivesca, sin renunciar nunca a todo el halo de leyendas y fantasía que es irrenunciable debido a cuales son los personajes protagonistas.
Una trama que se organiza en arcos, cada uno de ellos narrados con muchísimo cariño a los personajes pero también tomando al lector como un adulto. Es decir, no hay trampas argumentales ni trucos sucios de mal narrador. Las cosas tienen las consecuencias que deberían tener, no las que nos gustaría que tuvieran. Es un cómic que se lee sólo, sin dar marcha atrás a ver quién era aquel ni qué pasó antes, pero a la vez tiene suficientes juegos narrativos como para no ser simple. Tiene referencias a más personajes de cuento de los que yo, al menos conocía, siempre con más de un guiño al giro de tuerca que han llevado a cabo estética o esencialmente los autores.
Hay cómic bélico, hay cómic de género negro, hay cómic de espías, hay cómic fantástico y hay metacómic. Se permiten los autores incluso meter una personificación de los géneros artísticos como personajes (el bélico, el humor, el terror, etcétera) así como otra de los literales (falacia absurda, deus ex machina, etcétera), en un enfrentamiento en el que las fábulas de nuevo se juegan su existencia (¡y la de esta realidad!). A través de ahí caricaturizan los diferentes géneros y los enfrentan con las herramientas para manejarlos, en una contienda en la que los autores de tapadillo nos hablan de la relación de una obra con su creador. Esto mientras hacen un cómic entretenido y accesible a cualquier persona: sería inexplicable el éxito en ventas y crítica de Fábulas si fuera de otro modo.
Tuvieron problemas, vamos a decirlo, cuando los autores introdujeron una defensa directa del estado de Israel en boca del protagonista, Lobo Feroz. Más allá de que el cómic es políticamente conservador (no hay más que ver la principal villana del segundo arco, por poner un ejemplo) demasiados lectores izquierdistas interpretaron tal defensa de un personaje en el cómic como un acto de agresión en el mundo real. Pero, leyendo el cómic y conociendo la historia del Lobo Feroz, es perfectamente coherente que piense tal y como expresa en el cómic. Es decir, más allá de lo que opine cada cual del conflicto palestino en el mundo real (que no es un tema a tratar en un blog como éste) lo cierto es que es congruente y acertado que el Lobo Feroz diga lo que dijo. Contribuye a que el personaje y la historia sea creíble y nos haga disfrutar, más allá de la opinión política sobre el tema de cada uno al respecto.
Por acabar y repitiéndome, es un cómic que podemos meter dentro de los nuevos clásicos de este siglo XXI. Una lectura fácil, con suficientemente honestidad y complejidad como para atraparte con los personajes de cuentos infantiles de siempre actuando como un grupo asediado que toma, siempre, decisiones difíciles y con consecuencias imprevistas en el futuro. Una serie que da pena acabar de leer, dejándote con la clásica pena que da acabar algo que sabes que no vas a poder leer por primera vez de nuevo.
Sed felices.
Ya tenía ganas de leer la saga, pero después de leer tu artículo (que es magnífico, Raúl, enhorabuena) necesito leerlo YA.
Un abrazo!
Muchas gracias.
“Fábulas” es una serie fantástica. Aquí en España, completar la colección fue un suplicio. Por un lado empezó Norma, cobrando sus tomos a precio de oro; luego pasó a Planeta y de ahí a ECC, que compaginó los tomos en rústica con los de tapa dura.
Hay que destacar también que presenta varias partes: la Guerra contra el Adversario ocupa hasta el número 50 más o menos (escribo de memoria) y luego pasa a centrarse en otros contrincantes. Me gusta especialmente el cruce con Los Literales y me gusta mucho más la historia de los hijos de Lobo Feroz. Son muchos los temas que trata, muy complejos y admite muchas lecturas, demasiadas como para condensarlas en un post o en un comentario.
Te has dejado comentar el dibujo. La dos primeras imágenes son del primer arco argumental, dibujado por Lan Medina (que colaboró con Ennis en The Punisher) pero no se por qué alguien tuvo la brillante idea de sustituirlo por Mark Buckingham. La diferencia es abismal. Es impresionante como consigue narrar la historia la mismo tiempo que el marco se le come media página. Es un dibujante soberbio y creo que no se la he reconocido como merece.
Por último está el tema político. Si uno lee la entrevista a Bill Willingham que enlazas, pues sí, se le nota un cierto aire conservador pero, francamente, nunca he tenido esa sensación cuando leía la serie (tengo que releerla pero ya). Siempre entendí lo de Israel como algo propio del personaje. Y de todas formas, ¿qué más da? Me importa una mierda que Willingham sea de izquierdas, de derechas o pansexual. Es una serie tan bien escrita, tan bien dibujada, que es de esas series que dan sentido a los cómics. Un saludo.
Es cierto que he pasado más de puntillas por el dibujo y es totalmente injusto: tan pronto se mete en entornos urbanos, como en escenarios de fantasía heroica como en páginas de un cómic de miedo. Y consigue, a pesar de eso, mantener una unidad artística y pasar de un ambiente a otro sin casi notarse. Es algo raro de ver pero que normalmente suelo destacar, porque es de las cosas que más me gustan de un dibujante. Error mío.
Lo del tema político lo he puesto por curiosidad: el mundo del cómic suele ser mayoritariamente izquierdoso, con el anarquismo muy sobrerepresentado para lo que está extendido en la población general. En este caso sí es un cómic tirando a conservador: las propias ideas del protagonista sobre el matrimonio, quienes son los villanos (sobre todo en los primeros arcos como Rebelión en la Granja), de qué cosas se ríe el autor…pero vaya, estoy contigo, a mi me da igual si lo que me escriben o dibujan está bien.
Me refiero a Mark Buckingham, claro. Otra cosa a decir de él es cómo consigue transmitir la sensación de estar frente leyendas y prodigios en los momentos más de fantasía heroica. Es estupendo. Y dificilísimo de narrar con tanto personaje, cambio de tono y limitaciones en las páginas, como bien dices.