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Crítica de La casa Gucci (2021), impresionante drama familiar confeccionado a base de culebrón y sátira.

Lo confieso. Ridley Scott me recuerda a mi abuelo. Con 84 años, todavía se recorría los cerros de olivar de la finca familiar con más ímpetu que mi padre y un servidor. Actualmente, en 2021, el amigo Ridley se basta y se sobra para estrenar dos películas casi consecutivas. Todo esto tras haber producido la serie Raised by wolves, en la cual dirigió dos capítulos. Finalmente, ya tenemos aquí La casa Gucci, drama épico familiar que ha recibido críticas más negativas que El último duelo.

Crítica de El último duelo en Lascosasquenoshacenfelices.

Las 10 mejores películas de Ridley Scott. 

¿Queréis saber qué me ha parecido? Vamos a la crítica sin spoilers.

Adaptación del libro de Sara Gay Forden, publicado en 2001, ‘The House of Gucci: A Sensational Story of Murder, Madness, Glamour, and Greed’, La casa Gucci abarcan 22 años de la vida de la familia Gucci, en especial la relación matrimonial entre Maurizio Gucci, uno de los dos potenciales herederos del imperio de la moda, y Patrizia Reggiani, una mujer de casa trabajadora y tremenda ambición.

2Dirige, como he aclarado antes, todo un artesano como Ridley Scott, director de multitud de películas de todo tipo y condición, siempre bajo la sombra alargada de Alien, el octavo pasajero (1978) y Blade Runner (1982), pero contando con enormes éxitos como Thelma y Louise (1991), Gladiator (2000) o American Gangster (2010).

Sin embargo, si se puede emparentar La casa Gucci con alguna película del veterano director británico, esta es la polémica Todo el dinero del mundo, por eso de abordar la conducta de los archihiperultramegamillonarios de este pequeño planeta Tierra.

Eso sí, esta es la única similitud palpable entre ambas películas. Porque La casa Gucci es un culebrón, con todo lo que eso implica. Es una película excesiva a todos los niveles. Tono de voz, vestuario, música, escenas, maquillaje, pelucas, interpretaciones… Todo nos conduce a una sensación de irrealidad. De disfrutar de sorprendentes giros de guión que no son propios de la vida real.

Lo que pasa es que lo que narra La casa Gucci ocurrió de verdad.

Así, la película avanza a medio camino entre el drama familiar de altos vuelos y la sátira sobre cómo las clases sociales más elevadas resuelven problemas que todos tenemos de la manera más patética posible (gracias por el término, Adolfo). Sobre todo, es la historia de cómo el dinero corrompe los valores de los que tanto se jactan aquellos que lo poseen en exceso: familia, palabra u honor.

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Y, pese a sus dos horas y cuarenta minutos de metraje, no se hace nada larga. De hecho, se pasa volando. Y esto es gracias a esta sensación de desmadre contenido, a lo lujoso de los decorados, vestuarios (impresionantes los trajes tanto de hombres como de mujeres) y al buen hacer de su reparto.

Tras tantear a todas las actrices de moda de Hollywood, Lady Gaga se hizo con el papel. Una norteamericana conocida por su buen hacer con la música electrónica y su protagonismo en Ha nacido una estrella se convierte en una “mala” de telenovela italiana a medio camino entre Angela Channing y Sophia Loren. Y lo borda, interpretando a un personaje animal, desbordante de ambición y generadora en el espectador de sentimientos contradictorios. Del odio a la burla pasando por la compasión en una misma escena.

Le acompaña Adam Driver como el pusilánime Maurizio, que aporta una interpretación contenida en la que su presencia física es lo más importante. Luego tenemos el comentado papel de Jared Leto como Paolo Guzzi, una interpretación demencial que resume muy bien lo que es esta La casa Gucci: un actor irreconocible tras capas de maquillaje y peluca que interpreta un papel estúpido a niveles surrealistas. De los personajes más ridículos que recuerdo.

No podemos dejar de hablar de Jeremy Irons, que interpreta a ese noble narcisista que se cree tan superior al resto que solo quiere que los productos Gucci no salgan de un museo. Una persona que desprecia tanto a los demás que rechaza el contacto con todo lo que haya más allá a de su mansión toscana. Y mención aparte para Al Pacino, un viejo golfo que ha construido un imperio a base de esfuerzo y sudor y que solo quiere que este se perpetúe en su hijo y su sobrino.

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Aunque la película se centra fundamentalmente en la relación entre Maurizio y Patrizia, la película no depende de la potencia del personaje de Lady Gaga y sabe introducir subtramas como la deriva de Gucci durante finales de los 80 y los 90 que nos da una idea de cómo funcionaba el mundo de la moda por aquellos años.

Rodada con la puesta en escena artesanal ya conocida del director, quisiera remarcar una escena, para mí, inolvidable: aquella que transcurre durante el desfile más importante de Gucci durante los años 90, en los que Maurizio Gucci debería estar plenamente centrado aunque no puede evitar sentir el rostro diabólico de su mujer entre la multitud.

En definitiva, La casa Gucci es un infravalorado peliculón que exprime al máximo las posibilidades del libreto sobre la una de las familias italianas más ricas. Resulta inteligente el punto de vista que adquiere Scott, basado en el histrionismo de los personajes (reales) para enfatizar lo increíble de lo ocurrido y fomentar nuestra indignación (o compasión, que es que son muy tontos) hacia las clases más ricas. Todo ello con un tono de sátira aderezado por acertadas interpretaciones en un envoltorio lujoso. Lástima que se queden algunos detalles biográficos fuera de la película, como el tumor cerebral que afectó a Patrizia Reggiani a principios de los 90. Pero qué le vamos a hacer, no se puede tener todo. Y si no, que se lo digan a la familia Gucci.

Otras críticas de La casa Gucci. 

Un saludo y sed felices!

Nos leemos en Las cosas que nos hacen felices!

Fernando Vílchez
Fernando Vílchez
Comecocos. Intento aprender como si viviera para siempre y vivir como si hoy fuera mi último día...con las cosas que me hacen feliz.
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