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Las series que nos hacen felices: The prisoner y los inicios de la revolución televisiva

“¿Dónde estoy?”

“En la Villa”

“¿Qué quieren de mí?”

“Información”

“¿De qué lado están?”

“Eso no puedo decírselo…. Queremos información. ¡Información! ¡INFORMACIÓN!”

“No la tendrán”

“De algún modo, la obtendremos”

“¿Quién es usted?”

“El nuevo Número 2”

“¿Quién es el número 1?”

“Usted es el número 6”

“No soy un número ¡Soy un hombre libre!”

(Risa macabra de Número 2)

De esta peculiar manera nos introduce en su mundo The prisoner, una curiosa serie que me aventuraría a asegurar que muy pocos han visto, con una historia muy singular y que, a pesar de estar hecha en 1967, continúa teniendo una vigencia abrumadora. Una gran desconocida en el panorama televisivo y que, sin embargo, marcó un antes y un después, sirviendo como referente a muchas de las series que hoy en día alabamos. Mucho antes de que llegara David Lynch y nos hiciese estallar la cabeza con su maravillosa Twin Peaks en los noventa, The prisoner ya empezó a jugar en ese terreno, modelando y estableciendo las bases de lo que ahora conocemos como “Quirky TV”.

En este artículo, con suerte, conseguiré mostraros una de las series más rompedoras y especiales que he visto. Una serie que merece más reconocimiento del que recibe.

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Un poco de contexto, la televisión y su historia

Para comprender mejor The prisoner, creo que es relevante que hagamos un paréntesis para apreciar el panorama televisivo de la época. Nos encontramos en los años sesenta, en una especie de limbo televisivo, una etapa de transición. En los 50, la televisión empezó a reivindicarse como un medio capaz de mover masas, gracias a la incorporación de la publicidad, se convirtió en algo rentable y en lo que valía la pena invertir. Debido a este método de financiación, el éxito de una serie empezó a medirse con los números de audiencia, ya que cuantos más fueran los que viesen el programa, mayor era el escaparate de los anunciantes. Esta iniciativa acabó dictando el estilo de toda una serie de programas de la época. Puesto que se buscaba llegar al máximo número de personas posibles, la televisión se llenó de “programas de confort” por así decirlo, series agradables y ligeras que hicieran sentir bien al espectador y que no llevaran un componente de riesgo excesivo.

Debido a este fenómeno, la televisión se convirtió en un medio pasable. A diferencia de la literatura o el cine, donde la gente iba escogiendo qué es lo que desea ver, cuando alguien encendía la tele era para consumir cualquier cosa, buscando el programa que menos le desagradase. En los años sesenta, Paul L.Klein revolucionó la manera en la que las cadenas (CBS, NBC y ABC) actuaban. Estudiando los números y tipos de espectadores, llegó a la conclusión de que, de cara a los anunciantes, los números de audiencia no son tan relevantes como los sectores demográficos a los que se quiere llegar. Conociendo el perfil del espectador al que se está aludiendo, es más fácil y rentable invertir adecuadamente para las marcas publicitadas, prestando menos atención a las cifras. Esta nueva mentalidad liderada por Klein a mediados de los 60, se mostrará sumamente efectiva, catapultando a la NBC (cadena para la cual trabajaba) a la altura de la líder CBS, obligando a esta última a encabezar una de las purgas más grandes de la historia de la televisión, cancelando la mayor parte de su programación de éxito para apostar por otro tipo de contenido, renunciando a la parte de su audiencia de clase media y baja, en busca del ahora anhelado telespectador de mayor poder adquisitivo.

A partir de este cambio de “target” radical, durante los 70 y 80, se empezaron a impulsar otro tipo de series, con más presupuesto y que contribuían al crecimiento del formato en sí. Un cambio que se vio recompensado con la que es considerada como la Segunda Edad de Oro de la televisión a mediados de los 80 y 90, con series como Twin Peaks, Doctor en Alaska o Seinfeld.

The prisoner. Una propuesta atípica, plagada de significados ocultos y que aboga por profundas reflexiones y críticas a la sociedad. Propuesta que no parece encajar en un medio con una historia dócil y que tiende a generar la menor controversia posible. Una de las grandes excepciones a lo que en aquel momento era una tónica, y que marcó un antes y un después en el mundo de la televisión.

¿Cómo surgió The prisoner?

A principios de los 60, Patrick McGoohan protagonizaba una popular serie de espionaje llamada Danger Man. Harto de su canónico papel y motivado por sus ambiciones de hacer algo distinto, McGoohan comunicó a la cadena su intención de dejar el programa. Desesperados ante semejante noticia, consiguieron convencerle para que hiciese una última temporada a cambio de carta blanca para desarrollar su propia serie, una oferta que le daba completa libertad creativa y una oportunidad para explorar nuevos horizontes. Por supuesto, aceptó, y empezó a trabajar en su nuevo proyecto con George Markstein. Proyecto que acabó convirtiéndose en The prisoner, una serie producida, escrita, protagonizada y en ocasiones (aunque bajo seudónimos) dirigida por el mismo McGoohan. Serie que descubriremos muy influenciada por su estancia en Danger Man, aunque con su particular enfoque.

La idea que presentaron, convenció bastante a la cadena, que les encargó hacer el máximo número de episodios posibles con tal de venderlo posteriormente a la CBS. Pero McGoohan quería solo 7, así que viendo los 36 que la CBS demandaba, acabaron en un término medio de 17 capítulos con posibilidad de alargarla en función de la audiencia. Aunque no fue el caso, ya que la serie se vio abruptamente cancelada. Quizá su enfoque difiriese en exceso del tono de la época, de hecho, la CBS tuvo muchos problemas para encontrar una franja horaria en la que emitirla, debido al contraste con el resto de su programación. Quizá fuera demasiado para su tiempo.

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¿De qué va?

Cuando un importante agente secreto decide presentar su dimisión y dejar atrás sus días de acción, es misteriosamente secuestrado y trasladado a una remota y particular villa camuflada en forma de idilio, pero que no parece funcionar como ningún otro lugar. Calles impolutas, vestimentas extravagantes, comportamientos y costumbres extrañas, las personas son números sin nombre… Toda una serie de detalles que van otorgando al lugar de una tonalidad cada vez más oscura y misteriosa. Pronto, Número 6 (el personaje de McGoohan) descubrirá falsa esta utopía y se verá atrapado en este estrambótico reducto, retenido y torturado por un sinfín de emergentes Número 2 que no parecen cesar en su ímpetu por conseguir su tan anhelado fin: el porqué de su dimisiónCgwJd2xWgAIsef9.jpg large

El referente desconocido

The prisoner, plantea una dinámica de episodios aparentemente aislada y repetitiva, donde Número 6 es el sujeto de diversos experimentos con el único fin de conseguir que hable, mientras intenta escapar. Y aunque sí que es cierto que hay un desarrollo con continuidad a lo largo de los episodios, esta repetición malsana y malintencionada en la estructura, acaba significando una de sus características más especiales. La serie lidia constantemente con el fracaso, con la desesperación, con la angustia. The prisoner es prácticamente el mito de Sísifo. Es un viaje reflexivo e introspectivo por la frustración, y es que el título de “el prisionero” no es únicamente por la reclusión física de nuestro protagonista, la serie explora ese sentimiento en todas sus expresiones, con todos y cada uno de sus matices. Todos somos prisioneros de algo, todos arrastramos alguna cosa que no nos deja mirar hacia delante, que nos atormenta y nos mantiene atrapados en nuestra particular Villa.

Una serie muy especial e innovadora. Pocos productos hasta el momento habían lidiado con una componente especulativa y alegórica tan fuerte como lo hizo The prisoner. Una serie plagada de silogismos y que trataba al espectador de un modo completamente distinto al que se estaba acostumbrado, proponiendo algo más que un entretenimiento cualquiera. Y lo cierto es que sigue siendo algo diferente. Gracias a su estética atemporal, con una ambientación estrafalaria y futurista, que se ve desfasada pero preserva el encanto de la época, conserva esa magia a la hora de verla, y a pesar de ser del 67, sigue siendo sorprendentemente actual, por no decir que es ahora más actual que en su momento.

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The prisoner, ha sido una serie que ha marcado un antes y un después, de hecho, gran parte de lo que consumimos hoy en día viene directamente influenciado por ella. Para poner unos ejemplos del impacto que tuvo a posteriori, personajes de la talla de J.J.Abrahams, Alan Moore, David Lynch o incluso bandas como los Beatles o Slipknot; reconocen haber visto su obra muy influenciada por la obra de McGoohan y Markstein. Y estoy convencido que sin ella, las series distópicas y fantásticas que hoy consumimos como Black Mirror, tampoco serían lo mismo.

Así que si os interesan las series y su historia, creo que The prisoner es una opción muy a tener en cuenta. Sobretodo por su contexto, por el momento en que se hizo y cómo. Cuando se habla de la televisión y de los grandes referentes, muchas veces esta es la gran olvidada y, con el permiso de Alfred Hitchcock presenta y La zona desconocida, una de las más rompedoras.

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Pablo Ferrer
Pablo Ferrer
Proyecto de todo sin llegar a nada. Intento de guionista y en ocasiones me creo crítico. Vivo en una divagación constante y no me arrepiento de ello.
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3 COMENTARIOS

  1. Hola,
    no sé si serás buen, o mal, crítico.
    Pero lo que sí puedo asegurarte es que leyendo tus opiniones sobre las series The prisioner y Counterpart he decidido verlas.
    Ahora navegaré por el foro para ver qué opinión te merece Westworld.
    Buen artículo.

    Un saludo.
    Ramón

    • The prisioner es COJONUDA. De lo mejor que he visto. Eso si, es muy antigua por lo que no esperes nada de efectos visuales de ultima generación

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