Bienvenidos, auténticos creyentes, a La Tapa del Obseso, la sección de Raúl Sánchez.
Llevábamos tiempo sin leernos, ¿verdad, estimado Pueblo? Hemos estado entretenidos con cosas que van más allá de Twitter, de Instagram o de los vídeos de Youtube de adolescentes teóricamente expertos en cosas de mayores. En resumen, la vida 1.0 nos ha tenido entretenidos. Una muela por allí, trámites varios por allá, reuniones de vecinos por otro lado…no todo va a ser salvar a la hija del presidente de los Estados Unidos de una horda de vascos zombificados que hablan mejicano, claro.
Desde este vuestro amistoso rincón de internet debéis saber que todo esto de la vida fuera de Internet nos ha dejado como el Capitán América. No rubios, cachas ni guapísimos, no. Puede que ni siquiera mejores personas. Pero sí nos ha dejado fuera de nuestro tiempo. En los ratos de ocio hemos tirado de juegos de mesa de hace años (¡2016!). Nada de lo último ni de lo penúltimo. De cosas de hace años. En concreto, hemos tirado de Las Mansiones de la Locura.
Como todos estamos muy ocupados reenviando memes cuando hay partidos de fútbol o alguien famoso mete la pata vamos a resumir, como siempre. Las Mansiones de la Locura es un juego de mesa publicado por Fantasy Flight Games. Se basa en el universo de H. P. Lovecraft. Hay miniaturas, tiradas de dados y se usa una aplicación de móvil/de PC. Es el juego ideal por excelencia para introducir a gente ajena a los juegos de mesa modernos a cosas más complicadas que el parchís. Incluso a gente adulta. Ese sería el resumen.
Las Mansiones de la Locura es un juego sencillísimo de comprender a la hora de jugar. Es todo intuitivo a más no poder y en muy poco tiempo ya está explicado prácticamente todo lo necesario. Lo primero es coger a uno de los personajes disponibles, habiendo un poco de todo, desde artistas marciales a investigadores privados o gente que ha escapado de una secta. Cogemos su miniatura y su carta con sus habilidades. Luego se elige en la aplicación una misión. Desde aquí avisamos que el tiempo que pone que duran las misiones es orientativo y que en realidad es mucho mucho más.
La aplicación de Las Mansiones de la Locura es la que hará de Dungeon Master. En la primera edición del juego esa función la hacía un humano, en esta segunda edición todas las cosas de los monstruos y amenazas las hace la aplicación, pasando a ser un juego totalmente cooperativo. Así nos presentará los antecedentes de la misión y las primeras losetas, personajes y cosas varias que debemos ir poniendo por nuestra cuenta. Nos dirá vagamente de qué va el misterio y debemos ir al tún tún a ver si salimos vivos al menos de la broma.
En las Mansiones de la Locura tendremos de todo. Habrá peleas con monstruos. Habrá que resolver puzzles. Habrá que hablar con gente, recoger objetos, leer diarios y deducir quién es el que está ocultando el horrible misterio que igual se nos lleva a todos por delante. Habrá que correr, habrá que registrar cajones y habrá que coordinarse con los demás, que como hemos dicho no todos los personajes son igual de buenos precisamente en todo. Hay mucha variedad dentro de cada misión…y las misiones no pueden ser más distintas. Desde resolver un asesinato clásico a correr por un pueblo para acabar rápido con monstruo a huir de cierta ciudad con gente medio pez que nos quieren hacer al escabeche. Pasando por robos en bancos, viajes en tren con vagones que van desapareciendo o expediciones a lo más profundo y olvidado de la selva amazónica. La dificultad de Mansiones de la Locura es muy desigual, desde cosas tremendamente sencillas en las que es complicado palmar a la Huída de Innsmouth, en la que lo raro es no ser apaleado por una multitud de gente furiosa. Pero en cuanto a variedad de misiones es fantástico. Y muchísimas más si usamos cierta aplicación que te permite jugar a misiones hechas por el Pueblo.
Hemos hablado de las muy variadas misiones, de lo fácil que es ponerse y hacer una gran variedad de cosas en el juego, de las conversaciones entre todos para ver cómo salir vivos de la aventura, pero aún no de la ambientación. A decir verdad las miniaturas del juego base de Las Mansiones de la Locura original eran un poco chuchurrías, y con posteriores expansiones fueron mejorando algo, pero podemos decir que son un poco como los ingredientes de Telepizza: en teoría son distintos, pero distinguirlos a la hora de la verdad es más complicado. Las losetas, cartas o la propia aplicación sin embargo sí contribuyen a la inmersión en lo que se está contando y se está viviendo en el juego. También hay que decir que la enorme cantidad de cartas, losetas y miniaturas exige dedicar tiempo a pensar en la organización de todos los elementos para no tardar mil años en sacar un puñetero zombi cuando la aplicación diga que sale uno, por poner un ejemplo. Aunque la cantidad de categorías a usar para almacenar los elementos es bastante abarcable para un pringao medio (es decir, alguien como yo y como tú, querido lector).
Pero más allá de recomendar Las Mansiones de la Locura segunda edición por su variedad dentro de las partidas, por las conversaciones y chistes que genera (yo la última vez me tiré varios turnos intentando coger una escopeta del suelo mientras mi mujer y mi hija se las veían con montones de zombis y sectarios en la puerta de una capilla), por la enorme variedad entre misiones, por la entrada estupenda que es para cualquier persona al mundillo y por lo divertido que es hay que hablar de lo obvio: está todo complicadísimo de encontrar a estas alturas. Tanto tanto que por Wallapop es complicado hacerse con él en castellano, por más que haya sido un superventas y la comunidad de gente aficionada haya creado tantas aventuras por su cuenta, alargando en mucho la vida del juego.
En fin, aquí somos sobre todo de volver a proclamar nuestra furiosa felicidad, por más que la encontremos en juegos de hace casi una década, videojuegos que puedan tener más o incluso en la última serie de televisión tontorrona, faldicorta y alocada, porqué no. Lo importante es no vivir presionado en las cosas del ocio, como le pasa a la gente que necesita estar a la ultimísima o que reniega de todo aquello que ha surgido después de que él mismo dejara de tener 30 años. Relax. Felicidad. Amabilidad.
Sed felices.