Bienvenidos, amantes de lo desconocido, a la nave del misterio… Espera no, me he equivocado de introducción. Bienvenidos, de cualquier manera. Hace un tiempo, en un aburrido finde de enfermedad, habiendo explorado todo el catálogo de HBO y el 90% del de Netflix y sin películas de mierda de las que tanto me gustan, me encontré con la película La Llamada, la laureada creación de “Los Javis”. Javier Ambrossi y Javier Clavo merecían todas y cada una de las alabanzas que recibieron por su película. Reí, lloré y disfruté como hacía tiempo que no lo hacía con una película. Animada por el éxito, me atreví con su otra creación reconocida: Paquita Salas. La amé, y os explico por qué.
¿De que va Paquita Salas?
Antes, un poco de historia. Paquita Salas es la primera web serie de sus creadores, Los Javis. Fue emitida por Floxer, esa plataforma tan conocida y usada por todos, y más tarde, emitida por Neox. En 2017, Netflix se encargó de darle a Paquita un mejor atrio desde el que mirar con ojos brillantes a su público, y adquirió los derechos en exclusiva de la serie, además de catapultarla a una segunda temporada que verá la luz hacia el verano de 2018. Paquita Salas tiene cinco capítulo de 30 minutos cada uno, así que no os puede dar ninguna pereza. Mi compañero Toni ya lo comentó en esta casa.
Pero ¿Quién es Paquita Salas? Paquita Salas era el pez más grande del pequeño estanque de los representantes de actores en la década de los 90. Descubrió y catapultó a la fama a grandes actrices. Pero los 90 han pasado, y también los 2000, y en 2017 Paquita no acaba de encajar en el rápido mundo que vivimos. Su gran apuesta, y prácticamente la única, es Macarena García, la actriz a la que representa y por la que da la vida, y que la deja en el primer episodio.
Y así, con ese agridulce sabor, nos presentan a Paquita: Inteligente y capaz, pero algo ingenua y fuera de su sitio, desesperada sencillamente, por mantenerse en pie.
¿Quien merodea cerca de Paquita Salas?
Se me ocurren muchas razones por las cuales amar Paquita Salas. Pero la primera y principal es la propia Paquita. Brays Efe llena toda la pantalla siendo Paquita. Es como si, cuando se encendieran las cámaras, Brays desapareciera y Paquita tomara el control. Lo que dice, lo que hace, las decisiones que toma. Paquita lo hace, no un actor, ni Brays Efe. Un trabajo maravilloso de actor canario, que, de por sí solo, hace que la serie merezca la pena. He de decir que, personalmente, no conocía antes a este actor, del que empezaré a estar al tanto.
El resto del elenco no es que ayude, es que es imprescindible. Tenemos a Maui, la apocada secretaria, interpretada por Belén Cuesta, una asidua de los Javis. Maui es insegura, a pesar de su preparación. Después de verla de monja, pensé que me costaría verla en la piel de Maia. Pero Ambrossi y Calvo no se rodean de cualquiera. También tenemos a Mariona Terés, haciendo de ella misma, que es tan arrolladora y enérgica que arrastra al espectador hacia una historia que no esperaba encontrar, sin que oponga ninguna resistencia. Mariona y Maui son el complemento perfecto a Paquita Salas, como si cada una de ellas representara una parte de la personalidad de la protagonista. Y luego esta Lidia San José, haciendo de si misma también. Si no te acuerdas de ella, no pasa nada. Ni ella se acuerda de cuando trabajó por última vez. Lidia se ríe de ella misma con tanta naturalidad y de forma tan dulce, que no puede evitar pensar en si no se estará riendo de todos aquellos que decían que estaba acabada.
La serie aparece salpicada de grandes cameos, la gran mayoría de los cuales se interpretan a si mismos. Considero un éxito personal de Calvo y Ambrossi conseguir que grandes actores y famosos sean capaces de enfrentarse a la versión más caricaturizada de si mismos, sin dejar de transmitir esa naturalidad y ese respeto que transmite la serie. Ole.
Razones para amar a Paquita
Pero si hay una razón por la que ver, y querer, a Paquita Salas, es por el increíble e inesperado mensaje que transmite. Aunque, al ser un producto tan personal, cada uno lo interpreta a su manera, hay algo que extraemos de Paquita Salas: esperanza. Una esperanza basada en conocerse a uno mismo, comprender y aceptar nuestros errores y virtudes, y confiar. Al final, la serie nos habla de Paquita, y su miedo a quedarse atrás. De Maui, y su miedo a ser invisible. De Lidia, y su miedo al olvido. Todas ellas se unen en un viaje de descubrimiento sin saberlo, que las lleva por un camino que no es de éxito, sino de realidad. De una realidad bien vivida, en la que hay cosas que salen mal, y cosas que salen bien, pero lo importante es la forma de afrontarlas.
Y, desde luego, hay que ver Paquita Salas porque te hace reir. Te hace reir desde la empatía. Pasa por encima de la comedia histriónica, dándole un trasfondo, pero sin caer en ese cine social tan típico del producto cinematográfico español, y que no deja un mal sabor de boca.
En mi opinión, uno de los mejores productos españoles del catálogo de Netflix, una interesante reflexión sobre como seguir en nuestro camino a pesar de los tropiezos, de como ser valiente signifca mucho más que renunciar o ir a por todo. A veces, ser valiente es, ni más ni menos, que volverlo a intentar.
Y hasta aquí mi disertación, amigos de lo oculto. Nos vemos en mi próxima disertación sin sentido de ochocientas palabras, aquí, donde siempre. Hasta entonces… sed felices.