Hoy, en nuestra sección de retro-análisis, echamos ojo a Casino (1995), filme de Martin Scorsese que, con su particular ojo y reuniendo a unos impecables Robert De Niro, Joe Pesci, Sharon Stone y James Woods, arroja luz crepuscular sobre el esplendor y caída de las mafias que controlaron Las Vegas.
Bienvenidos a un nuevo retro-análisis, esta vez para analizar Casino, película de Martin Scorsese que no suele ser mencionada entre las mejores de su filmografía pero que muchos directores quisieran acreditar en la suya. Hoy vamos a desbrozarla…
Después de incursionar en el thriller de suspenso con El Cabo del Miedo (1991) y en el drama de época con La Edad de la Inocencia (1993), Scorsese regresa con Casino al cine que, tanto en lo económico como en lo artístico, más réditos le ha dado: nos referimos, claro, a sus películas sobre gángsteres. De hecho, hay quienes ven a Casino como continuación de Uno de los Nuestros (1990, conocida en América Latina como Buenos Muchachos), juicio apresurado que no escarba más allá de la forma (o quizás ni siquiera entiende la forma).
La película está inspirada en el libro Casino: Amor y Honor en Las Vegas que, escrito por el periodista policial Nicholas Pileggi (quien ya había coescrito con Scorsese el guion de Uno de los Nuestros), se basaba en sus propias investigaciones y los testimonios del apostador profesional Frank Rosenthal, cuya relación con los casinos y con la bailarina nocturna Geri McGee sirvieron de inspiración a la historia. La idea de Pileggi era publicar el libro y trabajar posteriormente en la adaptación cinematográfica, pero a Scorsese le gustó tanto el contenido que le animó a hacerlo al revés.
El elenco convocado incluyó a dos que ya habían trabajado juntos a las órdenes de Scorsese como lo eran Robert De Niro y Joe Pesci, además de una Sharon Stone en su mejor momento y un James Woods que, como siempre e injustamente en sombras, aporta eficazmente lo suyo.
Aunque aludido como Tangier, el casino al que hace referencia la película es el ya desaparecido Stardust Resort de Las Vegas y para dar más realismo a la recreación, el rodaje se realizó mayormente en el Casino Riviera (que desde 2015 tampoco existe). La entrada, no obstante, correspondía al Hotel Landmark que, a punto de ser demolido, estaba en sus últimos días. Y como Francis Ford Coppola en El Padrino (aquí retro-análisis), se echó también mano del testimonio de ex mafiosos reales, como Frank Cullotta, quien incluso tiene un cameo hacia el final.
La Historia
El filme comienza en 1983 con un sujeto que se sube a un auto para instantes después salir despedido entre llamas con una explosión. Se trata de “Ace” Rothstein, personaje interpretado por Robert De Niro y, como dijimos, inspirado en Frank Rosenthal.
A partir de allí, la película vuelve atrás para llevarnos a los años de esplendor de Las Vegas, ciudad en cuyas noches, se nos dice, no se ve el desierto que la rodea y que guarda en hoyos escabrosos secretos, pues allí es donde se dirimen y resuelven los problemas, como el propio filme acabará dando testimonio.
Asume además un tono casi documental a partir del relato en off que se va alternando entre Ace y su amigo de infancia Nicky Santoro (Joe Pesci). El primero fue llamado a Las Vegas para controlar el casino Tangiers a partir de su ganada experiencia como tahúr y pronosticador de carreras de caballos. Y con él llega Nicky para encargarse de los asuntos sucios con una despiadada frialdad rayana en lo psicópata.
Durante algún tiempo, tienen éxito en limpiar el casino de tramposos y estafadores, pero las cosas se comienzan inesperadamente a complicar cuando Ace se enamora a primera vista de Ginger McKenna (Sharon Stone), una prostituta cuyo trabajo es atraer clientes al casino y procurar que no se vayan fácilmente…
Él le propone matrimonio a poco de haberla conocido, pero a partir de allí las cosas comienzan a ir mal, pues ella no solo se entrega al alcohol y las drogas sino que además no puede desligarse de Lester (James Woods), el proxeneta que la crió prácticamente de niña y con quien sigue sosteniendo una fuerte amistad, al punto de auxiliarlo económicamente con dinero de Ace sin que este lo sepa.
A Nicky no le va mucho mejor: sus salvajes métodos han llegado a la justicia y se le ha prohibido pisar el Tangiers u otros casinos, lo cual hace que deba cambiar de rubro y dedicarse a los robos. Por cierto, él también es muy amigo de Ginger, al punto de ser el hombro que ella busca cada vez que está dolida y desconsolada por los arrebatos de violencia de Ace.
Cuando Las Vegas era Las Vegas
Como hemos dicho, Casino suele ser considerada como secuela de Uno de los Nuestros, no desde lo argumental, pero sí desde la temática. Hasta se puede decir que viene a cerrar una trilogía iniciada por Scorsese con Malas Calles (1973) o incluso verla como parte de una tetralogía que se cerrará con El Irlandés (2019): un tour de casi cinco décadas de películas de mafia, aunque extraña y paradójicamente el realizador no considera a Casino como tal.
Quizás su postura tenga que ver con dejar en ridículo a quienes lo acusaron en su momento de estar reciclando historias de sus anteriores películas. Pero hay una sustancial diferencia de enfoque en Casino al compararla con Uno de los Nuestros, pues el tema central no es una mafia en su apogeo sino en su declive. Nos habla de cómo el crimen organizado se apoderó de Las Vegas, pero sobre todo de cómo la perdió.
De hecho, hay algo de nostálgica ensoñación en los relatos en off que, por momentos de modo algo cansino, pueblan la primera mitad del filme para hacerse luego más esporádicos. Tanto Ace como Nicky añoran una Las Vegas que ya no es: son nuevos tiempos y los jefes mafiosos de otros días han sido reemplazados por corporaciones y multinacionales que no saben sobre márgenes de error ni dejan nada librado al riesgo o al azar.
Por el contrario, el personaje de De Niro insiste no solo en la inevitabilidad sino también en la necesidad, llegado el caso, de confiar en algo o alguien: de algún modo es lógico cuando procede de un mundo en el que imperan los naipes y los caballos, lo que implica confiar en la mano que a uno le toca o el animal al que se apuesta.
De hecho, él mismo hace su propia apuesta al confiar en una mujer que procede de un mundo dudoso, pero a la que se entrega con una devoción que, tal como ella le deja claro desde un comienzo, no es recíproca. Y en una apuesta equivocada se puede ir tu dinero o tu vida, pero de eso se trata…
En una lectura superficial, la idealización del pasado puede verse como romanticismo perverso, pero a lo que apunta en la película es a que, sin importar cuál haya sido ese pasado, siempre lo veremos como ideal si nos lo pasábamos bien…
Es equivocado entonces juzgar a Casino como nostalgia de una época en que las mafias dominaban Las Vegas en lugar de las multinacionales: sus personajes, más bien, idealizan un tiempo en que había mayor margen para la imprevisibilidad. ¿Y no hacen acaso lo mismo las historias de piratas o caeremos en el error de verlas como mera y trasnochada reivindicación del bandolerismo de alta mar?
Pero, además, el filme de Scorsese nos termina diciendo que a la larga y en definitiva no hay gran distancia entre jefe de la mafia y gerente de multinacional. Los métodos podrán ser más sutiles en unos que en otros, pero los dos quieren tu dinero y, en todo caso, los segundos llevan menos margen de error o posibilidad de fracasar en obtenerlo…
Elenco Impagable
Las ambigüedades de los personajes constituyen, como suele ocurrir en Scorsese, uno de los puntos altos del filme. Ace y Nicky pueden ser violentos con sus parejas o sus entornos cercanos, pero son encantadoramente dulces con sus hijos. Y Ginger puede sufrir reiterada violencia familiar, pero no le es impedimento moral para atar a su hija a la cama llegado el caso.
Robert De Niro entrega una composición notable, quizás de las mejores de su carrera al tener que interpretar a un hombre que se debate entre riesgos y certezas, que puede ser frío e implacable a la hora de eliminar al desleal o al tramposo, pero que no sabe cómo lidiar con Ginger, quien ha introducido en su vida un talón de Aquiles.
Y Sharon Stone, por supuesto, entrega también una actuación formidable que muchos críticos tildaron de sorpresiva al momento del estreno. No sé por qué: nunca fue mala actriz y venía de un personaje inolvidable en Instinto Básico (aquí retro-análisis de un servidor) que, en algún punto, conecta bastante con el de Ginger al usar la seducción como arma de manipulación.
Lo que sí es cierto es que Scorsese le da aquí un papel mucho más exigente al tener que encarnar a una dama de la noche atrapada en su propia espiral de decadencia y adicciones, interpretación que le valió un Globo de Oro y la única nominación de la película para los Oscar, aunque el premio terminó siendo para Susan Sarandon por Pena de Muerte.
En cuanto a Joe Pesci, es esta la tercera ocasión en que forma dupla con De Niro a las órdenes de Scorsese: había ocurrido tanto en Toro Salvaje (1980) como en Uno de los Nuestros y volvería a ocurrir en El Irlandés más de dos décadas después. Su personaje remite bastante al de Tommy DeVito en Uno de los Nuestros, aunque va mucho más al extremo y con menos límites.
De lo que no caben dudas es de su capacidad interpretativa y de improvisación. Suele sacar frases o gestos de la galera durante los rodajes, además de exhibir siempre una gran química con De Niro, tanta que parece que fueran amigos íntimos en la vida real. Quizás lo sean, no lo sé…
Lo que sí se sabe es que, según lo manifestado por Sharon Stone, ambos difieren radicalmente de los papeles misóginos y machistas que suelen interpretar. Por el contrario, afirma que son muy respetuosos y les tiene mucho cariño, no poca cosa siendo dicha por alguien que rara vez se ha callado a la hora de vituperar por sus actitudes a compañeros de set o a directores.
En cuanto a los personajes a que dan vida, volvemos al tema de la confianza y la lealtad: Ace se juega por Nicky cuando está siendo investigado por el FBI a pesar de los celos y sospechas que le genera su cercanía afectiva con Ginger. Y es increíble lo comprensivo y paternal que Nicky puede llegar a ser con ella en contraposición con la bestia sádica y descarnada que puede ser con otros…
“Si le daban un puñetazo, volvía con un bate de béisbol; si le amenazaban con una navaja, volvía con una pistola; y si alguien le venía con una pistola, ya podía matarle porque Nicky no le dejaría en paz hasta que uno de los dos estuviera muerto”, recuerda Scorsese al evocar el personaje.
Por último, pero no menos importante, tenemos a uno de los actores siempre relegados injustamente a roles secundarios: James Woods. Difícil entender por qué nunca pudo despegar con papeles principales (los que hizo no fueron en filmes de éxito), pero aquí construye formidablemente un personaje que mantiene con Ginger una relación especial, conflictiva y ajena a cualquier linealidad…
Lester ha sido su proxeneta, pero ella sigue manteniendo con él una amistad muy fuerte y difícil de entender para Ace. Y aquí seré yo el nostálgico del pasado pues hoy, probablemente, no sería bien visto incluir ese tipo de relación en un filme: los mensajes, lamentablemente, se han vuelto lineales y unívocos.
Es en definitiva en el cuarteto De Niro- Pesci- Stone- Woods donde la historia se sostiene, aunque no hay que desdeñar la presencia de los siempre sólidos Don Rickles, Alan King y Kevin Pollak, más el impagable guiño de incluir a L.Q. Jones, legendario actor de los westerns de Sam Peckinpah que tiene una única escena de importancia interpretando a un comisionado de policía y en la cual Scorsese le dijo que simplemente improvisara a los efectos de sonar lo más “del oeste” posible. Una de esas perlas que deleitan al cinéfilo…
Estética Alucinante
El uso de la violencia explícita ha sido siempre moneda corriente en el cine de Scorsese, aunque quizás nunca con un tono tan gore antes de Casino . Te pueden perforar el cuello una y otra vez con un bolígrafo para luego, ya muerto, molerte a puntapiés en el suelo, o limpiarte de un frío disparo en la sien cuando, feliz por haber tenido éxito en una presentación judicial, te aprestas a beber un té. Y casi siempre es obviamente Nicky el involucrado en tales episodios.
No caben dudas de que Scorsese es, junto con los Coen, uno de los directores que más influencia ha ejercido sobre el cine de Quentin Tarantino, pero quizás estemos ante uno de esos casos en que el alumno acaba por reinfluir al maestro, pues para la época en que se estrenó Casino, Tarantino ya tenía en su haber las aclamadas Reservoir Dogs (1992) y Pulp Fiction (1994), que habían llevado la violencia a extremos lindantes con el cine B.
Pues algo de eso puede apreciarse aquí y el círculo vicioso continúa girando, ya que el director de fotografía Robert Richardson se convertirá en el predilecto de Tarantino a partir de Kill Bill (2003) y prácticamente hasta el día de hoy. Por cierto, la fotografía de la película es maravillosa y se caracteriza por poblar las escenas con una monocromía solo interrumpida por el toque kitsch y disruptivo del saco de Ace (rojo o salmón) o el de Nicky (violeta).
Las tomas del desierto son igual de gloriosas que las urbanas y crean la sensación de que un ambiente fuera contraparte y a la vez complemento del otro. Pocas escenas tan magistrales en la historia del cine como la del encuentro en el desierto entre Ace y Nicky: muy impactante el ver al primero casi al borde del fotograma mientras la pantalla es ocupada por esa desolada vastedad en la cual, como se nos dice, nunca se sabe quién está enterrado.
Y ni qué hablar del reflejo del auto de Nicky cruzando a toda velocidad los lentes de Ace. O el ver a este en medio de la nube de polvo levantada por el mismo, perfecta metáfora de lo que para esa altura le está pasando tanto a su personaje como al crepuscular mundo de Las Vegas.
La banda sonora es otro punto alto, con un cancionero que cruza varias décadas y puede incluir a Tony Bennett, los Rolling Stones, The Animals, Muddy Waters, Otis Redding, Stevie Wonder, Little Richard, Fleetwood Mac, Roxy Music o The Moody Blues entre muchos otros, tantos que el álbum del soundtrack es doble. Y gran guiño, por supuesto, el de incluir a Frankie Avalon o Jerry Vale haciendo de sí mismos.
Valoración y Legado
La historia de Scorsese con los Oscar es bastante esquiva y conocida: ni Taxi Driver (1976) ni Toro Salvaje, filmes rupturistas si los hay, se alzaron con la estatuilla, del mismo modo que sus películas vienen últimamente teniendo montones de nominaciones pero ningún premio y no deja de ser paradójico que tanto el de mejor película como el de mejor director los haya recibido por Los Infiltrados (2006), un buen filme que está por debajo de Casino (ni qué decir de las otras dos mencionadas). A lo que voy es a que es casi un insulto que la película haya tenido una única nominación…
A propósito, no deja de ser un dato llamativo que ese año Sharon Stone compitiera como actriz principal contra Elisabeth Shue, quien también daba vida a una prostituta de Las Vegas, aunque el premio, finalmente, no sería para ninguna de las dos. En cuanto a los Globo de Oro, como dijimos, Stone logró alzarse con el de mejor actriz dramática y Scorsese estuvo nominado como mejor director pero sin ganarlo. Por lo demás y en contraposición con La Edad de la Inocencia, la película devolvió a Scorsese el éxito en taquilla que en su momento había tenido con Uno de los Nuestros y El Cabo de Miedo.
Posiblemente Casino no sea, como hemos dicho al principio, su mejor filme. Pero, ¡madre mía!… ¿cuántos quisieran tener uno como este en su haber? Sostenida en actuaciones brillantes y en una estética que es puro deleite visual sin renegar de lo chocante, es una cinta que se ve todavía mejor con el cristal de los casi treinta años transcurridos desde su estreno.
No es que la crítica la haya en su momento tratado mal, pero la pusieron algo por debajo de anteriores realizaciones del director. Y si bien es obvio que no estamos ante Taxi Driver o Toro Salvaje, es un crepuscular retrato de la mafia que, de manera casi imperceptible, arroja una crítica sobre el mundo actual que quizás no fuera del todo percibida en los noventa por estar todos en un mismo baile.
Una película casi perfecta, cuya única pega sean probablemente los tediosos e insistentes relatos en off de la primera mitad. Y como siempre decimos, la invitación a redescubrirla queda hecha.
Hasta pronto y sean felices…