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Retro-Análisis: Contact (Contacto, 1997), la eterna pregunta sobre si estamos solos

Hoy en nuestra sección de retro-análisis, revisitamos Contact (Contacto), filme de Robert Zemeckis de 1997 que, basado en una novela de Carl Sagan y protagonizado por la siempre superlativa Jodie Foster, adquiere mayor relevancia y legado al ser visto a través del tamiz del paso del tiempo.

Existen dos posibilidades: estamos solos en el universo o no lo estamos. Y ambas son igualmente aterradoras”… La cita corresponde a Arthur C. Clarke y aunque no está incluida en Contact, filme de Robert Zemeckis que hoy nos ocupa, podría perfectamente funcionar como resumen. Se trata, precisamente, de una película que aborda las preguntas que a la humanidad genera la posibilidad de vida extraterrestre inteligente y se plantea cómo podría ser el primer contacto.

Además y como atractivo extra, está basada en una historia de Carl Sagan, quien, en una combinación de las más difíciles de encontrar, fuera prominente científico e investigador, a la vez que gran divulgador e incluso se atrevió a escribir una novela, tal el caso, justamente, de Contact, publicada en 1985 y a la cual la película adapta.

De hecho, Contact es en realidad una historia concebida para el cine ya desde sus orígenes, puesto que Carl Sagan y su esposa Ann Druyan la venían pensando para una película desde 1979, pero diversos problemas fueron demorando el proyecto hasta que, cansado de idas y vueltas, él decidió publicarla como novela.

La idea de llevarla al cine fue retomada en los noventa, primero con Roland Joffé como director, pero se bajó del proyecto. Se apuntó entonces a Robert Zemeckis, quien declinó el ofrecimiento por no gustarle el final que pretendía Warner con “aliens angelicales abriendo el cielo y haciendo un show de luces”. Se contrató entonces al australiano George Miller (Mad Max) que, de hecho, fue quien trajo a Jodie Foster, pero la realización marchaba tan lenta que acabó despedido y volvieron a llamar a Zemeckis, esta vez con control artístico absoluto.

La Historia

La película comienza con una de las más impactantes escenas con que se haya iniciado filme alguno de ciencia ficción. Una toma del planeta Tierra se va alejando y, poco a poco, vamos viendo el resto de los mundos del sistema solar para luego seguir hacia las estrellas y finalmente ver la galaxia desde el espacio profundo. Y a medida que ello va ocurriendo, oímos de fondo transmisiones radiales nuestras que en algún momento habrán salido hacia el cosmos y andarán ahora perdidas por allí afuera o, quizás, hayan sido captadas por alguien…

El personaje principal es Ellie Arroway (Jodie Foster), científica que trabaja en el programa SETI a la caza, justamente, de transmisiones extraterrestres. Los flashbacks nos muestran que de niña (interpretada por Jena Malone) y estimulada por su padre (David Morse), mostraba ya una fascinación especial por la observación de las estrellas, así como por las transmisiones radiales en onda corta: de hecho, se convierte en clave el momento de captar una procedente de Pensacola, Florida, que le lleva a dibujar el lugar tal como lo imagina y que, ya veremos, tendrá fuerte significación simbólica hacia el final.

Ya de adulta y combinando sus dos pasiones, se desempeña en el observatorio de Arecibo, Puerto Rico, pero el programa se halla en problemas por la intención oficial de retirarle fondos, en lo cual se halla involucrado el fastidioso asesor presidencial David Drumlin (Tom Skerritt). Al ocurrir finalmente el cierre, Ellie queda totalmente descorazonada, pero dos hechos reencaminarán su vida para bien…

Por un lado, conoce a Palmer Joss (Matthew McConaughey), un profundo creyente que en algún momento quiso ser sacerdote, pero acabó dedicándose más bien a la teología y a escribir sobre ciencia y religión. Al ser ella atea, se genera un interesante antagonismo y, paradójicamente, atracción mutua.  Por otra parte y en el aspecto laboral, un misterioso y genial empresario llamado S. R. Hadden (John Hurt), ofrece a Ellie la posiblidad de seguir con lo suyo de rastrear señales del espacio, pero esta vez en el proyecto de Very Large Array (Nuevo México).

Es allí donde, finalmente y en forma de secuencia de números primos, pesca una transmisión procedente de la estrella Vega, a veinticinco años luz. Una vez traducidos los mensajes a imágenes, se halla contenido en ellos nada menos que el discurso de apertura de Adolfo Hitler en los Juegos Olímpicos de 1936 (primera emisión televisiva que pasó a la estratósfera), pero también una serie de dibujos que se corresponden con instrucciones para construir una nave espacial. En otras palabras: alguien allá afuera ha dicho en primer lugar “recibido” y, en segundo, “les estamos esperando”…

El Legado de Sagan

Cuando uno revisa la recepción crítica que la película tuvo en su momento, comprueba que fue en general buena y punto, pero viéndola hoy en retrospectiva, se pueden apreciar mejor sus méritos y legado. Por cierto: Sagan no llegó a verlo, ya que falleció siete meses antes del estreno y el filme, en ese sentido, es perfecto reflejo de sus ideas, dudas y convicciones o, lo que es lo mismo, su mejor legado. Obviamente, le está dedicado…

El primer contacto, de hecho, presenta rasgos ya por él imaginados y planteados a modo de hipótesis en sus libros de divulgación o en la excelente serie Cosmos: Un Viaje Personal.  Lo de los números primos, por ejemplo, ya estaba allí sugerido como ejemplo de posible forma de determinar si una señal es de origen inteligente o no.

Sagan fue también uno de los grandes impulsores del programa SETI, con lo que la película tiene algo de autobiográfico, inclusive en las disputas con el poder político pues, lejos de ser un conformista, mantuvo siempre un tono contestatario y descreído con respecto al mismo.

En su única experiencia como novelista, tiene mucho de Arthur C. Clarke, en cuya obra es bastante recurrente el tema de la súper civilización que entra en contacto con la humanidad (El Fin de la Infancia, 2001, Cita con Rama). Y las conexiones no terminan allí: muchos desconocen que Sagan fue uno de los consultores científicos durante el rodaje de la mítica 2001: Una Odisea Espacial, de Stanley Kubrick (aquí análisis).

Racional al extremo pero a la vez profundamente humanista, creó una historia que, desde luego, rezuma rigor cientíco por todos lados, introduciendo, por ejemplo, los conocimientos que, en ese momento recientes, se tenían sobre los agujeros de gusano.

Una Lograda Adaptación

Cuando uno compara la novela con la película de Zemeckis (guion de James V. Hart y Michael Goldenberg), encuentra cambios que conllevan pérdidas y ganancias, afortundamente más lo segundo que lo primero. El más obvio es que, a pesar de los ciento cincuenta minutos de metraje, la trama lleva un ritmo mucho menos pausado porque, claro, el cine implica otra paciencia.

El conflicto entre ciencia y religión está igual de presente que en la novela, pero con un rol mucho mas central, ya sea en la atracción de opuestos entre Ellie y Palmer o en la presencia de un movimiento cristiano fundamentalista cuyo demente líder (Jake Busey) intenta sabotear el proyecto de construcción de la nave.

De hecho, ese primer contacto con alienígenas remueve creencias (otra vez nexo con Clarke) y genera en ámbitos religiosos una hostilidad que se transmite al político. Así, interpelada en el Congreso a los fines de determinar su aptitud moral para representar a la humanidad ante un eventual contacto, se le pregunta a Ellie si cree en Dios, ya que no sería bueno que alguien que no lo hiciera fuese nuestro primer representante…

Sería un error, no obstante, reducir la película a simple alegato contra la religión. En todo caso, sí contra sus formas más anquilosadas o recalcitrantes, pero la fe tiene un importante lugar en la historia y en más de una forma: la tiene, desde ya, Palmer, casi un sacerdote sin sotana, pero también Ellie al confiar ciegamente y sin pruebas en los propósitos de los alienígenas. La conclusión quizás sea que el progreso, en definitiva, implica siempre algún momento en el cual haya que cerrar los ojos…

Y ya que hablamos de Ellie, su personaje es más interesante en la película que en la novela. Mucho tendrá que ver que le dé vida una garantía de solidez como Jodie Foster, pero también que, a diferencia de la “savant” (por momentos insoportable) que es en el libro, esté aquí más cruzada por tormentas internas, dudas e inseguridades que pueden hasta provocarnos identificación.

Matthew McConaughey, otra garantía, funciona para ella como perfecto complemento y también punto de quiebre, pues será después de conocerle que ya no estará tan segura de las cosas. Y allí hay que otorgarle un puntazo a Zemeckis porque su llegada, contrariamente a la de Foster, es ciento por ciento mérito suyo.

El elenco, además, incluye a James Woods, gran actor al que lamentablemente se ha encasillado en personajes turbios o corruptos (también aquí), así como al mencionado Tom Skerritt, eterna e injustamente condenado a secundario. Ni qué decir de John Hurt, actor de la hostia si los hay, o la siempre magnífica Angela Bassett dando vida a una jefa de gabinete presidencial que, por momentos, pareciera ser la única que da bríos a Ellie con lo suyo.

Como la Realidad

Zemeckis logra que un filme sobre contacto alienígena se vea creíble y ello no es poca cosa. No solo por el estricto racionalismo científico, sino también por la sensación de realidad que le da al incluir a reconocidos reporteros de la CNN o al propio presidente Bill Clinton como protagonistas.

Por cierto, tanto desde la cadena de noticias como desde la presidencia se quejaron de que no se les haya pedido autorización. Es cierto que ya Zemeckis tenía experiencia al haber hecho interactuar a Tom Hanks con Richard Nixon o John F. Kennedy, pero allí el tono de broma estaba claro, mientras que aquí se toman frases reales de Clinton para insertarlas en otro contexto y lo mismo ocurre con afamados periodistas o conductores televisivos, entre ellos Larry King.

Como en aquella célebre transmisión radial de Orson Welles, el conjunto genera sensación de programa informativo y por momentos parece que, más que una película de ficción, estuviéramos siguiendo noticias en tiempo real. Con ello, el filme consigue que veamos la historia no solo posible sino también bastante actual y más que cualquier invasión marciana.

Y no viene mal la alusión porque apenas un año antes se había estrenado Independence Day, donde la visión sobre los alienígenas y el poder político es diametralmente opuesta, además de estar la película tan plagada de lugares comunes y detalles inverosímiles que no hay forma de que luzca creíble.

De hecho y extrañamente, hubo al momento de estrenarse el filme quien se sintió estafado por no mostrarse los alienígenas en el final. Por el contrario, creo que es un gran acierto de Zemeckis el no haber actuado como lo hubiera hecho su mentor Steven Spielberg, quien estropeó una gran película como Encuentros en la Tercera Fase con un final que da vergüenza ajena (algo parecido hizo, pero con algo más de criterio, en A. I. Inteligencia Artificial).

No diré de qué modo se presentan los alienígenas en Contact, solo que remite en algún punto (y otra vez) a 2001. Y no es que no me gusten las películas que muestran extraterrestres; de hecho, me encantan, pero hay que ver el tipo de propuesta. En una historia como esta, en la cual los mismos se presentan a la humanidad como infinitamente más avanzados, inaccesibles y casi etéreos, creo que lo mejor es no hacerlo y que, en todo caso, nos quede la idea de que cada uno pueda darle la forma que más se parezca a lo que conoce o tiene en mente.

Haciendo una analogía, Palmer dice haber “visto a Dios”, un concepto tan elevado que asumirá distinto aspecto según quién lo imagine y me viene a la cabeza un excelente relato de Philip K. Dick titulado La Fe de Nuestros Padres. Con los alienígenas no es diferente: tal como aquí se los presenta, están tan por fuera de nuestra comprensión que no nos queda más remedio que remitirlos a imágenes que conocemos…

En otro orden de cosas, una importante diferencia entre novela y película es la ausencia de la guerra fría en la segunda. Tiene sentido: estábamos en 1997 y la misma era ya un recuerdo, como también la Unión Soviética. En el libro, anterior a la caída, el conflicto entre potencias tenía un lugar central y a la larga llevaba a que la solución fuera la colaboración más que la confrontación, línea muy semejante a la que planteaba (otra vez) Clarke en 2010: Odisea Dos, pero más marcadamente Peter Hyams en la adaptación cinematográfica de 1984 (aquí retro-análisis a cargo de un servidor).

El cambio es lógico, pero le quita algo de carácter internacional a la resolución de la historia, ya que en la novela eran cinco los lugares a ser ocupados en la nave y ello daba lugar a una mayor diversidad. En la película solo hay sitio para uno y acaba ocupado por una estadounidense.

Por cierto y más allá de los interesantes diálogos y debates a que da lugar, la forma de resolver quién será el elegido es uno de los detalles menos verosímiles de la cinta: el otro es la facilidad con que un fundamentalista religioso puede infiltrarse en la NASA durante un lanzamiento (aunque, a decir verdad, ya no sabemos qué pensar después de las Torres Gemelas). Lo que sí resulta premonitorio es que dicha agencia gubernamental comience a ser reemplazada por la iniciativa privada, tal como hoy estamos viendo con una carrera espacial que ya no es entre Estados Unidos y la Unión Soviética, sino entre Jeff Bezos y Elon Musk, a los cuales el personaje de Hurt remite bastante.

Por último, la banda sonora de Alan Silvestri y la fotografía de Don Burgess acaban de dar lucimiento al conjunto, lo mismo que los efectos visuales, que no se ven hoy para nada envejecidos y que tienen su gran momento durante el viaje con la secuencia del “agujero de gusano”. Y el final, lejos de ser cerrado y unívoco, nos deja dudando qué es lo que ocurrió exactamente; pero para bien, no para mal…

Valoración Final

Vista hoy, Contact es una película a la que, sin llegar a ser denostada, no se dio en su momento justo lugar ni reconocimiento. Viene a llamar nuestra atención sobre cuán poco probable es que estemos solos en la vastedad del universo a la vez que nos lleva a reflexionar sobre nuestras creencias o, quizás mejor, nuestra fe sin importar en qué.

Rigurosa en lo científico y sólida en los aspectos técnicos, constituye además el legado y quizás despedida de Carl Sagan, como también y a mi humilde juicio, una de las mejores películas de Zemeckis aunque no sea habitualmente reconocida como tal.

Obtuvo una única nominación al Oscar por sonido, pero perdió contra la (otra vez en mi humilde opinión) sobrevaloradísima Titanic (aquí retro-análisis), que arrasó con todo en esa entrega. También una única al Globo de Oro, en ese caso para Jodie Foster como actriz protagónica. Mejor la trataron los Premios Hugo (máximo galardón dentro de la ciencia ficción en cualquiera de sus formatos), que la vieron ganadora como mejor presentación dramática.

Y así como hemos señalado las obvias influencias de 2001, no es menos cierto que Contact influyó sobre mucho de lo que vino después: sin ir más lejos, Interstellar le debe muchísimo y repite a Matthew McConaughey. Si nunca le han entrado o dado una chance, no es tarde para hacerlo…

Hasta la próxima y sean felices…

Rodolfo Del Bene
Rodolfo Del Bene
Soy profesor de historia graduado en la Universidad Nacional de La Plata. Entusiasta del cine, los cómics, la literatura, las series, la ciencia ficción y demás cosas que ayuden a mantener mi cerebro lo suficientemente alienado y trastornado.
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