Hoy en nuestra sección de retro-análisis y a poco de estrenarse el anunciado y esperado remake, hacemos repaso de De Profesión Duro (Road House), clásico de acción de los ochenta que, con producción de Joel Silver y dirección de Rowdy Herrington, contribuyó a convertir a Patrick Swayze en ícono del género.
Bienvenidos a un nuevo retro-análisis que, en esta oportunidad y con motivo del próximo estreno del remake, está dedicado a De Profesión Duro (Road House), película de 1989 que, conocida en Latinoamérica como El Duro, marcaría el punto de despegue de Patrick Swayze como estrella del cine de acción además de convertirse con el paso del tiempo en clásico indiscutible del género.
El filme contaba con la producción de todo un especialista como Joel Silver, sin duda sinónimo de éxito y uno de los más emblemáticos productores de los ochenta detrás de títulos como Límite: 48 Horas, Comando, Arma Letal, Depredador o Jungla de Cristal entre otros. La dirección recaía sobre los hombros de Rowdy Herrington, constituyendo para este su primera experiencia en tal rol por haber hecho sus armas más bien como técnico electricista en varios filmes de terror o ciencia ficción de la década. No deja de ser un buen chiste que Rowdy (ruidoso) sea su verdadero nombre de pila…
De Profesión Duro es una de esas películas muy características de la época a las que se puede tildar de placer culposo. Tiene una trama bastante básica y algunos diálogos generan sonrisas, pero sin embargo y por alguna razón que trataremos de determinar, es una tontería que acaba funcionando…
A pesar de que la mayor parte de la trama se ambienta en el estado de Missouri, el rodaje fue realizado íntegramente en California, tal la razón de que en algún momento se vean montañas por detrás de los personajes, algo imposible de ver en dicho estado.
La Historia
Dalton (Patrick Swayze), de quien nunca sabremos en toda la película si es su nombre o apellido, es portero en un club nocturno de New York, donde debe encargarse de despachar a los que se ponen pesados. Algo de fama se habrá hecho porque desde la pequeña ciudad de Jagger (Missouri) llega el dueño de un bar llamado Double Deuce ofreciéndole una jugosa paga para contratar sus servicios de seguridad. Dalton acepta, pero pone la condición de que las cosas se hagan a su modo.
No es solo un tipo duro y experto en lucha y artes marciales; además ha estudiado filosofía, practica disciplinas de relajación, lo pasa leyendo y, a pesar del trabajo que hace, tiene un discurso de paz y amor sintetizado en la frase “en una pelea, nadie gana” (primera de las cuatro frases inolvidables de esta película).
Tras dejarle incomprensiblemente su Buick sesentero a un anciano y hacerse de un Mercedes usado en un compra-venta, llega a Jagger y le alquila a un granjero una austera habitación sin siquiera televisión (no necesita). En cuanto a su lugar de trabajo, es un caos de golpes, borrachos pendencieros, botellas que vuelan, sexo fácil y músicos que deben tocar tras una barrera por la lluvia de proyectiles. Al hacerse cargo de la seguridad, arenga a su personal con un discurso casi weberiano acerca de cuándo evitar la fuerza y cuándo utilizarla: “sean amables… hasta que ya no puedan serlo” (segunda frase).
En poco tiempo, logra poner el local más o menos en orden aun a costa, claro, de ganarse enemigos que cada tanto le destrozan el auto. Pero su verdadero problema no son ellos sino un mafioso local llamado Brad Wesley (Ben Gazzara), que es quien prácticamente controla la ciudad y tiene a la policía en el bolsillo, además de ser un hombre sin sutilezas. Al echar Dalton del Double Deuce a un sobrino suyo, Wesley le tomará entre ceja y ceja, a lo que se suma que los terrenos de su mansión, donde siempre hay clima de festejo, lindan con la granja en que vive Dalton.
Este último no solo conoce de filosofía, zen o tai-chi, sino también al parecer de cirugía ya que cose sus propias heridas (en tu cara, Rambo), aunque una profunda y hecha con cuchillo le obliga a asistir a la sala de primeros auxilios local y, tipo de suerte, es atendido por Elizabeth Clay (Kelly Lynch), una doc hermosísima. Pero también mala suerte, ya que en un pueblo chico – infierno grande es difícil que no esté todo interconectado ni las personas vinculadas entre sí, por lo que Elizabeth, como no podía ser de otra forma, es la ex de Wesley.
No quiero contar demasiado más sobre la trama en sí, pero ni falta hace decir que la cosa se pondrá muy pero muy violenta con muchas peleas, tiros y explosiones, en medio de todo lo cual arribará también al lugar Wade Garrett (Sam Elliott), amigo y mentor de Dalton que, a pesar de ello, no tiene empacho alguno en flirtear con la doctora.
Y si es tan Tonta, ¿por qué funciona?
Bien, digámoslo de manera sencilla: la historia es de lo más simplona, repleta de lugares comunes y hasta podría decirse carente de imaginación. Y sin embargo funciona. De Profesión Duro es una película de acción bien de los ochenta, en la cual no importa tanto que el argumento sea la gran originalidad, sino que entretenga y vaya si lo hace.
No se está, por lo tanto, descubriendo América si se dice que tanto los malos como los buenos están perfectamente marcados y no tienen matices, que los autos explotan al primer disparo o que hay una colección de frases de antología del tipo “el dolor no duele” (tercera) o “me follaba a tipos como tú en la cárcel” (cuarta).
De hecho y en lo básico, es argumentalmente una película clase B, pero con producción y actores clase A y hasta un camión-monstruo específicamente fabricado para filmar una única escena, sin perjuicio de que el paisaje de fondo pueda incluir, como fue dicho, extrañas montañas que poco tienen que ver con Missouri.
Pero algo tendrá para que todavía al día de hoy un veterano actor ya nonagenario como Sam Elliott siga diciendo que cada vez que alguien le reconoce y saluda, le menciona invariablemente esta película como la primera o quizás única que de él recuerda. ¿A qué se debe pues que haya sobrevivido de esa forma en la memoria del público? Pues a varios factores…
El Elenco Justo
En primer lugar, tenemos a Patrick Swayze, un actor prácticamente surgido del riñón de Francis Ford Coppola que, después de su primera quiebra, se dedicó a hacer películas de menor presupuesto con intérpretes jóvenes y desconocidos. Tal fue el caso de Rebeldes (The Outsiders, 1983), en la que Swayze compartía cartel con Matt Dillon, Rob Lowe, Emilio Estévez, Diane Lane, Ralph Macchio, Heather Langenkamp, C. Thomas Howell o Tom Cruise, todos para ese entonces ilustres desconocidos.
Pero mientras que todos sus compañeros de elenco tuvieron de allí en más un rápido camino ascendente, a él le esperaban varios años a la sombra hasta que en 1987 protagonizara, junto a Jennifer Grey, la exitosa Dirty Dancing.
Y si esa película le significó un espaldarazo en musicales y comedias románticas (su camino hacia Ghost), De Profesión Duro fue la que lo posicionó como actor de acción, género que también le calzó perfecto, al punto que dos años después coprotagonizaría junto a Keanu Reeves una de las mejores películas de acción de los noventa: la soberbia Point Break, insólitamente conocida en España como Le llaman Bodhi.
Es que por mucha envidia que nos generara a unos cuantos del sexo masculino, hay que reconocer que Patrick no solo tenía todo, sino que además hacía todo bien: era atractivo, tenía los ojos de nuestras novias encima, actuaba o incluso cantaba dignamente y si con todo ello no fuera suficiente, era además gran bailarín y luchador, como aquí demuestra.
Las coreografías de peleas, de hecho, son uno de los puntos fuertes de la película: están muy logradas y en su momento hicieron las delicias de los amantes de escenas de lucha, tanto gracias a él como a los hábiles ángulos y enfoques que consiguen las cámaras.
Pero además, Patrick compone en esta película una dupla sexy y de mucha química con una sensual y ascendente Kelly Lynch que, si bien venía de hacer Cocktail junto a Tom Cruise, Bryan Brown y Elisabeth Shue, era todavía para el público una virtual desconocida. A partir de aquí, sin embargo, quedaría identificada para muchos como “la doc de Road House” y ello le abriría puertas que, cuatro años más tarde, la llevarían a protagonizar quizás la mejor interpretación de su carrera al componer a una lesbiana despechada en la comedia Tres de Corazones.
Por cierto, Kelly Lynch llegó a la película en reemplazo de Annette Bening, que fue la inicialmente elegida, pero finalmente descartada por su poca química con Swayze, lo cual indudablemente fue un gran acierto.
Y si decimos que la química entre ambos funciona, es seguramente mérito de los dos, pero también de una fotografía y una iluminación que los saben aprovechar y que, como no podía ser de otra forma en los ochenta y primeros noventa, no privan al espectador de los consabidos momentos eróticos, teniendo las escenas de alcoba bastante piel de ambos en exposición…
Pero no todo se agota en ellos. La película cuenta además con un villano odiosamente inolvidable compuesto por Ben Gazzara y un Garrett que, encarnado por el siempre bueno y carismático Sam Elliott, se convierte a partir de su irrupción en el filme en complemento perfecto para Swayze, lo cual no le priva de jugar al trío con él y Lynch, aunque más no sea en sugerente fantasía que no llega a concretarse.
Estética y Música
Otro de los puntos altos del filme es el bar como ámbito nocturno y universo propio. Soy de los que creen que los bares son mundos aparte y me gusta cuando un director sabe captar eso. Álex de la Iglesia lo consigue de manera genial en El Bar, aunque en formato diurno. Pero la nocturnidad de puertas adentro, esa que nos da la sensación de que al trasponer el umbral entramos en una dimensión paralela con reglas propias, es algo magistralmente logrado por Walter Hill en Cruce de Caminos (inigualable) y tiene también en De Profesión Duro un perfecto exponente.
De hecho, la película transcurre en su mayor parte de noche y sus momentos desencadenantes tienen lugar durante la misma, siendo las escenas de día más bien circunstanciales o complementarias.
Por último, pero no menos importante, la banda sonora del gran Michael Kamen se complementa perfectamente y sin conflicto alguno con la música de rock, blues, soul o rhythm & blues que suena a lo largo de la cinta y que tiene como principal estrella a Jeff Healey, el enorme guitarrista ciego que aparece liderando la banda estable del Double Deuce (otro punto de contacto con Cruce de Caminos, en donde aparecía Steve Vai).
Así, en versiones interpretadas por su banda, suenan clásicos inmortales de The Doors (Roadhouse Blues) , Willie Dixon (Hoochie Coochie Man), Bob Dylan (When the Night comes falling from the Sky), Creedence Clearwater Revival (Travelin´Band), Eddie Floyd (Knock on wood) o Wilson Pickett (Mustang Sally), siendo una verdadera pena que en el álbum del soundtrack varias de esas canciones hayan sido omitidas.
También se oyen, pero con sus propias voces, a Otis Redding y Bob Seger e incluso Patrick Swayze que, repitiendo la experiencia que tan bien le saliera con Dirty Dancing, interpreta un par de canciones y es incluso coautor de una de ellas.
Valoración y Legado
Si has leído hasta aquí este artículo sin haber visto De Profesión Duro, es posible que te quedes con la idea de que es una mala película. Pero si la has visto, entenderás que este es uno de esos filmes que son buenos y malos a la vez, pues por mucho lugar común o historia manida que le encuentres, atrae de una forma que te mantiene pegado de principio a fin y acaba haciéndote preguntar por qué ya no se harán películas así…
De Profesión Duro pertenece a una época especial y única en que no había lugar para la autoindulgencia ni las disculpas. Es un producto bien logrado, que busca entretener y lo consigue merced a un consabido cóctel de acción, romance y erotismo, al que hay que sumar el carisma de Patrick Swayze y los buenos desempeños de quienes lo acompañan.
Inútil tratar de ver el filme con ojos intelectuales: si vas a buscar expresionismo alemán o neorrealismo italiano, deberás buscarlo respectivamente en el expresionismo alemán y en el neorrealismo italiano, pero claramente no aquí…
No es que la película haya sido un éxito arrasador a su paso por los cines, pero su fama comenzó a cimentarse al ser lanzada para el medio hogareño, convirtiéndose sin duda en uno de los VHS más requeridos hacia finales de los ochenta y perdurando como clásico de culto hasta el día de hoy. Una pena, eso sí, el final de Patrick, a quien después de protagonizar con gran suceso la serie La Bestia, le fuera diagnosticado a principios de 2009 un avanzado cáncer de páncreas que no solo le privaría de rodar una segunda temporada, sino que además le llevaría en poco tiempo a un trágico final.
El filme, por otra parte, tuvo una flojísima “secuela” en 2006 titulada Road House 2: Última Llamada, la cual, dirigida por Scott Ziehl y protagonizada por Johnathon Schaech, fue directamente al video casero sin paso por los cines. Uno se preguntaría a quién se le podía ocurrir que una secuela funcionase sin Swayze, pero en realidad hay muy poco en la película que ayude a definirla como tal y hasta deja la sensación de no haber sido rodada con ese fin, sino que se le inventó ese título solo para promocionar el simultáneo lanzamiento en DVD de la original.
Y en pocos días más conoceremos el remake en Prime Video, que vuelve a estar producido por Joel Silver, pero cuenta en esta oportunidad a Doug Liman como director y a Jake Gyllenhaal como protagonista, lo cual no deja de ser una enorme coincidencia considerando que tanto él como Swayze estuvieron juntos en Donnie Darko (aquí retro-análisis de un servidor). Seguramente estaremos analizando el filme en esta web y si quieren saber más, les dejo artículo y tráiler en su momento publicados.
Esperamos, eso sí, que haga algo de justicia al original o logre al menos rescatar parte de su magia…
Hasta la próxima y sean felices…