Hoy le sacamos lustre a Días de Trueno (Días de Truenos para América Latina), película de 1990 que, dirigida por Tony Scott y con producción de Don Simpson y Jerry Bruckheimer, aborda el mundo de las carreras NASCAR con Tom Cruise en el papel principal secundado por Robert Duvall, Michael Rooker y Nicole Kidman, a la postre su esposa y con quien volvería a compartir cartel en otros dos filmes.
Hacia finales de los ochenta, Tom Cruise era uno de los más exitosos actores jóvenes de Hollywood. A pesar de haber pasado en sus inicios por manos de prestigiosos directores como Franco Zeffirelli, Francis Ford Coppola o Curtis Hanson fue, en 1986, Top Gun (aquí retro-análisis), la película que lo elevó a categoría de estrella, aunque también lo encasilló en personajes similares durante los años sucesivos y Días de Trueno (Days of Thunder), de Tony Scott, no fue la excepción.
Las similitudes entre ambos filmes son claras y no podía esperarse otra cosa al repetirse director y actor principal. Los aviones de combate son reemplazados por autos de carrera y Cruise no pilota un F-14 sino un Chevrolet para competencias NASCAR, uno de esos tantos fenómenos particularmente populares en Estados Unidos, pero no tanto en el resto del mundo.
La Historia
Tom Cruise da vida a Cole Trickley, joven piloto que viene cosechando éxitos en carreras de monoplazas y que es reclutado por Tim Daland (Randy Quaid), magnate de concesionarios que quiere montar un equipo competitivo para la Copa Nascar. A tal fin es también convocado Harry Hodge (Robert Duvall), constructor de automóviles en retiro que regresa al ruedo después de que una traumática experiencia con la muerte de un piloto lo alejara de los boxes.
Cole es arrogante y presuntuoso, pero pronto debe admitir que hay cosas que desconoce: sabe cómo conducir un auto, pero no tiene idea de lo que ocurre adentro y ello hace que Harry deba someterlo a un entrenamiento riguroso por considerar que eso es esencial para interactuar y complementarse adecuadamente con el vehículo. Debe además soportar la competencia y rivalidad del piloto Rowdy Burns (Michael Rooker), quien se vale de trucos sucios para aventajarlo en las carreras.
No contaré mucho más por si no la han visto, pero un accidente compartido hará que ambos acaben en el hospital y ello les llevará a redefinir la relación que vienen sosteniendo, además de que Cole comenzará a comportarse de modo menos altanero y más aún después de conocer a su neurocirujana, la bella doctora Claire Lewicki (Nicole Kidman), que le influirá en tal sentido y con quien iniciará una relación. Por otra parte, y al ser Rowdy tempranamente redimido por el guion, tomará su relevo otro villano antagonista (Cary Elwes) o no habría más película…
Fórmula Repetida, pero Eficaz
Hablábamos antes de puntos de contacto con Top Gun (aquí retro-análisis) y, por cierto, son muchos y harto evidentes. Tom Cruise vuelve a encarnar al muchacho novato que cree saberlo todo, pero al que un mentor y guía ayuda a entender que no es así. Esa misma situación, de hecho, no solo está presente en Top Gun, sino también en El Color del Dinero (Martin Scorsese, 1986), donde no hay autos ni aviones pero sí mesas de billar y el mentor en cuestión es interpretado por Paul Newman. O en Cocktail (Roger Donaldson, 1988), donde Bryan Brown encarna a un experimentado barman que lo instruye y forma en los gajes de su oficio.
Pero volviendo específicamente a las comparaciones con Top Gun, está también, desde luego, la muchacha con formación científica (astrofísica en un caso, neurocirujana en el otro) que ocupa con respecto a él una posición jerárquica o está al menos en situación de darle órdenes y consejos que le ayudarán a lidiar con el mundo y aceptar que no es perfecto. Es curioso que en ambos casos y a pesar de sus altas formación, experiencia y posición, sean mujeres que parecen comportarse como adolescentes quinceañeras al largar todo por un joven apuesto, exponiendo incluso sus propias carreras.
No obstante ello, el personaje de Kidman me gusta más que el de Kelly McGillis por ser más humano y sin tanto aire de devoradora, además de mostrar con Cruise una química especial que no en vano los terminará llevando al altar en la vida real y a repetir pareja actoral en Un Horizonte muy Lejano (Ron Howard, 1992) y Eyes wide shut (Stanley Kubrick, 1999). Él volverá, en el futuro, a actuar con algunas de sus sucesivas parejas, pero con ninguna conseguirá otra vez esa química.
En cuanto a Tony Scott, no era aún el director que sería después, sino casi el más americano de los directores británicos y que, a pesar de haber debutado con una interesante y personal propuesta de terror como El Ansia (1981), formaba parte de esa escuela de realizadores tan exitosa en los ochenta que, tomando recursos de la publicidad o el videoclip, privilegiaban la forma por sobre el contenido sin empacho de recurrir a fórmulas y lugares comunes (Adrian Lyne fue otro referente emblemático).
Muy distinto era para ese entonces el prestigio que, con credenciales propias de cine de autor, se había ganado su hermano Ridley Scott a través de filmes como Los Duelistas (1977), Alien (1979) y, ni qué decir, Blade Runner (1982) de la cual pueden aquí leer el retro-análisis de un servidor.
Sin embargo, la cosa cambiaría en los años sucesivos y Tony adquiriría el respeto de la crítica especializada con filmes llenos de grandes diálogos como El Último Boy Scout (1991), Amor a Quemarropa (1993) y Marea Roja (1995), en los dos últimos casos con el aporte de Quentin Tarantino en el guion (acreditado o no). De hecho, en algún momento, hasta pareció ubicarse por sobre su hermano al volverse el talento de este más intermitente.
Pero Días de Trueno, a pesar de contar en el guion al oscarizado Robert Towne de Chinatown (Roman Polanski, 1984), encaja todavía en su línea de filmes anteriores: una historia con moraleja de superación en la que todo luce tremendamente americano desde el momento de poner a las carreras NASCAR en el centro de la trama.
Vértigo y Confusión
Al igual que ocurre con el fútbol americano o el roller derby, el NASCAR constituye un fenómeno bien local y nacional en el que tiene especial lugar el roce físico (entre autos, claro) y parte de la estrategia consiste en desplazar al rival o hasta arrojarlo contra un muro. Se podría trazar un paralelismo con el individualismo competitivo y por momentos caníbal del estilo de vida americano, pero no quisiera hacer tan sociológico el artículo.
Lo cierto y concreto es que las carreras ocupan en la película un lugar central y, para darles realismo, se incluyeron escenas de competencias verdaderas haciendo participar de las mismas a los autos del filme para que no parecieran estar en otro mundo. Incluso hacen cameos de sí mismos prestigiosos pilotos de la especialidad como Richard Petty, Rusty Wallace y Neil Bonnett, o también reconocidos comentaristas y periodistas de las más importantes cadenas de noticias.
Eso sí: al igual que ocurría en Top Gun con escenas de aviones en las cuales uno no sabía si estaba subiendo, bajando o girando, también aquí el frenesí hace que por momentos los autos desfilen por la pantalla de manera vertiginosa mientras el rugir de los motores, los insistentes carteles de publicidad y las comunicaciones desde boxes forman un conjunto en el que no se sabe bien qué está pasando.
Ello podría quizás resultar aburrido para quien no esté familiarizado con el NASCAR, pero Scott logra que la confusión, como en una montaña rusa, se convierta en contagiosa adrenalina y terminemos diciendo “no sé qué está sucediendo, pero vaya que mola”…
Todo en su Justo Lugar
Y así como Scott no es todavía el director que será luego, otro tanto ocurre con Cruise como actor. Ojo: ya había tenido momentos de clara evolución en Rain Man (Barry Levinson, 1988) y Nacido el Cuatro de Julio (Oliver Stone, 1989), filmes ambos que le hicieron crecer actoralmente aun cuando no dejara de interpretar a personajes inicialmente presuntuosos que acababan chocando con la realidad o descubriendo un nuevo sentido a sus vidas. Su personaje en Días de Trueno, por lo tanto, podría ser visto como una involución o quizás mejor como una despedida…
Nicole tampoco es la actriz que después será (de las más versátiles de Hollywood), pero cumple y aporta a su personaje el toque de mesura necesario para encaminar al protagonista, en tanto que Michael Rooker, vaya a saber por qué, es uno de esos talentos nunca valorados en su justa medida. El desempeño sobresaliente, no obstante, es sin duda el de Robert Duvall, cuyas credenciales hablan por sí solas y lo convierten en garantía absoluta haga lo que haga.
El guion está lejos de ser memorable, pero cumple a los fines de la película sin necesidad de estridencias, lo mismo que la correcta fotografía de Ward Russell, quien debutaba en tal rol luego de haber sido jefe de iluminadores en Top Gun. Las localizaciones están realizadas en Charlotte y Daytona Beach, mientras que la música está a cargo de Hans Zimmer, que por ese entonces venía de la nominación al Oscar por Rain Man y volvería trabajar con Scott en Amor a Quemarropa.
No obstante y al igual que en Top Gun, cobran importancia en la banda sonora las canciones que impregnan al filme con elementos de videoclip, en este caso a cargo de Elton John, Joan Jett ,Cher o Chicago, mientras que The Last Note of Freedom fue compuesta e interpretada especialmente por David Coverdale (cantante de Whitesnake y ex Deep Purple convocado a pedido del propio Cruise).
Por su parte, Break though the Barrier, a cargo de Tina Turner, era un tema inédito y sobrante de las sesiones del álbum Foreign Affair .
También merece destacarse la inclusión de Knockin´on Heaven´s Door, cover del clásico de Bob Dylan en versión de los Guns n´Roses, que recién lo incluirían al año siguiente en su álbum Use your Illusion II, lo que convierte a esta en la primera edición oficial en estudio.
Valoración Final
Días de Trueno no es una película rupturista ni que cambie la historia del cine. Es una cinta bien de los ochenta a pesar de ser rodada y lanzada en 1990 (aunque dicen las matemáticas que ese año sigue correspondiendo a tal década).
Con las consabidas dosis de romance y adrenalina, es la clásica historia del muchacho novato, rebelde y exitoso que debe aprender a tomar conciencia de sus limitaciones y de que no puede resolverlo todo. Y tiene en su centro a una pareja con una química única y equiparable a la de Richard Burton – Liz Taylor, por nombrar otros que compartieron tanto habitaciones como sets de filmación.
Es también la tan recurrente historia del antagonismo entre rivales que acaba deviniendo en amistad y respeto mutuo, teniendo no solo puntos de contacto con Top Gun y otras de la filmografía de Cruise, sino también con Rocky: el cruce verbal del hospital en el que Cole y Rowdy ocupan sendas sillas de ruedas remite mucho al de Balboa y Creed en el comienzo de Rocky II (1979) aunque, siendo pilotos en lugar de boxeadores, es lógico que la cosa acabe en carrera de sillas (homenajeando a la vez a la escena que hizo Paul Newman para La Última Locura de Mel Brooks (1976).
Pero a pesar de sus lugares manidos, la historia funciona y entretiene constituyendo quizás la última película en ese estilo tanto para Scott como para Cruise y probablemente también la despedida de un cine de los ochenta que ya no volvería. No en vano y a pesar de sus convencionalismos, el mismísimo Quentin Tarantino dice considerarla como la mejor película de alto presupuesto sobre carreras de autos y mi compañero Carlos, cuya opinión es para mí igual de válida que la de Tarantino, la incluye en su listado de los mejores filmes de dicha temática al que invito, desde luego, a echar ojo.
La cinta tuvo buen desempeño en taquilla, aunque sin las cifras de Top Gun, no obstante lo cual y tal como he dicho en el título, me gusta más. Lo sé: muchos querrán asesinarme y me hago cargo, pero aun cuando le reconozco a Top Gun su indudable valor icónico, creo que la de Días de Trueno es una historia mejor contada, menos histérica y que se cierra de modo más convincente (aquel diálogo final entre Cruise y McGillis está para mí entre los cierres más detestables de la historia del cine): al menos no busca convencerte de que pilotando autos tendrás asegurados el éxito y las mejores mujeres.
El filme ayudó además a difundir las competencias NASCAR fuera de Estados Unidos e incluso dio nombre a las series ASCAR que se desarrollaron en Europa entre 2003 y 2004. Inspiró también un par de videojuegos, uno de los cuales, desarrollado para la NES original de Nintendo, no vio en su momento la luz y permaneció en sombras por casi tres décadas hasta ser descubierto y restaurado para su lanzamiento en 2020. Asimismo, fue lanzado en 2011 un Days of Thunder para Playstation 3 con su correspondiente versión para XBox 360.
Si nunca han visto Días de Trueno, vaya especialmente recomendada para quienes gusten de los autos, pero también para quienes añoren un cine que ya no se hace y que no pretendía más que lo que conseguía.
Hasta pronto y sean felices…