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Retro-Análisis: Donnie Darko (2001), una historia de alienación, conejos y viajes en el tiempo

Hoy en nuestra sección de retro-análisis hacemos repaso de Donnie Darko (2001), película independiente dirigida por Richard Kelly que, prácticamente ignorada al momento de estrenarse, acabó convirtiéndose en clásico de culto e instalándose en la cultura popular como uno de los filmes más originales sobre viajes en el tiempo.

Bienvenidos una vez más a esta sección de retro-análisis que tanto nos gusta y que, espero, a ustedes también. Cuando hace algo más de tres años me tocó reseñar y analizar la tercera temporada de Dark, mencioné que el traje de esqueleto de Mikkel era claro homenaje al de Donnie Darko. Volviendo a ver la película, puedo advertir que la serie alemana contenía muchas más referencias que se me habían pasado.

Donnie Darko es una película de 2001 y ópera prima de Richard Kelly. De esos títulos que, habiendo fracasado en taquilla al momento de su estreno, se convierten con los años en fenómeno de culto y hasta cobran carácter icónico.

Clasificarlo no es fácil: hay ciencia ficción, terror, thriller psicológico, drama juvenil existencial y un toque de surrealismo, todo unido en una narrativa que, con guion del propio Kelly, convierte al caos en virtud merced a un poco convencional manejo de personajes y tiempos. Tiempo, sí: esta película tiene por cierto mucho que ver con ello…

La Historia

Comienza un 2 de octubre de 1988 en la pequeña comunidad de Middlesex, Virginia, faltando veintiocho días y algunas horas para la noche de Halloween y, al parecer, también para el fin del mundo. Al menos esa es la información que recibe Donnie (Jake Gyllenhaal), joven que bordea la alienación y hace terapia para resolver sus problemas de sonambulismo y esquizofrenia.

Su madre (Mary McDonnell) está preocupada por sus largas ausencias durante la noche que, como toda madre, relaciona con drogas y sexo. La realidad, sin embargo, es que las salidas de Donnie tienen que ver con encontrarse con un amigo imaginario (o al menos así lo ve su terapeuta) que, respondiendo al nombre de Frank, se presenta como conejo antropomorfo de aspecto terrorífico que le cuenta los días, horas, minutos y segundos que restan para el fin del mundo.

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La familia de Donnie parece llevar una vida convencional y previsible, pero la paz se ve alterada brutalmente cuando, de manera inesperada, un motor de avión cae sobre la casa destrozando literalmente la habitación de Donnie que, no obstante, se salva de morir por estar en ese momento en una de sus giras nocturnas.

A partir de ese quiebre, comienzan a ocurrir cosas extrañas. Si no hubiera ya bastante con no saber de dónde diablos salió el motor o por qué no hay reporte alguno desde ninguna compañía aérea, aparece inundado el colegio e incendiada la casa de un gurú de autoayuda (Patrick Swayze), quien es muy popular entre los jóvenes locales pero esconde algún turbio secreto que el incendio saca a luz.

En medio de todo eso, hay clima electoral: el segundo mandato de Ronald Reagan está llegando a su fin y Elizabeth, la hermana mayor de Donnie (Maggie Gyllenhaal, también hermana del actor en la vida real) dice que va a votar a Dukakis. En el colegio, la profesora de inglés (Drew Barrymore) es cuestionada por enseñar Graham Greene a sus alumnos y una rara chica nueva llamada Gretchen (Jena Malone) llega con la triste carga familiar de una madre muerta y un padre escapado de prisión tras haberla asesinado. Los raros suelen atraerse, por lo que una relación con Donnie está al caer…

Un Mundo de Referencias

Al revisionar el filme, he reparado con más detalle en las influencias que ha dejado. Volviendo a Dark, no es solo el traje de esqueleto: también tenemos un libro ficticio sobre viajes en el tiempo, cuya autoría, en la película, corresponde a Roberta Sparrow (Patience Cleveland), anciana enigmática que pasa de cien años y deambula por allí como un fantasma, al punto que los jóvenes la llaman “abuela muerte”.

Pero el filme no solo ha legado influencias sino que también trae las suyas y bien claras. A pesar de su ritmo narrativo y estética diferentes, rinde culto a muchas comedias juveniles de los ochenta y, desde luego, a la más icónica película sobre viajes temporales de esa década que es, desde luego, Regreso al Futuro: hay incluso una mención específica al DeLorean y la escena inicial con Donnie cruzando su ciudad en bicicleta recuerda mucho a la de Marty McFly con su skate.

Claro que al sonar de fondo Echo & the Bunnymen en lugar en lugar de Huey Lewis and the News, la cosa se avizora más oscura y no olvidemos que “bunnymen” significa “hombres conejo”. Y el que sea una bicicleta y no un skate no es casual, pues desde aquel famoso viaje de Albert Hoffman tras experimentar por primera vez con el LSD, dicho medio ha quedado asociado a experiencias alucinatorias en la inocografía contracultural. Y si bien no hay en la película referencia directa a esa u otras drogas, lo cierto es que lisergia y esquizofrenia han ido muchas veces de la mano.

Pero además, es muy fuerte también la influencia de David Lynch. Como en sus filmes, no se busca el ritmo vertiginoso ni el perfecto entrelazamiento de las tramas sino que, al igual que en la vida misma, las cosas pueden no tener conexión o quedar inexplicadas.

El motor que cae del cielo cumple la misma función que la oreja que encuentra en su jardín el adolescente de Terciopelo Azul (aquí retro-análisis de un servidor), otro que tenía problemas no solo para relacionarse con el mundo sino también para entenderlo y cuya obsesión no era un conejo sino una bella cantante. Al igual que la oreja, el motor es un elemento disruptivo que rompe la apariencia de normalidad para anoticiarnos de que por debajo del mundo visible puede haber otro que no estamos viendo…

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De hecho y siguiendo con las conexiones con aquel filme, hay sobre el comienzo y después del paseo en bicicleta una secuencia en cámara lenta que remite mucho a la escena inicial del mismo, salvo por el hecho que el padre de Donnie (Holmes Osborne) no está regando su parque con una manguera sino aspirando las hojas caídas que lo pueblan.

Un Mundo que no es Dual

Donnie Darko no es una película de investigación policial como tampoco lo es Terciopelo Azul. Es cierto que hay un enigma y sobre el final llegan algunas respuestas, pero no todas ni de manera lineal. Tampoco es un filme convencional sobre viajes en el tiempo: no busca explicar por qué hay un portal cerca de la casa de Donnie o la lógica interna de los viajes.

Es que si algo esquiva la película son justamente las explicaciones unívocas que intentan reducir el mundo a simples antagonismos entre opuestos, como lo hace una elección presidencial o bien la profesora Farmer (Beth Grant), cuando quiere subsumir la conducta adolescente en un simple movimiento oscilatorio entre el amor y el temor. Por poco que entendamos el mundo, está claro que es más complejo que eso y no se reduce a fórmulas o estereotipos…

¿Por qué llevas siempre ese estúpido traje de conejo?” – pregunta Donnie.

¿Y tú por qué llevas siempre ese estúpido traje de hombre?” – le replica Frank, en la que es quizás la frase más icónica del filme que, como no podía ser de otra manera, es pregunta y no respuesta…

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Un Mundo Loco

Decíamos que a la película no le fue bien en taquilla: apenas siete millones y medio de dólares en Estados Unidos. Cierto es que había costado solo cuatro y medio, así que las pérdidas no fueron tan grandes, pero pasó casi desapercibida al momento de su estreno.

El dinero para hacerla provino mayormente de Flower Films, la productora de Drew Barrymore, que fue quien se puso en contacto para conseguir actores de prestigio aun dentro de los exiguos márgenes de presupuesto. Por cierto, su personaje en el filme es uno de los más desdibujados y hubiera merecido mejor tratamiento, sobre todo por la nostalgia que aporta al tratarse de una película ambientada en los ochenta.

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También es interesante que la terapeuta de Donnie sea interpretada por Katharine Ross, quien fuera Elaine Robinson en El Graduado (Mike Nichols, 1967), otra historia sobre un joven con dificultades para relacionarse con la sociedad y sus estereotipos.

En general, todo el elenco está muy bien, pero sobresale el trabajo de Jake Gyllenhaal logrando transmitir alienación sin caer en inexpresividad. Y ahora que he vuelto a ver la película, se me ocurre que el personaje principal de Legion, esa excelente serie de Noah Hawley basada en Marvel que tanto disfrutáramos algunos años atrás, tiene mucho de él.

Los efectos visuales, para estar hechos con tan poco, son más que decentes, como cuando el espacio se curva o los cuerpos muestran extensiones líquidas que hacen acordar a Abyss (James Cameron, 1989), de bastante más presupuesto. Y la banda sonora de Michael Andrews va de perlas con la locura que la historia propone, yendo del nostálgico piano a los aleatorios vibráfonos. Además, y acorde a la época recreada, hay mucha música representativa de los ochenta como Tears for Fears, Duran Duran, Joy Division, The Church o los ya mencionados Echo & The Bunnymen. Se pensó en incluir a INXS y Pet Shop Boys, pero las limitaciones presupuestarias imposibilitaron conseguir los derechos.

Párrafo aparte para el cover en clave casi suicida de Mad World, canción que allá por 1982 constituyera el primer éxito del dúo británico Tears for Fears, pero que suena en versión más intimista e introspectiva a cargo del propio Michael Andrews junto a Gary Jules. Encaja tan perfectamente con el clima triste del final que la canción fue vuelta a utilizar ante situaciones similares en Smallville (temporada 2, episodio 11) o Riverdale (temporada 2, episodio 8), en el primer caso con la misma versión y en el segundo, con arreglo casi idéntico, interpretada por los jóvenes del elenco.

 

Nuevo Corte y Secuela

¿En qué momento una película que en su momento pasara tan desapercibida se convierte en clásico de culto? Pues digamos que la cosa se inició en Gran Bretaña, donde diversas circunstancias retrasaron el estreno en casi un año e, inesperadamente, el filme causó gran impacto al llegar allí, al punto que la canción Mad World saltó a los primeros puestos en los ránkings de discos.  Y la prestigiosa revista británica Empire acabó poniendo a Donnie Darko en segundo lugar entre las mejores películas independientes de todos los tiempos (detrás de Reservoir Dogs).

El fenómeno cruzó el Atlántico rebotando hacia Estados Unidos, donde el traje de conejo quedó tan instalado en la iconografía popular que pasó a ser uno de los cosplays preferidos.

Fue tal la repercusión que en 2004 se estrenó un corte de director, con veinte minutos más de metraje y alternando la historia con páginas del libro ficticio que arrojaban luz sobre detalles que habían quedado oscuros. También aparecía la canción Never tear us apart, de INXS, obtenidos ahora los derechos y reemplazando en la escena inicial a The Killing Moon, de Echo & The Bunnymen, que pasaba al final. Era la primera vez que se estrenaba un corte de director de una película que había sido un fracaso. Sin embargo, no a todos los críticos gustó esta versión y algunos objetaron que el filme perdía ambigüedades que lo hacían precisamente interesante.

También hubo una secuela de 2009, dirigida por Chris Fisher y titulada S. Darko: A Donnie Darko Tale. Transcurría ocho años después (mismo lapso que entre los filmes) y estaba protagonizada por Daveigh Chase, quien volvía a dar vida a Samantha, hermana menor de Donnie ya bastante más crecida. Pero recibió críticas mayormente negativas y el propio Richard Kelly se desvinculó diciendo que nada tuvo que ver en su concepción ni desarrollo, pues no poseía los derechos sobre el filme original y jamás le fue mostrado el nuevo guion ni, mucho menos, sometido a su aprobación.

Valoración Final

Donnie Darko es una película sumamente interesante y original, distinta de todas las que puedan haberse hecho sobre viajes en el tiempo. Reniega de moldes y estereotipos, lo que torna difícil clasificarla en algún género.

Y si bien Richard Kelly no es David Lynch, no se puede negar que da al filme un halo de misterio extrañamente atractivo al no darnos todas las respuestas ni tampoco llevarnos a pedirlas. Nos deja incluso decidir por cuenta propia qué tanto de lo que hemos visto habrá ocurrido en la realidad o si, en definitiva, no habrá sido todo producto de la mente de Donnie.

Las razones del fracaso al momento del estreno pueden ser muchas y sabido es que una producción independiente no tiene las mismas posiblidades de promoción que una de grandes estudios. Pero no hay que olvidar el contexto de época y que acababan de ocurrir los atentados del 11 de septiembre, por lo que el público americano quizás no estuviera bien predispuesto ni abierto hacia historias relacionadas con accidentes aéreos y anuncios apocalípticos.

El tiempo, por suerte, puso las cosas en su lugar. El tiempo, claro: ¿quién más?…

Hasta la próxima y sean felices…

Rodolfo Del Bene
Rodolfo Del Bene
Soy profesor de historia graduado en la Universidad Nacional de La Plata. Entusiasta del cine, los cómics, la literatura, las series, la ciencia ficción y demás cosas que ayuden a mantener mi cerebro lo suficientemente alienado y trastornado.
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