Hace apenas días Star+ subió a su plataforma la película original de El Planeta de los Simios (Planet of the Apes) que, basada en la novela de Pierre Boulle, se convirtió en clásico indiscutible del cine de ciencia ficción e inauguró una franquicia que entre secuelas, remakes y reboots, continúa hasta el día de hoy en filmes, series, cómics, videojuegos o merchandising. Hoy la analizamos…
Bienvenidos una vez más a esta sección de retro-análisis que tanto nos gusta, hoy para hablar de El Planeta de los Simios (1968) y qué mejor ocasión para hacerlo que el que haya sido sumada al catálogo de Star+.
En lo personal, entré en desorden a la franquicia: debía tener siete u ocho años cuando en el cine de mi pueblo, al cual mayormente íbamos a socializar sin saber qué daban, me tocó ver Batalla por el Planeta de los Simios, en realidad, quinta y última película de la saga clásica, pero yo no lo sabía y en los carteles estaba promocionada simplemente como El Planeta de los Simios o quizás la parte inicial del título estuviera en letra pequeña y no lo advertí… Error mío, de ellos o estrategia de marketing, yo creía haber visto eso sin idea del universo más amplio.
Unos meses después, descubrí en tv una película sobre cuatro astronautas que arribaban hibernados a un planeta extraño; llegué con los créditos ya corriendo, así que tampoco supe qué estaba viendo… y no saben cuánto lo agradezco porque las sorpresas del filme fueron para mí dobles al desconocer el título.
Cuando, durante una tanda publicitaria, una voz en off dijo que estábamos viendo “El Planeta de los Simios”, mi cabeza quedó recalculando y tratando de encajar piezas con lo visto en el cine pero, aun a mi corta edad, me di cuenta que estaba viendo algo muy superior . Después, claro, supe que existían más películas gracias a que una emisora pasó puntualmente una por semana y pude reorganizar la saga para, ya en mi adolescencia, descubrir que existía una novela previa que abordé con el filtro de la experiencia cinematográfica, pero ya hablaremos de ella…
Un Largo Camino
Lo primero es ubicar El Planeta de los Simios en época: en 1968 hay paranoia nuclear, movimientos pacifistas, contracultura juvenil y rebelión contra las estructuras burocráticas en París o Praga; también hay seres humanos en órbita y se habla de inminente alunizaje. La mezcla de todo eso dio como resultado El Planeta de los Simios, pero el camino no fue fácil…
Los derechos de la novela de Pierre Boulle fueron adquiridos por el productor Arthur P. Jacobs aun antes de su publicación en 1963 y la estuvo ofreciendo sin suerte a distintos sellos hasta que Fox dio el sí. Para convencerlos, mencionó la posibilidad de que fuese protagonizada por Charlton Heston, para ese entonces uno de los más encumbrados actores de Hollywood y especialista en personajes difíciles o de cierto riesgo como Moisés, Ben-Hur, el Cid, Miguel Ángel y tantos otros de raigambre histórica, bíblica o mítica. ¿Por qué no probarlo con uno futurista?
En la dirección, quedaron por el camino grandes realizadores como Sydney Pollack, Blake Edwards o J. Lee Thompson, hasta que, por recomendación del propio Heston, el elegido fue Franklin J. Schaffner (unos años después, Oscar a mejor director por Patton), con quien el actor ya había trabajado en El Señor de la Guerra.
El guion recayó nada menos que en Rod Serling, de ganado prestigio desde la década anterior con la serie En los Límites de la Realidad (The Twilight Zone, en Latinoamérica La Dimensión Desconocida), pero fue considerado demasiado largo y sufrió alguna reescritura de Michael Wilson, quien venía de ganar dos premios Oscar, uno de ellos adaptando otra novela de Boulle: El Puente sobre el Río Kwai. De él, se dice, manaron los momentos más irónicos del filme, pero el final, ni falta hace decirlo, tiene el sello de Serling.
La Historia
Comienza con el astronauta George Taylor dejando, en pleno viaje espacial, registro de su misión y de que lleva viajando seis meses, pero los efectos de la relatividad hacen que en la Tierra hayan transcurrido setecientos años y estén largamente muertos quienes le han conocido. Se le nota desencantado y resentido con el mundo dejado atrás, mientras se pregunta si seguirán allí matándose entre sí o muriendo niños de hambre.
Tras ello, se suma a sueño criogénico con sus tres compañeros y cuando despierta, la nave está hundiéndose en el lago de un planeta extraño mientras el lector temporal dice que en la Tierra han pasado ya dos mil años. El único tripulante femenino no ha sobrevivido a la criogenización y el resto logran salvarse en una balsa y comenzar a recorrer un mundo desértico y, según parece, sin vida.
Pronto sabemos que no es así. Hay una planta; hay extraños y aterradores “espantapájaros”; hay criaturas humanoides siguiéndoles desde lo alto de las colinas… Durante algún tiempo no los ven, pero cuando al fin toman contacto con ellos, descubren que viven en un estado primitivo comparable a una sociedad prehistórica. La mayor sorpresa, sin embargo, es que son cazados como animales salvajes por gorilas a caballo.
Capturado y separado de los suyos, Taylor descubre que en ese mundo los simios son la especie dominante en detrimento de los humanos: los gorilas son básicamente la casta militar y tienen un comportamiento torpe y a la vez sádico; los orangutanes ofician como sabios de la política, ciencia y religión; los chimpancés son científicos curiosos caracterizados por una actitud más “humanitaria” ( o la palabra que corresponda para una sociedad de simios).
Serán justamente una pareja de chimpancés (Cornelius y Zira, respectivamente arqueólogo y neurocirujana) quienes mostrarán mayor intriga ante la sorpresa de que un ser humano, en contra de lo aceptado y establecido, sea capaz de hablar y razonar. El resto lo ve como una amenaza al status quo…
Diferencias con la Novela
Aunque la película se base en el libro, hay muchas diferencias. En primer lugar, la historia se cuenta en la novela a partir de una pareja que, en luna de miel por el espacio, encuentra una botella con el relato de lo ocurrido. En el filme no hay nada de ello, aunque tiene mucho de guiño el monólogo inicial de Taylor dejando testimonio para quien encuentre la grabación.
En segundo lugar, la civilización de los simios no tiene el primitivismo de la película sino que prácticamente homologa a la nuestra actual (o a lo que era actual en los sesenta), tanto que los simios disponen, por ejemplo, de automóviles y televisión.
En tercer lugar, el planeta no es la Tierra (como aquí finalmente nos enteramos) sino Soror, que orbita la gigante roja Betelgeuse y es casi espejo del nuestro. Es más: en el filme, la misión se dirige a Bellatrix, que no es gigante roja sino azul (apenas llegados, los astronautas la notan demasiado blanca).
Por último y en relación a lo anterior, el final es distinto: el protagonista regresa a la Tierra y se encuentra con que han aquí pasado setecientos años y el camino evolutivo ha sido el mismo que en Soror, con los humanos desplazados por los simios. Si están pensando que se parece más al final de la adaptación de Tim Burton de 2001, están en lo cierto. En la película, en cambio, Taylor descubre que siempre ha estado en la Tierra…
A pesar de haber viaje espacio-temporal y relatividad, la novela es más bien una parodia reminiscente de Los Viajes de Gulliver de Jonathan Swift, sobre todo de la habitualmente poco recordada parte del país de los houyhnhnms, donde los caballos eran la especie dominante y utilizaban a los humanos como bestias de carga. Se pueden también reconocer influencias de Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll, al presentarnos de manera satírica un mundo invertido pero igual de absurdo.
Hay, de hecho, una fuerte carga filosófica en la novela de Boulle (más marcada que en el filme), quien se enfadaba cuando la misma era definida como “ciencia ficción”, etiqueta a la que acabaría resignándose ante la avalancha de películas, series y demás productos relacionados al mundo por él creado.
Elenco y Personajes
Charlton Heston ya había ganado prestigio con filmes como Julio César, Los Diez Mandamientos, Sed de Mal, Ben-Hur, El Tormento y el Éxtasis, 55 Días en Pekín y tantos otros. Aportó su oficio para construir un personaje, como dijimos, desencantado con la humanidad, que no lamenta haber dejado la Tierra atrás y, en contraposición a la tristeza de su compañero Landon al ver hundirse la nave, se muestra indiferente y solo dice que tendrán que quedarse.
El hundimiento de la nave es asociable al gesto simbólico de Hernán Cortés de “quemar las naves” (aunque parece que solo las desguazó) en cuanto a romper vínculos con la madre patria… o la Madre Tierra. Dato curioso: sabemos que Taylor se llama George por los créditos, pero siempre se alude a él únicamente por el apellido.
Los astronautas Landon y Dodge, sus compañeros, son interpretados respectivamente por Robert Gunner y Jeff Burton, aunque ninguno de ambos tiene tiempo para desarrollar su personaje. Peor aun le va a Dianne Stanley que, como teniente Stewart, ni siquiera llega a decir palabra.
Roddy McDowall y Kim Hunter, tras toneladas de maquillaje, dan vida a la pareja de chimpancés. El primero, británico, tenía una larga trayectoria desde corta edad siendo uno de los pocos actores infantiles en lograr mantener su carrera ya de adulto, además de actuar en algún episodio de En los Límites de la Realidad, lo cual convierte a Rod Serling en posible nexo.
Hunter, en tanto, contaba en su haber con un Oscar como actriz de reparto por Un Tranvía llamado Deseo (Elia Kazan, 1951).
El doctor Zaius, líder de los orangutanes y voz de la ciencia oficial, es encarnado por Maurice Evans, otro veterano británico con una carrera cimentada desde los tiempos del cine mudo y con muchas adaptaciones de Shakespeare en su haber, pero más identificable para el gran público como padre de Sabrina en Embrujada, la exitosa sitcom de los cincuenta. Originalmente, el personaje iba a ser interpretado por Edward G. Robinson, quien acabó abandonando por intolerancia al maquillaje…
El papel de Nova, la “hembra” humana a la que Taylor elige como compañera, recae en la sexy Linda Harrison, que no tenía idea de actuación y lo demuestra, pues sus únicos pergaminos eran haber sido Miss Estados Unidos y pareja en ese momento de Richard D. Zanuck, uno de los productores: había el año anterior calificado en el casting para protagonizar una serie de Wonder Woman, que finalmente no prosperó (ironía: el personaje tendría su serie en los setenta con otra ex Miss EE.UU., llamada no Linda sino Lynda).
Nova también existe en la novela y acaba embarazada; iba a ser así en la película, pero se terminó suprimiendo: un toque esperanzador que no hubiera encajado con el devastador final del que ya hablaremos…
Dato curioso: antes de realizar el largometraje, se filmó un corto a modo de “prueba” y allí Linda no interpretó a Nova, sino a la doctora Zira. Otro: ninguna de las dos protagonistas femeninas que en el elenco aparecen como humanas pronuncia una sola palabra, una porque muere demasiado temprano y la otra por ser parte de una humanidad salvaje y carente de habla (o quizás porque ninguna de las dos era capaz de decirla). Quien sí tiene mucho diálogo es Hunter, que aparece como chimpancé. Vaya: ¿qué dirían hoy?…
Estética y Ambientación
Como hemos dicho, la sociedad de los simios es bastante más primitiva que en la novela, lo cual obedeció a cuestiones presupuestarias. Aun así, tampoco remiten claramente a ninguna sociedad pasada ya que tienen características semifeudales pero usan rifles de chispa y cámaras fotográficas, además de estar atravesados por un debate entre ciencia y religión que parece del siglo XIX.
En ese contexto tan particular, la ciudad de los simios fue creada inspirándose en la arquitectura vanguardista de Antoni Gaudí y en las construcciones en piedra del valle de Goreme, en Turquía. El ambiente desértico, en tanto, se corresponde con Arizona y el Gran Cañón del Colorado.
En cuanto a la filmación, se destaca el uso del zoom, que produce un efecto especial e impactante en momentos clave, como cuando vemos el rostro de uno de los jinetes durante la cacería y comprobamos que es un gorila (ni qué decir en mi caso, que no sabía el título al verla por primera vez).
El Maquillaje
Cuando todavía parecía que el proyecto sería dirigido por Blake Edwards, la idea, claro, era hacer una comedia, probablemente una parodia de la novela acorde al espíritu irreverente de los sesenta con que se adaptaban, por ejemplo, las de Ian Fleming sobre el agente 007. Sin embargo, ello fue mutando y más con la llegada de Schaffner. Y para que la película se viera seria, era fundamental que el maquillaje no moviera a risa. De hecho, esa fue una de las razones por las que se hizo el corto previo: comprobar las reacciones ante el aspecto de los simios.
El trabajo estuvo a cargo de John Chambers y absorbió el diecisiete por ciento del presupuesto total. Las arduas sesiones para preparar a los actores llegaban a durar hasta seis horas, aunque la pericia y buen hacer de Chambers lograron reducirlas a tres.
Algunos, como McDowall, lo disfrutaban y se dice que a veces iba a su casa conduciendo con el maquillaje puesto. Hunter, en cambio, sufría sensación de claustrofobia aumentada por el calor imperante. Además, se complicaba comer y había que hacerlo con pajitas y, obviamente, alimentos blandos o semilíquidos. Fumar era otro problema: debían utilizar boquillas o se quemaba el maquillaje.
El material de las prótesis era muy sencillo y económico, fundamentalmente espuma y adhesivo. ¿Y por qué no ganó el Oscar al mejor maquillaje? Pues porque aún no existía la categoría, pero sí se le entregó un Oscar honorífico por tan inmenso trabajo. La película tuvo nominaciones (aunque no ganó) en vestuario (también a cargo de Chambers) y en la banda sonora a cargo de… ups, ya llegamos a eso…
La Música
Cuando se piensa en Jerry Goldsmith, nos suenan seguramente esas notas emocionantes y épicas de tantos filmes de los ochenta y noventa, pero aquí estábamos a finales de los sesenta y, además, la atmósfera asfixiante de la película exigía otra cosa.
La música es experimental y por momentos atonal, con mucha utilización de percusión y vientos, particularmente cuernos que hacen erizar la piel. Por momentos tiene características tribales (algo así como música étnica, pero de ningún lado) y en otros se aproxima a la línea de grandes compositores del siglo XX como Edgar Varese, Alberto Ginastera o Pierre Boulez. Sorprende que la Academia de Hollywood la haya nominado con una impronta tan osada.
El Final
Si tuviéramos que hacer una lista selecta de escenas finales en la historia del cine, estarían, sin duda, la resolución del enigma Rosebud en Ciudadano Kane, la muchacha a la que Marcello Mastroianni no consigue oír en La Dolce Vita, Chaplin caminando del brazo de su compañera en Tiempos Modernos y algunas otras más, pero seguramente, también, la de El Planeta de los Simios…
Casi produce culpa hablar de ella por el inevitable spoiler, pero ya el propio cartel promocional lo hizo en su estreno y hoy en día es un final tan conocido que hasta fue parodiado por Homer Simpson y la avalancha de películas, series y demás productos que trajo la franquicia ha dejado bien en claro que el planeta de los simios es la Tierra.
Esa, justamente, es la revelación final: lo que hemos visto no es otro mundo sino nuestro futuro. Ya lo anuncia Zaius cuando, marchándose Taylor junto a Nova a lomo de caballo, sentencia que encontrará “su destino”: no el suyo individual, sino el de la humanidad…
La escena, a diferencia del resto de la película, fue filmada en una playa con acantilados de California y muestra una Estatua de la Libertad con medio cuerpo enterrado y un Taylor que, devastado y desencajado, estrella sus puños contra la arena mientras maldice a las guerras y a los “malditos maníacos” que destruyeron todo.
Un final con mucho de paranoia y de terror ante la escalada nuclear de la guerra fría que calza perfecto en la filosofía pacifista y antibélica de la era de las flores y de Acuario. Además, ese alegato final de Taylor complementa y da respuesta a la pregunta que él mismo se hace al principio, mientras que la imagen del mayor símbolo estadounidense semienterrado en la playa se contrapone con la pequeña bandera que, en su momento, plantara Landon a poco de pisar lo que creían un mundo alienígena.
Valoración y Legado
Con un costo de 5.800.000 dólares, la película recaudó casi 34 millones solo en Estados Unidos: un éxito a todas luces que, de hecho, dio lugar a una saga de otras cuatro que no estuvieron a la altura y de las cuales solo en una (Bajo el Planeta de los Simios) volvió a estar Heston, quien había puesto como condición que su personaje… ups, quizás no la vieron…
También estuvo la ya mencionada y fallida adaptación de Burton (que constituye para él lo que para David Lynch su Dune): se desarrolla mayormente en ambientes cerrados y ni aun así se acerca a la asfixia y desolación de la película original. Por último, tenemos la más reciente y lograda trilogía que reivindicó la franquicia y exploró la transición entre la sociedad actual y la de los simios.
No olvidemos, además, que se hicieron dos series televisivas: una en live action, con la particularidad de que los humanos no eran criaturas bestiales sino prácticamente siervos medievales, y otra animada, en que la sociedad de los simios tenía un avanzado desarrollo tecnológico más semejante al de la novela. Ninguna de las dos tuvo larga vida…
Pero la película de Schaffner tiene un valor icónico que nadie le va a quitar y es inigualable a la hora de crear climas. El intrigante suspenso y angustia que nos hace vivir cuando los astronautas caminan por el desierto y no sabemos con qué se encontrarán está magníficamente logrado y recuerdo vivamente el estremecimiento que me provocaron esos “espantapájaros” en lo alto.
Más que una evolución, vemos la involución de la humanidad y el tono general es de advertencia. El Planeta de los Simios venía para hacernos interrogar hacia dónde vamos o si la humanidad sobrevivirá. Llamaba además la atención sobre el maltrato y caza indiscriminada de animales (casi veinte años antes que Depredador): muy fuerte la escena en que un grupo de gorilas posa junto a una pila de cadáveres humanos.
La discusión religiosa y filosófica tiene papel central y los debates encuentran parangón con los que nuestra historia ha presenciado entre saber e ignorancia, iluminismo y oscurantismo, evolucionismo y creacionismo, ciencia y religión. Simbólica la escena en que los orangutanes del jurado adoptan idénticas posturas a las de los famosos tres monos sabios de la cultura japonesa: no veas, no oigas, no hables…
Al momento de su estreno, la película sufrió en España la censura en dos escenas de desnudez: la de los tres astronautas bañándose en una cascada (en tono festivo acorde a los movimientos nudistas de la época) y la de Taylor siendo desnudado ante el tribunal por considerar sus harapos como “ofensivos”.
El Planeta de los Simios es, sin duda, una de las mejores películas en la historia del cine de ciencia ficción y ha marcado épóca al inagurar una franquicia cuando todavía no era tan habitual, salvo sagas de cine B. La invitación a descubrirla (o redescubrirla) está hecha y, si desean hacerlo, la plataforma Star+ tiene ahora las nueve películas de la franquicia…
Gracias por leer, hasta pronto y sean felices…
¡Hola! Gran película, de esas que hay que ver sí o sí. Mi primer contacto con el planeta de los simios fue la serie, de la que solo recuerdo la imagen de los monos. Esta película la vi ya de mayor. Tiene varias lecturas, parte de aventura, ciencia-ficción, crítica social… Además de la imagen final con la estatua, otra imagen que se me quedó grabada es la de los tres monos, que aunque en wikipedia son nombrados como los tres monos sabios yo los interpreto (al menos en la película) como el no querer ver, no querer oír, no querer hablar. Aunque las otras cuatro películas que la siguen tienen menor calidad, creo que todas ellas aportan algo al género de la ciencia ficción y son precursoras de ideas que hemos visto posteriormente, como en Terminator. Por cierto, el maquillaje resulta sorprendente, no ha perdido con el paso del tiempo y causa un mejor efecto que muchas escenas de hoy en día rodadas en CGI. En fin, película que hay que ver. ¡Saludos!
Hola Jama_Wan: gracias por comentar. En efecto, es una gran película. Inolvidable para mí. Yo también he visto la serie completa (la única temporada que se hizo) y la he incluido en mi artículo sobre las 25 series de ciencia ficción infravaloradas o poco recordadas; si no lo has visitado, te invito a hacerlo: sería un honor. Pero en mi caso, claro, la vi después de las películas y me impactó ver y oír a los humanos hablando. Lo bueno era que tenía al siempre impagable Roddy McDowall y la música de Lalo Schiffrin que, aunque más setentera que la de Goldsmith en esta película, le captaba mucho el espíritu.
Con respecto a las películas de la saga que siguieron, me pareció que se quedan muy por detrás y además se nota que cada vez van sufriendo más recortes presupuestarios, lo cual, ya de por sí, juega en contra. Pero como dices, siempre se puede rescatar algo y, de hecho, la última trilogía lo ha hecho. No muchos recuerdan o se han dado cuenta que la frase “simio no mata simio” está extraída, justamente, de Batalla por el Planeta de los Simios, última película de la saga clásica y que fue con la que me tocó empezar a mí la franquicia tal como explico en el artículo.
Los maquillajes eran y son gloriosos: el gran mérito de Chambers es haber logrado que no ocultaran la expresividad del rostro. Y vaya si lo logró. Obra maestra.
Un saludo Jama_Wan: gracias por tan valioso aporte. Hasta la próxima…