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Retro-Análisis: La Máscara del Zorro (1998), épica y romance a capa y espada

Con motivo del estreno de una nueva serie basada en el personaje, hacemos repaso de La Máscara del Zorro (1998), filme de Martin Campbell que consagrara definitivamente a Antonio Banderas en Hollywood y marcara un punto de quiebre para el despegue de la carrera de Catherine Zeta-Jones.

En pocos días más, Prime Video estrena Zorro, nueva serie dedicada al legendario justiciero en la cual Miguel Bernardeau es el encargado de dar vida al mismo. Más allá de que pronto tengamos en esta web el análisis correspondiente de mi compañero Pedro, ello nos da inmejorable oportunidad para repasar La Máscara del Zorro, filme de 1998 en el que otro español, Antonio Banderas, se calzara la capa y el antifaz del célebre personaje.

Al igual que Robin Hood y otros justicieros de arraigo popular, El Zorro nunca existió como tal y aun cuando pueda presentar y fusionar características de varios que realmente existieron, fue en realidad un personaje ficticio creado en 1919 por el escritor y periodista Johnston McCulley.

En el cine conoció versiones tanto mudas como sonoras y de las más variadas nacionalidades, adquiriendo algunas estatus de clásicos y otras, de tan bizarras, ameritando para mostrario de rarezas, pero ya habrá algún otro momento para hablar de eso. En televisión, fue únicamente encarnado por Guy Williams en la serie hoy mítica que los estudios Disney produjeran a finales de los cincuenta y que nos dejara marcados a fuego unos personajes tan icónicos como memorables y una inolvidable canción de apertura.

Pero para los noventa, el personaje llevaba ya larga ausencia en pantalla: la épica de los espadachines había quedado atrás ante el avance arrollador de la acción frenética y los efectos especiales. Sin embargo, el éxito de taquilla de Los Tres Mosqueteros (Stephen Herek, 1993), alentó a Amblin Entertainment y TriStar Pictures a dar impulso a un proyecto al que Steven Spielberg venía dándole vueltas desde el año anterior para rescatar una vez más para la pantalla grande al mítico héroe latino.

En un primer momento, la idea era que Spielberg fuera el director, pero se fue relegando por sí solo a la producción ejecutiva y desde diciembre de 1993 el proyecto quedó en manos del danés Mikael Salomon. Sean Connery fue designado para el papel de Diego de la Vega, en tanto que se hablaba de Andy García para el de Alejandro Murrieta y la cantante colombiana Shakira para el de Elena: vaya que cuesta hoy imaginar ese trío…

Pero Salomon se bajó y con él también Connery. Spielberg recurrió entonces a Robert Rodriguez y este trajo a Antonio Banderas, que ya había actuado a sus órdenes en Desperado (1995). Para ese entonces ya había sido descartada Shakira por su poca experiencia actoral y se hablaba, en cambio, de Salma Hayek, otra con experiencia junto a Rodriguez.

Discusiones presupuestarias, sin embargo, hacieron que este acabara también bajándose (no puedo negar que me tienta pensar qué película hubiéramos visto en sus manos) y se contrató a Martin Campbell, que venía de GoldenEye (1995).  Con él, llegaron al elenco Anthony Hopkins y Catherine Zeta-Jones, cuya mayor experiencia cinematográfica habían sido una adaptación francesa de Las Mil y Una Noches (compartiendo cartel con Vittorio Gassman) y el fracaso de taquilla The Phantom, pero que había impresionado gratamente a Spielberg con su trabajo en la miniserie Titanic.

Así quedó conformado el equipo definitivo y en enero de 1997 comenzó el rodaje de La Máscara del Zorro, mayormente en México y con un presupuesto inicial de sesenta millones de dólares que acabó estirándose hasta noventa y seis.

La Historia

La película nos ubica en el nacimiento del México independiente y ocaso del dominio colonial español. Rafael Montero (Stuart Wilson) es el tiránico gobernador de California que, con tal de mostrar poder, es capaz hasta de hacer fusilar campesinos al azar. Odiado por desfavorecidos y masas rurales, tiene su mayor enemigo y peor pesadilla en el Zorro, justiciero enmascarado al que justamente ellos glorifican y arruina sus ejecuciones públicas interviniendo en el momento justo.

Pero es un Zorro próximo a retiro: don Diego de la Vega (Anthony Hopkins) ha cumplido ese rol durante años pero, ya añoso y cansado, cree que sus días de justiciero han terminado y prefiere guardar capa y antifaz para dedicarse a su esposa Esperanza (Julieta Rosen) y a su pequeña hija Elena, de apenas meses.

Sin embargo, Montero descubre su identidad e interviene en su residencia, no solo haciéndole detener sino también llevándose a su hija para criarla como suya e incluso, en desafortunado episodio, provocando la muerte de Esperanza, de la que siempre estuvo enamorado.

Nos encontramos después con que han pasado veinte años y Elena (Catherine Zeta-Jones) es ahora una mujer adulta de gran belleza que, obviamente, ha crecido creyendo que Montero es su padre. Este, a su vez, ha conseguido reacomodarse a la nueva realidad sociopolítica para seguir teniendo el poder: su maquiavélico plan es convertir a la Alta California en república independiente merced a comprársela al general Santa Anna con oro de su propio territorio, pero haciéndole creer que el mismo procede de España.

Para ello y mientras explota a pobres y marginales haciéndolos trabajar prácticamente como esclavos en la extracción del preciado metal, tiene como mano derecha al capitán estadounidense Harry Love (Matt Letscher), aun más desalmado y despiadado que él.

Alejandro y Joaquín Murrieta, por su parte, son dos huérfanos que han crecido como ladronzuelos; en su infancia idolatraban al Zorro y hasta incluso le han ayudado alguna vez. Ya adultos, son rústicos bandidos rurales buscados por la autoridad. Es el capitán Love quien los detiene, terminando la cosa con Joaquín (Victor Rivers) muerto y Alejandro (Antonio Banderas) escapando.

No es el único: también Diego de la Vega ha logrado escapar de prisión tras dos décadas de encierro y el destino hará que se termine cruzando justamente con Alejandro, de quien se convertirá en mentor y dedicará grandes e ingentes esfuerzos a convertirle no solo en hábil jinete, diestro espadachín y luchador acrobático, sino también en caballero gentil y capaz de exhibir buenos modales cuando la situación lo requiere: lo que él llama “encanto”. Lo que busca, en definitiva, es alguien a quien legar antifaz, capa y espada para que el Zorro cabalgue de nuevo…

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Los dos cargan con pérdidas y cuentas personales que saldar. Alejandro quiere vengarse del capitán Love por haber matado a su hermano y don Diego del gobernador Montero por haber hecho lo propio con su esposa. Técnicamente, no es así en ninguno de los dos casos, pero no importa: es como si lo fuera. Y en el medio, por supuesto, la nueva versión del Zorro se cruzará con la bella hija de su mentor dando así lugar a un consabido romance que no escatimará en duelos de esgrima.

Zorro y Zorro

Si han visto la película o leído detenidamente mi resumen de la trama, habrán notado que lo primero que se destaca es que tenemos dos zorros, situación hasta ese momento inédita en la pantalla que yo recuerde.

Me viene, sí, a la memoria un episodio de la serie de los cincuenta en que el siempre leal Bernardo se calzaba el traje para hacerse pasar por el Zorro y salvar así de la condena a muerte a un don Diego arrestado bajo acusación de serlo. También una película muda de 1925 en la cual, como hijo de don Diego, Douglas Fairbanks tomaba el relevo de su padre, a quien él mismo diera vida en la cinta igualmente muda de 1920, primera en llevar el personaje a la pantalla.

Pero aquí tenemos una relación Yoda–Skywalker bien diferente: de un lado, un zorro prácticamente jubilado oficiando como mentor y del otro uno que, tosco e inexperto, deberá adquirir como pueda las habilidades de su nuevo oficio.

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Además, hay un elemento extra que hace atractiva a la historia y es el jugar con personajes que realmente existieron, como Joaquín Murrieta que, según se dice, fue en efecto asesinado por el capitán Love (vaya ironía el apellido) y, como en la película, guardada su cabeza en un jarro que este exhibía con orgullo (aunque algunos afirmaban que era un engaño y la cabeza era de otro).

El guion de John Eskow, Ted Elliott y Terry Rossio logra, por lo tanto y con eficacia, combinar ficción y realidad. Pero no hay que interpretar que La Máscara del Zorro sea una película de pretendido realismo histórico porque en ningún momento lo es ni quiere serlo. Es más bien un enorme entretenimiento que busca reflotar las viejas historias de espadachines que en el cine clásico fueran interpretadas por actores míticos como el mencionado Douglas Fairbanks o el legendario Errol Flynn, que nunca dio vida al Zorro, pero perfectamente podría haberlo hecho y de todas formas sí se la dio a unos cuantos piratas, así como a Robin Hood y al mismísimo don Juan.

Las coreografías de esgrima son magníficas: de hecho Banderas, siempre tan profesional, entrenó con el equipo español olímpico de esgrima y tanto él como Hopkins y Zeta-Jones recibieron además entrenamiento de Bob Anderson, reconocido esgrimista profesional que fuera doble de Darth Vader en dos películas de la franquicia Star Wars.  No faltan, por cierto y como en los antiguos filmes, las consabidas acrobacias y cruces de diálogo en pleno combate, ni el clásico paso por sobre las cabezas del enemigo colgándose de una araña de techo. Errol y Douglas hubieran sonreído con orgullo…

Las escenas de persecuciones a caballo también son grandiosas y, obviamente, homenajean al western clásico, siendo la mejor, sin dudas, la del Zorro de pie sobre lomos de sendos corceles a los que lleva por las bridas como Ben-Hur en imaginaria cuadriga. Y hasta se permite un salto de rana en pleno galope para sortear una gruesa rama que se interpone en su camino.

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Desde ya que parte del encanto de la película reside en que no hay que tomar nada de ello en serio. Carece de sentido plantarse en que eso no podría ser hecho por el mejor jinete del mundo ni por el más hábil espadachín porque es algo que ya sabemos (aunque la realidad es que los dobles de riesgo, gloriosos por cierto, lo hacen).

Un Trío Épico

Siempre digo que el Zorro es el más hispánico de los héroes de Hollywood y era justo que le diera vida un español. La elección de Banderas, que ya venía de varios papeles en dicha industria, es incuestionable a la luz de los resultados, como también que La Máscara del Zorro es la película en que se gradúa definitivamente de héroe de acción (mucho más que en Desperado).

No caben dudas de que el malagueño sabe darle carisma al personaje y, además, dada su versatilidad y especial experiencia en comedias, aporta el equilibrio justo entre épica y humor. Durante la mayor parte de la película construye un Zorro que, al estilo Spider-Man, no sabe cómo lidiar con el hecho de ser un héroe y se le ve torpe en un rol que pareciera no cuadrarle ni terminar de asumir.

Anthony Hopkins entrega también un gran trabajo, pero decir eso nunca es novedad. Es cierto que su tipo físico no se ve muy hispánico ni latino pero su talante británico, parajódicamente, da al personaje la dosis justa de hidalguía y sentido del honor que busca transmitir a su discípulo.

Catherine Zeta-Jones impacta con su belleza y aunque no es todavía la actriz que será en La Trampa, Traffic o Chicago, ya muestra condiciones. Cierto es que su personaje presenta algunos rasgos que no lo hacen del todo creíble, siendo, por ejemplo, una contradicción que diga saber manejar una espada desde los cuatro años cuando momentos antes su falso padre la ninguneara en público refiriéndose con sorna a “las opiniones políticas de una mujer”. ¿Quién la entrenó entonces en la espada? ¿El mismo que por su condición femenina la descalifica de ese modo? No parece lógico…

No obstante, Catherine muestra con Antonio una gran química que sostiene en gran medida la película y se manifiesta especialmente en tres escenas: la del confesionario en que él finge ser sacerdote para oír sus pecados, la del baile mezcla de andaluz con tango fuera de época y, desde ya, la del sensual duelo de espadas en que las prendas van cayendo en jirones. No es que sean escenas de alta originalidad y hasta tienen bastante de cliché, pero la química entre ambos, repito, les da especiales fuerza y encanto.

365 Days, 365 Movies. — January 18, 2021: The Mask of Zorro (1998)

Los villanos son quizás lo más débil. Por mucho que esta sea una historia en la que se baten el bien contra el mal y hay que diferenciar los bandos, podrían haberles dado algo más de matiz, especialmente al capitán Love, que es terriblemente liso y el trabajo de Matt Letscher no aporta mucho al respecto. El gobernador Montero, en la interpretación de Stuart Wilson, está algo mejor pero tampoco es que mucho. En definitiva y haciendo analogía con la serie clásica, ninguno de los dos le llega a la punta de la bota al tan odiado como genial capitán (o comandante) Monasterio al que diera vida Britt Lomond.

De todas formas y ya que hablamos de aquella serie, hay algún que otro guiño puntual, como el Zorro saludando desde el brioso corcel con el sol de fondo (en la apertura de la serie era un cielo tormentoso) y no faltan referencias fugaces a las distintas películas del personaje: sin ir más lejos, el propio título en inglés (The Mask of Zorro) juega bastante con The Mark of Zorro (El Signo del Zorro o La Marca del Zorro según las traducciones), tal como se titulaba aquella primera película de 1920 y también la que, ya en etapa sonora, interpretara Tyrone Power en 1940.

Me hubiera gustado algún cameo, pero lamentablemente todos los grandes actores que habían hasta allí interpretado al personaje estaban ya muertos: el más reciente Guy Williams, en 1989. Quien sí vívía aún era el antes mencionado Lomond y hubiera sido un gran impacto nostálgico tener a Monasterio en la película, pero… en fin, no se hizo y el actor terminó falleciendo en 2006.

La fotografía de Phil Méheux (que ya había trabajado junto a Campbell en GoldenEye) es más que correcta y sabe adaptarse a los requerimientos del cine de aventuras, lo mismo que la banda sonora de James Horner con su toque deliciosamente andaluz, aunque también es cierto que se reitera demasiado en el leitmotiv principal durante las algo excesivas dos horas y cuarto de metraje.

Por último, no deja de ser significativo que, siendo una producción estadounidense, tenga como trío principal de actores a dos galeses y un español, además de un director neozelandés.

De hecho, los Estados Unidos no quedan muy bien parados en la historia, pues todo el tiempo pareciera darse por sentado que la Alta California (hoy parte de su territorio) pertenece por derecho a México y, de hecho, el capitán Love, único personaje al que identificamos con tal origen, termina siendo el villano más odioso. Quizás alguien se lo haya marcado después a la producción porque lamentablemente en La Leyenda del Zorro (secuela de 2005) buscaron “corregir esos problemas” y no del mejor modo.

Valoración y Legado

Son reiteradas las veces en que vuelvo a ver un filme después de muchos años y le termino dando una valoración superior a la que le había dado al momento de su estreno. A pesar de todas las virtudes que he destacado en La Máscara del Zorro, voy a confesar que me ocurrió lo contrario: quizás haya sido por haberlo hecho en el cine, pero cuando la vi en 1998 me pareció espectacular y de haber tenido la oportunidad de puntuarla, le hubiera dado seguramente cinco estrellas.  Hoy me parece exagerado…

Pero eso no quiere decir en absoluto que sea una mala película sino todo lo contrario. La Máscara del Zorro es una aventura épica enteramente disfrutable que nos remite a aquellos viejos filmes de sábados por la tarde.  Y es una historia sobre el honor, mucho más fácil de relacionar con un combate a espadas que con las a veces cobardes armas de fuego.

No es ni de cerca una historia que se caracterice por su originalidad, pues uno está tan familiarizado con los personajes a través de tantas versiones que ya sabe más o menos cómo puede terminar cada uno o que el bien, a la larga, acabará triunfando sobre el mal.

Pero de alguna forma es como ese cuento que don Diego le cuenta a la pequeña Elena al inicio de la película o Alejandro a su recién nacido hijo Joaquín ya sobre el final. Uno que sabemos de memoria, pero que siempre queremos volver a oír

Hasta la próxima y sean felices…

Rodolfo Del Bene
Rodolfo Del Bene
Soy profesor de historia graduado en la Universidad Nacional de La Plata. Entusiasta del cine, los cómics, la literatura, las series, la ciencia ficción y demás cosas que ayuden a mantener mi cerebro lo suficientemente alienado y trastornado.
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