- La lluvia, como metáfora de la vida, nos puede decir que existen situaciones difíciles que experimentamos las personas. En este caso también es un símbolo de la soledad que puede envolver la enfermedad bajo el anonimato de la lluvia. Al final, como con todos los obstáculos a los que nos enfrentamos, queda claro que solo hace falta una mano amiga que nos arrope cuando el cielo nos deja empapados de agua y soledad.
Rain Man, el hombre de la lluvia, es una película dramática de 1988 dirigida por Barry Levinson y protagonizada por Dustin Hoffman y Tom Cruise en los papeles principales. La trama sigue a Charlie Babbitt (Tom Cruise), un joven egoísta que espera heredar la fortuna de su difunto padre. Sin embargo, se entera de que el beneficiario es su hermano Raymond (Dustin Hoffman), una persona autista al que no conoce porque ha vivido siempre recluido en un centro especial. Ambos harán un largo viaje a través de los Estados Unidos en el que todo cambiará. Rain Man fue ganadora de cuatro globos de oro, y 4 premios Oscar (Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor y Mejor Guion).
Primero que nada, hay que destacar la increíble interpretación, quizás me quede corto en los calificativos, de Dustin Hoffman. El actor es capaz de hacernos creer al personaje, de sumergirnos en la naturaleza de este tipo de trastorno, sin que en ningún momento le sobre un gesto, una palabra o caiga en el sentimentalismo. Se hace una representación respetuosa con el trastorno del espectro autista.
Hoffman interpreta a Raymond con sutileza, consigue conectar con la emotividad del espectador gracias a la forma de expresarse con su lenguaje corporal. Demuestra con los ojos, con los que nunca mira directamente a la cámara, la profundidad del mundo interior que solo existe para el personaje. Podemos sentir que, gracias a la construcción de su mirada ausente, su realidad está lejos de la nuestra. Con sus gestos nos muestra, no nos explica, sus capacidades, como que tiene una alta sensibilidad sensorial o que tiene una memoria prodigiosa para los datos.
El personaje esta tratado con el máximo respeto y eso se nota tanto en las actuaciones de sus protagonistas como en el guion. Se alternan con mucho respeto y sensibilidad la discapacidad y el desconocimiento del autismo, tratando de romper con algunos códigos sociales. Resulta un poco tramposo confrontarlo con un hermano egoísta, un conflicto que sin embargo funciona, porque ambos hermanos están aislados emocionalmente. Por eso, por más que Charlie tienda a perder la paciencia con él, nunca desvaloriza a su hermano, lo respeta y le coge cariño, convirtiéndose en esa persona debajo de la lluvia a la que darle la mano hasta que pase la tormenta.
Para Tom Cruise supuso su definitiva confirmación como un excelente actor, que además sabe elegir bien sus papeles. Su interpretación es madura, con un personaje despreciable que elabora de una manera verosímil sin caer en la parodia, y al que le cogemos manía desde el principio, consiguiendo que mientras se desarrolla su trama logremos entenderlo cuando finaliza la película. Como ejemplo, su pequeño monólogo cuando explica el significado del hombre de la lluvia. Demuestra su mejor versión en las escenas más oscuras, donde hace gala de una contención emocional a punto de estallar.
Son sin duda estas dos grandes interpretaciones las que hacen que la película no se convierta en un telefilm dramático. Actuaciones extraordinarias que dan empaque y prestigio a una película modesta, que la hacen elevarse por encima del melodrama barato, siendo entrañable, efectiva y divertida. Y lo más importante, que aun viéndola hoy en día, nos creamos que Dustin Hoffman es verdaderamente una persona autista.
Ayuda que el guion sea ágil e intente evitar los tópicos lacrimógenos. Las escenas emocionales están bien desarrolladas sin efectismos para hacerlas más dramáticas. Son secas, cortas y eficaces. Toda la escena en la cafetería, sirope incluido, que acaba con la caída de los palillos, es magnífica. O la escena del aeropuerto en la que no se regodea con el ataque de pánico, la muestra como una parte del personaje, porque se busca la comprensión del trastorno, no su juicio o compasión.
Los diálogos hacen que la pareja protagonista funcione, creando una línea ascendente de emociones a lo largo de la película, que favorece la credibilidad de la química que acaban desarrollando los hermanos. En especial a partir de esos días encerrados por culpa de la lluvia en una habitación de motel. Sin embargo, si he de decir que la escena en el ascensor con beso incluido, ya me sobraba en su momento, y vista recientemente la película, me reafirmo en que no aporta nada a la historia, siendo una concesión a la galería de los tópicos.
La peculiar fotografía logra registrar con inspiración el reducido universo del autismo, en contraposición con los amplios paisajes del medio-oeste americano. Para el recuerdo, esa imagen de los hermanos saliendo de la residencia para iniciar su viaje, uno de esos retratos de belleza que logran impactar para siempre a tu memoria. En definitiva, un filme entrañable, divertido, inteligente y maduro, que debería ser visto por lo menos una vez en la vida y si es en una tarde donde esté presente la lluvia mucho mejor.
Todo lo que puedo resumir de la excelencia de la película está condensado en su penúltima escena, en la que se encuentran los dos hermanos solos en el despacho del tribunal médico. Ambos actores, sin necesidad de articular palabra, son capaces de explicar con la mirada todas las emociones que han experimentado a lo largo del metraje. Es en ese breve instante donde el talento logra que te conmuevas solo con el silencio.
Y es que Rain Man es una road movie, en la que dos desconocidos recorren un largo viaje, en el que intentan encontrar más allá de la lluvia, el final del camino.