Análisis de Shogun. Temporada 1. Episodio 9: El cielo carmesí

Bienvenidos al análisis del penúltimo episodio de Shogun en Disney+. Cuando todo hacía pensar que iba a desatarse el infierno sobre Osaka, nos encontramos con un episodio casi intimista centrado en la figura de Mariko-Sama. Un episodio cuyo final ha sido un auténtico what the fuck de manual. Os dejo con el enlace a análisis anteriores y vamos al lío.

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Déjame morir a mi manera

El episodio se inicia con un flashback, 14 años antes, en el que se nos explica la conversión de Lady Mariko al catolicismo, siempre con la ayuda interesada del padre Alvito. Y hay que ver qué bien luce siempre una buena escena en la nieve.

A continuación empieza el episodio propiamente dicho, con la llegada de Mariko, Yabushige y Blackthorne a Osaka. Mientras Yabushige continúa navegando entre dos aguas, haciendo un amago de profundizar en la amistad con Blackthorne, Mariko va a lo suyo.

Por si había alguna duda, pronto queda claro que está allí con una misión muy específica. Dirigiéndose al Consejo de Regentes, con Ishido manipulado por su ahora prometida Lady Ochiba, Mariko declara su intención de abandonar la ciudad a la mañana siguiente, con las consortes de Lord Toranaga y su hijo pequeño a cuestas.

A Ishido se le ocurren razones procesales para retrasar su salida, o al menos lo intenta, basándose en gran medida en el comportamiento sorprendentemente indecoroso de Mariko en el tribunal. Declarándose con orgullo hija del deshonrado señor Akechi Jinsai y heredera de mil años de tradición samurái, declara: “Nunca seré cautiva, ni rehén, ni confinada. Soy libre de irme como quiera, como cualquiera”. Lo dice desde el centro del encuadre, con los ojos apuntando a la cámara.

La puesta en escena es clara: todo se reduce a ella. Mariko, actuando en conjunto con Toranaga, ha puesto a Ishido. Si se niega a permitir que Mariko y las damas se vayan, entonces le mostrará a la nación que todos los nobles y sus familias reunidos en Osaka no son sus invitados, sino sus rehenes. Pero si la dejan ir se crea un precedente y todos los “invitados” en Osaka exigirán su marcha.

Mientras una audiencia de nobles y sus séquitos observan desde los tejados, incluidos Blackthorne y Yabushige, Mariko y los suyos intentan abandonar Osaka. Sus fieles acompañantes mueren en el intento. Incluso Mariko hace un amago de lucha y le da a alguno lo suyo pero son demasiados.

La realidad se impone y Mariko declara que, como no ha podido cumplir las órdenes de su señor, al atardecer se hará seppuku (que manía con el seppuku, de verdad). No se lo impedirá ni su hijo, un adolescente olvidado (desconocido más bien) que anda algo confuso por la vida. Como todo adolescente que se precie.

Como Mariko es cristiana, eso de suicidarse es un pecado mortal, pero hecha la ley, hecha la trampa. Si encuentra a alguien dispuesto a asestar el golpe mortal, entonces ya no, entonces no es suicidio pero por los pelos. El de cortarle la cabeza es un honor que el regente cristiano Lord Kiyama (Hiromoto Ida) rechaza, a pesar de sus propias creencias.

Cuando Kiyama no se presenta a la ceremonia de suicidio, Blackthorne agarra la espada dispuesto a dar el golpe fatal que le cortará la cabeza, no sin que antes Mariko se clave una espada en el vientre. El amor de Blackthorne por Mariko es tal que está dispuesto a matarla para otorgarle a su muerte el honor que ella cree que tendrá. Sin embargo, Mariko se salva en el último momento, cuando Lord Ishido irrumpe y detiene el ritual, lanzando un permiso a Mariko que le permitirá a ella y a las otras damas irse según lo solicitado. 

Demasiado bonito para ser verdad. Mientras todos celebran la vida, con Mariko y Blackthorne dándose un buen revolcón, Yabushige le abre las puertas de la casa a un grupo de shibobi, es decir unos ninja de los de toda la vida, que intentarán matar a Lady Mariko.

Acorralados en un almacén, Yabushige se muestra como la rata que es mientras Blackthorne intenta buscar una salida que no existe. Solo queda Mariko, que se interpone entre la puerta del almacen y la explosión que la vuela por los aires. Finalmente ha cumplido su papel y su destino en Shogun.

Valoración del episodio

¿Qué decir del penúltimo episodio de Shogun? Pues que es un pedazo de episodio, de esos que hacen época. Eso sí, han sido algo tramposos porque nos pusieron los dientes largos con lo del cielo carmesí y ya creíamos que habría leña de la buena. Esperábamos batallas y samuráis luchando a muerte, pero por el contrario nos han presentado un episodio centrado única y exclusivamente en Lady Mariko-Sama, una impresionante Anna Sawai que da todo un recital de interpretación.

Sus escenas con Cosmo Jarvis (al que sigo viendo algo torpe, patoso y falto de carisma; desde luego no es Richard Chamberlain, pero quizás sea por el personaje) muestran una intimidad y desprenden más amor en los gestos y en las miradas que mil poemas japoneses juntos, que a mí me parecen algo rollo. Blackthorne no entiende a Mariko: la ama pero la respeta; está dispuesto a decapitarla porque esa es su voluntad.

En fin, que nos queda solo un episodio que se me antoja se hará corto por lo que queda por contar. Toranaga tiene que llegar a Osaka, montar una escabechina y proclamarse Shogun, que de eso va la serie. En todo caso, nos leemos la próxima semana. Un saludo, sed felices.