Bienvenidos, auténticos creyentes, a La Tapa del Obseso, la sección de Raúl Sánchez.
Es difícil retratar bien en pantalla aquello que quieres criticar, como hace Succession. Es decir, puedes recrearte estéticamente en el villano de la historia y hacerlo tan bien que demasiada gente usará su cara de avatar en redes sociales. O pueden hacer vídeos sobre las supuestas grandes enseñanzas de la vida del villano cuando en realidad estabas intentando contar lo contrario. Tony Montana, el Lobo de Wall Street, Walter White y demás. Es un problema del lenguaje audiovisual: lo complicado que es que el protagonista de la historia, por mucho que nos esforcemos en criticarle, no termine pareciendo admirable moralmente. Es más complicado cuanto mejor es el cineasta y el actor en cuestión. Puede acabar la cosa, sin quererlo, en hacer propaganda pura y dura de cosas terribles. Y en muchos casos eran las que se querían denunciar.
Hacer una comedieta con algo malvado puede terminar haciendo que el espectador no pase de reírse si está bien hecho. O despreciándolo: al fin y al cabo el protagonista es patético y merece que nos riamos de él. Y, como hemos dicho, Succession es de los mejores ejemplos en los que lo audiovisual se salva de esta trampa.
Qué es Succession
Se la ha querido comparar como la “nueva Juego de Tronos”, como una actualización de Dinastía y similares. Pero Succession va por otro lado. Resumamos de qué va la serie: uno de los conglomerados empresariales de comunicación más grandes del mundo, con orientación claramente reaccionaria, propiedad de un señor mayor desagradable e iracundo. Sus hijos, una colección de niños mimados que se creen nobles, pusilánimes drogadictos con mucho dinero, niñatos bocazas con disfunciones sexuales severas y, sorpresa, una hija que sí es muy inteligente pero no es menos miserable que sus hermanos y padre. Añadamos a este cóctel las parejas y exparejas de cada uno, todo un carrusel de prostitutas pagadas para que sean novias, novios de baja estofa que son la cosa más trepa que ha visto madre y etc.
Es entendible lo de compararla con “Juego de Tronos” en el sentido que el Trono de Hierro aquí en Succession es la presidencia del monstruo empresarial familiar. Y en las conspiraciones, traiciones, dobles juegos, cambios de bando, puñaladas traperas, trampas y putadas que se van haciendo unos a otros. Pero todo acaba ahí. Succession corta de manera brillante toda capacidad de que alguien que lo vea pueda tatuarse la cara de uno de sus protagonistas o ponerle el nombre a sus hijos. Y lo hace mediante el lenguaje audiovisual y prescindiendo de las trampas mentales de siempre.
Succession trata un drama, que no es otro que un grupo de personas millonarias que son familia se apuñalen sistemáticamente por el poder, que éste sea la única razón y la única lógica de sus vidas, ya que lo del dinero o el lujo está más que asegurado (no hay más que ver la escena del primer episodio con la apuesta en el partido de béisbol). Prácticamente todo es poder, lucha por el poder, conservar el poder. Lo que ves en pantalla es trágico, hay constantes humillaciones para todos esos ricos malvados. El tono es de drama, de tensión. Pero el tratamiento de la narrativa visual es cómico.
Cómo tratar el Mal
Por ejemplo, los zoom repentinos a los personajes en sus momentos más patéticos para “rebotar” ligeramente, con especial hincapié haciendo esto con el hijo que al principio de la serie parecía el heredero. En Succession recuerda por muchos momentos, para entendernos, a la forma en que la cámara funciona en cosas como Modern Family. El efecto es espectacular: es tragicomedia narrativa visual, cruelísima y maravillosa. Impide que ningún personaje parezca ni remotamente heroico. Se consigue que todos sean patéticos, ridículos y queden señalados moralmente.
Pero para lograr esto no vale sólo con técnicas de narración visual. Hacen falta más cosas. Aunque la intención clara de los creadores de Succession es destripar moralmente a las clases millonarias cuya única obsesión es el poder y que son conscientemente amorales aquí no caemos en los vicios facilongos para irnos a dormir tranquilos. Hay presencia de las clases bajas (o no millonarias) en dos personajes, un joven pariente lejano de la familia que trabaja para ellos y el novio de la hija del dueño de la empresa. El segundo es un personaje calculador, hipócrita, clasista, trepa y despreciable casi frase a frase, buscando subir un peldaño para mear desde allí a los que se queden abajo (por más que sea abiertamente despreciado por casi todo el mundo). El primero es un joven teóricamente inocente, tímido y puede que el único personaje de la serie sin el ego del tamaño de Australia.
En un alarde de honestidad, los creadores le ponen en una pendiente resbaladiza constante, dejándonos claro que esto no es una cuestión de bondad del corazón contra el Mal sino de que un sujeto al que sumerges en el mar se moja, se ahoga o las dos cosas. Pero no sale seco. La lógica de las relaciones de los personajes se debe a cómo están planteadas las reglas de juego para ser el dueño de la empresa, por cómo está planteado el sistema que te permite acceder ahí. Nada tiene que ver tu origen, tu bondad o tu educación. Los que vienen de fuera empiezan a reproducir los mismos comportamientos en cuanto se acercan al poder.
Pero además en Succession se evita por otro lado la idolatría a sus despreciables protagonistas gracias al uso del azar. Aquí no hay nada de Walter White haciendo jugadas maestras para salir del paso de manera sistemática. Aquí sí hay conspiraciones teóricamente geniales que se van al traste por algo tan absurdo y normal como un atasco de tráfico en una zona sin cobertura para el móvil. La casualidad, la suerte y las dos millones de cosas que no podían anticipar (ni tú ni nadie) aparecen más de una y más de dos veces para humillar a todos los muy pagados de sí mismos y creídos protagonistas. Crees que eres muy listo, con un plan genial, crees que el mundo te lo debe todo y en este universo los creadores disfrutan haciendo que aparezcan mil piedras que te hacen tropezar y quedar como un idiota. Si fuera un documental sería comedia involuntaria, pero es comedia morbosa a través de la tragedia.
Las cosas bien hechas
Al final Succession nos trata como adultos y no crea un personaje absurdamente noble que redime a los pobres frente a los ricos o a las mujeres frente a los hombres. Mete el dedo en la llaga de la lógica mental y del patetismo de estos apestosos millonarios esquivando toda posibilidad de hacer de propagandista involuntaria. Zarandea con la miseria, el azar y con la lógica del poder por encima de cualquier otra moralidad a todos los personajes, que se van turnando en interés por ver cómo serán humillados otra vez sin alcanzar prácticamente ninguna gloria.
Sed felices.