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¿Quién va a ganar el Oscar este año? Despiezando todas las películas nominadas (2/2)

Ya estamos aquí de vuelta. Hace dos días Llámame por tu nombre, Tres anuncios a las afueras, Los archivos del Pentágono y El hilo invisible pasaron por esta sección tan efímera condenada a morir mañana por la noche. Hoy es el turno de las cinco películas restantes.

Puedes leer la primera parte de este artículo en:

El instante más oscuro (Darkest Hour)

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Gary Oldman con varios kilos de maquillaje sobre su cara en una película estilo biopic centrada en un personaje cuyas batallas más intensas se libraron dentro de un despacho. A priori, pereza. Sin embargo, El instante más oscuro consigue darle a los eventos que retrata la intensidad emocional que suponen sin prescindir de los escenarios y situaciones coherentes que forman la historia. Joe Wright firma una agradable sorpresa que hace un uso prodigioso de sus aparentes limitaciones para recrear la claustrofobia y la debilidad coral –acercamiento estilístico que pocas películas de este género toman– vivida por los personajes que siembran la historia. Al margen de las consideraciones sobre la veracidad de lo que cuenta (un prisma por el que bien se podría desacreditar otra película magnífica como es el Steve Jobs de Danny Boyle) El instante más oscuro es una película ejemplar en su propuesta de convertir sus escenarios en disposiciones espaciales que describen los constantes cambios en las relaciones de poder y, sobre todo, (des)confianza entre personajes perdidos en cargas de responsabilidad demasiado grandes. Usa para ello encuadres de espacio negativo, staging muy sutil (no como los distanciamientos sangrantemente coreografiados de Llámame por tu nombre) y las habilidades de un reparto más que hábil, liderado por un Oldman en plena forma que lleva con fluidez la carga de colocar sobre su interpretación una colección constante de tics faciales, corporales y de respiración que nunca afectan de forma perceptible a su trabajo de dar a cada secuencia la veracidad emocional necesaria. Podéis leer lo que opina mi compañero Fernando aquí.

Dunkerque (Dunkirk)

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Hay un par de secuencias en El instante más oscuro centradas en subrayar la importancia de la operación Dynamo, hecho central del argumento de Dunkerque, en el contexto de la resistencia británica en la Segunda Guerra Mundial. Entre las dos secuencias no sumarán más de cinco minutos dedicados específicamente a la naturaleza de la operación y las dificultades de quienes resistían en Dunkerque y, sin embargo, son un trabajo mucho más efectivo y con mucho más valor intrínsecamente cinematográfico del que aportan las dos horas de metraje de la película de Christopher Nolan. Dos horas de metraje que divagan entre darle (sin éxito) o no darle (frustrantemente) importancia a unos personajes que sólo hablan cuando tienen que explicar algún concepto central de la película, alguna situación narrativa que puede no haber quedado clara a ese chaval de la quinta fila que estaba mirando el móvil hace dos minutos o algún hecho que ocurrirá en la película dentro de un rato y al que, esta vez sí, deberemos prestar atención (deja twitter, hombre). Dunkerque es un juego vacío con líneas temporales que no aportan más que un descoloque inicial pretendidamente autoral para dar lugar luego a una sobreexplicación banal de tres tiempos y espacios que cualquier persona con una comprensión básica del funcionamiento de una película puede llegar a desentrañar sin necesidad de un letrero. Dunkerque es pretenciosa, desordenada, inintencionadamente caótica y superficialmente elegante. Su mayor mérito es haberse rodeado de la algunos de los técnicos con más talento de la industria y la percutora banda sonora de Hans Zimmer, angustiosa y constante, que una vez más hace el trabajo emocional por el director con un subrayado insistente de casi todas las secuencias. Si quieres ver cómo me llaman “salame” en los comentarios, puedes leer mi crítica aquí.

Lady Bird

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Otra agradable sorpresa de entre las nominadas de este año. Lady Bird es un coming-of-age con el que haber vivido algunas de las experiencias que relata ayuda a conectar pero no es imprescindible. Es un relato sincero, cercano y nunca artificioso –cerca de la naturalidad con que Linklater rueda la vida cotidiana– del paso a la vida adulta, de las esperanzas en el escape a una nueva y de la frustración y la añoranza cuando llegan. Ronan y Metcalf hacen un trabajo prodigioso delante de las cámaras, construyendo una relación madre-hija entre la distancia irreconciliable y la cercanía más total. No es una película dada a la experimentación formal y su casi naturalismo no permite tampoco un juego muy elaborado con las relaciones conceptuales, pero Lady Bird es con sus medios y propuesta la mejor película que podía ser, y huir de los tópicos fáciles y los atajos del manual es mérito suficiente para una película que ha encontrado en la carrera a los Oscar el medio perfecto para tener una mejor distribución de la que ciclos independientes le habrían permitido.

Déjame salir (Get Out)

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Me vais a permitir obviar el comentario de esta película tras haberme excedido en el mismo hace exactamente un año, cuando hablé de la película en esta web. ¿Cómo? ¿No me lo permitís? ¿Ah, queréis jaleo? Bajaos al parque en dos horas y vemos quién perm

La forma del agua (Shape of Water)

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Las razones que pueden llevar a esta película a ganar el Oscar no son las mismas que la hacen una propuesta más que interesante. Siguiendo la costumbre de su director, es una cinta en la que los rasgos visuales son distintivamente Del Toro, y donde la paleta de colores verde y la danza constante de la cámara son incesantes dando a la totalidad de su metraje una personalidad clara (con perdón de media filmografía de Jeunet) que no hacen sino sumar atractivo a una cinta que ya de base tiene una propuesta interesante. Para hablar de minorías desde la obviedad sin caer en el subrayado irrespetuoso a la audiencia, Del Toro construye alrededor de la relación romántica entre la protagonista muda y el hombre anfibio más carismático de la gran pantalla una historia de malos muy malos (varón blanco occidental, heterosexual y con afán competitivo) y buenos muy buenos (personajes moralmente irreprochables) que facilita la identificación instantánea a una audiencia que busque la experiencia clásica de la fábula trasladada a una película de más de dos horas. Aunque su guión siga en ocasiones los propios mecanismos formales del cuento (una representación nunca escondida de los mecanismos narrativos, en una colección de sucesiones causales de todo menos sutil), el conjunto es sólido en una propuesta que bien podría ser catalogada como el extremo opuesto de la amoralidad gris de Tres anuncios a las afueras.

Entonces, ¿quién va a ganar el premio?

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Pues no es tan fácil como seguir la estela de otras galas de premios. En la Academia hay dos diferencias esenciales que pueden hacer que, si bien a menudo se da una coincidencia en los premios con ceremonias similares, en ocasiones concretas los intereses de los académicos vayan por otro camino. El primero es que, además de ser la gala comercial por excelencia, los Oscar son también la gala política por excelencia del cine. La ambigüedad que hace valiente a Tres anuncios puede ser la misma que lastre una victoria limpia de la que por otra parte es innegablemente una buena película; en el mismo plano, La forma del agua propone una alternativa muy fácilmente aceptable para la era Trump en la que la opinión pública puede posicionarse cómodamente en un solo bando ideológico.

Greta Gerwig tiene también papeletas de que su Lady Bird consiga algún premio porque el vacío que se hace en los Oscar a las directoras femeninas suele ser más que notorio, y en la Academia prefieren los premios simbólicos y esporádicos antes que una justicia frecuente que premie todas las fantásticas películas dirigidas por mujeres que son ninguneada año tras año –todo esto sin desmerecer la calidad de Lady Bird. La segunda diferencia refuerza la primera, y es que la mayor parte de académicos no se ven todas las películas antes de la votación. Y en esas circunstancias, es la campaña de la película, el refuerzo de las ideas que promulga, lo que puede marcar la diferencia de cara a ganar un galardón. Resumiendo, y no le descubro la pólvora a nadie: en los Oscar vale más lo que la película representa que la calidad de la película en sí. Menos Argo. Nadie sabe por qué diablos ganó Argo.

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