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Análisis de El Ministerio del Tiempo. Temporada 1. Capítulo 6: Tiempo de pícaros

-Esta cárcel es inhumana

-No os quejéis, que vosotros tenéis Guantánamo 

Irene Larra durante el interrogatorio a Walcott en la cárcel de Huesca.

Continuamos el análisis de la primera temporada del Ministerio del Tiempo con el sexto capítulo de esta gran serie. Aquí tenéis el enlace para los análisis de los capítulos anteriores:

Análisis de los capítulos de El Ministerio del Tiempo

Argumento: Durante una excavación en Salamanca, el Ministerio descubre que un conocido estafador ha escapado de la justicia a través de una puerta que conduce a la Salamanca de 1520. Allí, Amelia, Julián y Alonso se encuentran con un personaje real que todo el mundo creía de ficción: el Lazarillo de Tormes. Mientras tanto, Irene viaja a la prisión de Huesca en el año 1053 para interrogar a Walcott, el villano del capítulo anterior.

Spoiler a partir de la imagen.

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Nuestros protagonistas con Lola Mendieta, una vez más entrometiéndose en los asunto del ministerio.

En una excavación arqueológica en Salamanca se encuentra un móvil. El Ministerio comienza a investigar y averigua que el móvil pertenecía a un conocido estafador que escapó de la justicia. Salvador supone que ha viajado en el tiempo a la Salamanca de 1520, que es de donde datan los objetos que encontraron los arqueólogos.

El equipo de Amelia, bajo la supervisión de Ernesto, se encarga del asunto. No obstante, como suele suceder en la serie, la trama secundaria guarda mejores momentos que la principal. Esta vez la protagonista es Irene, que viaja a la Huesca de 1053 para interrogar a Walcott, el villano del capítulo anterior. El estadounidense puede viajar en el tiempo de una forma que el ministerio desconoce y, por tanto, no puede controlar. Irene le da de comer una hamburguesa envenenada a un hambriento Walcott. No tomará el antídoto a menos que hable.

Mientras Walcott se lo piensa, Irene pide ver a Armando Leiva, su maestro, uno de los mejores agentes del ministerio. Una vez más, los creadores y guionistas siguen profundizando poco a poco en las luces y, sobre todo, en las sombras de la institución protagonista de la serie. El hijo de Leiva tenía leucemia en una época en la que no se podía tratar. Al llegar al siglo XXI, quiso acceder a los tratamientos modernos pero, en lugar de hacer como Julián o la misma Irene, que se saltan las reglas en secreto, pidió que todos los funcionarios pudieran usar las puertas para salvar a sus seres queridos. Hubo un motín y todos fueron encarcelados. Le pide a Irene que le cuente quien le traicionó.

El equipo de Amelia aparece en la Salamanca de 1520, justo antes de la revuelta de los comuneros, nobles en contra del recién llegado rey extranjero Carlos I. Nada más llegar, Alonso salva a un muchacho de dos asaltantes. El joven resulta ser Lázaro de Tormes, un personaje que se creía ficticio.

Una vez en la ciudad, averiguan gracias al fraile Juan que el estafador ha tomado el nombre de Alfonso Díaz Bueno, el corregidor real, que recauda impuestos e imparte justicia en nombre del rey.

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Irene visita a Armando Leiva, su maestro, en la cárcel.

Esa noche, acuden a la posada para ver una función satírica de Lázaro, probablemente el personaje secundario más entrañable de todos los que han pasado por la serie. La obra se detiene por la irrupción de soldados del corregidor, advertidos del interés de nuestros protagonistas por el villano del episodio. Lázaro les distrae y acaba apresado, mientras que ellos escapan gracias al fraile Juan.

Julián y Amelia quieren rescatar a Lázaro, pero Alonso se niega, porque supone desviarse de la misión, pese a que él suele ser el primero que no deja a ningún hombre atrás. Amelia, como jefa de equipo, se impone ya que, si Lázaro muere, no se escribiría el Lazarillo de Tormes.

En el despacho del corregidor aparece Lola Mendieta con una pistola. Díaz Bueno era su amante, y ella le ayudó a escapar a través del tiempo. En la habitación que los arqueólogos encuentran al principio del episodio, Díaz Bueno finge su asesinato para librarse de Lola. Así podría quedarse en ese tiempo sin que Lola supiese nada de él. Es en ese falso asesinato cuando se cae el móvil del estafador, el que encuentran en la excavación. Alfonso consigue dejarla inconsciente y la encarcela junto con Lázaro.

Lola Mendieta se mantiene como un personaje intermitente a lo largo de la primera temporada, no exactamente la villana de esta tanda de ocho capítulos, pues nunca pone realmente en jaque a todo el ministerio. Además, es un personaje que parece tener buenas intenciones, al margen del ministerio, pero que siempre acaba equivocándose. Una “mala” con aristas. Un personaje atípico dentro de la televisión española.

Mientras, Irene consigue la confesión de Walcott. Viaja por el tiempo a través de un túnel que funciona por energía nuclear, el cual pueden graduar espaciotemporalmente. La dueña es una empresa privada que pretendía usarlo para fines turísticos. Me gusta la idea de que alguien quiera explotar turísticamente los viajes en el tiempo. Antes de volver a su tiempo, Irene visita a Leiva y le da unas medicinas modernas, ya que su estado es pésimo.

Amelia, Julián y Alonso liberan un convoy de prisioneros en el que no está Lázaro, pero sí Lola. Salvador les ordena que lleven a Lola con Ernesto y salven a Lázaro. Sin embargo, en una escena algo desconcertante, la puerta ha desaparecido.

Un par de estudiantes se han llevado el confesionario de la iglesia por novatadas. Es entonces cuando Ernesto sale del confesionario, asustando a los jóvenes, que creen que es un demonio, por lo que pretenden quemarle vivo. Por suerte, el equipo de Amelia le salva a tiempo.

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La señora Torres, un personaje que promete dar muchos momentos intensos en el futuro de la serie.

Ernesto está vivo, pero no tienen puerta para volver al siglo XXI. Lola les ofrece una puerta no oficial a cambio de su libertad. Van a ejecutar a Lázaro públicamente, pero Julián tiene una idea.

Cuando se va a dar lugar a la ejecución, los frailes comienzan a presentar sus quejas al corregidor para retrasar el momento. Julián, entre tanto, ha usado la puerta de Lola para volver al ministerio y pedir un rifle de dardos tranquilizantes. Una vez de vuelta, vestido de fraile, acusa al corregidor de condenar a inocentes y proclama que es Dios el que debería elegir si Lázaro es culpable o no. Alonso utiliza el rifle para disparar al corregidor, que cae fulminado. Al desmayarse repentinamente, se toma como un milagro y Lázaro es liberado.

Tras la despedida de Lázaro, nuestros protagonistas vuelven al presente. Salvador les dice que aparecen en un capítulo de Lazarillo de Tormes, pero que lo han censurado para no involucrar al ministerio. Al final, se descubre que es fray Juan el autor de la novela, que actualmente es anónima.

Por otro lado, aparece un personaje que tiene pinta de dar mucho juego en el futuro de la serie: la señora Torres, enlace de la presidencia con el Ministerio. Pide la liberación de Walcott. Saben que el ministerio lo tiene porque EEUU ha localizado las búsquedas que el ministerio hizo de él en Internet para identificarle.

Cuando se lo llevan, Irene decide hablar con Salvador sobre la situación de Leiva. El director del ministerio va a pedir que lo trasladen a un sitio menos agresivo. Sin embargo, la serie no deja de sorprendernos y, cuando pensamos que el destino va a ser benévolo con el agente encarcelado, vemos, en la escena final, que ha muerto en su celda.

En definitiva, un gran capítulo. Siguen los diálogos ágiles e ingeniosos, las situaciones de camaradería entre sus protagonistas. Nacho Fresneda y Aura Garrido lo bordan, mientras que Rodolfo Sancho lo hace algo peor, aunque aporta una presencia que pocos actores tienen en España. Lázaro es un personaje amable y bonachón, y profundizamos más en ese gran personaje que es Irene Larra. Además, hay momentos, como en todos los capítulos, que van dejando tímidas huellas de a donde se pueden encaminar esta serie en el futuro. Me refiero, sobre todo, a la muerte de Leiva y a la aparición de la señora Torres.

Fernando Vílchez
Fernando Vílchez
Comecocos. Intento aprender como si viviera para siempre y vivir como si hoy fuera mi último día...con las cosas que me hacen feliz.
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