Bienvenidos, auténticos creyentes, a La Tapa del Obseso, la sección de Raúl Sánchez.
El padre de Antonio Altarriba se suicidió. Se tiró desde una ventana de la residencia en la que estaba. Voló. Pero ese vuelo, como dice el autor, empezó 90 años atrás. De algo tan doloroso como el suicidio de su propio padre Antonio Altarriba quiso explicarse y entender ese vuelo que en la práctica duró toda su vida. De ese intento salió “El arte de volar”, con dibujo de Kim, el mítico dibujante de “Martínez el facha” de El Jueves. Para ser un intento salió bastante bien. Premio del Salón del Cómic de Barcelona, Premio Nacional del Cómic, aclamación generalizada no sólo en el sector del cómic también fuera de él, éxito en ventas hasta el punto de vender fuera de España (que un cómic nacional venda ya es difícil, pero conseguir que lo haga fuera es casi un milagro).
Yo me lo acabé leer hace unos días. Me lo habían recomendado amigos hace tiempo. Yo lo tenía hace tiempo. Estaba en la pila de cosas por leer. Y al acabarlo qué os voy a decir. El enlace de arriba de El País no se equivoca: es una obra maestra del cómic. Si no se conoce más que el famosísimo Maüs de Art Spiegelman es por cuestiones de publicidad, marketing y saber venderse. No hay más. Pero a pesar de todo lo maravilloso que es el cómic te deja deprimido. Quizás no es “pero a pesar”, sino más bien “precisamente”.
Los peligros
No nos engañemos: el cómic trata de una persona que vive todo el siglo XX español. Eso quiere decir hablar de la guerra civil española y del franquismo. Cualquier película, cómic o libro que trate de este tema se mete en un terreno pantanoso. Es demasiado fácil ser deshonesto, es demasiado fácil mentir. Y el cómic te lo dice abiertamente: hay partes que son conscientemente inventadas. Hay partes de son conscientemente increíbles, como ser capaz de no ahogarte en un río sin saber nadar. Hay partes inventadas, pero no se esconde en ningún momento de la historia. Las partes inventadas no están ahí para mentirte sobre la realidad que vivió tanta gente, la terrible realidad que tantos sufrieron. Las partes inventadas están al servicio de la cruda realidad. Tan cruda, tan terrible, tan llana que deprime y maravilla a la vez.
El padre de Antonio, el protagonista, odiaba su pueblo, odiaba la explotación del hombre por el hombre y la ley de la jungla. Y se hizo anarquista. Aunque estaba en zona del bando sublevado se pasó al bando republicano. El cómic será un lento descenso desde la juventud llena de grandes planes para el mundo, de las ansías de cambiarlo todo, del compadreo con los que son de la misma cuerda hasta la madurez del abandono de todo aquello, de la derrota militar y política, pero también, y en esto es en lo que se centra el cómic, personal y sentimental.
No es cómic de limpiar las vergüenzas de ningún bando, por más que el autor y su padre estén claramente en uno. Es un cómic honesto, en el cual no se tapan las chapuzas, tonterías, infantilismos e incompetencias de todo tipo de personajes, da igual de qué palo fueran. Es un cómic de la derrota. No de la derrota militar del bando republicano no de su reivindicación frente al franquismo. Es un cómic de la dura vuelta a casa de los vencidos. De su derrota personal, sentimental, vital. A otro nivel, recuerda a El Invierno del dibujante, del que ya hablamos en esta página.
Un relato honesto y terrible de la derrota
Hemos tenido muchas historias de guerra civil española, pero pocas del tipo de El invierno del dibujante o El arte de volar. Los que participaron en el bando perdedor, que nunca fueron torturados ni perseguidos, pero que siguieron en España o volvieron tras la guerra. Gente que vió que todo por lo que lucharon había sido totalmente derrotado y borrado del mapa. Pero a pesar de eso el mundo seguía girando sobre sí mismo, y que ellos seguían vivos. Algunos idealistas del pasado que lucharon por un mundo sin explotadores ni explotados se convirtieron en explotadores. Otros que daban ardientes proclamas por la república se convertían en fieles voceros del nuevo régimen. La mayor parte de la población, como pasa en cualquier época y cualquier sitio, sólo quiere vivir en paz sin complicaciones. Ardientes ateos y anarquistas que pasan por los nuevos aros, casándose por la iglesia, teniendo familia y aceptando trabajos que pisotean cualquier ideal previo que tuvieran. Tu causa ha sido derrotada y muerta, pero tú sigues vivo. Y la mayor parte de las veces seguir vivo implica tragar con lo que hay. Aunque para eso haya que matar a la persona que has sido siempre. De ese asesinato a lo que eras salían personas totalmente opuestas o gente deprimida, muerta por dentro, que apenas encontraban consuelo en nada. Sobre todos ellos va esta historia.
Clint Eastwood decía en una de sus películas hablando de sus recuerdos en una guerra que lo peor no era lo que hacías por ordenes de otro, que lo peor era siempre lo que tú hacías sin que nadie te lo dijera. Quizás el ambiente, quizás lo que percibías como deseable o como señal de que no desentonabas del grupo. Pero esos actos eran los que te mataban. Los que mataban lo que habías sido siempre, eso que te había hecho sentir como un ángel, como un portador de la verdad y la justicia.
Es una historia de madurez. Porque una historia adolescente sería simplemente un relato sobre un héroe que destruye a los malos del otro bando entre grandes explosiones para acabar quedándose con la chica. Y no habría más. Aquí no. Hay toneladas de azar y casualidad. Los personajes no son decisivos para lo que está pasando de fondo (el franquismo) sino simples supervivientes de él, sin ninguna capacidad para cambiarlo. Predomina la maldad, la envidia, el rencor, la miseria y todos los vicios humanos. Pocas veces se dice, pero en tiempos de escasez es complicado aquello de creer en la fraternidad de los seres humanos. Es complicado mantener elevados ideales con la tripa vacía, con la tuya y la de tu familia. No hay ninguna coartada ni alivio en el cómic: por más que se entremezcle la verdad y el invento estamos constantemente siendo golpeados sin ningún tipo de delicadeza con la brutalidad de lo que le va pasando a todos los personajes de la historia. Exactamente igual que hace la realidad tal cual.
Le mandé un mensaje al primer amigo que me lo recomendó, diciéndole lo mucho que me había gustado el cómic pero también que llevaba un día hecho polvo, por todo lo que implicaba. Él acaba de tener un niño y yo tengo una hija de cuatro años. Hace poco nos dijimos que ya rondando los cuarenta estamos en lo mejor de la vida, que somos más felices que nunca. Hemos crecido en un país rico (aunque llevemos tiempo en crisis), en una democracia. No sabemos qué es tener que matar o colaborar con otros para que maten ni hemos tenido que temer por nuestras vidas por pensar de un modo u otro. No hemos tenido que pasar por ser absolutamente derrotados políticamente y tener que vivir con un sistema opuesto a nosotros en casi todo. Este cómic nos abre la puerta al infierno personal, vergonzosamente privado, de miles de personas que sí lo vivieron, que tragaron porque no había otra si querían sobrevivir. Toda esa pena y ese horror es capaz de transportarse en el tiempo y el espacio hasta un tipo gordo como yo que nunca ha sufrido de verdad, cuyos peores momentos son vergonzosamente grises. Conseguir salvar ese abismo de experiencias, de sentimientos y de circunstancias sólo es posible haciendo las cosas excepcionalmente bien, haciéndolas sin mentir a pesar de estar inventando y presentando las cosas con una crudeza tal que nadie pueda negar que no fueron en esencia así.
Altarriba y Kim han hecho una obra maestra del cómic y una lectura absolutamente obligada para cualquiera. Da igual donde viva o qué piense, está contando algo que cualquier adulto de cualquier sitio y condición puede y debe entender: el peso de los sueños rotos en tiempos de escasez y de guerra le parten la espalda a cualquiera.
Sed felices.
Sin duda una obra maestra del cómic y además es un cómic español. Buen artículo
Muy buen articulo Raúl, he quedado con un vacío en el estómago solo por leer algunas viñetas, a veces por aquí la realidad te golpea de frente, me quedo con estas líneas.
“Predomina la maldad, la envidia, el rencor, la miseria y todos los vicios humanos. Pocas veces se dice, pero en tiempos de escasez es complicado aquello de creer en la fraternidad de los seres humanos.”
Así es, más de lo que imaginan. Hay que ser agradecidos con las pequeñas cosas disfrutar de ellas por más simples que parezcan hay alguien careciendo de ellas.
Un abrazo.