Prime Video acaba de estrenar Sé lo que hicisteis el Último Verano, serie que adapta una vez más la novela del mismo título que ya en 1997 tuviera una versión cinematográfica. Al igual que aquella, apunta al slasher, aunque pone de manera más marcada el acento sobre aspectos de drama familiar y adolescente.
No es fácil hacer una serie de terror: la sorpresa, esencial para el género, se diluye al hacerse larga la historia; aun así, las hay que han encontrado interesantes vueltas de tuerca. De la mano de Prime Video nos llega Sé lo que hicisteis el Último Verano, serie creada por Sara Goodman, productora y guionista conocida por Gossip Girl, Predicador y Outsiders.
Sé lo que hicisteis el Último Verano (conocida en América Latina como Sé lo que hicieron el Verano Pasado), está basada en una novela de Lois Duncan de 1973 que nunca leí, pero que hasta donde sé tiene tono de misterio policial. Sin embargo, ese kilométrico título (pesadilla al denominar secuelas) se hizo especialmente conocido para el gran público por la película slasher de 1997 dirigida por Jim Gillespie.
En aquellos días, el subgénero acababa de ser resucitado (o reinventado) por Wes Craven con Scream (1996) y Erik Feig, productor de la misma, se embarcó en el proyecto de adaptar la novela de Duncan en un formato más slasher y fusionándola con la leyenda urbana del Hombre del Gancho (Hookman): no sorprende que la autora haya renegado de la adaptación.
Aunque no gozó del beneplácito de la crítica, la película encabezó en su momento la taquilla en Estados Unidos y otros países, además de dar impulso a las carreras de Jennifer Love Hewitt y Sarah Michelle Gellar, en ese momento con dieciocho y veinte años de edad respectivamente.
Con Feig nuevamente, esta vez como productor ejecutivo, nos llega ahora la serie y lo primero que nos preguntamos es si busca adaptar más fielmente la novela original o vuelve a abrevar en el formato slasher de la adaptación cinematográfica. La realidad es que se acerca más a lo segundo, aunque explora más algunos temas adolescentes como pubertad, drogas, crisis de identidad, etc.
Ya sé que slasher adolescente puede sonar redundante, pero la serie incursiona más (no necesariamente con éxito) en las historias de drama familiar, lo cual puede hacer chirriar los dientes a los amantes del horror.
La plataforma de Amazon ha subido de un tirón los cuatro primeros episodios, que son los que aquí analizamos, en tanto que los cuatro restantes irán llegando semanalmente. Antes de pasar al análisis de lo hasta aquí visto, cumplo en advertir que SE VIENEN SPOILERS DE LA TRAMA.
Las Hermanas
La premisa inicial se asemeja a la de la película: sacando que estamos en Hawái, tenemos también una fiesta de graduación con jóvenes descontrolados en excesos de sexo, drogas y alcohol que, al marcharse en auto, embisten a alguien y deciden, de común acuerdo, ocultar el hecho. La diferencia sustancial es que aquí la persona arrollada no es un desconocido, sino la hermana de quien conduce.
Hablemos un poco de los personajes: Alison y Lennon (vaya nombrecito; menos mal que el apellido no es McCartney) son gemelas, pero de muy distinto perfil; la primera tiene tendencia a los placeres libertinos, mientras que la segunda es remilgada, conservadora y la preferida de papá, viudo desde que la madre de ambas decidiera quitarse la vida.
En la fiesta de graduación y mientras todos tienen sexo en escenas para fanservice propias de videoclip, Lennon no quiere ser menos que su hermana y elige el peor partenaire, pues sostiene relaciones con Dylan (Ezequiel Goodman), amigovio de Alison. Una fuerte discusión entre ambas acaba con esta última abandonando intempestivamente la fiesta en plena noche.
O eso parece al menos; pronto sabemos que la cosa fue al revés y que quien se marchó es en realidad Lennon, mientras que Alison se quedó y se hizo pasar por ella ante sus amistades (maldita costumbre de vestirse igual) en un acto propio del alcohol, pero también de la envidia y los resentimientos: Lennon es para todos la buena, pero Alison sabe que no lo es tanto.
La cosa comienza a irse de madre cuando se presenta en el lugar la policía, representada por la agente local Lyla (Fiona Rene), quien, además, sostiene una relación con el padre de las chicas. Ello hace que Alison (de quien todos piensan que es Lennon) se marche del lugar con sus amigos y en el trayecto atropellen por accidente a Lennon (que, salvo su hermana, todos piensan que es Alison).
La traumática situación hace que el grupo se ponga de acuerdo en ocultar el cuerpo de la joven fallecida, siendo Dylan el único que no gusta de la idea y quiere ir a la policía: su moción no goza de aprobación en el resto y terminan llevando el cuerpo a una cueva de la playa mientras Alison queda viviendo la vida de su hermana Lennon.
Un Año después
Tras haberse instalado en Michigan después del terrible suceso, Alison ha regresado a Hawái y más precisamente al lugar en que ocurrió todo: una localidad llamada Wai Huna, sobre la cual busqué en Google y pude comprobar que no existe: nunca es bueno utilizar lugares reales en historias de crimen y muerte para no entrar en conflicto con las oficinas de turismo.
La cuestión es que Alison fue dada por desaparecida después de aquello y nadie sabe que en realidad es ella, sino que todos la toman por Lennon, incluido su propio padre que, haciendo honor al estereotipo slasher de padre imbécil, no es capaz de diferenciar una hermana de otra y recién sospecha algo cuando la ve fumar.
Por cierto, Bruce (Bill Heck) es un papá sexy que, como dijimos, mantiene una relación secreta con la oficial de policía local y, dadas sus preferencias sadomasoquistas, es la combinación perfecta: te salvas de gastar en uniformes y esposas, por ejemplo. Pero, siguiendo con los estereotipos slasher, también es perfecta la relación entre padre idiota y policía ineficiente: dos pájaros de un tiro.
Luego de quedar en evidencia por el cigarrillo, Alison admite su identidad ante su padre y confiesa lo ocurrido. Él queda conmocionado (aunque su rostro mucho no se entera) y, contrariamente al deseo de su hija, prefiere no contar nada a la policía. Por cierto, ella le ha descubierto jugando a esclavo sexual con Lyla, con lo que cada uno sabe un secreto del otro que funciona como implícito elemento de presión: si tú hablas, yo hablo.
El resto de los antiguos amigos siguen sin reconocerla y la más confundida es Margot (Brianne Tju), que venía teniendo una relación lésbica con Lennon y no entiende por qué ahora la ignora. Riley (Ashley Moore) es la que se muestra más fría ante los hechos de un año atrás, tomándolos con igual naturalidad que a la fiesta de graduación de esa noche.
Johnny (Sebastian Amoruso), por su parte, ha hecho últimamente pública su homosexualidad entrando en relación con Eric Craft (Duncan Kamakana), su ex entrenador del colegio, vínculo que, se sospecha, venía desde hacía rato, aunque en aras de la corrección política, se encargan de aclararnos que ambos esperaron a que Johnny tuviera dieciocho (risas grabadas).
El más esquivo y enigmático sigue siendo Dylan, a quien ahora se ve interesado en usar panes de sal para atraer cabras (?). Las sospechas, obviamente, apuntan a él cuando Alison encuentra en un espejo la inscripción Sé lo que hicisteis el Último Verano, además de una deliciosa cabeza de cabra en el armario.
Más aún: aquella fatídica noche del accidente y cuando aún no sabían qué habían arrollado, Dylan había llegado a especular que fuera una cabra. Es todo, desde ya, tan obvio que debemos descartarlo como responsable por los mensajes, que se siguen repitiendo.
Culpas y Decapitaciones
El grupo de jóvenes está conmocionado, pues está claro que alguien que sabe lo ocurrido y está jugando con ellos. Si una cabeza de cabra es ya de por sí bastante intimidatoria, pronto los decapitados comienzan a ser ellos y, usando el móvil de la verdadera Lennon, el asesino envía a Alison la filmación del momento en que está dejando sin cabeza a Johnny, como así también de la alocada noche de sexo entre Dylan y Lennon (qué fuerte suena esa dupla).
A propósito de Dylan, se le ve apesadumbrado y lleno de culpas, ya que fue su infidelidad lo que esa noche llevó a Alison a salir a la carretera. Lo que no sabe, claro, es que se lo está diciendo a la propia Alison, que por un instante parece estar a punto de decirle la verdad cuando él expresa lo mucho que la amaba…
Los momentos slasher van ganando lugar y algunos son bien cutres, lo cual iría mucho mejor si la serie no se tomara a sí misma tan en serio. Ojo, no es un baño de sangre a chorros: la mayor parte se dan hacia el final de los episodios para dejarnos pendientes y, de hecho, los tres primeros tienen una puntual decapitación hacia su final, ya sea humana o caprina.
Pero la mayor parte de la trama discurre entre discusiones y diálogos bastante banales más los permanentes flashbacks que nos llevan de vuelta a la fiesta de graduación y nos anotician de algo nuevo cada vez. Supongo que así será hasta el final de la temporada, sobre todo cuando les permite introducir sexo a rabiar, al punto que el comienzo del cuarto episodio es un festival erótico-soft con mucho pecho al aire, beso lésbico y culos en primer plano.
Unos Pocos Personajes Interesantes
Madison Iseman hace un gran trabajo interpretando a Alison/Lennox, pero entre el resto no hay hasta aquí mucho para destacar, salvo a Brianne Tju, que compone bien a una interesante Margot adicta a Instagram y Ashley Moore que, sin mucho, torna intrigante la frialdad y aparente falta de emoción de Riley, tanto que nos hace pensar si no habrá algo que no muestra.
En cuanto a Bill Heck, en su papel del padre de las gemelas, su única versatilidad reside en la rapidez para pasar de la inexpresividad a la sobreactuación y, después de verlo en la escena con la policía, me da por pensar que podría funcionar muy bien haciendo cine de adultos (no digo la otra palabra porque los algoritmos de Google me bajan como fruta madura).
Lyla es un personaje que hasta ahora no aporta demasiado, salvo esposas para juegos de fetichismo. De hecho, la vemos interrogar a Kelly Craft (Chrissie Fit), esposa del asesinado entrenador del colegio, sin que nos despierte demasiado interés porque no nos habían presentado a ese personaje antes y casi tampoco a la víctima: el interrogatorio a una mujer que no conocemos sobre la muerte de alguien a quien casi ni conocimos. Solo espero que conduzca a algo.
Un personaje que sí me pareció interesante es Doug (Eric Morris), el policía asistente de Lyla, a quien vemos obsesionado en resolver el caso hablando consigo mismo o con un niño de corta edad que nada le entiende. Pero en cuanto comienza a tomar protagonismo y generarnos empatía, el asesino se lo carga y ahora ya ni siquiera decapita. No es su última víctima en el cuarto episodio: también el dueño de un restaurante local que me hace acordar mucho al Pop´s de Riverdale.
Más elementos se agregan para hacer truculenta la historia: mientras Alison flota de espaldas en el mar, a su lado aparece “su propio cadáver”, o sea el de Lennon, al cual alguien extrajo de la cueva y se lo ve en bastante buen estado para haber pasado un año completo.
La comunidad llora a la joven que había dado por desaparecida sin saber que sigue viva y, de hecho, hay funeral. Pero Alison sigue recibiendo en su móvil imágenes supuestamente enviadas por su hermana y en una de ellas se aprecian una serie de marcas corporales que la hacen reconocible como tal.
Balance de los Primeros Cuatro Episodios
Ahora entiendo por qué esta vez Prime Video decidió subir cuatro y no tres episodios como venía estilando con otras series. Está claro que el cliffhanger final es tan fuerte que nos lleva a seguir viendo, cosa que tal vez no hubiera ocurrido con el tercero.
Es que Sé lo que hicieron el Último Verano es, con todas sus falencias, una serie hasta aquí entretenida y que, por lo menos, genera alguna intriga, aunque no en todas sus subtramas. El terror y el drama adolescente están aun algo desbalanceados y el riesgo es que ello termine ahuyentando a dos tipos de público. De hecho, no sé si cabe hablar de terror para definir el género pero eso es algo que ocurre con casi todas las series que lo abordan y hasta creo que es inevitable.
Las actuaciones, como hemos señalado, son muy desparejas y el trabajo de Madison Iseman ayuda, a veces, a que la historia no se descalabre por completo.
Irrita la temprana desaparición de personajes sin que hayamos llegado a engendrar empatía alguna con ellos por no haberlos casi conocido: es lo que me ocurre con el entrenador o con Harold (Dann Seki), el dueño del restaurante. Más todavía me fastidia la rápida eliminación de personajes que prometían, como Doug. Gran paradoja, siendo que una serie tiene más tiempo que una película para permitirse desarrollarlos: se desaprovecha así lo que debería ser una ventaja.
Y hablando de cosas desaprovechadas, hay que incluir al entorno ya que la historia podría haber transcurrido en cualquier otro lugar con playa y no necesariamente en Hawái: no es que esté pidiendo más ukelele, tabla de surf o que digan aloha, pero ni parece que estuviéramos allí. Paradójicamente, la fotografía es buena y sorprende el uso de primeros planos o medio cortos no tan propios de la cinematografía americana, aunque el recurso no se agradece tanto cuando quien ocupa la pantalla no lo amerita con expresividad.
Creo que la trama principal nos tiene reservadas algunas sorpresas y no quiero arriesgar nada, no tanto por temor a equivocarme (llegado el caso lo diré), sino por no arruinar las mismas, pero me da la impresión que la historia familiar encubre algo sobre las hermanas que aún no sabemos y otro tanto el suicidio de su madre. La fiesta de graduación también seguirá, según lo veo, sacando detalles a la luz por medio de los flashbacks.
El gran problema de la serie es que aún no termina de decidirse por contar un drama familiar o una turbia historia de asesinatos y no encuentra la forma de presentar ambas como un todo coherente: urge mejorar los diálogos o que, al menos, conduzcan a algo, pero bueno, son ocho episodios y vamos a darle la chance de que aún pueda ocurrir.
Veremos qué nos depara la próxima entrega. Hasta entonces y sean felices…