Dicen que el thriller está muriendo; dicen que se ha vuelto soso y predecible, incapaz de evocar emociones más allá del giro inesperado de turno metido con calzador; dicen que todos los productos de su estilo caen en estereotipos de personaje y en la dependencia de la acción; dicen que las desapariciones misteriosas y muertes en extrañas circunstancias, ya cansan; dicen que ya no queda originalidad y que el thriller de calidad está muriendo.
Quizás estas habladurías especulativas eran lo que el género necesitaba, pues en pleno auge del torpe producto “C.S.I: inserte localización gratuita sin sentido”, han empezado a emerger pequeñas voces discrepantes, reivindicándose como alternativas a una cargante tónica que amenazaba con adormilar al público ante un estilo con todavía mucha guerra que dar. Mindhunter dejó en shock a la audiencia ubicando el centro de la acción en los diálogos y personajes con un resultado más que notable, Counterpart le ha dado un vuelco al concepto de las series de espías y Dark tonteó con la ciencia-ficción en una compleja y bien pensada trama compuesta por una ingente cantidad de elementos que, en última estancia, funcionaban.
El thriller está renaciendo y cada vez vemos propuestas más diferentes dentro del género, rompiendo convenciones y jugando con el público de manera distinta. Tabula Rasa es una de estas nuevas propuestas, una adquisición de Netflix que no ha visto mucha promoción y que corre el peligro de quedarse en la sombra, perdiéndose con ella toda una serie de propuestas refrescantes…
Poner el foco en los personajes, el género como elemento cohesionador
Tabula Rasa nos cuenta la historia de Mie, una ex-bailarina profesional que, a raíz de un devastador accidente de coche, sufre de amnesia anterógada. Se encuentra ingresada en un hospital psiquiátrico y siendo investigada por un persistente inspector por su supuesta implicación en la desaparición de un hombre. Es precisamente en el trastorno de nuestra protagonista en el que encontramos la primera característica diferencial del resto de productos. Y no porque sea algo inusitado, sino por el juego a nivel narrativo que propicia.
Este trastorno termina dividiendo la narrativa de la serie en dos tiempos: los acontecimientos pasados, en los que Mie y su familia tratan de recuperar la normalidad a pesar de su condición; y el presente, en el que se enfrenta a la investigación policial mientras trata de reconstruir los hechos que la han llevado hasta esta situación. Estas dos líneas temporales muestran a la perfección la separación entre el drama familiar y thriller que impone la serie, dándole a la trama del pasado mucho más peso y trabajando los personajes, mientras que la del presente se limita a mantener vivo el suspense y a dejar espacio para un mayor desarrollo dramático. De este modo, la serie puede relajar el tempo cuando sea necesario sin matar el misterio del todo.
Y este mecanismo es el que termina otorgándole a la serie personalidad. El drama puede desarrollarse sin trabas y complementar mejor al dilema principal, dándole la relevancia que merece al drama familiar, el ver cómo el trastorno ha quebrado el fino equilibrio en la harmonía de su entorno, sacando a la luz toda una serie de facetas ocultas en sus personajes, que terminan cuestionándose a sí mismos.
El narrador falaz y la hibridación
Lejos de utilizar la amnesia como un mero inconveniente para la investigación, se convierte en la protagonista absoluta. Mie es nuestra narradora, ¿y qué peor voz cantante podríamos tener que una que no es capaz de recordar lo que le pasó hace dos horas? Avanzamos y descubrimos al mismo tiempo que lo hace Mie, lo que no es garantía de nada, pero sí que le termina otorgando a la narrativa de la serie un estilo distinto y un tinte de intranquilidad, ya que el relato se va construyendo de manera paulatina en las idas y venidas temporales y de sus recuerdos.
Este nuevo espacio del que goza la serie para respirar del thriller y crecer, le permite también insertar trazas de otros géneros que ayudan a Tabula Rasa a ser diferente. Con el paso de los capítulos, nuevos tintes dramáticos aparecen y complementan las directrices implantadas por la amnesia, jugando con elementos fantasiosos e incluso homenajeando sutilmente a El Resplandor con su incipiente terror psicológico. Una hibridación de géneros que le permite crear una atmósfera especial y distintiva a la vez que suscita el drama y enriquece el thriller.
Refrescante e imperfecta
Tabula Rasa es una serie con mucho mérito. Plantea un thriller interesante partiendo del típico whudunit, siendo capaz de quitar el foco del thriller solo para hacerlo más fuerte y suscitarlo, teniendo como resultado hacerlo más refrescante. Pero a pesar de esto y de sus buenas facetas actorales y visuales, no es un producto perfecto (¿Cuál lo es?). Quizás los elementos fantasiosos de los que goza entran demasiado tarde, lo que termina lastrando el grado de enganche; la serie, en algunos momentos, peca de ser demasiado explicativa; y la conclusión puede parecer un tanto anticlimática, sintiendo desaprovechado gran parte del potencial que yacía en su universo. Pero en el cómputo global, Tabula Rasa hace más cosas bien y pone encima de la mesa y reivindica una serie de maneras de hacer que el thriller necesita. Una propuesta belga muy revitalizante, que merece la oportunidad de un visionado y, sin duda, más promoción de la que ha recibido, sobretodo teniendo en cuenta lo que Netflix promociona…