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Crítica de La primera profecía (2024), adiós al instinto maternal.

Mira que es difícil encontrar historias originales. Era un viernes noche de finales de junio, de esos que Jaén te suele adornar con unos treinta grados a la luz de la luna pero, contra todo pronóstico, hacía mal tiempo. Noche fría. Noche de terror. Y en Disney +, La primera profecía. Por un momento, pensé que tendría que ver algo con la mítica saga de terror satánico. Me dije que no, que no se atreverían. Pero sí, La primera profecía es una precuela, otra más.

Lo que no quiere decir que no sea una buena película de terror.

La primera profecía se centra en una joven criada en un orfanato destinada a Roma para ser monja. Una vez allí, iniciará un viaje de dudas con respecto a su propia fe mientras lidia con una oscura conspiración desatada en el seno de una Iglesia desbordada por la crisis de fe del pueblo.

Es imposible hablar de esta película sin hacer referencia a la película original, una joya del terror satánico de 1976. Aprovechando el taquillazo de El exorcista tres años antes, La profecía era un terror más disfrutón, repleta de violentos asesinatos, grandes interpretaciones, un niño que anula todo instinto paternal y los inolvidables coros satánicos de Jerry Goldsmith.

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La profecía derivó, como toda saga mítica de terror, en distintas secuelas, un remake de 2006 y hasta una serie de televisión. Todas ellas mucho peores que la original.

A esto le añadimos su precuela. Y lo mejor que podemos decir de ella es que Arkasha Stevenson, su directora, ha realizado una película que en nada se parece a La profecía más allá de sus conexiones argumentales.

Mientras que La profecía era una aventura de terror con impactantes asesinatos, La primera profecía sitúa la mayor parte de su película en un seminario para monjas, emparentado a la película con otros productos de terror similares. De hecho, las monjas están de moda en esto del terror. Ahí tenemos Inmaculate, terror con Sydney Sweeney de este mismo año, La monja II o Benedetta.

El miedo va por barrios. Lo que le da miedo a uno no tiene porqué afectar tanto a otro. En el caso del terror con monja, este suele perturbar por su vertiente satánica y por lo que deriva de la represión sexual de una vida consagrada a Dios.

En La primera profecía encontramos ambas cosas. La película se sitúa en la Roma de los años 70, con revueltas estudiantiles contra una iglesia que no se ha adaptado a los tiempos modernos y que vive desconectada de la realidad. La solución no pasa por intentar conciliar los valores actuales con los promulgados por Cristo, sino por fomentar el temor a Dios. Es decir, el regreso a la fe más por el miedo al infierno que por un amor genuino al Creador. Un planteamiento muy interesante que demuestra que, al menos esta vez, han intentado ir algo más allá de la mera explotación de una saga de terror.

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Pero la película no solo juega con las dudas de fe. En un internado de monjas, La primera profecía juega con la represión sexual, la homosexualidad latente y con una idea de la maternidad marcada por la perturbación. Aquí el acto sexual no es romántico. Ni siquiera erótico. En La primera profecía, es un acto de sumisión que deriva en terminar poseída por un engendro que se aprovecha de tu propio cuerpo.

Esto resulta en algunas de las escenas más impactantes del cine de terror reciente, todo aquel que tiene que ver con el alumbramiento. Aquí la aventura no está tan presente como lo inquietante de la represión y la maternidad. En este sentido, lo mejor de La primera profecía es que se parece más a La semilla del diablo y a La posesión que a la mismísima La profecía.

A todo esto ayuda una espectacular Nell Tiger Free, protagonista absoluta que oscila entre la inocencia inicial a la turbia y sensual depravación.

En definitiva, La primera profecía es una sorprendente película de terror marcada por una apuesta perturbadora sobre la sexualidad, la fe y la maternidad que se aleja de su referente inicial. Es una película que deja poso por lo que cuenta y por la extraordinaria interpretación de su protagonista pero que, desgraciadamente, se ve limitada por su propia condición de “otra película más” de una saga. Yo me pregunto, ¿Acaso una historia como la de La primera profecía no podría haber funcionado sin ningún referente previo?

¡Un saludo y sed felices!

¡Nos leemos en Las cosas que nos hacen felices!

Fernando Vílchez
Fernando Vílchez
Comecocos. Intento aprender como si viviera para siempre y vivir como si hoy fuera mi último día...con las cosas que me hacen feliz.
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2 COMENTARIOS

  1. La vi la semana pasada y no me fascinó especialmente. ¿Porqué tienen al demonio escondido en el convento? ¿Para que viola a las chicas? Bueno si, todas son digamos “La Anticrista” porque tienen los 666, pero aun así lo que quieren es que tenga un hijo varón que sea Damien el Anticristo, pero si querían que le gente volviera al camino de la iglesia, ¿porque no utilizan al mismo demonio y no a su hijo? La verdad es que no entendí nada.

    • Ese es el mayor pero de la película. Las referencias a La profecía arruinan el visionado porque no le aportan sentido a la historia más allá de querer enmarcarla en un universo ya conocido. Ni siquiera sabemos cómo consiguieron a ese demonio.

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