InicioSeriesAnálisis de The Walking Dead: Daryl Dixon. Temporada 3. Episodio 4

Análisis de The Walking Dead: Daryl Dixon. Temporada 3. Episodio 4

Continuamos analizando la tercera temporada de The Walking Dead: Daryl Dixon que trae a uno de los más icónicos personajes de la franquicia a tierras españolas. Nos toca hoy el cuarto episodio cuyo título es La Justicia Fronteriza y recordamos que la serie, creada por David Zabel, es emitida semanalmente por AMC+.

Hola otra vez, caminantes y sobrevivientes. De nuevo para analizar otro episodio de The Walking Dead: Daryl Dixon, en este caso el cuarto de la tercera temporada, que viene con mucho clima de western, una batalla de lo más épica y… caminantes en llamas. Todo eso mientras Daryl y Carol siguen en la España postapocalíptica como al parecer será durante el resto de esta temporada e incluso, según se anuncia, de la siguiente.

Pero pasemos ya a ver qué nos ha dejado el capítulo no sin antes advertir que SE VIENEN SPOILERS DE LA TRAMA ni dejar de recordarles que pueden en esta web echar ojo a nuestros análisis previos, tanto de esta como de las demás series de la franquicia.

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Dolor y Rabia

Como era de prever, Roberto tiene un ataque de nervios al regresar con Daryl a la comunidad y enterarse que Justina se ha ido con los del Alcázar. Arremete repartiendo culpas y especialmente para con Federico, quien dice haber hecho cuanto estuvo a su alcance para evitar que se fuera, pero el joven no se cree ni por asomo que ella haya decidido irse por propia voluntad con lo mucho que le ama.

Mientras tanto, y con la ayuda de Antonio, Daryl está reuniendo los elementos necesarios para reparar el barco y ponerlo en funcionamiento nuevamente. Carol está mortificada por lo que la llegada de ambos ha generado y Antonio la consuela con que nada tuvieron que ver con la decisión de Justina, pues la historia de ella y Roberto es algo que viene trayendo problemas de hace tiempo.

Llega el momento de partir hacia la costa, pero cuando Daryl va por Roberto para que les acompañe, resulta que el dolor del muchacho es tan grande que ha sepultado todos sus sueños de viajar a América, adonde ya no encuentra expectativa alguna por ir. Su vida, dice, no tiene sentido sin Justina, así que prefiere quedarse en Solaz del Mar y ver tristemente partir a Daryl y Carol.

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Luego, en privado y mientras ayuda a su padre a reparar una cerca, le recrimina no haber hecho nada para impedir que Justina se entregase al Alcázar, lo que adjudica a que nunca aprobó la relación entre ambos debido a una antigua rivalidad con Federico que enfrenta a las familias desde hace años.

El Sueño Californiano

En la playa, Daryl y Carol se abocan a la tarea de poner a punto el barco. Ella recuerda la primera vez que vio a Roberto y Justina besándose en el río, lo cual sintió como un amor puro y verdadero. De algún modo, parece un tiro por elevación para Daryl, pero fuera de ello se siente pésimo de partir dejando a la pareja separada y a la joven librada a la buena de Dios y del Alcázar. Él manifiesta no importarle y objeta que el amor es solo un error que él mismo cometió en Francia.

Con Valentina a la cabeza, reciben ayuda del trío poliamor que vive en el faro y pronto el barco está en condiciones. Haciendo gala de su experiencia náutica, esta les da algunos consejos para navegar en mar abierto, no obstante lo cual ve al Atlántico como un desafío demasiado grande y sugiere que Cooper (uno de sus compañeros) vaya con ellos.

Por mucho que insista, Daryl se muestra parco y se planta en la negativa, lo cual lleva a Valentina a decirle a Carol que su novio no es fácil de convencer y se genera un momento incómodo cuando ambos se ven obligados a anoticiarla de que no hay nada entre ellos ni nunca hubo. No parecen convencerla…

Pero al hablar después Daryl con Cooper mientras dan los últimos toques al barco, se entera de boca de este que es californiano y añora regresar a su tierra, lo cual pareciera tocarle en algún lugar su coraza de insensibilidad. Sin embargo, no hay tiempo para revisar posturas porque una flecha sale de la nada y ensarta al joven en pleno pecho. De repente, se hallan bajo ataque: era obvio que volvería a dar noticias de los enmascarados que saquearan el barco y, en efecto, allí están…

Un poco con ballesta, otro con arpón y otro con arma de fuego, Daryl y Carol logran junto a Valentina dejar un tendal de atacantes, pero una gran tristeza se apodera de todos al ver a Cooper en la arena, con la flecha clavada y reanimándose.

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Daryl ni siquiera consulta: lo acaba definitivamente de un disparo en la cabeza y Valentina ve la escena con aprensión y resignación…

Caminantes en Llamas

De pronto, escuchan a lo lejos tañer las campanas de Solaz del Mar y es obvio que algo está pasando. Paz ve con los binoculares aproximarse camionetas y vehículos todo terreno, a bordo de los cuales vienen los de las máscaras astadas, pero en número mucho mayor que el de la playa.

Federico organiza rápidamente una resistencia y se inicia una lucha sin cuartel. Literal, porque los invasores son demasiados para las defensas y pronto se hallan muros adentro. Mientras Daryl y Carol llegan para ayudar, una encarnizada batalla tiene lugar entre flechas, lanzas, hachas y armas de fuego. Y no se trata solo de los atacantes, ya de por sí suficiente problema: además los caídos de uno y otro bando se van poniendo de pie a medida que se zombifican y hay que lidiar también con ellos.

Federico es herido a la altura del hombro, pero se niega a ser atendido y momentos después, junto con Carol, es salvado de morir por su propia madre. También Roberto la lleva mal y en su caso es Paz quien oficia como salvadora. Pero el muchacho está preocupado por Justina y dice que va a salir en su búsqueda para rescatarla tanto a ella como a Alba, la muchacha designada como ofrenda en primer lugar.

Aun así, logran recuperar el control del lugar a costa, claro, de una fuerte pérdida de vidas.  La noche llega y la calma parece restablecida, pero Daryl percibe que algo no anda bien y no se equivoca. Desde la distancia, catapultas arrojan bolas de fuego que están en realidad formadas por cuerpos zombificados que, una vez en tierra, salen a hacer estragos en llamas.

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La batalla recrudece, bajando Daryl a los que puede hasta que se queda sin balas y Carol le alcanza una ametralladora.  No es la única, por cierto: Federico también saca a relucir una, pero de las manuales y rotativas que se utilizaban a finales del siglo XIX. Y a pesar de las diferencias que les separan, debe aunar esfuerzos con Antonio, a cargo de una balista que lanza arpones.

Una vez más ganan la batalla, pero el costo en vidas es demasiado alto. Roberto, quien se ha quedado al advertir el segundo ataque, echa en cara a Federico que el Alcázar no ha estado allí para defenderlos mientras que este, por el contrario, replica que han logrado repeler el asedio gracias a las armas que el mismo les provee y, en encendida arenga, defiende ante todos la necesidad de mantener esa protección a la luz del ataque sin precedentes que acaban de sufrir.

Uno de los atacantes ha sido capturado y, al ser interrogado, identifica a su gente como Los Primitivos. No da precisiones sobre cuántos son ni de dónde vienen, pero manifiesta desafiante que no sirven a nadie y su único propósito es ver arder todo. El tenso interrogatorio es interrumpido por la noticia de que un vehículo ha salido de las murallas y, al ir a ver de qué se trata, Daryl descubre que quien va al volante es Roberto, por lo que no solo no le dispara sino que además evita que lo hagan y le deja escapar.

Federico le recrimina luego por ello y le echa en cara que él y Carol solo han traído problemas a la comunidad, pero Antonio les defiende y ello reaviva el conflicto que al parecer arrastran de larga data, pues para Federico fue su hijo el causante de todo. El problema es que si Roberto llega hasta el Alcázar, podría destruir la alianza que tienen, pero a la vez no puede mandar gente a buscarle porque la necesita para defender el Solaz del Mar de un eventual nuevo ataque de los Primitivos.

Antonio se ofrece pues a ir por él y Carol a acompañarle, lo que Federico, aunque con fastidio, termina aceptando porque sabe que las cosas podrían ponerse mal si el muchacho llegara a destino.

En privado, Antonio le dice luego a Carol que no tiene por qué ir con él, pero ella se ampara en que conoce bien el dolor de los padres separados de sus hijos. Consultada entonces por Antonio acerca de si los tiene, responde que ya no…

Preparan pues todo para partir en la camioneta y Dary intenta convencer a Carol de que deje ir a Roberto, que ya tiene edad suficiente para decidir. Ella le pregunta qué ocurre en caso de que muera y él se queda sin respuesta porque sabe, desde luego, que Carol está claramente relacionando con lo ocurrido con su hija.  Viendo pues que no puede convencerla, se apea a la moto y sale tras ellos entre bosques de árboles y caminantes…

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Palabra de Dios…

En la comunidad, mientras tanto, se debate qué hacer con el capturado. Algunos hablan de fusilarlo o colgarlo, pero Federico replica que “matar no justifica matar” y no son ellos quienes deben decidir sino Dios. Termina pues este expuesto a lo que llaman “justicia fronteriza” y, extrañamente, la voluntad del Todopoderoso queda delegada a tres caminantes a los que sueltan en su lugar de encierro: digamos que no hay muchas chances de que le salve…

Mientras tanto y siguiendo el rastro de Roberto, el grupo de Daryl, Carol y Antonio se encuentra en la noche con un vehículo volcado con las ruedas hacia arriba. Una brújula en el suelo es reconocida por Carol como la que el joven entregara a Justina, lo cual significa que ya están juntos nuevamente pero, claro, no hay forma de saber dónde ni en qué condición…

Balance del Episodio

Sin duda, la mejor entrega en lo que va de la temporada y en ello ha tenido que ver el que hayamos presenciado una batalla tan épica como desde hace rato no se veía en la franquicia, me atrevería a decir que desde aquella tan recordada contra los Salvadores en la serie principal (temporada 8, episodio 16).

Pero esta tuvo otro tono, con toques tanto de asedio medieval como de western spaghetti remitiendo por momentos a algunas de las que viéramos en Juego de Tronos o bien a filmes como El Bueno, el Feo y el Malo (Sergio Leone, 1966), La Ametralladora (Paolo Bianchini, 1968) o Grupo Salvaje (Sam Peckinpah, 1969) y hasta con toques de El Álamo (John Wayne, 1960). Más que una comunidad de Galicia (o de Segovia, donde en realidad tiene lugar la localización), Solaz del Mar se vio en este episodio como uno de esos pueblos fronterizos de México que tantas veces fueron justamente recreados en escenarios españoles.

La ametralladora y la balista fueron dos grandes ideas, pero los mayores premios se los llevaron los caminantes en llamas, no porque nunca hubiéramos visto uno en la franquicia, sino por llover del cielo en forma de bolas de fuego arrojadas por catapultas. Y eso sí que no lo habíamos visto

Fue una gran forma de hacer intervenir a los caminantes aun cuando la lucha se librase entre sobrevivientes, pues si bien hace rato que hemos entendido que los zombies no son el principal problema en la franquicia, tampoco hay que olvidar (como a veces ha ocurrido) que este mundo es suyo y, en ese sentido, tanto los atacantes como los defensores de Solaz del Mar han echado mano de ellos en su intención de ganar la batalla: un arma que se reproduce a sí misma a medida que se cobra vidas…

También ha sido un episodio que nos ha permitido conocer mejor a los personajes españoles. Es cierto que aún no sabemos demasiado sobre la real naturaleza del conflicto entre Federico y Antonio ni se termina de decir qué ha ocurrido realmente, pero vamos descubriendo poco a poco sus miedos, prejuicios valores y dilemas éticos.

Está clarísimo, por ejemplo, que Federico no se siente cómodo en su rol de líder ni está tan seguro de su fidelidad al Alcázar como aparenta, pero necesita convencerse a sí mismo y a los demás de que es así, pues es importante para el resto ver en él a un guía y un líder.

Admito que lo de la “justicia fronteriza” puede, por su carácter religioso y católico, tener algo de estereotipo hispánico, pero hace interesante a Federico el que vea a los caminantes como ejecutores de la voluntad de Dios y ayuda a ello el gran trabajo que Óscar Jaenada entrega en particular en este capítulo.

Otros personajes siguen estando difusos. No sé bien de qué la va Paz, por ejemplo. Sabemos que tuvo una relación pasada con Elena, pero poco más que eso y, sin embargo, la cámara persiste en detenerse en ella y ponerla en el centro de los hechos sin que terminemos de entender qué la hace tan importante. Y si la historia principal, como se avizora, se traslada ahora lejos de allí (al parecer a Barcelona), dudo que sea algo que se resuelva en el próximo capítulo a menos que mantengan el desarrollo de los arcos por separado.

Tampoco tenemos aún demasiada información sobre los Primitivos que, de momento, parecen una horda salida de Mad Max y lo que al respecto ha dicho el capturado fue bastante vago e impreciso. Lo que sí temo es que el barco con tanto esmero reparado termine una vez más destruido al quedar expuesto en la playa y sin nadie a su cuidado, a menos que oficie de guardiana Valentina, otro personaje que sería una pena que desapareciera en caso de que la acción se traslade por completo a Cataluña, sobre todo porque se me ocurre que podría complementarse bien con Carol.

Con respecto a Cooper, su suerte ha sido la misma que la de tantos personajes que nos presentan y con los cuales comenzamos a empatizar para que, simplemente, los borren de un plumazo sin más. Ni siquiera me molesté en mencionar en la reseña el nombre del actor que lo interpreta, pues no tiene ningún sentido: duró lo mismo que un gas en un cesto…

Lo más importante, de todas formas y como es obvio, siempre sigue pasando por Daryl y Carol, quienes sostienen desde que comenzó la temporada un contrapunto acerca del rumbo a seguir ante cada disyuntiva. Seguir adelante sin que nada importe o volver atrás sobre los propios pasos para ayudar. Ser indiferente o ser empático. Ser individualista o ser solidario. Ser frío o ser sentimental

Ese permanente antagonismo alimenta la gran química que ya de por sí tienen los personajes y estamos además viendo en esta temporada a un Daryl que se parece más al que conociéramos en la serie principal, ese que se vale de la frialdad como escudo para reprimir los sentimientos cada vez que pugnan fastidiosamente por aparecer. Y, del otro lado, una Daryl empática que no puede despegar de cada acción o decisión su sentir como madre y, sobre todo, el de una que perdió a su hija.

Pero lo que agrega interés es la presencia de un tercero, pues está claro que Antonio introduce aquí un disruptivo elemento de discordia por más que Daryl intente mostrar que no le afecta. Si decide al final acompañarles es por Carol y, de hecho, el verle seguir a la camioneta en su moto recuerda a un defensor central haciéndole marca personal a un delantero peligroso del otro equipo. Porque por mucho que diga que el amor es un error y Carol no le importa, bien sabemos que no es así…

En fin, casi sin darnos cuenta hemos pasado la mitad de temporada y habrá que ver qué nuevos destinos hispánicos nos depara la misma de aquí en más. Por lo pronto, el del próximo capítulo ya lo sabemos y, a propósito de las localizaciones, una pega del que hemos visto es que, en determinado momento y mientras la cámara sigue a Daryl en la moto, se alcanza a ver en una esquina un cartel identificatorio de la provincia de Segovia cuando se supone que la ficción nos ubica en Galicia.  Se les escapó la tortuga, diría una estrella de fútbol ya fallecida…

Hasta la próxima semana y sean felices…

Rodolfo Del Bene
Rodolfo Del Bene
Soy profesor de historia graduado en la Universidad Nacional de La Plata. Entusiasta del cine, los cómics, la literatura, las series, la ciencia ficción y demás cosas que ayuden a mantener mi cerebro lo suficientemente alienado y trastornado.
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