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Crítica de The running man (2025), entretenida distopía.

Es probable que el escritor vivo más adaptado al cine sea Stephen King. Desde que Brian de Palma estrenó Carrie en 1976, se han estrenado más de cincuenta películas que abordan todas las obras del genio de Maine. De hecho, este mismo mes se ha podido ver en el cine dos adaptaciones de Stephen King enmarcados en los relatos que escribió bajo el seudónimo de Richard Bachman: La larga marcha y The running man, de la que vamos a hablar en este artículo.

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Planteada como una distopía en un futuro cercano (en la novela de King, en 2025), The running man sigue a Ben Richards, un operario despedido de distintos trabajos por insubordinación que, desesperado por no poder asistir con medicamentos a su mujer y a su hija enferma, decide participar como concursante en The running man. Una cacería humana donde deberá sobrevivir 30 días a cambio de convertirse en una de las personas más ricas de la sociedad estadounidense.

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Como en tantos otros ejemplos del cine reciente, no es que nos encontremos ante una historia adaptada, sino que está ya fue llevada al cine previamente. En 1987, en una de las películas más infravaloradas de Arnold Schwarzenegger. Y claro, con todas las películas que se han rodado posteriormente que abordan la temática de la violencia como espectáculo de masas y como forma de manipulación de la audiencia. Pensemos, por ejemplo, en Los juegos del hambre, cuyas novelas seguro que están parcialmente inspiradas en el The running Man de Stephen King.

Por lo tanto, la premisa de The running man ya no sorprende. Puede que en los años 80 lo hiciera pero, en estos años donde predominan los reality show y el auge de la inteligencia artificial, donde tenemos los Battle royale, Black Mirror o El juego del calamar, hace falta algo más que darle al espectador.

Y Edgar Wright lo consigue, aunque sea parcialmente. Director marcado por su irreverencia en la trilogía del Cornetto (Zombies party, Arma fatal, Bienvenidos al fin y del mundo) o en la muy de culto Scott Pilgrim contra el mundo, su carrera dio un vuelco cuando Marvel le negó su visión de Ant Man.

Decidió dirigir sus películas hacia otros derroteros, con las muy notables Baby Driver y Última noche en el Soho, películas originales muy distintas a esta The running man, donde el director y guionista decide centrar su crítica social en las fake news y, sobre todo, en la lucha de clases. Como en la prestigiosa y sobrevalorada Una batalla tras otra, The running man es otro ejemplo de “acabar con el rico”.

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Pero no debemos olvidar que, más allá del mensaje social, The running man es un blockbuster que ha costado más de 100 millones de dólares. Es decir, que debe entretener. Y la película lo consigue. De hecho, sorprende su estreno a finales de noviembre (coincidiendo, como he dicho antes, con La larga marcha) cuando esta es una película para disfrutar en verano.

Wright consigue un entretenimiento frenético, sobre todo en sus dos primeros actos, gracias a un uso magistral de la cámara (esa escena dentro del maletero, todo lo que ocurre en el motel) y al carisma de esa estrella en alza llamada Glenn Powell, probablemente el actor joven con más carisma del Hollywood actual.

Powell y su ira sostienen toda la película, por la que desfilan desde William H. Macy (al que acabamos de ver en Sueños de trenes) hasta el maquiavélico Josh Brolin, pasando por Colman Domingo o Katy O’Brian, una de mis debilidades desde que protagonizó aquella bestialidad llamada Sangre en los labios.

Lástima que Wright, un director comercial pero con un indudable toque personal, rueda la película más impersonal de su carrera. Y se nota en su tercer acto, alargado y serio en exceso. The running man sucumbe a uno de los grandes males del cine actual, la duración. Si hubiera durado algo menos de 2 horas, estaríamos hablando del blockbuster del año.

Y claro, la seriedad. Puede que la versión de 1987 haya envejecido mal, pero tiene ese punto de locura kitsch propia de los años 80 y de los reality de ahora que le habrían venido genial a la película.

En definitiva, The running man es una entretenidísima aventura con gloriosas escenas de acción y un mensaje tan plenamente actual como poco original que se ve lastrado por una duración excesivamente larga y cierta contención impropia de un director como Edgar Wright. Aún así, la veréis en un suspiro.

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Se echa en falta algunas de las locuras de la Running man original

¡Un saludo y sed felices!

¡Nos leemos en Las cosas que nos hacen felices!

Fernando Vílchez
Fernando Vílchez
Comecocos. Intento aprender como si viviera para siempre y vivir como si hoy fuera mi último día...con las cosas que me hacen feliz.
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