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Análisis de Emily en París. Temporada 4 (parte 1): episodios 1 a 5

Con sus primeros cinco episodios, llegó por fin a Netflix la tan anunciada como demorada cuarta temporada de Emily en París que, creada por Darren Star, es hoy por hoy una de las series más vistas de la plataforma. Volvemos por lo tanto a la ciudad luz para seguir una vez más a nuestra protagonista con sus andanzas y entuertos en el glamuroso mundo de la moda, el marketing y la alta cocina.

Hola otra vez. A un año y medio de su tercera temporada y tras las huelgas y Juegos Olímpicos que retrasaron el rodaje, Emily en París está de vuelta con una cuarta temporada dividida en dos tandas de cinco episodios en lugar de los diez de un tirón que nos traían siempre las anteriores (casi la única novedad, pero ya hablaremos). Ignoro si es buena decisión, pero supongo que tanto Darren Star como Netflix saben algo de marketing y basta comprobar que, contra críticos y detractores, la serie sigue siendo una de las más vistas de la plataforma.

Existe en el campo de la comunicación una corriente conocida como teoría de usos y gratificaciones, la cual, basada en la sociología funcionalista, sostiene que no son los medios masivos los que imponen sus productos al público, sino al revés: el público tiene necesidades y los medios (o las plataformas, que son los nuevos vehículos de masividad) responden en consecuencia. Entre esas necesidades estarían las cognoscitivas, las de evasión, las afectivas-estéticas y las de integración.

No pretendo determinar qué tan acertado sea eso, pero en Emily en Paris se cumple a la perfección. La serie podrá ser banal, superficial o incluso tonta, pero le enseña al espectador las tendencias de moda (necesidad cognoscitiva), le otorga la posibilidad de escapar de su realidad inmediata (evasión), le muestra gente atractiva (afectiva-estética) y, al ser la serie tan exitosa, le da también de qué hablar con sus amistades o colegas de trabajo (integración).

Y siendo una serie que versa mayormente sobre la moda, es lógico que tienda a la exageración, pues la moda funciona justamente de ese modo: nadie usaría ese vestido escandalosamente naranja que mostraron en el último desfile, pero todos han retenido qué color se usará en la temporada y ese era el objetivo.

Vistos los cinco primeros episodios de esta temporada, está claro que Emily en París no solo mantiene esa línea sino que la profundiza: exagera el tono de culebrón echando mano a todos (pero todos) los lugares comunes del género: bodas interrumpidas, amoríos que van y vienen, triángulos que despiertan morbo, embarazos inoportunos y amantes siempre vistos o sorprendidos cuando se abrazan o besan.

La serie da al público lo que quiere y no lo digo en tono peyorativo, sino estadístico. Quedará preguntarse si hay entonces alguna posibilidad de innovación, pues si siempre se da al espectador lo que pide, no hay forma de que este alguna vez se sorprenda. Pero lo más posible es que quien busca sorprenderse no esté viendo esta serie, lo cual, una vez más, no es peyorativo sino estadístico.

Pasemos mientras tanto a ver qué nos ha dejado esta primera mitad de temporada no sin antes advertir que SE VIENEN SPOILERS DE LA TRAMA ni dejar de recordarles que pueden echar ojo a nuestros análisis anteriores…

Análisis de Emily en París.  Temporada 1 en Netflix

Análisis de Emily en París.  Temporada 2 en Netflix

Análisis de Emily en París.   Temporada 3 en Netflix

El Amor está en el Aire

Después de que la temporada anterior acabara con el plantón que Camille (Camille Razat) le hiciera en el altar a Gabriel (Lucas Bravo) para luego caerle con la noticia del embarazo, era lógico que las relaciones cruzadas se complicaran como lo hacen. Ella rehuyó el matrimonio interponiendo el evidente enamoramiento entre Emily (Lily Collins) y Gabriel, pero al hacerlo le asestó también un puñetazo colateral a Alfie (Lucien Laviscount) que, herido, dejó a Emily por no querer ser segunda opción. Y de todas formas, tampoco le dijo toda la verdad a Gabriel, pues guardó silencio sobre su relación con Sofía (Melia Kreiling).

Emily queda pues afuera de todo: volver con Alfie es imposible y, por mucho que su amiga Mindy (Ashley Park) le insista en que ahora tiene vía libre con Gabriel, tampoco es una idea atractiva estar con alguien que espera un hijo de una amiga suya, lo cual es comprensible.

Para colmo, su idea de los globos aerostáticos y el beso de una pareja real con propuesta de matrimonio incluida ha gustado a los ejecutivos de AMI, por lo que Sylvie (Philippine Leroy-Beaulieu) la apura con ello, ya que el plan es lanzar la campaña publicitaria en la apertura de Roland Garros y mostrar besándose en pantalla a la misma pareja que aparece en el spot.

El problema, claro, es que Emily ya no está con Alfie, pero a Sylvie poco le importa y le urge a resolver como sea esa situación antes de que sus clientes se vayan al diablo. Por suerte, él se hace presente a último momento en las gradas y, con Love is in the Air de fondo, la pareja acaba besándose para algarabía de los presentes, que no saben que en realidad es un beso de despedida, pues a eso es a lo que ha ido Alfie.

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Nenúfares

Gabriel, en tanto, está preocupado por la falta de noticias de Camille, lo cual obliga a Emily a tener que hablarle de la relación con Sofía y dar por descontado que se encuentra con ella en Grecia en ese momento. La noticia, desde ya, es impactante para él, pero cuando Emily llama a Sofía para pedirle que se comunique con Gabriel a los efectos de llevarle tranquilidad, se encuentra con que Camille no está con ella…

Gabriel supone que puede haberse trasladado a Giverny, donde se halla la finca que perteneciera en vida al pintor Claude Monet. En efecto, allí la encuentra Emily entre nenúfares y la escena en que, casi como parte de una pintura impresionista, discuten en el estanque a bordo de sus respectivos botes es una de las más logradas de la temporada, aunque podría haberse explotado todavía mejor.

Emily acaba convenciendo a su amiga de regresar a París, pero se produce un cuádruple encuentro en el apartamento de Gabriel porque, preocupada por el paradero de Camille, Sofía ha llegado desde Grecia. No es un menage-a- trois ni tampoco un menage-a-quatre. Sofía no tiene adónde ir, así que se queda compartiendo la cama con Camille mientras Gabriel duerme en el sofá y Emily en su apartamento.

La situación es insoportable para él, pues siempre encuentra el baño ocupado y por ello pide a Mindy utilizar su ducha. Allí lo encuentra por sorpresa Emily justo cuando, creyendo que era su amiga quien se duchaba, acaba de confesar que ya no tiene nada con Alfie, cosa que, obviamente, despierta el interés de Gabriel.

El hecho de que Emily esté nuevamente sola pareciera darles una chance como pareja y Emily desliza la posibilidad de irse a vivir juntos, pero él se encuentra entre la espada y la pared al esperar Camille un hijo suyo del cual no quiere poner demasiada distancia.

Sexo en la Azotea

A todo esto, Mindy se está preparando para Eurovision, pero se ha enterado que tanto ella como sus dos compañeros de banda deben encargarse por cuenta propia de todos los costes, lo cual no están en condiciones de hacer. Por suerte, un traje que le regaló su pareja Nicolas Leon (Paul Forman) le soluciona el problema ya que, al enterarse que solo se lo obsequió por pedido de su padre Luis para que luciera con más clase, no le gusta que su novio haya sentido vergüenza de ella y termina vendiéndolo sin conflicto ni culpa: ya tiene el dinero…

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En un baile de máscaras estilo veneciano para promocionar un perfume, vuelven a encontrarse todos con todos. Las máscaras son, según Emily, la oportunidad de ser algo que uno no es, incluso alguien que no tenga el corazón roto, como casi todos allí. Alfie le pide disculpas y quiere intentar empezar nuevamente, pero no es el mejor momento y encima la ve un par de veces muy cerca de Gabriel. Para colmo, acaba besando a una muchacha equivocada con identico atuendo que Emily: todo mal…

En definitiva (válgame Dios), Emily ha vuelto a elegir a Gabriel: al parecer, nunca tiene suficiente de estrellarse contra el muro una y mil veces. El problema es que, debido a la presencia de Camille y Sofía, carecen de intimidad en el apartamento, por lo que acaban teniendo sexo en la azotea, aunque en off…

Pero Emily quiere un techo sobre sus cabezas y, jugando una carta algo sucia, pone a la encargada del edificio al tanto de que en el departamento de Gabriel hay viviendo un trío, suficiente para que la mujer vaya a ponerles los puntos. Las cosas, sin embargo, no acaban todo lo bien que ella quisiera, pues si bien las muchachas aceptan mudarse, solo lo hacen al departamento de enfrente.

Pero la armonía entre ellas comienza a su vez a resquebrajarse, pues Camille incrimina a Sofía por esquivar todo el tiempo el tema del bebé y no mostrarse entusiasmada al respecto. Con dolor, pero no cabiendo alternativa, Sofía opta por marcharse mientras Camille compra un caballito de madera para el dormitorio…

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Fiesta Disco

Las cosas no pintan bien para Luis Leon, el exitoso CEO de JVMA. Una periodista de Le Monde está a la caza de denuncias en su contra que, al parecer, le señalan cometiendo abuso contra empleadas a las cuales cambiaba ascensos por favores sexuales. Consultada, Sylvie busca en un primer momento sacársela de encima, pero una sombra le cubre el rostro y está claro que ha visto cosas, por lo que termina dando la información que incrimina a su ex jefe.

El escándalo, no obstante, salpica a todos. Por un lado, obviamente, a JVMA, en donde Julien (Samuel Arnold) está intentando ascender laboralmente, pero no hay demasiadas posibilidades si su amiga y ex jefa está denunciando al CEO. Corta por lo sano y decide regresar con Sylvie, ofuscado además por el hecho de que Nicolas rechazara la presentación de “pantalones con penes” hecha por su amigo Grégory Duprée (Jeremy O. Harris).

Pero el escándalo también afecta a Sylvie, que está intentando promocionar un próximo club nocturno de su esposo Laurent (Arnaud Binard), pero ello se hace difícil cuando el patrocinador iba a ser el tipo al que denunció. Por suerte, se presenta en escena su madre Héloïse (Liliana Rovère), al parecer reconocida y recordada en el ambiente como reina de la noche en los años de la fiebre disco. Se dice que es una leyenda viviente y hasta circula el rumor de que compartió menage-a-trois con Mick Jagger y Rod Stewart. Sin duda, el mejor personaje nuevo de la temporada…

Sylvie logra convencerla de que auxilie económicamente a Laurent (algo que ya hizo en el pasado) y le preste su propio local. Accede, pero al precio de tener cierto control. Así, mientras  Mindy actúa en la inauguración con su banda y Julien realiza su desfile de pantalones con penes, Héloïse se encarga de dar al evento todo el aspecto de una fiesta disco de finales de los setenta.

En plena velada, Mindy es abordada por Nicolas, quien se manifiesta avergonzado de las acusaciones contra su padre y la pone al tanto de que va a reemplazarlo como CEO tras su inminente renuncia. Mindy le consuela con que no tiene por qué estar bajo la sombra de Luis, sino que lo importante es qué haga por su cuenta de allí en más. Parece una reconciliación, pero como siempre ocurre en esta serie, el momento es inoportuno pues ella venía en plan de reconstruir su relación con Benoit (Kevin Dias) que, por supuesto, les ve juntos durante la fiesta…

Emily, movida por la culpa, anoticia a Gabriel de que fue ella quien hizo la denuncia a la encargada del edificio para sacar de en medio a Camille y Sofía, pero se encuentra con la sorpresa de que él también lo había hecho, lo que habla a las claras de que, por mucho que me fastidie, quieren estar juntos…

Mentiras Peligrosas

Gabriel está, por otra parte, entusiasmado con la inminente estrella Michelin y cree contar con la ayuda de Marianne (Laurence Gormezano), novia de Luc (Bruno Gouery) que, diciendo ser inspectora de Michelin, come gratis en el restaurante.  Pero un inspector verdadero se presenta y la pone en evidencia por haber sido despedida hace ya un año.

La noticia es devastadora para Gabriel, pero a la vez le significa una liberación pues ya no soportaba tanta presión. Se dedica a satisfacer a sus clientela con tragos gratis y despide a un chef truquista que venía intentando sorprender con manzanas falsas y botellas de chocolate.

Camille, por otra parte, se ha enterado que nunca estuvo embarazada y sus retrasos pudieron ser simple consecuencia de la medicación o el estrés. Decepcionada y temiendo que Gabriel se desentienda por completo de ella, concurre no obstante al restaurante para decirle la verdad y se sorprende al verle impensadamente feliz de que no tendrá la estrella.

Él dice que le alcanza con tener una novia inteligente y hermosa como Emily, además de un hijo en camino, tras lo cual abraza a ambas y Camille, contrariamente al plan que traía, opta por callar y mantenerle la ilusión de que realmente espera un niño.

Balance de Temporada

Para ser honesto, temía llegar a esta parte y no saber qué escribir. La sensación que dejan estos primeros cinco episodios es que no ha pasado nada. O sí, pero nada que afecte el rumbo que ya traíamos y que se vuelve a repetir en eterno loop, pues esta es una serie en la cual la sorpresa prácticamente no existe y siempre sabemos lo que va a ocurrir.

Teníamos la esperanza de que el tan anunciado viaje a Roma pudiera introducir algún giro de frescura, pero hasta aquí ni noticias del mismo, aunque posiblemente las haya en lo que queda de temporada. Los triángulos, cruces y mentiras son el motor de la serie y eso es algo que productores y showrunner saben bien, pero si son siempre los mismos o parecidos, pueden generar pérdida de interés…

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A lo que voy: quizás en la segunda mitad de temporada veamos a Emily con alguien que no sea Gabriel, pues hay señales que así lo adelantan, como su trote por las calles parisinas echando ojo a cuanto hombre atractivo se le cruza, pero por más libertina u osada que pueda volverse su vida, será solo circunstancial y acabará volviendo con él.   Así funcionan los culebrones: el espectador sabe lo que va a pasar, pero quiere igualmente recorrer el camino por más que sea siempre el mismo.

La serie no asume riesgos: los pocos detalles de humor negro de la segunda temporada han casi desaparecido y quizás hasta el humor mismo: nadie dando una conferencia virtual con filtro de rostro gatuno ni rebanándose un dedo al querer abrir con cuchillo una botella de champagne.

Tampoco se asumen riesgos en cuanto a la sexualidad en una serie que, paradójicamente, tiene el mismo creador que Sex and the City. En la segunda temporada, Camille y Sofía compartían cama vestidas y en esta vemos los preliminares de azotea entre Emily y Gabriel para luego enterarnos que ya han tenido sexo. Nadie pide genitalidad (bueno, quizás alguno sí), pero hay muchas formas de recrear escenas sexuales sin que veamos sexo y, después de todo, Emily en París no es una serie para niños ni creo que las señoras mayores que hoy consumen culebrones se vayan a escandalizar. No se entiende tanto prurito.

La historia del triángulo Emily- Gabriel- Camille es siempre la misma desde el inicio de la serie. Cuando alguna de las dos muchachas está con él, la otra sufre en soledad y nunca se termina de entender qué es lo que él quiere. Si me preguntan, ambas deberían borrarlo de sus vidas.

El otro triángulo, el de Mindy-Nicolas-Benoit, parece llevar rumbo parecido. No me cae muy bien Nicolas ni le creo del todo, pero tampoco me parece que los guionistas maten esa relación demasiado pronto siendo Paul Forman y Ashley Park pareja en la vida real, plus de morbo que no pueden dejar pasar.

En cuanto al momento #Metoo, entró algo forzado, pues ningún atisbo habían dado las temporadas anteriores de que Leon fuera acosador o abusador más allá de que sí pudiera ser pedante o desagradable. Y por cómo se resolvió esa subtrama (casi un trámite), daría la impresión de que había que meterla como fuera: más que un giro, pareció un llamado a denunciar. Ignoro si habrá sido útil a tal fin, pero al menos sí lo ha sido para permitir lucirse una vez más a Philippine Leroy-Beaulieu al encarnar a una Sylvie arrogante y llena de ego, pero atormentada por un pasado que ha callado.

Párrafo aparte para su madre Héloïse, personaje interesante inspirado al parecer en Régine Zylberberg, pionera de las discotecas en Europa. Espero que no la saquen de en medio demasiado pronto, pues ha aportado algunos de los pocos momentos que me hicieron reír en esta primera tanda de episodios, además de que la increíblemente nonagenaria Liliana Rovère está fantástica en el papel.

Se nota que estaba difícil filmar en París por los preparativos para los Juegos Olímpicos. No hay tantas escenas callejeras y las que hay podrían estar rodadas en cualquier lado o ser de archivo, como las clásicas tomas aéreas de la noche parisina o del Sena  fluyendo a toda velocidad. Y aunque no hayamos tenido nada de la Roma tan anunciada, en el adelanto de la segunda parte vemos a Emily encontrarse en la nieve con un joven italiano que se le presenta como Marcello y se me ocurre que muy posiblemente sea quien la lleve allí.

En fin, una media temporada que ha aportado muy poco y un rizo que se vuelve a rizar a la espera de que el 12 de septiembre nos llegue la segunda mitad, de la cual, seamos honestos, tampoco podemos esperar grandes cambios (ni siquiera hemos tenido un cliffhanger interesante).  Habría que ver, de todas formas, si el público promedio de la serie quiere eso o, por el contrario, seguir viendo las idas y venidas entre Emily y Gabriel. La sensación es que pareciera más lo segundo y, una vez más, no es peyorativo sino estadístico.

Hasta la próxima y sean felices…

Rodolfo Del Bene
Rodolfo Del Bene
Soy profesor de historia graduado en la Universidad Nacional de La Plata. Entusiasta del cine, los cómics, la literatura, las series, la ciencia ficción y demás cosas que ayuden a mantener mi cerebro lo suficientemente alienado y trastornado.
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