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Crítica de Get out (Déjame salir), el fenómeno mundial de terror del año

En el panorama del cine de terror de los últimos años, no es fácil encontrar propuestas fuera de lo que parece ser un nuevo estándar basado en los sustos constantes, injustificados narrativamente y poco imaginativos a nivel formal. Recurren a subidas de volumen y apariciones repentinas de ciertas visiones desagradables en pantalla para suplir la capacidad de crear un verdadero clima de tensión y desasosiego, más allá del que pueda generar la paciente espera del siguiente jumpscare. En ese panorama desolador, es un alivio encontrarse con propuestas que salgan del cine de sustos para regresar al tradicional cine de terror, ya sea con alusiones directas a convenciones narrativas (véase la genial It follows) o con propuestas innovadoras, como es el caso de Get out. 

Detrás de ella está la Blumhouse, productora que, siguiendo un patrón habitual en el género, está consiguiendo romper la taquilla internacional con presupuestos modestos. Lo consiguió recientemente con Múltiple (Split) pero el caso de Get out es aún más significativo: apenas 4,5 millones de dólares invertidos en producirla (sin contar gastos de distribución, dependientes de la distribuidora y en este caso a cargo de Universal Pictures) y una recaudación excelente en el estreno siendo número uno en taquilla. La crítica tiene un consenso muy positivo, siendo una de las películas de terror más elogiadas de los últimos años si nos guiamos por el consenso estadístico de Rotten Tomatoes. He tenido la oportunidad de ver esta prometedora película e intentaré responder a la pregunta lógica en este caso: ¿es para tanto Get out?

Darle la vuelta al cliché

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El guion es uno de los aspectos clave para considerar a Get out una propuesta destacable en el panorama reciente del cine de terror. Jordan Peele, actor cómico, descubre su faceta de gran conocedor del genero capaz de hacer algo que no se da con frecuencia: utilizar los clichés para darles la vuelta y hacer que jueguen en contra del espectador. La propuesta general de la cinta se basa en ese aspecto: desde el punto de partida argumental (chico negro visita a los padres de su novia, blancos, reticente a creer que sean verdaderamente tolerantes) hasta los aspectos puramente formales que trataré más adelante. Es difícil no entrar en spoilers al tratar este aspecto de la cinta, porque la mayor baza que tiene para diferenciarse de otras películas similares es ser capaz de saber qué vamos a pensar en cada momento y darle la vuelta sin que siquiera nos olamos el engaño. Este es un mecanismo básico para el cine de terror y es fácil en la industria confundirse con un giro de guion efectista; Peele sabe jugar con el punto de vista narrativo para que toda la propuesta sea coherente. Si el personaje camina por la casa de noche para tomar aire, y su propio temor a lo que se esconde tras la aparente normalidad le hace asustarse con elementos inofensivos, el susto está justificado. No es una herramienta para mantener al espectador entretenido entre el caos de personajes planos y situaciones absurdas (hola, James Wan) insertados en una suerte de Deus ex machina constante. Peele también hace un uso fenomenal del elemento racial de forma que sirva tanto de conductor para la premisa de terror como para hacer un hábil comentario social sobre la situación social estadounidense de la era post-Obama, la corrección política y las forzadas apariencias de tolerancia de quienes pueden no serlo tanto.

Otro punto reseñable es el genial uso del humor negro a lo largo del guion. Usar humor con frecuencia en una cinta de terror es una jugada arriesgada y que pocos se atreverían a lanzar, porque puede ser un arma de doble filo que convierta una ficción en un producto que no logre crear desasosiego por el clima general distendido y amable, y que no consiga hacer reír por el peso del componente horror. Sin embargo, en Get out funciona de maravilla, consiguiendo que actúe como mecanismo de conexión con los personajes (se alcanza rápidamente una empatía efectiva con sus protagonistas, sin perder desarrollo pero tampoco metraje) y a la vez como medio para canalizar la necesaria relajación del espectador entre secuencias de tensión. Es más efectivo de hecho que la involuntaria risa que provocan los jumpscares tradicionales, causados por la necesidad del espectador de liberar tensión tras un susto, porque aprovechan ese momento para demostrar que todo está controlado, que el director da permiso a la audiencia para reírse sin que esto vaya en detrimento del clima de la cinta. Esto nos predispone mucho mejor a estar en tensión a sabiendas de que en cualquier momento se puede desatar el caos: el humor funciona también como aviso para la incomodidad y aporta un resultado mucho mejor cerrado.

Sobre el punto de vista y la narrativa visual

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En el manejo de la cámara Peele destaca de forma especial. Es hábil en su composición del lenguaje cinematográfico, sabiendo crear rápidamente su propia simbología que canalice las emociones del espectador desde elementos que sintetizan los temores del protagonista. Un ciervo, una cucharilla, un inteligentísimo uso de la simbología a visual del subconsciente para representar un estado anímico del protagonista que cobrará vital importancia a medida que avance la trama. El uso de las miradas, la forma de decir las cosas y las actitudes de los personajes como forma de crear tensión mientras intentamos averiguar qué está pasando mientras profundizamos en la personalidad del protagonista. Se llegan a usar pasajes pasados, evocando un suceso de su infancia que cumple una doble función de conexión con los miedos del protagonista e instantánea empatía.

Las formas son esenciales para dar solidez al relato. Se combina con el ya mencionado imprevisible devenir de la trama un acompañamiento de la composición de planos que se resiste a jugar las bazas del terror moderno usando planos largos en tiempo y cortos en distancia cuando es necesario, para dar profundidad psicológica y dejar al espectador trazar conclusiones. La incomodidad se mezcla con la satisfacción que producen algunas escenas, creando una sensación general de tensión y éxtasis que convierten a Get out en una montaña rusa. La dirección de fotografía es efectiva y el etalonaje juega una baza importante para hacer de la composición de color un elemento más del cuadro, un indicador de la llegada de un nuevo evento al que debemos estar atentos. Se acompaña con un uso excelente de la música, por lo general discreta pero ejerciendo un buen acompañamiento que no nos saca de la pantalla sino que nos sumerge aún más en la historia. Su elección de acordes suaves con puntuales subidas de volumen se hace tolerable porque además solo aparecen cuando es estrictamente necesario, y un uso puntual de música más grandilocuente se ve reforzado por el rechazo anterior a este recurso creando una escena mucho más potente de lo que habría sido en otras manos.

Se completa con unas interpretaciones cuanto menos solventes (conocíamos a Kaluuya de su episodio en Black Mirror) que consiguen crear personajes útilmente diferenciados, que sin darle más profundidad de la necesaria son más que un mero recurso para hacer avanzar la trama por su cuidada definición e información dada con cuentagotas; también cuenta con un montaje ágil pero que sabe ser reposado cuando la situación lo requiere, sin perder información ni sentir que vamos demasiado deprisa.

Entonces, ¿merece la pena?

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Get out, que se estrenará en España el 19 de mayo con el título de Déjame salir (¿de verdad era necesario destrozar el genial doble sentido del original?), es una propuesta fantástica para los amantes del cine de terror y puede abrir muchas puertas para quienes no disfruten particularmente del género, gracias a sus riqueza creativa. En definitiva, un acierto seguro: es una película para pasar un buen rato, pero también una buena película.

Recomendación: el trailer estropea gran parte de las sorpresas. Mejor obviarlo e ir al cine sin saber nada sobre la cinta.

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6 COMENTARIOS

  1. Una de las películas mas aburridas que he visto este año. Sigo sin entender porqué decís que es una película de terror. No lo es.

    • Porque la serie de mecanismos que utiliza para narrar su historia, los planteamientos de los personajes y su uso de la cámara, los escenarios, el acting y la música se enmarcan formalmente en el género de terror. Es decir: porque es una película de terror. ¿Aburrida? Eso ya son gusto de cada uno.

      • Porque la serie de mecanismos que utiliza para narrar su historia, los planteamientos, el uso de cámara…
        Todo eso no vale de nada si te aburres como una ostra!! No es terror! Despierta!

    • No lo veo así, la verdad. Sí que recupera algunos esquemas del terror clásico y aprovecha ideas del serie B, pero en general es bastante fresco en sus propuestas. Otra cosa es que quizás, visto con retrospectiva, resulte algo sobreexplicativo. Un saludo

  2. Pelicula sobrevalorada donde lo que uno piensa que va a pasar, pasa. Y además con un uso del humor nunca antes visto , pero que realmente fracasa. Seria un hijo entre The Purge y 3 Strikes de DJ Pooh. Solo se salva en materia de actuación la cual es sobresaliente. Estais advertidos.

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