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Crítica de Múltiple, el regreso al thriller de Shyamalan

Múltiple presenta a James Mcavoy interpretando a un personaje con 24 personalidades diferentes, como consecuencia de un trastorno de identidad que permite la coexistencia de todas ellas con rasgos muy diferentes entre sí. Arranca con un secuestro y supone un regreso de su director, M. Night Shyamalan, a un estilo y un género que tenía olvidados, el thriller. Y tiene mucha importancia que sea así porque la forma de hacer cine adoptada por el realizador indio lo es todo para saber si la película merece la pena.

Múltiples [formas de hacer cine]

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M. Night Shyamalan es un director irregular. Su filmografía tiene, al menos, tres etapas bien diferenciadas. En la primera, se enmarcarían El sexto sentido y El protegido (Unbreakable), thrillers de tono fantástico caracterizados por un gran talento narrativo, un hábil juego con el espectador a través del guion (manipulador pero coherente, y con especial hincapié en las relaciones rotas) y una estilizada puesta en escena, tan autoral como engañosamente sofisticada; son películas mucho más sencillas en su fondo de lo que aparentan en su grandilocuente superficie. Con todo, Shyamalan demostraba que era un excelente narrador y que sabía jugar sus cartas para que el cómo se cuenta la historia eclipse a la historia en sí. Señales, El bosque y La joven del agua marcaron una etapa de transición en que Shyamalan sufrió las consecuencias de las expectativas creadas por sus trabajos anteriores.

En la segunda etapa destacan (en el mal sentido de la palabra) la risible Airbender, el último guerrero y la incómodamente ridícula After Earth, que por si fuera poco Jaden Smith se encarga de apuñalar con su presencia (digo presencia porque no creo que pueda denominarse actuación a mantener la misma expresión que tiene habitualmente durante 100 eternos minutos). Es una etapa en la que Shyamalan intentó adentrarse en el cine de gran presupuesto, para acabar sometido a la voluntad de los productores y dañado por su propia falta de ideas.

Y en 2015 firmó La llegada, marcando el inicio de una tercera etapa de la cual es continuista Múltiple. Sus rasgos: bajo presupuesto, libertad creativa, regreso al formato del thriller, ambientes oscuros y desarrollo de personajes como punto central. Deja de lado en mayor o menor grado la grandilocuencia primigenia y abandona también la absoluta despreocupación por la calidad de la segunda etapa, haciendo cine que pretende ser tan entretenido como sea posible sin olvidarse de los rasgos autorales y la importancia de la forma. ¿Funciona?

Más de lo esperado, menos de lo posible

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Sí, Múltiple funciona. Es mucho mejor que lo que esperábamos quienes desconfiábamos del nuevo Shyamalan, precisamente porque demuestra que sigue teniendo talento. Pero no es todo lo que podría haber sido y hay muchas oportunidades que se deja por el camino.

Sin ir más lejos, el thriller no acaba de arrancar hasta la mitad de la cinta. Asistimos con una mezcla de aceptación pasiva y moderada indiferencia al secuestro de las tres chicas con el que comienza el relato. Este primer tramo está rodado con desgana, como si el propio director supiera que lo interesante venía después y quisiera quitárselo del medio. Sin embargo, se toma la molestia de asentar la información relevante sobre sus protagonistas y el contexto de forma efectiva. No acaba de funcionar esta estructura inicial, a medio camino entre el drama ligero y el thriller sobreexplotado psicópata-secuestra-adolecentes, combinado con la exposición del problema del múltiple protagonista. Es entonces, con las cartas sobre la mesa, es cuando Shyamalan se desata y saca partido a su conscientemente manido punto de partida. Es una vuelta de tuerca al subgénero, y lo da todo en la construcción del ambiente que meticulosamente ha estado preparando. Sus personajes empiezan a tomar decisiones y sufrir consecuencias; ya conocemos sus motivaciones, parte de su pasado y sus planes. Porque, aunque se nos intente camuflar como un misterio, no hay ninguna sorpresa sobre lo que ocurrirá después, sólo sobre el cómo ocurrirá. Y el juego con fantasear respecto al misterio de lo obvio.

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Shyamalan hace que la película valga la pena por su dominio de la cámara. Tensión, claustrofobia y angustia. Ayuda contar con el excelente director de fotografía de It Follows, Michael Gioulakis, y con una incómoda (en el buen sentido de la palabra) banda sonora que mantiene viva la sensación de impredecibilidad que, si analizáramos detenidamente, es bastante tramposa. Ahí está el mérito del film: es un vehículo de emociones que, cuando funciona ( y lo hace en buena parte del metraje) es muy satisfactorio.

Queda atrás el hecho de que esas 24 personalidades se reduzcan a 5 en la práctica, por la falta de presencia o relevancia del resto, pero son personajes de sobra. El resto están ahí para completar el cuadro mental del protagonista. También se echa en falta que la exploración del pasado de dos personajes y el elemento de los abusos sean meras excusas para justificar ciertos hechos. Aunque, como ya pasara en la secuencia final de El protegido, ante la disyuntiva de ampliar (por honradez temática) la exposición de ciertos eventos o no romper la solidez formal, Shyamalan se decanta por la segunda (letras sobreimpresas en aquella, escuetos flashbacks en esta). No es necesariamente una mala decisión (de hecho, seguramente sea la más acertada) pero se nota ese hueco.

Mil caras

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Para terminar, es imposible no mencionar el punto fuerte de la película: la actuación de McAvoy. El actor es una bestia interpretativa que lleva sin problemas todo el peso de la narración y los personajes, con lo que esto que conlleva. Sabe aportar matices a cada uno de ellos, de manera que con tan sólo unas miradas o gestos sabemos ante cuál de ellos estamos. De hecho, es capaz incluso de interpretar a una personalidad imitando a otra personalidad con tal nivel de precisión que podemos reconocer los matices de uno y de otro. Tiene una variedad prodigiosa de expresiones gestuales y corporales, entonaciones y dejes de habla, gruñidos y formas de respirar. Y además, tiene el aspecto idóneo para enmarcarlas todas. Es un actor polifacético que hace que nos olvidemos de que la elección previa era el mismísimo Joaquin Phoenix, y eso es mucho decir.

Por lo tanto, Múltiple es una película que merece la pena para cualquier amante de los thrillers, aficionados a Shyamalan o seguidores de la carrera de McAvoy. O simplemente quien disfrute con una buena película que le mantenga en tensión. No es ninguna joya pero sus carencias y errores no son suficientes para evitar que nos olvidemos de ellos durante la proyección, siendo casi asegurado pasar un buen (mal) rato.

Nota final con spoiler: la última escena, tan comentada, con conexión a cierta cinta previa de su director, es una joya en sí misma. Da un nuevo sentido a la película, pista ya presente en los carteles promocionales, de forma que no es una mera referencia simpática, y conecta con un universo que Shyamalan ya ha confirmado pretende explorar. Bruce Willis está dispuesto, y eso siempre es una buena noticia. Ya veremos por dónde va el proyecto.

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