Bienvenidos, auténticos creyentes, a la Tapa del Obseso, la sección de Raúl Sánchez.
Yo estaba como la mayoría. Oír hablar de una serie que pretendía continuar las películas ochenteras de Cobra Kai me daba las mismas sensaciones: van a tirar de nostalgia ochentera, será un poco poca cosa y ya está. Otro intento de ganar dinero de la nostalgia de los cuarentones. Viéndolo con perspectiva Karate Kid (1984) era una película más o menos normalita. Si ascendió a categoría de icono pop fue por el carisma del tutor del protagonista, el mítico profesor Miyagi y un poco por el trasfondo que tenía sobre los abusones, las palizas contra chicos solos y lo violentísimo que era aquello en los años 80/90, cuando apenas había atención sobre ello. Era, al fin y al cabo, una película muy maniquea de buenos muy buenos y malos muy malos. Malos que son crueles, malos y son conscientes de querer el mal. Eso no quita, claro, para que a tantos nos gustara.
A mi me convenció de intentar verla el post de Mario sobre la serie y más amigos diciéndome que no era lo que parecía. Que lo intentara. Que me sorprendería. Y tras verme los dos primeros capítulos tuve que verme la temporada entera. Y tras eso tuve que verme toda la segunda temporada. Y ahora quiero saber qué va a pasar en la tercera. Y si es así es por la razón ya dicha en el título: esta serie es de lo más valiente que se ha hecho en series y películas en este siglo. Y de lo más meritorio y honesto intelectualmente. No recuerdo ninguna continuación de algo años después que sea tan sorprendente y que consiga, por goleada, superar al original que continúa. Y lo hace pervirtiendo y cambiando maravillosamente toda la esencia del original. A pesar (o gracias a) tener de protagonistas a los mismos actores que las películas originales ochenteras.
Han pasado muchos años, y el protagonista de Karate Kid, Daniel Larusso, el perseguido y apaleado de la primera película, es un hombre de éxito económico y personal. Es un exitosísimo empresario, vende coches, pone anuncios, tiene una casa enorme y se codea con lo más rico de la ciudad. Está casado con una mujer elegante, inteligente y buena. Tiene una hija buena y guapa hasta el punto de tener cara de buena de película prototípica. Está en una excelente forma física y es feliz. Pero ahora el protagonista no es él. Es Johnny Lawrence. Es el rubio líder de los abusones de la primera película. El paso de los años no ha sido tan bueno para él. Malvive económicamente haciendo chapuzas en casas. Su casa es un estercolero. Vive la mitad del día bebiendo y borracho. Hace comentarios despectivos de latinos, es agresivo y broncas en sus relaciones personales, le parecen una chorrada las palabras que intentan suplir las de toda la vida como “maricón” y no es precisamente feminista. Su reloj se paró en su adolescencia, escuchando casi solo rock ochentero, recordando a la novia que le dejó (la de la primera película, la que salió con Daniel Larusso), siguiendo enfadado cuando recuerda su pelea final perdida contra Daniel Larusso y, en general, deprimido y solo.
La serie aquí no escatima en nada para presentarnos al protagonista, a Johnny, como alguien muy fuera de su tiempo en prácticamente todo. Hasta el punto que el espíritu de los tiempos le castiga con un estado de pobreza económica y aislamiento social. Es un sujeto agresivo, que apenas puede contenerse cuando le va medio regular sin recurrir a la violencia. Es un padre espantoso que ha ignorado a su hijo toda su vida. Al poco de empezar la serie le despiden por ser desagradable con una clienta estúpida. Tiene todos los ingredientes para ser el malo oficial prototípico…pero es el protagonista. Aquí el adversario es Daniel.
La serie empieza con un acontecimiento fortuito que hará que los dos grandes enemigos se vuelvan a encontrar, y la serie es honesta respecto a lo que pasa. Es decir, que a quien le ha tratado bien la vida y ha sido apaleado en el pasado hay que temerle. Porque hay posibilidades de que hagan lo que hace Daniel, el teórico bueno: chotearse y humillar un poco a Johnny. Es tan creíble la escena en que se encuentran que da miedo. Y Johnny, llevado por la ira que le ha llevado siempre en toda su vida, decide resistir en contra del mundo. Decide, con lo último que le queda, fundar otra vez la escuela de karate que le hizo a él campeón dos veces seguidas, cuando estaba con la chica de su adolescencia que tanto amó y que luego se fue con Daniel, la escuela de la que salían los abusones que le ayudaban a dar palizas a Daniel. A fundar Cobra Kai. La escuela de karate que enseña principios no precisamente pacifistas: pegar primero, pegar duro, sin piedad. Nada de gilipolleces, nada de chorradas zen, nada de usar las artes marciales para defenderse. Atacar. Duro. Desde el principio. Y no sólo en las peleas: también fuera. Lo cual incluye relacionarse con las chicas.
A partir de aquí la serie sigue siendo brutalmente honesta y hace tropezar a Johnny con todos los obstáculos posibles. Los alquileres. La necesidad de alquilar el local a grupos de meditación para tener dinero, haciendo que soltemos una carcajada con la escena. Daniel, que tiene la vida hecha y es feliz, se encuentra que la escuela Cobra Kai, el demonio de su adolescencia, aparece de nuevo. Su vida de hombre maduro y exitoso se derrumba. Se obsesiona con, vamos a decirlo, la escuela de karate de alguien que está a dos semanas de ser un vagabundo alcohólico. Y es creíble. Mucho. La serie es terrorífica porque nos recuerda, mejor que prácticamente ninguna serie o película de este siglo, que es imposible superar el haber sido apaleado, perseguido y discriminado. No se supera nunca. Se consigue olvidar a ratos, a veces durante ratos larguísimos. A veces puede recordarse sin mucho dolor, relativizando como una persona adulta. Pero en tus momentos menos bonitos todo aquello vuelve.
Eso hará que haga auténticas barbaridades para arruinar a la escuela o para cerrarla. Cosas que harán que su mujer no le reconozca y le recuerda más de una vez que todo aquello no es maduro. Y no lo es. Porque Daniel, con todo su éxito económico y personal, sólo ha conseguido que la herida que tiene la olvide casi todo el tiempo. Pero sigue ahí. La serie partirá desde entonces entre la pelea de Johnny por hacer más grande a Cobra Kai, por ganar en fama y prestigio y Daniel intentando o cerrar su escuela o combatirla reabriendo su propia escuela de karate basada en las enseñanzas de Miyagi. La barrera entre el Bien y el Mal de la primera película se diluye. El teórico bueno hace cosas más que cuestionables con formas más que cuestionables y lo hace desde una posición de poder económico que se hace muy desagradable. El teórico malo es el que pelea con todo el sistema, con su falta de recursos económicos, con todo el espíritu de su época y no siempre lo hace de modo brillante.
Aún y con todo la serie podría haber ido por los derroteros de ir presentándonos torneos de las artes marciales a lo Bola de Dragón y centrarse en los entrenamientos, las relaciones con los alumnos y demás. Y aunque haya de todo esto, claro, la serie no sería tan buena sin meterse a difuminar barreras morales. Los dos protagonistas llegan a saber que sus infancias y adolescencias no eran tan distintas. Que sus heridas se parecen mucho. El camino de Daniel es el del exitoso bueno que va poco a poco deslizándose a prácticas mafiosas, a descuidar gravemente a su familia y al negocio que ha levantado con gran esfuerzo. Y el camino de Johnny es el del paleto violento, racista y machista que intenta inculcar esa agresividad a sus alumnos, pero que poco a poco va entendiendo que es esa misma violencia y agresividad la que han hecho que su vida sea una mierda a todos los niveles. Que “sin piedad” no es “sin honor”. Que trata de que sus alumnos, un montón de frikis, gordos y raritos, no terminen consumidos por el mismo demonio destructor que le devoró a él. Un demonio del pasado que sigue existiendo, como nos recuerda la serie al hacernos pasar por momentos de ciberacoso en el instituto al que van la hija de Larusso, sus muy pijitas y clasistas amigas y los raritos alumnos de Cobra Kai.
Y es creíble. Es vergonzosamente creíble. Esta historia de redención es durísima y parece sacada de un relato de Frank Miller: no hay concesiones para Johnny. Las cosas se le irán torciendo mil veces para que una cosa se medio arregle. Tendrá que ser apaleado mil veces para recibir un solo aplauso. Sufrirá humillaciones. Tendrá que apretar los puños mucho para no meterse en más problemas por su ira. Lleva toda su vida obsesionado y encuentra viendo el presente de sus alumnos las cosas que le consumieron a él en el pasado. Es la diferencia entre unos de sus alumnos, un marginado que pasa a ser un abusón como era Johnny (Hawk) y el mejor combatiente de su clase, Miguel, que es para él la esperanza de un futuro mejor que el suyo.
https://www.youtube.com/watch?v=jyX824HMwUo
Hay una honestidad poco habitual en la ficción respecto a la ira que acumula el rarito, el distinto, el friki cuando lleva tiempo marginado. Una ira que cuando tiene oportunidad de devolver lo hace de la peor manera posible. No existen los seres de luz, y tratar mal a alguien sistemáticamente o dejarle aislado tiene los efectos que tiene. Los abusados pueden pasar a abusadores. Los abusadores a abusados. No hay paz para nadie en la serie. Los demonios vuelven más que se van. Lo que se hace es complicado o imposible de deshacer. Johnny lo descubre de la forma más cruel cuando acaba la segunda temporada. Todo ello al estilo Cobra Kai: la serie no tiene absolutamente nada de paja, relleno, cosas superfluas para meternos episodios tostones. La narración cuenta exactamente lo que tiene que contar y ni un segundo más del modo en que tiene que contarlo. Lo cotidiano está contando con agilidad, la evolución de los personajes es la que debe ser teniendo en cuenta lo anterior. Los cambios son los que deben ser, por dolorosos o terribles que sean.
No recuerdo en mucho tiempo tanta valentía para hacer una serie o película. Tomar un mito ochentero maniqueo y plantearlo desde el punto de vista del malo de la película. Hacerlo difuminando la barrera moral entre los buenos y los malos, renunciando casi todo el rato a la nostalgia (por más que haya algún detalle de vez en cuando). Atacando precisamente a la nostalgia por la evolución del rubio abusón de la película original, que empieza como un obseso de su adolescencia ochentera y pasa a descubrir cómo sus obsesiones le dejaron la vida hecha una mierda. Haciéndolo dolorosamente creíble, por poco agradables emocionalmente que sean bastantes escenas. Renunciando a convertir a Johnny en un auténtico creyente de todas las cosas más actuales del siglo XXI, cosa que no sería creíble: quiere cambiar a mejor no convertirse en otra persona.
Nadie debería perdérsela creyendo que es un refrito de escenas de Miyagi o una apelación a lo ochentero para sacarnos el dinero. Es exactamente lo opuesto: la historia de la difícil madurez, de la difícil escala de grises que es la vida adulta, de lo inmensamente difícil que es redimir cualquier acto malvado que hayamos hecho y la constatación que la tecnología no importa porque los demonios que atormentan a cada nueva generación de personas siguen siendo los mismos. Que nadie se la pierda.
Sed felices.
Gracias por la reseña. Es la serie, que más le cuesta a la gente de visualizar. La recomiendo, y hacen ese gesto de intentar acercar el labio a la nariz y cerrando un poco el ojo. (El de la cara). “¿En serio?”; Me responden. Porque ven lo que tú comentas. Torneos, entrenamientos interminables… Vamos, el popurrí de manual del cine ochentero por excelencia. Y eso que la película original, tampoco es que fuese Campeón de campeones, o Contacto Sangriento, mostraba algo más que Pim Pam pum. Pero de C.Kai, no sé fian, dudan. Por supuesto, el o la valiente que finalmente la ven, me llama preguntando, si se cuando sale la tercera temporada. “Cobra Kai”. La mejor serie nostálgica, junto con la obra maestra: “Halt and Cath fire”
Saludos.
Gracias.
Es complicado que tanta gente acepte esto como algo más que un intento de sacar cuartos de modo fácil: me temo que todos estamos muy resabiados.
Saludos.
Coincido al 100% con tu analisis. Es alucinante como juegan con el bien y el mal en esta serie, y todos los personajes se mueven en el color gris. Una de las cosas que mas gracia me hizo de la serie es cuando Johnny cuenta lo que ocurrio en las peliculas desde su punto de vista , y ves que en cierta manera lo hizo todo en respuesta Larusso segun le habian educado. El personaje del maestro de Johnny que vuelve en la segunda temporada tambien es brutal. Buen articulo!.
Gracias.
El momento en que están en el bar los dos y se sorprenden cuando saben lo mucho que tienen en común. Es ahí. Ahí está todo.
Saludos.
Me acojona cuando dices que no se olvida nunca las palizas o humillaciones de hace años. Me acojona. Espero que todo el mundo esté bien y no tenga secuelas raras. SED FELICES.
Eso siempre 🙂
Excelente análisis, ahora yo no creo que daniel o jhonny sean ni buenos ni malos, son 2 personas que viven traumatizadas de su pasado y ninguno pudo hasta ahora superar sus desgracias. Por un lado tenemos a daniel quien se superó en la vida por que tuvo a miyaggi como maestro y le enseñó el equilibrio pero sigue siendo el mismo niño débil y temeroso de la primera película y usa lo que tiene a la mano como su poder económico para humillar a quien lo humlló pero sin saber que jhonny detrás de su apariencia, su “dinero” y popularidad en la escuela era más triste que daniel, recién pudimos saber en la 1ra temporada que era un chicho desgraciado, humillado por su padrastro y no la pasaba nada bien en casa. Por otro lado tenemos a Jhonny quien se quedó estancado en los 80 marcado por la derrota en el torneo del valle, quien no tuvo un referente como si lo tuvo daniel para enfocarse en la vida y cuando ambos se cruzan reviven toda esa mierda que vivieron en su juventud, 2 personas que viven atrapadas en el pasado que no son malos solo son personas que deben superar sus desgracias y rivalidades. Daniel usa su dinero para humillarse pues si pero no es feliz haciendolo, lo hace por que teme a jhonny y jhonny envidia de cierta forma a daniel en como le fue en la vida y a pesar de ser pobre sabe que aún siendo pobre puede hacer temblar a daniel, es una rivalidad estupida de2 adultos que no salen de la adolescencia pero está muy bien llevada y no aburre. En medio de eso jhon kreese quien es peor que daniel y jhonny vive inmerso en el pasado y solo busca venganza aprovechará esta rivalidad y manipulará a ambos para su beneficio. excelente serie que no tiene pausas y sabe mezclar lo nuevo con lo ochentero
Serie para niños. Todo bien con la nostalgia y gracias a eso me fumé la primer temporada. Pero con la segunda fue demasiado ya. Muy predecible, mal actuada, con un guion que flaquea con cada episodio y sobre todo MUY MUY sobrevalorada.