Si hay un periodo histórico abordado desde todos los puntos de vista posibles, este ha sido la Segunda Guerra Mundial. Ya sea enmarcada en el género puramente bélico, en el espionaje o en el que busca trascender lo meramente cinematográfico, que suele ocurrir cuando se aborda el auge del nazismo y el Holocausto. Como ocurre en Nuremberg, una de las películas más sorprendentes de este 2025.
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Ambientada en los famosos juicios de Nuremberg, en los que un equipo judicial conformado por los aliados juzgó, por primera vez en la historia, a lo que quedaba del Alto mando nazi por crímenes contra la humanidad, la película aborda la complejidad de plantear una acusación sin precedentes judiciales y, sobre todo, la relación entre Douglas M. Kelley, psiquiatra, y Hermann Goering, el acusado más importante de aquellos juicios y destinado a ser sucesor de Adolph Hitler.
Así, aunque los juicios de Nuremberg ya fueron recreados de forma magistral en la clásica Vencedores o vencidos (1961) y notablemente en la miniserie Los juicios de Nuremberg (2000), Nuremberg encuentra su propia voz entre dos obras tan destacadas y, pese a basarse en un suceso ocurrido en 1945, es capaz de ser relevante para los tiempos que corren.
Y lo hace basándose en el libro de no ficción “El nazi y el psiquiatra”, de Jack El-Hai, centrado en la misión del psiquiatra Douglas M. Kelley de analizar a todos los condenados de Nuremberg, así como asegurar que ninguno de ellos se quite la vida sin ser juzgado. Las consecuencias de las miles de horas que pasó con ellos, su especial relación con Goering y su vida tras la Guerra es algo que prefiero callar para garantizar el disfrute de la película.
Porque Nuremberg es un thriller psicológico y judicial de alta magnitud, cuyas dos horas y media se pasan en un suspiro. Vanderbilt, que ya dirigió la infravalorada La verdad en 2015, demuestra un gran dominio de la puesta de escena clásica en el mejor sentido de la palabra.
El guión, escrito por el propio director (ojo, autor del libreto de Zodiac) se centra en la naturaleza del mal, si esta es una cualidad inherentemente humana o no, así como conecta pasado y presente equiparando el auge del nazismo, que comenzó con discurso y cambios de leyes, con la situación actual, en la que el mundo está cada vez más dominado por el populismo de cualquier índole.
En este sentido, se explica muy bien el interés por juzgar a personas que podían considerarse monstruos en lugar de ejecutarlos directamente. Igual que nos muestran a hombres que escuchan a estas personas. Al fin y al cabo, atender al mal puede ser la mejor arma para combatirlo. Silenciarlo únicamente puede llevar a la negación y, con ello, a que lo que nunca debió ocurrir vuelva a suceder.
Nuremberg aborda todas estas temáticas sin resultar panfletaria. Es una película que busca entretener pero también incomodar. En algunos momentos hasta sentiréis empatía por alguno de estos condenados.
Esto no solo ocurre por lo férreo de su guión, sino por las extraordinarias interpretaciones de su reparto. Reconozco que no soy muy de Rami Malek. Solo me gusta en Mr. Robot, la serie que le dio a conocer, pero cumple sobradamente en el papel del psiquiatra Kelley. Malek se encuentra bien rodeado de actores como Leo Woodall, Michael Shannon o un elegante Richard E. Grant.
Pero el que se erige como la verdadera estrella de la función es un Russell Crowe que no ha estado mejor en años. Con tanta nominación cantada a meses de los premios Oscar, me sorprende que su nombre no haya sonado. Solo un actor con la presencia de Crowe puede hacer creíble la figura de Hermann Goering, un hombre marcadamente obeso y enfermo que, aún así, podía imponer con su mera presencia.
En definitiva, Nuremberg es una excelente película que consigue los objetivos que se propone. Un thriller muy entretenido que aúna juicios y psicología y que nos hace pensar tanto en la capacidad del ser humano para hacer el mal como en la posibilidad de que una barbarie como la cometida por el nazismo se repita. No os la perdáis.
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