De entre las muchas adaptaciones cinematográficas de Stephen King, son pocas las que brillan con luz propia y La Zona Muerta está, sin duda, entre ellas. El buen ojo de Dino de Laurentiis, sumado a los talentos de David Cronbenberg y Christopher Walken, contribuyó a ello.
Para 1983, David Cronenberg ya tenía en su haber catorce años de carrera en Canadá con un total de doce largometrajes. La Zona Muerta (The Dead Zone) significó su entrada en Estados Unidos y no deja de ser paradójico que, tratándose de un realizador tan personal, haya ello ocurrido con una película por encargo.
Suma de Talentos
Stephen King ya venía de un par de adaptaciones exitosas, como Carrie (Brian De Palma, 1976) o El Resplandor (Stanley Kubrick, 1980), por lo que bastaba que llegara alguno de sus títulos a las tiendas de libros para que los productores cinematográficos vieran un filón a explotar.
Uno de ellos fue Dino de Laurentiis, de ganado prestigio en el cine italiano de posguerra al ser, por ejemplo, responsable de la producción de algunos de los filmes más emblemáticos de Federico Fellini. Desde los setenta estaba asentado en Hollywood y ligado, mayormente, a megaproducciones como King Kong (1976) o Conan el Bárbaro (1982): fue él quien ofreció a Cronenberg encargarse de La Zona Muerta y no sería la única ni última vez que echara ojo a la obra de King, pues volvería a estar vinculado a sus adaptaciones en Ojos de Fuego (1984), Los Ojos del Gato (1985) y Miedo Azul (1985), aunque en ninguna al mismo nivel.
Para Cronenberg, sería su primera producción estadounidense y, como correlato, también la primera con presupuesto importante. Lo suyo habían sido normalmente filmes de bajo costo que rozaban el cine B, algunos con buen suceso en taquilla como Shivers (1975), Rabia (1977) o Scanners (1981). Sin embargo, Videodrome (1983), su último título para entonces, no había gozado del mismo favor del público aunque sí de la crítica. De Laurentiis, no obstante, confió en él y no se equivocó.
El guion fue otorgado a Jeffrey Boam, que contaba como único antecedente haber coescrito la aclamada Libertad Condicional (Ulu Grosbard, 1978), pero sería después guionista de éxitos como El Chip Prodigioso (Joe Dante, 1987), Jóvenes Ocultos (Joel Schumacher, 1987), Indiana Jones y la Última Cruzada (Steven Spielberg, 1989), Arma Letal 2 (Richard Donner, 1989) o Arma Letal 3 (Richard Donner, 1992).
La música corrió por cuenta de Michael Kamen, nombre hoy superlativo y sinónimo de éxito pero que, en ese momento, solo contaba en su haber con Venom (Piers Haggard, 1981) como banda sonora más o menos importante.
Es decir que La Zona Muerta significó, prácticamente, el empujón decisivo para las carreras de un director, un guionista y un compositor exitosos de allí en más. Otro tanto puede decirse de Christopher Walken, que anque contara ya con larga trayectoria y algunas actuaciones consagratorias, lo normal era verlo relegado a segundo plano detrás de otros actores (Annie Hall, El Cazador) o con papeles centrales en películas que no funcionaban bien en taquilla, como la infravalorada Proyecto Brainstorm (Douglas Trumbull, 1983), estrenada en las salas solo tres semanas antes de La Zona Muerta.
La Historia
Stephen King ha declarado sentirse complacido con esta adaptación, lo cual es mucho decir para lo disgustado que venía con Stanley Kubrick por la cantidad de cambios que había introducido en El Resplandor con respecto a la historia original. La Zona Muerta es, en ese sentido, bastante fiel a la novela, lo que no va en desmedro de que tenga sus diferencias.
La primera salta apenas comenzar, ya que la historia arranca con el personaje ya adulto e impartiendo clases a sus alumnos sobre Edgar Allan Poe y Washington Irving, con lo que se omite su infancia en la que, según la novela, sufría un golpe patinando sobre el hielo mientras se jugaba un partido de hockey.
Ese episodio, en la historia original, era el despunte de sus habilidades paranormales, en tanto que en la película el origen permanece más misterioso y solo le vemos experimentar dolores de cabeza mientras pasea en la montaña rusa junto a su novia o, a lo sumo y ya avanzado el filme, hacer referencia a una especie de “zona muerta” en su mente.
El personaje en cuestión, interpretado por Walken, no es otro que John Smith y el nombre lo dice todo, pues se trata de un sujeto de lo más común y del montón: profesor de literatura tímido, de bajo perfil y conservador al punto de no querer apurar el momento de sexo con su novia Sarah (Brooke Adams) ya que, según dice, “hay cosas por las que vale la pena esperar”. Ya veremos cuán importante es esa afirmación para el desarrollo de lo que sigue…
Tras dejarla una noche en su casa, sufre un accidente en su auto al tocarse con un camión cuyo conductor se ha dormido al volante. Otra diferencia: en la novela viaja en taxi y el accidente es ocasionado por dos inconscientes que corren picadas. El resultado, de todas maneras, es el mismo: queda en coma durante cinco años.
Cuando, contra todo pronóstico, acaba volviendo en sí, encuentra todo muy diferente, pero el principal impacto es saber que Sarah, perdida de su parte toda esperanza, ha contraído matrimonio y hasta tiene un bebé. Situación dura para John, pues ella no lo esperó como él decía que valía la pena hacer…
Sin trabajo ni novia, su único apoyo será Sam (Herbert Lom), terapeuta de rehabilitación que acabará por convertirse en amigo, confidente e incluso consejero cuando llegue el momento de tomar una decisión trascendental. Pero no solo el mundo que rodea a John está cambiado, sino también él mismo: su expresión, antes afable y alegre, ha pasado a ser circunspecta y sombría; ya no tiene necesidad de usar lentes todo el tiempo y, lo más importante de todo, tiene ahora una habilidad por la cual puede tener visiones del pasado o presente de cualquier persona con el solo hecho de tocar su mano.
Ese don le permite, por ejemplo, poner al tanto a una enfermera de que su casa se está incendiando. Su historia, a la larga, cobra notoriedad y llega al vecino condado de Castle Rock (una referencia frecuente en las historias de King), en donde el sheriff local (Tom Skerritt), requiere de sus habilidades para dar con un asesino serial de muchachas.
También tendrá la posibilidad de salvar la vida de un alumno particular al prever un inminente accidente que, ligado al hockey y al hielo, remite bastante al que él mismo sufría al inicio de la novela: un guiño para darnos a entender que no lo omitieron por completo. De todas formas, su portento no es gratis, ya que se deteriora a ojos vista cada vez que lo utiliza, como si sufriera una especie de regresión tras su vuelta del coma.
Pero el nudo central de la historia se dispara cuando conoce a Greg Stillson, político local con aspiraciones de senador que es pura demagogia, beso al bebé y casco de obrero. La recreación que Martin Sheen hace del mismo es digna de destacar y si bien es cierto que el personaje está más caricaturizado que en la novela, no podemos, viéndolo hoy, dejar de pensar que se anticipa bastante a Donald Trump.
En ese sentido, recuerdo que en la novela el contexto político tenía una impronta mucho mayor (primer acercamiento de Stephen King a la temática) al recrear el clima de los años previos a la llegada de Ronald Reagan a la presidencia de Estados Unidos.
En la película, en cambio, todo parece estar mucho más circunscripto al ámbito local, pero más allá de eso, lo que se mantiene inalterable es que el tocar a Stillson produce en John una visión de la cual nada diré, pero que tiene connotaciones verdaderamente grandes, al punto que el ignoto y mojigato profesor de literatura terminará, de manera inesperada y por fuerza de las circunstancias, convertido en el único que puede salvar a la humanidad.
El giro del final, del cual tampoco hablaré, es uno de los mejores tanto dentro de la literatura como del cine.
Balance Final
¿Si, sabiendo lo que hizo, tuvieras la posibilidad de viajar en el tiempo y matar a Hitler, lo harías? Se puede decir que esa pregunta que John, a bocajarro y sin anestesia, lanza en un momento a su terapeuta es un perfecto concepto guía para la historia.
La Zona Muerta no es una historia de terror, como podría pensarse al provenir de King. Es más bien un thriller fantástico con toques de ciencia ficción que, jugando con lo paranormal, presenta fundamentalmente una reflexión ética que va asociada a la idea de que hasta el sujeto más insignificante puede cambiar el destino del mundo (imposible no relacionar con El Señor de los Anillos a pesar de la diferente temática).
Por otra parte, termina siendo premonitoria en más de un aspecto. No solo por la relación Stillson-Trump de que antes habláramos, sino también por el accidente que sufre el profesor de literatura ya que, con diferentes consecuencias, los accidentes vuelven a estar varias veces presentes en la obra de King, tal como se aprecia en Christine (cuya adaptación a cargo de John Carpenter se estrenó también en 1983), Misery o Cementerio de Animales. Pero más importante todavía es el hecho de que el propio King sufriría uno en carne propia varios años después.
De hecho, John Smith, tras volver del coma, está muerto de alguna manera: el mundo, e inclusive su novia, han seguido sin él y esos cinco años que lo han tenido ausente constituyen un vacío existencial que lo ubican en una dicotomía vida-muerte reminiscente del gato de Schrödinger. Algo de esto se puede encontrar bastante más tarde en La Historia de Lisey, novela recientemente adaptada a miniserie para Apple TV y analizada episodio a episodio en esta web por un servidor.
Como antes dijimos, se trató de una película hecha por encargo, pero Cronenberg no se resignó a ser mero ejecutor: dio al filme su personalidad y estilo, haciéndolo casi de autor cuando parecía difícil. La oscuridad, los ambientes reducidos y los primeros planos son marca registrada de él, así como también un cierto minimalismo en recursos que pareciera contrastar con el presupuesto; casi como si buscara traer el cine B a la gran industria.
El gran trabajo de Christopher Walken es punto esencial a destacar. No es que no hubiera interpretado antes a personajes con problemas psíquicos: basta con recordar a Nick en El Cazador o al doctor Brace en Proyecto Brainstorm, pero aquí se luce de manera especial al tener que mostrar los drásticos cambios de John Smith o reflejar sus dilemas éticos. Dato curioso: su personaje, al principio de la película, encomienda a sus alumnos la lectura de Sleepy Hollow y será, justamente, él quien, dieciséis años más tarde, dará vida al Jinete sin Cabeza en la versión fílmica de Tim Burton.
La Zona Muerta es, en definitiva, una gran adaptación que mantiene su calidad al día de hoy y que merece un lugar entre las más destacadas que se han hecho de la obra de Stephen King.
Bueno es aclarar que, con idéntico título, se ha rodado también una serie basada en la misma novela y que, producida para CBS Paramount, fue emitida entre 2002 y 2007 a lo largo de seis temporadas.
Hasta pronto y sean felices…
Gran película y gran adaptación que me gustó bastante la primera vez que la vi. Te has dado cuenta del detalle curioso de que años después Christopher Walken interviniera en Sleepy Hollow libro que enseña a sus alumnos. Me he quedado sorprendido de que el compositor Michael Kamen hubiera realizado una banda sonora para otro Venom en 1981, jeje
Hola Juan Carlos, gracias por comentar! Me alegra de que coincidamos en cuanto al juicio sobre la película. Sí, lo del Jinete sin Cabeza es una coincidencia muy fuerte y en cuanto a aquella Venom, nadie se acuerda, jaja… Pero sirvió para largar la carrera de Kamen y La Zona Muerta aún más.
Un saludo y que estés bien!
Excelente película donde ya se percataba que Cronenberg podría ofrecer mas facetas a su cine.Digo esto porque hay muchos que se sorprendieron del cambio que dio en su cine a raíz de alejarse de los motivos tenebrosos o directamente terroríficos por lo que fue mundialmente reconocido.Es un gran director.
Hola Diego: gracias por comentar. En efecto, Cronenberg es un director que puede hacer cualquier cosa. Muy versátil y a la vez manteniendo siempre tu personalidad. Un saludo y que estés bien!