¿Recuerdas aquel primer encontronazo con Freddy Krueger? Sí, ese momento traumático en el que descubriste que hasta los sueños tenían franquicia, y que quedarte frito después de clase podía acabar peor que un examen de mates. Pues bien, el hombre detrás de la pesadilla ,el incombustible Robert Englund, acaba de demostrar que, a veces, los monstruos también pisan alfombra roja. Este 31 de octubre, mientras tú estrenas disfraz low-cost y la vecina rellena calabazas de LED, a Englund le estamparán una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. Y no en una fecha cualquiera: Halloween, 11:00 a.m., esquina del 6600 Hollywood Blvd. La Cámara de Comercio no podía ser más canónica si lo intentara. Robert Englund, del callejón de Elm Street al Paseo de la fama en Hollywood.
Vale, respira. Hablemos de por qué este honor merece más confeti que fiesta de Gremlins pasada por agua. El comité del Walk of Fame ya le había fichado en la clase de 2025 junto a Jane Fonda, John Carpenter y otros nombres que hacen palpitar al cinéfilo medio como un palomo en San Valentín. Pero los elegidos disponen de dos años para fijar su ceremonia, y Englund, que de timing sabe un rato, se quedó con la única fecha que convierte el mármol en lápida pop.
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Ahora bien, no te pienses que todo esto va solo de un guante con cuchillas y un jersey de rebajas en rojo y verde. El tío Bob (así le llaman los colegas de convención) acumula más de 170 créditos desde que en 1974 debutó en Buster and Billie. Entre medias ha sido el lagarto bueno en V, director de culto, voz invitada en Los Simpson, cameo nostálgico en Stranger Things y, por supuesto, anfitrión de tus terrores nocturnos durante ocho películas y una ristra de spin-offs que harían sonrojar al mismísimo Jason. Todo eso lo consiguió mientras aprendía a ponerse el maquillaje en 4 horas sin matar (literalmente) a ningún becario de efectos especiales.
Pero, ¿por qué ha tardado tanto en llegarle la dichosa losa estrellada? Si atendemos a las reglas no escritas de Hollywood, ese Sudoku imposible entre taquilla, nostalgia y trajes planchados, el terror suele campar por sus fueros hasta que los ejecutivos descubren que asusta menos premiar a un villano que a su contable. Y ahí es donde Englund ha ganado por desgaste: ni ha renegado nunca de la máscara ni ha dejado que la máscara le devore. Su Instagram, donde suelta fotos vintage y chascarrillos de convención, se convirtió en sala de prensa improvisada el día que anunció la fecha de la ceremonia; el selfie con sombrero fedora cosechó más likes que rezos en un campamento cristiano.
Algunos puristas levantarán la ceja: “¿De verdad necesita otra medalla un tipo que ya vive en los pósteres de media humanidad friki?”. Permitidme la blasfemia: sí. Porque la estrella —esa losa brillante que millones de turistas pisarán sin darse cuenta— funciona como recordatorio colectivo. Será el punto exacto donde los fans plantarán replicas de guantes y rosas de plástico cada 31 de octubre, mientras los guías turísticos intentan resumir 40 años de historia del slasher en dos frases prefabricadas (“Here’s Freddy! Mucho scary, folks”). Y porque, seamos claros, si David Hasselhoff tiene una estrella, Freddy también la merece. Punto.
Lo fascinante es que Englund reciba el homenaje todavía en activo. No hablamos de un tributo póstumo ni de un retiro de campo de golf: el tipo sigue apareciendo en podcasts, presta su voz a videojuegos y se presenta en convenciones con una sonrisa como si firmar 500 pósters al día contara de cardio. Quizá por eso esta ceremonia no tiene sabor a epílogo sino a segunda vida, algo muy apropiado para un asesino cinematográfico que ya ha resucitado más veces que tu router movistar.
¿Qué nos queda a los mortales? Comprar palomitas, programar alarma a las cinco de la madrugada, bendito stream, y ver la retransmisión mientras apagamos la luz para sentir que el cielo californiano se vuelve un poquito más oscuro. Si escuchas un chirrido metálico sobre la acera, no te asustes: no es Krueger afilando uñas, son los operarios preparando la placa. El resto, puro cuento de medianoche.
Así que la próxima vez que transites el Paseo de la Fama y tropieces con la cara de Freddy incrustada en granito, recuerda este momento: la cultura popular es esa fiesta donde todos los géneros se mezclan, y el terror, contra todo pronóstico, acaba brindando con champán. Que nadie te diga lo contrario.
Un saludo y sed felices.