Bienvenidos todos y todas al análisis del séptimo capítulo de la segunda temporada de 30 monedas, titulado Los dos núcleos. Ya sólo queda un episodio para el final y por eso los guionistas se afanan en colocar todas las piezas en el tablero de cara al enfrentamiento entre el bien y el mal. Con Barbrow ya lo tenemos todo más o menos, claro, desde sus intenciones a cómo espera desencadenar el fin del mundo. Así que es hora de centrarnos en los “buenos”.
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Pero antes, hay tiempo para ver como Paco está en poder de Merche y Barbrow y aunque la mujer le diga que están destinados a estar juntos y que lo suyo es verdadero amor, nuestro héroe se muestra firme y decidido, él no será un títere de se ex por más que ella lo quiera y tenga el poder para obligarle.
Por otro lado, tenemos el grupo de los fugados del asilo. No saben qué hacer así que la única opción parece ser que Max, el matemático danés pueda descifrar la información del ordenador que robó Salcedo. Pero Laguna está cansado y quiere irse con su mujer, aunque al final decide quedarse con sus compañeros ya que en otro caso todos sus sacrificios habrán sido en vano. Como en muchas ocasiones la solución la acaba ofreciendo la mente dispersa de Antonio que les dice que tienen que buscar “la iglesia llena de cables”. Y como en el ordenador encuentran billetes de avión a Barcelona, pues allí que marchan Laguna, Salcedo Haruka, Antonio, Max y Sole. El resto queda a cargo del ex de Salcedo.
Cuando llegan a Barcelona Antonio localiza enseguida la famosa “iglesia con cables” que acaba siendo el Centro de Supercomputación de la ciudad. Entran con una visita guiada y Salcedo ve al sr. Johnson, el segundo al mando de Barbrow al que robó el ordenador. Le intentan seguir, pero no pueden ya que no tienen acreditaciones de seguridad. Acaban en las alcantarillas del centro, atrapados en un enorme conducto de ventilación.
Vergara y Santoro viajan a Italia en una secuencia muy divertida donde apestan el avión en el que están, después de todo, están muertos y podridos. En el aeropuerto se encuentran con Elena (vaya por dios, que casualidad) y ella se extraña de la presencia de Santoro, pero acepta la palabra de su amigo de que ahora no les queda otra opción que ser aliados. Y les dice que Barbrow está en Nazca, así que es allí donde tendrían que ir ahora.
Pero antes tocará pelear ya que los hombres de Barbrow llegan en busca del libro. Entonces Vergara demuestra lo útil que puede ser un zombie en unas grandes secuencias de acción donde se pone a disparar a diestro y siniestro mientras recibe múltiples balazos que no le hacen efecto ya que está muerto. Mientras, Santoro descubre en el libro una importante secuencia numérica (ya sabemos del poder de los números en esta aventura) y que van a necesitar una herramienta especial para hacer frente a Barbrow: El Ojo de Sangre, una joya enorme que corona el báculo del Santo Padre y que contiene la sangre derramada de Cristo por la lanza de Longinus.
Gracias a los contactos de Vergara en El Vaticano, logran reunirse con el Papa, que está recluido en una habitación del pánico muerto de miedo. Le cuentan que necesitan El Ojo de Sangre ya que es lo único que impedir la Mirada de Dios ya que la intención de su enemigo no es conquistar el mundo, sino destruirlo. Pero el Papa se niega a dárselo. Así que Santoro se lo arrebata a la fuerza y tiene que huir a toda pastilla para por fin ir a Perú. En el viaje Vergara le cuenta a Elena que Dios y el Diablo son lo mismo, unas veces se presenta como bueno y otras como malvado según le convenga a sus intereses.
Cuando llegan a Perú descubrimos que el sr. Johnson también acaba de llegar y cuenta con el apoyo de las autoridades. Pero gracias a un soborno, nuestros protagonistas logran subirse en un autobús que los tiene que llevar a Nazca. Allí Vergara confiesa a Elena que está enamorada de ella y que el amor es algo que no se puede controlar, que está fuera del plan de Dios. Y por eso Vergara en cierto modo admira a Barbrow, porque ha descubierto como salirse del guion y no tiene miedo a hacerlo.
Valoración del capítulo
Nos acercamos al final de temporada y eso se nota. Los responsables han logrado situar a todos los protagonistas en sus puestos de cara al enfrentamiento final, aunque también es cierto que este episodio tiene una alarmante falta de tensión que le quita emoción. No hay esa sensación de urgencia tan necesaria a estas alturas de la historia. Si, hay escenas emocionantes y diálogos con mucha enjundia, pero le falta un poco de energía.
La sensación de apresuramiento que comentábamos la semana pasada vuelve a hacer acto de presencia. Vergara y Santoro van a Italia y justo en el aeropuerto se encuentran a Elena. El grupo de Laguna y Salceda va a Barcelona y enseguida se infiltran en un centro que se supone debería ser mucho más seguro. Son pequeños detalles, pero que podría haberse cuidado un poco más y dejar respirar mejor la trama.
Lo mejor como de costumbre está en las escenas de Vergara y Santoro. El viaje a Italia es muy divertido (aunque en el que luego hacen a Perú no pase lo mismo) y sirve para respirar un poco para todo lo que viene después. Porque los diálogos de Vergara con Elena son uno de los paltos fuertes, no ya del episodio, sino de toda la temporada. El sacerdote ha dejado atrás su fe en Dios y su amor por Elena le ha trasformado completamente. Incluso admira en cierta manera a Barbrow, algo que puede dar mucho juego de cara al enfrentamiento final.
En resumen, ya sólo queda un episodio para ver como acaba esta temporada y que será lo que pase cuando Barbrow lleve a cabo su plan, con Vergara, Santoro y Elena en Perú para enfrentarle mientras que el grupo de Salcedo y Laguna tendrá un papel importante en el centro de supercomputación, donde la presencia de Max se antoja fundamental debido a la importancia de los números en toda la trama.