Si la semana pasada teníamos una entrega relevante para la trama, aquí volvemos a uno de esos capítulos tan característicos de Rick y Morty, en los que los personajes principales formarán parte de una serie de sketches sin relación entre ellos pero que, entre carcajadas, nos darán más datos sobre el universo en el que transcurre la serie. Mientras que en las dos primeras temporadas tuvimos un episodio dedicado al cable interdimensional, es decir, a una televisión que puede captar distintas realidades, en esta tercera se nos presenta un episodio en el que estos pequeños chascarrillos aparecen de un modo más original si cabe. Durante los veinte minutos que dura Morty’s Mind Blowers, contemplaremos los recuerdos que Rick le ha arrebatado a su nieto.
El episodio comienza con la pareja protagonista en un mundo onírico que se derrumba, huyendo de una especie de Morfeo de Sandman al que le han arrebatado un artefacto de enorme poder: la Tortuga de la Verdad, que contiene unos conocimientos inimaginables. Morty, que carga con el animal, mira a sus ojos por error y recibe una información que nunca se nos deja clara pero que le deja en un estado de shock. Rick le dice a su compañero de aventuras que esta no es la primera vez que algo le causa esta impresión, sino que tiene una habitación secreta con todos los recuerdos demasiado dolorosos para él y que le pidió eliminar… o eso dice. En cuanto bajan, le pondrá un casco en el que irá introduciendo unos tubos, y el pobre chico recordará todos esos traumas.
El primer recuerdo que le inyectará Rick consiste en una ocasión en la que Morty, mirando por un telescopio, creyó ver a un hombre en la Luna. Este siniestro personaje le sonríe desde el satélite, lo que aterra profundamente al chico, que advierte a su familia. Estos le quitan importancia, diciendo que probablemente se trate de una mancha, pero él no puede entender cómo son tan incrédulos, teniendo en cuenta las aventuras extrañas que ya habían vivido. En cuanto ve que el mismo hombre es su profesor, su paranoia alcanza límites insospechados que le llevan a espiarlo, lo cual solo parece confirmar sus sospechas: ha clavado la bandera en su jardín de una manera demasiado similar a la de Neil Armstrong en su alunizaje. Al hablarlo con su director, este no comprende lo que dice y acaba acusando al profesor de pedófilo y despidiéndolo. Este se suicida y, en un desgarrador giro de humor negro, el estudiante descubrirá que era veterano de guerra y por eso clavó la bandera. Al mirar su telescopio comprueba que lo que vio fue, efectivamente, una mancha. Morty ha provocado la muerte de un hombre inocente, y eso le deja completamente anonadado.
Sin embargo, Rick no le da tiempo para reaccionar, ni tampoco a nosotros: al fin y al cabo, esta experiencia está lejos de ser algo especial para él. No es la primera vez que lo hacen. A continuación, le muestra cómo estuvieron presos en la colección de un gigantesco señor alienígena y atrajeron a unos científicos con planos para un teletransportador y unas coordenadas de su localización. En cuanto estos llegan, maravillados por la perspectiva de este gran descubrimiento, los abandonan en la colección y huyen como cobardes. Como curiosidad, en este zoo alienígena hay una gran cantidad de guiños a la continuidad de la serie, como la aparición de los populares meeseeks en una de las jaulas, que harán las delicias de los aficionados más veteranos.
Sin embargo, Morty empieza a demostrar una inteligencia inusual cuando descubre que no en todos los recuerdos que le han arrebatado pasaban desgracias por su culpa, sino que también hay otros en los que su familia le trata de una forma desconsiderada. Por ejemplo, en una ocasión, un tirano alienígena obligó a su madre a elegir entre Summer y él… y eligió a su hija. Tras esta impactante revelación, descubrimos cómo tampoco colaboraron a la hora de extirpar de Morty un gusano demoníaco que le estaba poseyendo. Estos tubos son de color morado, frente a los de color azul que implican un grado de culpabilidad en el propio joven. Eso hace que se pregunte qué significan los tubos rojos… y, efectivamente, son recuerdos en los que el propio Rick sale perjudicado.
En el primero de ellos, una parodia de El Imperio Contraataca, el científico tiene que abrir en canal a una adorable montura en un lejano planeta, para librarse del frío: a pesar de las súplicas de su nieto, el viejo mata al animal y le obliga a meterse dentro de él. Cuando ya es demasiado tarde para cambiar nada, Rick se da cuenta de que ese no era el planeta que había creído y de que el animal podría haber vivido perfectamente. Morty acaba comprendiendo que su abuelo le ha borrado algunos recuerdos no por habérselo pedido, sino por beneficio personal. Esto acaba provocando una fuerte disputa entre ambos que les lleva a perder su memoria: tendrán que recuperarla a través de los distintos tubos que se encuentran, por lo que resulta evidente que la experiencia no va a ser muy agradable.
A partir de este momento, la tensión entre los dos protagonistas va en aumento mientras asistimos a recuerdos cada vez más extraños: una conspiración global de ardillas que supuestamente les obliga a cambiar de universo otra vez, una declaración del misterioso Sr. Ojetesucio a Morty, el dúo enterrando a Santa Claus, Rick borrando la memoria a su compañero de aventuras solo por ganarle a las damas… Llegado un momento, la presión es demasiada y deciden suicidarse porque su vida, si puede ser borrada, no tiene sentido. Cuando están a punto de hacerlo llega Summer, que les aturde con dos dardos, descarga dos copias exactas de su memoria en sus mentes y los deja en el sofá para que despierten. De nuevo, esto ya ha pasado varias veces.
Se trata de un episodio entretenido, lejos de las cotas de calidad que alcanzó el anterior, pero que rezuma un ácido sentido del humor que puede llegar a provocar carcajadas. En este capítulo comprobamos cómo casi nada tiene importancia para los protagonistas, ya que pueden borrar su memoria o simplemente marcharse a otra realidad. Toda la gracia de esta octava entrega gira en torno a esta idea que, sin embargo, nos deja con un sabor agridulce: esperemos que los creadores no abusen de este truco argumental y sepan mantener la tensión, haciendo que nos preocupemos por los personajes cuando sea necesario. De otro modo, Rick y Morty se convertiría en una colección de chascarrillos como Padre de familia, y esto solo se lo permitimos una vez por temporada.
Ah, y los que opinen que el bueno de Jerry Smith es un personaje infravalorado… que miren la escena post-créditos.