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Crítica de Babylon (2023): el narcisista canto de amor al cine de Damien Chazelle.

Mientras comienzo a escribir esta crítica, con mis manos titubeando sobre el teclado del ordenador, una película del oeste de fondo y mi perra dejando un rastro de pelos blancos allá donde va, solo puedo pensar: qué malo es que todo el mundo te diga lo bueno que eres. Y si no, pensad en Damien Chazelle, director de Babylon, película destinada a participar en la carrera por los Oscar de 2023 y que se ha caído ante la polémica que ha generado.

Babylon es un retrato de un período fundamental de la historia del cine, concretamente del cine norteamericano, que para eso es el más importante a nivel mundial. Se centra en los felices años 20 del mudo, con personas que rodaban películas en un éxtasis continuo de fiesta, desenfreno, drogas, sexo y alcohol que la llegada del sonoro se cargó (aquí tenéis mi artículo hablando de esta época) .

Babylon enfoca su cámara en tres personajes: Jack Conrad, la mayor estrella del cine mudo; Nellie LaRoy, una joven que aspira a convertirse en estrella; y Manny Torres, un joven mejicano que trabaja de camarero en las fiestas de los actores pero que aspira a trabajar en el cine.

Es imposible no hablar de Babylon sin pensar en su director, Damien Chazelle. Con 31 años, fascinó a medio mundo con su brutal Whiplash, un ejercicio de suspense en el que ya tenía un papel muy importante la música. De hecho, la película que convirtió a Chazelle en estrella fue el exitazo La la land, una de esas escasas películas que gustó a absolutamente todo el mundo, tanto crítica como público. Una obra que es a la vez bendición y castigo.

Al igual que El caballero oscuro de Nolan o la Prisioneros de Denis Villeneuve, las obras que han continuado su carrera se han caracterizado por la polémica. Al fin y al cabo, uno se enfrenta a la nueva película de Damien Chazelle esperando otro éxito como el del musical con Ryan Gosling y Emma Stone. Algo imposible de replicar.

Damien Chazelle: su carrera de Whiplash a La La Land

Crítica de La La Land

Crítica de First Man: la película de Damien Chazelle tras La La Land

Esto explica la polémica que ha generado Babylon, con tantas críticas positivas como negativas, provenientes de gente que se emocionan ante cada escena que les remueva una pizca de lo que consiguió La La Land y de los que reniegan totalmente de las virtudes de la película porque no les emociona tanto como aquella.

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Dicho esto, Babylon es larga. Muy larga. Como otros cineastas con vocación de genios y obras maestras a sus espaldas, Chazelle no se corta en mostrar su talento y escribe y dirige una película sin ningún tipo de filtro… con altas probabilidades de estrellarse. Y se ha estrellado, al menos en taquilla.

Vamos por partes. Babylon no es una mala película, pero tampoco un peliculón, y las razones de ello son más o menos claras.

Esencialmente, es un relato de auge y caída a lo Scorsese de Uno de los nuestros, Casino o El lobo de Wall Street. Solo que, en vez de centrarse en mafiosos o brokers, enfoca su cámara en la industria del cine mudo, sobre todo en sus actores.

La primera hora y media es todo un torbellino de imágenes destinadas a meternos el éxtasis en el cuerpo. Básicamente, son dos secuencias: una fiesta y un rodaje. Y las dos están excepcionalmente rodadas en un tono que recuerda al Baz Luhrmann de Moulin Rouge o Elvis. Este desenfreno que acelera nuestro corazón de espectadores tiene su momento cumbre en, sin spoilers, la consumación de la magia: la transmutación de la realización de una escena en un instante que emociona corazones a través de una simple cámara.

Hasta aquí, Babylon es sobresaliente.

Pero llega el sonoro.

La teoría de Chazelle es clara. El sonoro se cargó el cine. Se cargó la improvisación de sus actores y trajo la rectitud y, con ello, la hipocresía a la industria de Hollywood.

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Y esta última hora y media en la que la comedia prácticamente desaparece y todo se convierte en tragedia se hace larga.  Chazelle castiga demasiado a sus personajes e incluso les hace tomar decisiones tan drásticas que se tornan incomprensibles.

Los tres personajes principales tienen su correspondiente evolución. Nada que objetar al de Diego Calva y, sobre todo, al de Brad Pitt. Cada uno de sus movimientos aporta clase a la película por definición pero lo importante es que su trama es la más compensada de Babylon. En cuanto a Margot Robbie, su presencia es arrebatadora desde el principio pero su chispa se consume ante tanto exceso excesivo. Y valga, sí, la redundancia, que Babylon es muy de redundar.

En definitiva, Babylon es una notable película sobre el ocaso del cine mudo y el auge de una nefasta industria de Hollywood. Un monumental retrato de distintos actores que adolece de su irregularidad y de su larga duración, sobre todo en la segunda mitad. Y, por encima de todo, un narcisista canto de amor a las películas, con todo lo que ello conlleva.

Que no importa qué o quién haya caído con la llegada del sonoro, el cine digital, el 3D o las plataformas del cine. Lo importante es que la historia llegue al público. Sea blanco, negro, asiático, adolescente, anciano, vaya a ver la película por afición, por amistad o para comerse a besos en la última fila de la sala. Al final, a todos nos hace felices.

Un saludo y sed felices!

Nos leemos en Las cosas que nos hacen felices!

Fernando Vílchez
Fernando Vílchez
Comecocos. Intento aprender como si viviera para siempre y vivir como si hoy fuera mi último día...con las cosas que me hacen feliz.
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