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Crítica de First Man: de La La Land al espacio

Damien Chazelle había pasado del anonimato total a la exposición e interés crítico con Whiplash, y de ahí a la cima comercial y de crítica generalista con el fenómeno de masas  La La Land. Su siguiente proyecto, el que sería su tercera película (cuarta si contamos como largo ese primer proyecto fallido que fue Guy and Madeline on a Park Bench) nacería bajo la presión incesante de las altas expectativas. First Man es esta nueva película y hemos podido despejar las dudas tras su primera proyección mundial como apertura del septuagésimo quinto Festival de Cine de Venecia.

Transición musical

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Hasta la fecha, los intereses mas básicos de Chazelle parecían poder resumirse en dos. El primero, puramente formal, la integración explicita de la música a la narrativa del cine mas allá del refuerzo atmosférico; un elemento a través del cual desarrollar los cambios en los personajes (fondo constante en Whiplash y contrapunto casi exclusivo de La La Land) al estilo de los musicales mejor trasladados a la pantalla —nada nuevo, pero poco común en el Hollywood actual. El segundo, simplemente tonal, era un gusto repetido por adornar de falsas expectativas felices relatos que eran en su núcleo esencialmente tristes. Ambos elementos se han mantenido de forma escrupulosa en First Man, ahora revestidos con el barniz de una superproducción épica nacida del Hollywood mas controlador. El primero, lo musical, aparece ahora de forma mucho menos explícita —sin dejar de ser obvia— con canciones diegéticas convertidas en leitmotivs, repeticiones muy medidas de ruidos y sonidos de aparatos que conforman ritmos y melodías identificables en la banda sonora y un uso expresivo del silencio en el espacio que va mas allá del recurso gastadísimo y casi normativo que aparece sin excepción en todo el cine generalista que sale del planeta Tierra. Lo hace de forma satisfactoria, hasta cierto punto aconvencional (siempre que nos mantengamos cuidadosamente en el cine americano), pero también esporádica; no es, en ningún caso, un recurso habitual que vertebre la película de la forma en que ocurría con sus otras cintas. Esto es en gran medida lógico, teniendo en cuenta que el contexto, el tipo de película y la mera evolución creativa pedían ciertos cambios formales.

El segundo elemento identificable, el tono, pasa también a ser menos evidente sin desaparecer de la superficie. No lo hace por las mismas razones que el gusto musical, sino que se disuelve en un conjunto de escenas en las que no se da pie a contrapunto feliz o esperanzador alguno, diluyendo así el efecto de los golpes finales en un drama mas homogéneo. Se puede argumentar, sin embargo, que el contrapunto se encuentra precisamente en el conocimiento previo e inevitable de la realidad histórica que abarca la totalidad de la película: el hecho de que al final, Neil Armstrong llegará a la Luna. El mayor defecto que se puede achacar a la película nace precisamente de este ultimo elemento: era innecesario integrar en la película un incesante torrente de escenas puramente informativas, contexto vacío casi explicativo, al ser de sobra conocidos los huecos que sembrarían la película de haberse prescindido de tanto contexto. No son, por tanto, recordatorios necesarios a un nivel narrativo (la historia se centra en una trama individual con tratamiento universal y la estructura concluye perfectamente sin aludir ni servirse de estos recordatorios) ni tonal (el ritmo, lejos de verse beneficiado por ellos, se estanca irreversiblemente ante la reiteración informativa mas banal). Al final, la mitad del metraje es eso: contexto.

Polémica extraterrestre, política y perfiles

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No es First Man una película especialmente política. De hecho, centrándose a nivel individual y personal en la figura del Armstrong mas cotidiano, lidiando entre prueba y prueba con sus decrecientes habilidades sociales y su humanidad más domeéstica, Chazelle elimina casi por completo cualquier conclusión política que se podía extraer de un relato en el que hace presencia por razones obvias el pulso americano-soviético que caracterizó la carrera espacial. Sin embargo, la polémica ha estado servida tan pronto como se produjo la primera proyección de la cinta: varios sectores periodísticos americanos, mayoritariamente de corte republicano, han puesto el grito en el cielo por una decisión concreta y llamativa de la película en su tramo final. Se trata, nada más y nada menos, de omitir el momento en que se planta la bandera estadounidense en el suelo lunar. Los propios Chazelle y Gosling, director y protagonista, han respondido a las quejas esgrimiendo el carácter universal (frente a nacional) de los valores de la cinta y afirmando que el propio Arsmstrong no se consideraba a si mismo un héroe americano en el sentido literal de la palabra. Cabe hacerse varias preguntas a este respecto: la primera, si la familia de Armstrong se ha mostrado satisfecha con estas explicaciones. La respuesta es afirmativa. La segunda, y mas importante si cabe, es la siguiente: es esta omisión consciente una decisión estéticamente coherente y acertada en el contexto que plantea la película? La respuesta es, una vez mas, contundentemente afirmativa.

Que el propio Buzz Aldrin —cabe mencionar que no sale muy bien parado del retrato que de el hace la película— haya decidido sumarse a la indignación con un encendido post de twitter es hasta cierto punto irrelevante. Con sus aciertos y sus errores, Chazelle ha decidido omitir de forma voluntaria un momento de sobra conocido que, lejos de intentar manipular la historia, solamente intenta reforzar la sensación de llevar la narrativa de una película sobre el evento al terreno personal. Es conveniente recordar que no hace lo mismo con todos los elementos contextuales, anteriormente mencionados, de los que podría haber prescindido. Y cabe argumentar que el propio hecho de omitir un texto político es, en si mismo, una decisión eminentemente política. Pero al final, valorar la pelicula en base a los mismos estándares politicos que rechaza identificar es, cuanto menos, absurdo. First Man funciona a tramos como drama personal (los escasos momentos de brillantez vienen en las secuencias mas aisladas de la épica repetitiva y estandar) y satisfará las expectativas de quien busque entretenimiento a gran escala en un biopic ligero sobre la llegada del hombre a la Luna.

Estreno: fechas

First Man llegará a las salas estadounidenses este 12 de octubre de 2018, y a las españolas —sorpresa— un día antes, el 11 de octubre.

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