Partamos de esta situación hipotética: alguien ha robado una mesita del vestíbulo de una comunidad de vecinos, alguien ha malmetido a ese grupo de individuos así que a fin de evitar que alguien se lleve las butacas, rompa un cristal o abra el correo de otro sin permiso, Pepita, la presidenta de la comunidad de vecinos, decide instalar una cámara en el portal para que nadie pueda volver a cometer una atrocidad quedando impune.
Pongamos, además, que Pepita ha jurado proteger a la comunidad y que todos los vecinos confían en que ella les evite cualquier mal, que se haga cargo de su seguridad por encima de todas las cosas pero Pepita, que conoce muy bien a sus vecinos, cae en que esa panda de desagradecidos serían incapaces de sacrificar su privacidad por un bien mayor así que decide esconderles todo el asunto de la cámara y espiarles en secreto.
Pero Pepita es una mujer ocupada así que le pide a Manolo, un vecino de confianza, que se siente cada día unas horas detrás de la pantalla en la que aparecen las imágenes que graba la cámara y apunte todo aquello que le parezca sospechoso: ¿con quién viene siempre el del pelo largo? ¿cuántas veces saca a pasear el perro el del cuarto primera? Y Manolo, convertido en el Gran Hermano, acepta sin rechistar y se pone a ello. Cada día redacta un informe y se lo da a Pepita, a partir de ahí, lo que pase, ya no es asunto de Manolo y así lo cree durante un tiempo. Pero pronto Manolo empieza a hacerse preguntas, no entiende como la información que está recopilando puede evitar que se repita la desgracia de la mesita. A partir de aquí tiene dos opciones: seguir haciendo lo que ha hecho hasta entonces porque es su trabajo o plantearse que lo que está haciendo no es ético y dejar de contribuir a la invasión de privacidad a la que Pepita, líder de la comunidad, está sometiendo a todos los vecinos en pos de la seguridad.
Pues bien, para quien desee saber qué es lo que experimentaría este hipotético Manolo, existen tres juegos: Beholder, Orwell y Replica. Los tres permiten al jugador convertirse en un voyeur y vigilar las actividades (no siempre ilícitas) de sus compatriotas con la excusa de hacer de su comunidad un lugar más seguro. Estos juegos no sólo nos permiten hacer esto sino que contamos con la bendición del gobierno de cada uno de los mundos en los que se desarrollan, y no sólo contamos con su bendición sino que además es el propio gobierno quien nos ha encomendado esta tarea. Pero pronto se nos plantea un universo de infinitas posibilidades que pondrán en duda nuestros valores, nuestras acciones podrían resultar en la detención de un inocente mientras que dejamos suelto a un criminal o podríamos encarcelar a un joven revolucionario que realmente cree en la libertad. A mi parecer, en estos juegos no hay opciones incorrectas, sólo moralmente reprobables. Y es que, no es fácil ser Manolo, y cada uno será un Manolo diferente según sus propias convicciones. Pasemos a los simuladores de Manolo de los que os hablaba.
Beholder nos sitúa en el futuro en un estado totalitario que controla cada aspecto (público y privado) de la vida de sus ciudadanos. El gobierno nos envía a un edificio a hacer de conserje con una misión un poco más turbia que arreglar las tuberías: debemos instalar cámaras, vigilar a los vecinos y denunciar cualquier actitud subversiva. Poco a poco el gobierno irá instaurando nuevas leyes, algunas bastante ridículas como, por ejemplo, que sea ilegal tener pescado fresco en casa. Para denunciar a un vecino deberemos realizar un informe y dejar que intervengan las autoridades si la información es correcta. Sin embargo, también podríamos sobornarles o hacer la vista gorda porque ese vecino en particular nos cae bien o porque nos da igual la ley del pescado fresco. Pero no estamos solos, hemos venido a vivir aquí con nuestra mujer y nuestros dos hijos, cada decisión que tomemos nos afectará a nosotros y también a nuestra familia, ¿qué escogerá sacrificar el Manolo de Beholder?
En Replica nos encontramos en un país hipotético en el que se ha producido un atentado. La población está aterrorizada y el estado ha decidido incrementar la seguridad para poder detener a los terroristas y evitar nuevos ataques. En este caso, Manolo es prisionero en una cárcel y, coaccionado por las autoridades, deberá acceder al móvil de un supuesto terrorista para obtener información que el gobierno pueda usar para detenerle. Iremos resolviendo puzzles, desbloqueando cada vez más datos sobre esta persona introduciéndonos en su intimidad, conociendo detalles de su vida. Teniendo acceso a su historial, mensajes privados, redes sociales y demás podremos escoger notificarlo al gobierno o dejarlo pasar, incluso podemos dejar de colaborar con ellos y elegir hacer nada. Me gustaría destacar este juego por lo simple que es a nivel visual y en cuanto a concepto (usamos la interfaz de un teléfono móvil, es intuitivo, casi todos tenemos uno) y lo eficaz que resulta en lo que pretende contar.
Orwell nos sitúa una vez más detrás de una pantalla en una propuesta similar a la de Replica. Manolo es un funcionario que trabajará ante un ordenador recopilando información después de que un atentado que pretendía denunciar al gobierno opresor haya sacudido uno de los centros culturales del país. Bajo la amenaza de nuevos atentados, seguridad se pone manos a la obra para descubrir al culpable y evitar futuras desgracias. Igual que en Beholder y Replica, la información que Manolo revele a sus superiores resultarán en detenciones de supuestos terroristas, muertes o el restablecimiento del orden, o algo parecido. Orwell a ratos se convierte en un verdadero thriller, una historia en la que el misterio más grande es saber quién es el culpable.
Si bien las tres propuestas me parecen igual de interesantes, quizás mi favorita es Replica ya que siendo el más breve y simple de los tres juegos consigue transmitirnos una proximidad demoledora. Beholder es el más entretenido, es el que más parece un juego en términos convencionales. Orwell, por su parte, acaba convirtiéndose en un whodunit (no por eso menos interesante) pero nos ofrece mucha más información de fondo, motivaciones de los personajes y su radicalización. Pero no os quedéis con mi opinión, os invito a jugar a los tres y decidir cual os gusta más a vosotros pero sobretodo os invito a reflexionar sobre la tesis que plantean, porque si bien son ejemplos extremos se trata de una exageración del mundo en que vivimos, de algo que ya está en nuestro día a día.