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Ciclos de Cine: John Carpenter, rey de los 80 (Parte 1/2)

En plena burbuja de nostalgia ochentera, que ha alcanzado su pico con el festival del binge-watching de la segunda temporada de Stranger Things, es buen momento para echar la vista atrás y rebuscar en los culpables. Y resulta difícil, si no imposible, hablar de los ochenta sin mencionar a John Carpenter, el padre de muchos de los clásicos que dan forma a esta época y los estilos venideros. Casi podemos encontrar más clásicos instantáneos en la filmografía de Carpenter que letras en “Schwarzenegger”. Tras analizar las filmografías de David Lynch y Christopher Nolan, en Ciclos de Cine toca un repaso del genio de Nueva York, Maestro del Terror y rey de los ochenta: John Carpenter.

Dark Star: el absurdo cuidadosamente construido

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En la primera película de John Carpenter, en la que también actuaba como productor, guionista y compositor musical, se embarcó en un peculiar estilo del que sólo volveríamos a ver retazos en el resto de su filmografía. Dark Star (1974) es una comedia ci-fi de bajo presupuesto muy bien manejado, parodia ligera pero cínica de 2001: Una odisea del espacio donde dice mucho de su planteamiento sustituir el conflicto de HAL por persecuciones estúpidas, un capitán muerto y criogenizado que se comunica por una voz electrónica, un alien con forma de pelota de playa que intenta sabotear la nave y una bomba de voz educada y elegante que amenaza con detonarse a sí misma si vuelven a darle otra orden en falso. Las situaciones que se suceden parecen a veces propias de un programa de sketches convertido en sátira sofisticada, y es por eso que es una película que –apartado visual aparte– no se conserva tan mal como cabría pensar. Desde un personaje persiguiendo a su mascota-alien-pelota con garras  (el muñeco es tan descaradamente cutre que al morir se pincha y desinfla y los propios personajes se permiten hacer sus coñas al respecto) hasta una conversación entre un astronauta y una bomba, discutiendo suspendidos en el aire sobre fenomenología hasta que la bomba acaba dudando de la propia existencia de una realidad externa.

Dark Star es una película a la que no le falta el sello Carpenter y que ya marcaba muchos de los rasgos estéticos y narrativos del director (magnífica secuencia del ascensor, que empieza como comedia y acaba siendo realmente tensa). Es por eso que su carácter de comedia simpática no le impide ser una buena película, con una construcción de personajes bien desarrollada y un subtexto más parecido al nihilismo desgastado de La cosa que a un simplista planteamiento de humor por el humor de otras parodias espaciales como Spaceballs. Aprovechar una premisa tan rematadamente ridícula para brindar unos personajes interesantes, unas imágenes que con su escaso presupuesto se vuelven memorables y algunas que otra secuencia de terror en un contexto que en otras manos sólo podría dar vergüenza ajena es, desde luego, reseñable. Dark Star es, ante todo y a pesar de sus múltiples fallos y carencias, una buena película y una propuesta interesante para fans de Carpenter y la ciencia-ficción, género que ya tendría un papel más sofisticado en su filmografía venidera.

La noche de Halloween: nacimiento de un género

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Se suele hablar de Carpenter como el padre del slasher y, si bien es una afirmación con sentido, no es del todo cierta. Conocemos al género por sus rasgos característicos: asesinos enmascarados o desfigurados persiguiendo a adolescentes, con preferencia por armas punzantes y muertes rápidas y calculadas, hasta que una última víctima hace uso de su agudeza para derrotarle o revertir la situación. En 1963, Herschell Gordon Lewis estrenaba Blood Feast inaugurando el género gore y sentando algunas de las que serían más adelante bases del slasher, si bien se le habían adelantado algunos británicos y el mismo Alfred Hitchcok había puesto sobre la mesa varias de estas características con su popular (y barata, otro rasgo del género) Psicosis, en 1960. La semilla del slasher en los 70 fue la defensa del terror por el terror de Tobe Hooper (muy criticada en su época) en la sucia y retorcida La matanza de Texas, y en la salvajada estilizada del subgénero giallo italiano del que es mayormente responsable Dario Argento.

John Carpenter, que aun no se había hecho un nombre como Maestro del Terror (lo iniciaría en esta etapa para consolidar el título con La cosa) lanzó en 1978 una combinación my cuidada de todos estos elementos llamada Halloween (La noche de Halloween en España), dando forma a lo que hoy día conocemos como slasher y popularizando su ambientación, estructura y arcos de personajes. También popularizó el uso del fuera de espacio, de planos amplios Panavision que jugaran con marcos dentro de marcos, utilización de los bordes como sugerencia constante de apariciones repentinas que hiciera del espectador activo y cambios de perspectiva que ayudan a empatizar o a distanciarnos de la víctima en función de la intención del autor a lo largo de la misma película.

Gracias al éxito de su fórmula, estos rasgos serían explotados hasta la saciedad desde los 80 hasta la actualidad. En gran medida, la explotación consistió en secuelas interminables de la propia película (cuenta hasta seis, película de Rob Zombie incluida, y después métele el subtítulo Resurrection) y copias baratas que repetían y sobrecargaban hasta el ridículo las premisas otrora originales. Aunque haya influencias atrevidas y distintas, pero de evidentes semejanzas (la fantástica Twin Peaks: Fuego camina conmigo de David Lynch repite hasta algunos de los tracking shots por vecindarios que mostraba Halloween) se trata, mayormente, de un género que cayó en la autoparodia involuntaria hasta que llegó la inteligente y original Scream de Wes Craven, metacinematográfica y revolucionaria, que volvería a dar un respiro a un genero agotado –así como innumerables parodias de la parodia, de dudoso gusto– de la misma forma que se agotan los ciclos de comedias románticas a lo largo de la Historia del Cine.

La niebla: menos ingenio y más sustos

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Aún siendo una de las películas que le auparon al trono de maestro del terror, La Niebla (The Fog, 1980) es una de las películas menores de Carpenter en cuanto a solidez se refiere. Es una cinta que bebe de mil fuentes, desde el zombi moderno popularizado por George A. Romero (la forma en que están diseñados esos no-muertos vengativos, lentos e inertes, como amenaza inevitable que da espacio a recrearse en la angustia de la espera) hasta la más clásica historia de pueblo maldito con historia coral de personajes luchando un mal mayor. Esta vez, se descarta la típica deconstrucción del género que Carpenter suele utilizar, en la que el individualismo forzoso rompe la comunidad y deja aislados a los personajes contra el entorno; esta vez, hay colaboración, identidades fuertes que ayudan a la comunidad y relaciones interpersonales con arcos que poco varían de su planteamiento inicial en vez de verse erosionados por los conflictos que se van sucediendo, casi como obstáculos a superar para seguir avanzando. Se le da espacio e intento de desarrollo a unos personajes que de todas formas cumplen un papel menor, diseñados para encontrase en medio de situaciones propicias para el jumpscare y por tanto mucho más previsibles; en cuanto a convenciones de género se refiere, La Niebla es mucho más conservadora y apenas introduce cambios en esta narrativa. En ese sentido, aunque años luz por encima en cuanto a ingenio y creatividad se refiere, La Niebla es una de las culpables de la tendencia general dominante en el cine de terror contemporáneo. Y es una pena porque se compone de grandes ideas que, en conjunto, no  acaban de cuajar en una sucesión precipitada de situaciones y giros de ritmo poco uniforme.

La banda sonora es excepcional, el mismo concepto de la niebla luminosa expandiéndose por la ciudad funciona bien como alerta y tanto los escenarios como los personajes están bien escogidos. Chirría La Niebla en las situaciones a las que se lleva forzosamente a los personajes, rompiendo incluso algunas de las ideas planteadas, y lo precipitado de un final que se había encontrado con un material que podría funcionar bien como desarrollo pero deja pocas puertas abiertas para cerrar los arcos. Esta vez, es un guion flojo coescrito por Carpenter con su productora habitual Debra Hill el que lastra lo que por otra parte es una película con dirección personal marca de la casa. Ejemplos de esto hay unos cuantos, desde usar dos espejos en la tienda para que el espectador pierda la mirada, a modo de dos pantallas duplicadas que sitúan la acción en una situación caótica, hasta la defensa del buen narrador de historias en la secuencia inicial, que podría servir como metáfora para la propia capacidad de Carpenter. Acompaña una fotografía sucia, oscura pero siempre nítida, que muchas producciones de terror actuales querrían para sí. La Niebla crea imágenes icónicas y muy efectivas, como toda la composición que rodea a la secuencia con el crucifijo de oro, y tiene una puesta en escena que su contexto no merece. Habíamos visto el gran talento del cineasta neoyorquino pero lo mejor estaba aún por llegar.

1977: Rescate en Nueva York; modelo inmortal del cine de acción

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Acción disparatada, masculinidad exaltada, anithéroe gruñón y esas imágenes y personajes que se sienten genuinamente originales y como consecuencia icónicos, en vez de lo artificial de imágenes diseñadas por y para intentar hacerse un hueco en la cultura pop. Desde el Pennywise diseñado con consciencia de estar ahí para dar miedo hasta los héroes de acción con cuatro capas mal apiladas siguiendo el manual del chulo de acción, los personajes de películas inspiradas en lo que dejaron el terror y la acción de los ochenta palidecen ante la sinceridad que se respira en películas como Rescate en Nueva York (Escape from New York, 1981). Snake Plissken es un personaje tan marcadamente exagerado como creíble en el contexto creado por la película: uno de acción despreocupada y locuras varias sin el que no serían posibles películas como Jungla de Cristal/Die Hard. Bruce Willis será el mesías de la acción ochentera pero Kurt Russell es el único y verdadero Dios. Ah, y sale Harry Dean Stanton (¿quién no ama a Harry Dean Stanton?).

A Rescate en Nueva York no le falta carisma, ritmo, originalidad ni sentido del humor: es una película completísima que ni siquiera se guarda la carta de meterle alguna pulla a la actuación americana durante la Guerra Fría –idea que explotaría en la aún más excesiva, y polémica, secuela, a la que llegaremos más adelante– y por eso es una cinta que crea escuela, y con razón. Utilizar algunas convenciones del género, rasgo habitual de Carpenter a lo largo de su filmografía, para agilizar la narración con los elementos familiares para el espectador (dinamizando la exposición) y poder aplazar el desarrollo de algunos elementos al tramo central (o incluso eludirlos) sin que lastre el desarrollo y potenciando su dinamismo es un recurso hábil, creativo y muy bien construido, llevando a esta película a otro nivel; al mismo tiempo, la hace parecer más sencilla. Rescate en Nueva York tiene una de las características más admirables del cine de Carpenter: excesiva y obvia en la superficie, sutil y elegante en el uso del subtexto. Por cosas así podemos afirmar que no, no se hace cine de acción como el de antes.

La Cosa: Obra maestra impecable del Terror de todos los tiempos

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La cosa (The Thing, 1982)es una de las obras maestras de Carpenter y quizás su película más reconocida. Sin embargo, estuvo lejos de tener una buena recepción en su época: la taquilla fue un jarro de agua fría. De hecho, se estrenó el mismo día que otro fracaso de taquilla que el tiempo ha puesto en su lugar: Blade Runner. ¿Cuál fue el problema de La Cosa y por qué el mercado de vídeo, en plena expansión en los ochenta, tuvo que sacarla del pozo de la mala recepción pública y crítica? Básicamente, porque llegó en el peor momento posible: dos semanas después del estreno de ET, el extraterrestre, Estados Unidos demostró que como público prefería la respuesta amable y humana, respaldo de valores familiares y tradicionales estadounidenses, a todo lo que representaba La cosa, película demasiado extrema para una generación incapaz de encajar estas ideas. La cosa es nihilismo, burla y ridiculización de la masculinidad, los valores familiares y la moral de la era Reagan. Contra la tendencia de las películas de acción o terror en grupo, en que los individuos se unían para derrotar a la criatura en cuestión, e incluso en contra de la estructura de las propias películas de Howard Hawks que tanto admiraba Carpenter (incluía su propia adaptación del mismo relato que inspira La Cosa, La cosa de otro mundo) en esta película la criatura separa al grupo, les rompe y les aísla dejámndoles solos frente al resto, ahora una amenaza más.

La Cosa es un relato ácido y destructivo de la pérdida de humanidad, de explosión de desconfianza en los compañeros más cercanos, de una paranoia individualista y aterradora. No tiene el optimismo de Spielberg ni la complaciente masculinidad individualista y salvadora de los éxitos comerciales que protagonizaban Stallone y Schwarzenegger. Tan rompedora es La Cosa que ni siquiera acepta el conservadurismo formal del propio cine de terror, sino que lo rompe en mil pedazos y lo reinventa en una película clautrofóbica que deforma a sus personajes en vez de darnos antagonistas claramente diferenciados; el terror está ahora entre las mismas personas en las que debes confiar para protegerte. No hay personajes fuertes, ni líder carismático, ni siquiera razones para confiar o vivir de los personajes. Aislados, alienados (literalmente) y cínicos, los personajes de La Cosa son demasiado para el público que venía de emocionarse con el azúcar de E.T, el extraterrestre y no buscaba una película que les escupiera en la cara. Por eso La Cosa es una película demasiado valiente para haber sido un triunfo en su estreno, y por eso el tiempo la ha puesto en su lugar.

 

…y el Carpenter que queda

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Desde el telefilm Someone’s Watching Me! (1978) hasta su última gran obra, pasando por un biopic de Elvis Presley y una adaptación de un relato de Stephen King (así como las últimas y desastrosas películas de su filmografía), aún queda mucho cine por analizar del maestro del terror. Lo tocaré en la segunda parte de este Ciclos de Cine , en el que están algunas de las cintas más icónicas de Carpenter, como la defensa del Serie B en Golpe en la pequeña China o la deconstrucción ci-fi de Están Vivos, así como una conclusión y análisis de los rasgos temáticos y formales del director. Aún hay Carpenter para rato. Mientras tanto, podéis leer otros análisis de filmografías destacables en la sección o el RECOMENDACINE de una de las mejores películas de terror de los últimos años.

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2 COMENTARIOS

  1. ¡Saludos y gran artículo! Como fan de Carpenter no puedo más que disfrutar de estos análisis que destacan las virtudes de este cineasta, muy infravalorado siempre tanto aquí como en su propio país. Hace poco leí por ahí unas palabras de Kurt Russell, amigo y actor fetiche del director, donde mencionaba que en casi todas sus colaboraciones la gente no apreciaba el material hasta pasado un buen tiempo, y es una triste realidad. Hablamos de una especie de hombre orquesta en versión cinéfila, ya que en muchas de sus películas además de la dirección se encargaba de la música, guiones y otras labores, y muy pocas personas dedicadas al cine logran hacer todo eso con tanto acierto. Si no recuerdo mal, el fracaso de La cosa en su día fue tan descomunal y le vapulearon tanto a nivel de crítica, que tuvo que redimirse con la peli de Bridges donde se trataba el tema de los extraterrestres de un modo muy distinto. Lo que siempre valoro hasta en sus películas más flojas, es que se nota su sello y tarde o temprano encuentras puntos de interés que te hacen mejor el visionado de cada cinta suya. Una pena que lleve alejado de las cámaras tantos años…

    P.D: Aunque es más apropiado para tu segundo análisis, hace unos meses le dediqué un artículo a nuestro colega Jack Burton, así que fíjate si me gustó Golpe en la pequeña China. ¡Un saludo!

    • Gracias! Si, Golpe en la pequeña China lo trataré en la segunda parte. En cuanto a lo del hombre orquesta, es muy cierto: como Kubrick, disfrutaba teniendo control total sobre las películas y por eso es tan fácil diferenciar lo que es suyo de los imitadores. Starman es una película fantástica con un enfoque original pero La cosa es sencillamente una película redonda y muy adelantada a su tiempo. Por desgracia el Carpenter post2000 no ha vuelto a ser lo mismo. Saludos!

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