Ya tenemos disponible en Netflix 1992, la primera colaboración de Álex de la Iglesia con la plataforma de la gran N. El bilbaíno es una de las grandes voces del cine español, pero no es ajeno al mundo de las series, con aportaciones como la bizarra Plutón B.R.B. Nero o la más reciente y terrorífica 30 monedas de Max. En esta ocasión De la Iglesia opta por ofrecer un thriller de seis episodios de unos 45 minutos de duración en que un asesino en serie se dedica a quemar a sus victimas disfrazado como Curro, la famosa mascota de la Expo de Sevilla de 1992.
Álex de la Iglesia y su inseparable Jorge Guerricaechevarría se valen de hechos reales como el incendio del Pabellón de los Descubrimientos, el naufragio de una réplica de la nao Victoria nada más salir del muelle y la gran montaña de dinero que se movió en Sevilla en esos días para ofrecer una historia en la que la venganza es un plato que en este caso se sirve bien caliente.
Los cadáveres carbonizados de las víctimas de este curioso asesino no parecen llamar demasiado la atención de la policía, así que la investigación recae sobre dos personajes que no dan impresión de ser los más adecuados para resolver el misterio. Se trata de Richi, ex-policía alcohólico convertido en guardia de seguridad que se ve envuelto en uno de los incendios provocados por el asesino y que está interpretado por Fernando Valdivielso (No matarás), y Amparo, a quien da vida Marian Álvarez (La herida), una mujer cuyo marido se convierte en muerte colateral de ese mismo incendio y que resulta ser uno de los mejores amigos de Richi.
La trama de la historia se desarrolla entre Madrid y Sevilla (con una visita fugaz a Miami), ciudades en las que nuestros protagonistas van lidiando con la investigación y sus propios demonios personales mientras el asesino eleva el conteo de muertes. Pero resulta que las víctimas tenían un pasado en común como encargados de la puesta en marcha y funcionamiento de la Expo de Sevilla, una relación que sirve a Richi y Amparo para ir tirando de un hilo que lleva desde la actualidad a los días de vino y rosa del feliz 1992, cuando la corrupción y la avaricia estaban a la orden del día.
A Netflix siempre se le acusa (y con razón) de ofrecer producciones muy homogéneas y uniformes, sin alma ni personalidad, con personajes y tramas intercambiables, sobre todo en sus thrillers. Es lo que yo llamo el espíritu Harlan Ellison. Muchas de sus series tienen como base las novelas de este escritor y cuando son obras originales o con otros libros de base, todas acaban siendo muy similares en forma y fondo. Pero es algo que la plataforma está intentando corregir. Buena prueba de ello son algunos de sus últimos éxitos como la magnífica La última noche en Tremor. Y con esta idea en mente, nada mejor que contratar a un cineasta con un universo propio tan reconocible como Álex de la Iglesia.
El realizador bilbaíno puede ser muchas cosas, pero nunca se podrá decir que es poco original y conformista. Sus obras tienen un universo y una personalidad propia, muy marcada en muchas ocasiones, que hacen que lo ames o lo odies; no suele haber termino medio.
El problema de sus películas es que tienen un punto de partida muy interesante que con el paso de los minutos se vuelve alocado, confuso, extremo y disparatado, lo que repercute en el resultado final. Es cuando está más contenido, cuando logra que su desbordante imaginación no se descarrile, que ofrece sus mejores producciones. En su última incursión en televisión, el thriller de terror 30 monedas logra ofrecer una historia original y fresca, con personalidad propia, que logra manejar bien para que a pesar de todas sus locuras y frikadas (que las tiene y muchas), no llegue a descarrilar del todo. Es una verdadera lástima que nos vayamos a quedar sin saber cómo termina, pero eso es otra historia.
Así que la unión de Netflix y Alex de la Iglesia parece una idea perfecta para los intereses de los dos. La productora busca una serie fresca que se aleje de lo que ofrece siempre y el cineasta logra un altavoz mediático gigantesco en el que poder ofrecer lo mejor de sí mismo sin llegar a ser demasiado extremo. Está por ver si con 1992 se ha logrado este objetivo.
Y la respuesta es positiva. La serie que tenemos entre manos es un thriller al uso con algunas de las características propias del autor. Se aprovecha de la iconografía patria como ha hecho en muchas ocasiones, con personajes que ven visiones terroríficas, con su gusto por ofrecer siempre un escenario en las alturas y con la música entre triste y evocadora que tanto le gusta. Con todos estos elementos ya tenemos una producción alejada de lo que Netflix suele ofrecer.
La trama es demasiado sencilla y acelerada (no le habría venido mal tener un par de episodios más) y se puede quedar en poca cosa para los que busquen las emociones fuertes que son firma de la casa. Algo que no tiene por qué ser necesariamente malo ya que el público general sí que podrá disfrutar de una serie entretenida sin mayores pretensiones.
En resumen, 1992 es una serie disfrutable, sobre todo para los amantes de los thrillers, en la que además de una buena historia sobre una investigación no falta la crítica social (también marca de la casa del autor) ni los personajes atractivos, con una pareja protagonista que está bastante bien y que demuestra mucha química. Es una pena que el guion este algo deslavazado y que la historia avance a trompicones y faltándole un poco de la mala leche e imaginería sanguinaria de Alex de la Iglesia, pero aun así, es una serie que merece la pena para pasar un rato divertido.