Netflix ha estrenado Papás a la antigua, traducción un tanto sui generis de Old Dads; es decir Papás viejos, un título mucho más acertado y fiel a lo que plantea la película dirigida, escrita y protagonizada por Bill Burr.
No entiendo este mundo
Papás a la antigua cuenta la historia de Jack Kelly (Billy Burr), un papá de 51 años que pronto repetirá en su paternidad. Junto a sus amigos Connor (Bobby Cannavale) y Mike (Bokeem Woodbine) ha decidido vender su empresa de camisetas y trabajar para los nuevos dueños, quienes ponen a un milenial al frente.
El estilo y la mentalidad de Jack chocarán no sólo con su nuevo jefe sino con toda la sociedad que le rodea, un mundo que ya no entiende, lleno de contradicciones y tiquismiquis que no aguantan una broma o un comentario.
Si, es lo que parece. Papás a la antigua se burla de lo políticamente correcto, de la generación milenial, del feminismo y de todo lo que hoy en día desata la furia en las redes sociales. Jack, Connor y Mike están cortados por el patrón de la generación del baby boom y no encuentran su sitio en este nuevo mundo repleto de gilipolleces.
¿Nos sentimos identificados con los personajes? Hombre, pues si. No lo vamos a negar y tampoco pediremos perdón. La película no deja de ser una parodia que pone en solfa ciertas actitudes y modas que a todos nos han chirriado.
En nuestro descargo diremos que por mucha mala leche que destile la cinta (y destila mucha) al final los personajes se redimen gracias, una vez más, a esa gran institución americana que es la familia (y también gracias a la gran paciencia y comprensión de sus respectivas mujeres).
¿Vale la pena?
Bueno, la película tiene sus momentos pero no es la nueva gran comedia americana. Eso si, cuantos más días pasan desde que la vi, más me rio al recordar algunas escenas (que le vamos a hacer, a uno le puede este tipo de humor). La de Jack llegando dos minutos tarde a recoger a su hijo y la directora echándole la bronca delante de todos los padres milenials, con la reacción de Jack llamándola de todo, no tiene desperdicio.
Igual que el personaje de Connor, interpretado por el gran e infravalorado Bobby Cannavale, quien vive literalmente acojonado por su mujer y que se ve obligado a escribirle cartas a Jack cuando se halla sentado en el retrete, a oscuras, vigilando a ver si su esposa lo pilla.
Por si había quedado claro, en Papás a la antigua los milenials son los malos de la película. Y se lo merecen. Bill Burr es considerado uno de los mejores comediantes en vivo de todos los tiempos y no deja milenial con cabeza, retratados como unos auténticos quejicas de fiel demasiado fina que no hacen más que mirarse el ombligo.
Y para los despistados, Papás a la antigua no es una película familiar ni para todos los públicos. Personajes mal hablados y escenas más que políticamente incorrectas, le han supuesto un 17% de aprobación de la crítica en Rotten Tomatoes. Vamos, que se han ofendido por lo que Burr estará encantado. Misión cumplida.
Al mismo tiempo tiene un 90% de aprobación del público. Como decía Papás a la antigua no es la nueva gran comedia americana pero si la comedia que necesitábamos. Lo malo es que, al final, Bill Burr parece caer en los mimos malos hábitos que pretende criticar, dándole a sus personajes una redención total para que Netflix pueda satisfacer a todos sus espectadores suscriptores. Después de arrearle a casi todo (repito, con más razón que un santo) parece arrepentirse. Un saludo, sed felices.
No es una comedia, tampoco es una película seria. No vale la pena perder un minuto con esta película.
No es una comedia, tampoco es una película seria. No vale la pena perder un minuto con esta película.
Pues vale.